viernes, 28 de enero de 2022

NO A LA GUERRA, otra vez (y van...)

No engañaron a nadie que no estuviera dispuesto a dejarse engañar, porque ¿qué diferencia hay en nuestra lengua, y supongo que en todas, entre decir "de entrada" y "por el momento"? 

"De entrada no, luego ya veremos" es lo que entiende cualquiera que no sea beocio, dicho sea con permiso de los ciudadanos de Tebas. Porque "ya veremos" es una forma de no comprometer nada.

Nada habría que objetar a tan enigmática promesa si hubieran dicho "de entrada, nada". Como la antigua Roma, Felipe González "abusaba hasta de su lengua para conseguir sus fines políticos".

Este comienzo aseguraba que se cumpliría una promesa que no prometía nada si se convocaba el referéndum prometido respetando la ambigua propuesta del Gobierno que no entendió quien no quiso.

Aunque estaba claro que la promesa no era tal, en cambio sí hubo tres promesas incumplidas, las clarísimas condiciones que hubieron de introducir en la papeleta del referéndum, porque de no suavizar (¡declarativamente!) la pertenencia a este bloque militar la votación seguramente habría obtenido otro resultado.

PACTA SUNT SERVANDA: mentira podrida.

La promesa se parecía a la que tiempo después ¿engañó? a Gorbachov "pactando" que países que salían del Pacto de Varsovia no entrarían en este otro bloque militar. Fíate de los infieles.

Con todo lo que ha llovido después (bombas, especialmente), y esas intervenciones "salvadoras" (¿a quiénes salvan en realidad?), las que vienen destruyendo uno tras otro tantos países, es difícil que alguien crea en las nobles intenciones de la OTAN.

Lo que ocurre es que muchos prefieren no enterarse, no analizar; y refugiarse, como esos negacionistas según de qué y los votantes madrileños de Ayuso, en el viejo lema "edamus, bibamus, gaudeamos, cras enim moriemur", sin pensar que ese "para mañana" puede ser trágicamente literal.

Triste la relación de personalidades de La Cultura que se adhirieron al manifiesto que pedía el SÍ. Sellaban con eso su propia desmoralización y la transmitían a buena parte de la población. Y seguramente algunos no lo hicieron por el plato de lentejas, sino porque verdaderamente las dudas se habían apoderado de ellos y el camino hacia la desilusión y la renuncia era el más fácil.




Res publica: OTAN, de entrada

Valentín Tomé

Lunes 24 de Enero, 2022

El 12 de Marzo de 1986, con Felipe González como Presidente del Gobierno, se convoca el referéndum para la entrada de España en la OTAN. Después de innumerables manifestaciones populares contra la Alianza, González reclama el voto a favor de la permanencia en ella. Ha mentido en la campaña electoral que le llevó al Gobierno, incumple el programa del PSOE, trampea las resoluciones del congreso de su partido y engaña a los ciudadanos. Se culminaba así un largo proceso de transformismo político iniciado hacía doce años en Suresnes bajo la tutela de la CIA y explicado en más detalle en un anterior artículo, los chicos de Suresnes.

Claro que para llegar a aquella situación proatlantista hubo que comprar muchas voluntades por el camino para asegurarse que en un referéndum tan delicado como aquel, con una fuerte oposición popular, que incluso el propio PSOE había ayudado a crear con su discurso radicalmente antimperialista anterior a las elecciones de 1982, el resultado fuese el esperado. Gracias a la cultura de la "bodeguilla", aquella que nacía en los sótanos de la Moncloa a los que ilustres personajes del mundo de la cultura y el espectáculo eran invitados por el propio Presidente para limar asperezas a golpe de generosas subvenciones (véase en este sentido el genial artículo de Rafael Sánchez Ferlosio publicado en El País en noviembre de 1984 titulado La Cultura, ese gran invento del Gobierno), se elaboró un manifiesto público firmado incluso por personas anteriormente vinculadas a los movimientos pacifistas o antiotanistas pidiendo el voto por el sí en aquella consulta. Julio Caro Baroja, Jorge Semprún, Juan Marsé, Juan Benet, Eduardo Chillida, Luis Goytisolo, Santos Juliá, Sancho Gracia, Jaime Gil de Biedma… fueron tan solo algunos de esos nombres que un mes antes de la celebración de aquel referéndum hicieron público su apoyo a la entrada de España en la OTAN.

El resultado del mismo fue tremendamente ajustado. Ganó el sí con un 56.85% de los votos emitidos sobre una participación del 59.42%. Es decir, menos de un 35% de todos los españoles mayores de 18 años se habían decantado por el ingreso de nuestro país en la organización atlantista. Sin embargo, lo que suele permanecer en el olvido son los términos de lo que se votó realmente en aquella consulta. Más que un sí incondicional, lo que resultó vencedor fue un sí sujeto a fuertes restricciones, las que estaban recogidas en la propia papeleta (ya que, de no ser así, el propio gobierno socialista daba por hecho, dado el clima que se vivía en España en torno al tema, que el resultado del referéndum sería desfavorable). Así, en ella, se podía leer lo siguiente:

El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos:

  • 1.º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.
  • 2.º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.
  • 3.º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.

¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?

No obstante, a pesar de lo recogido en el punto primero, España, como sabemos, participó en los bombardeos contra Yugoslavia (acción militar que no contó con el aval de la ONU), se enviaron fuerzas a Kosovo (misión KFOR en 1999) y Afganistán (ISAF en 2001), o desplegó aviones en la intervención militar en Libia de 2011, todo ello bajo el paraguas de la OTAN. ¿Cómo fue todo aquello posible?

Pues porque todo lo acordado en aquel referéndum fue rápidamente incumplido. Así, en 1997, durante el mandato de José María Aznar, España se incorporó a la estructura militar integrada de la OTAN. El segundo precepto fue enmendado, introduciéndose una cláusula por la que Estados Unidos puede instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español, previa autorización del Gobierno de España. Y en lo que hace a la reducción progresiva de la presencia militar de Estados Unidos en España, en las bases de uso compartido de Rota y Morón ha experimentado un repunte a partir de 2015.

Es por ello que, tras esta enésima traición a la voluntad popular, el Gobierno de España, con la oposición de su parte minoritaria, ha decidido enviar la fragata Blas de Lezo de la Armada que se unirá al Buque de Acción Marítima (BAM) Meteoro de Las Palmas de Gran Canaria, con rumbo al Mar Negro para liderar una de las misiones permanentes de la OTAN, en plena tensión con Rusia por la situación de Ucrania. Operaciones en las que ya nuestro país participaba periódicamente en la vigilancia aérea del cielo del Báltico desde las bases de Lituania o Estonia.

Una posible guerra resulta a menudo tremendamente impopular, por esa razón a partir de este momento seremos bombardeados con multitud de mensajes desde los grandes aparatos mediáticos para tratar de justificarla. Se nos hablará del afán expansionista enclavado en el ADN ruso, de su gobierno despótico, de como ya, en plena guerra fría, invadieron Hungría, Checoslovaquia o Afganistán. De como incapaces de aceptar su nuevo rol en la geopolítica internacional de potencia venida a menos, se revuelven furiosos contra su destino agrediendo a sus vecinos.

Prácticamente ninguno de esos grandes altavoces explicará, como recuerda el gran periodista Rafael Poch, que la entrada de los rusos en Georgia tuvo lugar después de que el ejército georgiano penetrara en Osetia del Sur donde el ejército ruso tenía el estatus de fuerza de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas, en lo que fue un episodio de guerra relámpago del presidente georgiano Mijaíl Sakashvili apoyado por Estados Unidos y aprovechando que Putin viajaba a China para la olimpiada de Pekín.

Nadie se detendrá a explicar que Rusia se anexionó Crimea solo después de que Estados Unidos y la Unión Europea promovieran un cambio de régimen sobre la ola de una protesta popular que derribó al gobierno legítimo de Ucrania, y cuyo momento determinante fue el oscuro y mortal tiroteo de civiles en Kíev, probablemente a cargo de los golpistas y sus padrinos occidentales.

Y por supuesto, pocos afirmarán que ni Ucrania ni Georgia forman parte de la OTAN, y por lo tanto no existe obligación contractual alguna de defender su soberanía. Y si se esgrimieran razones morales para ello habría que preguntarse dónde estaba la OTAN cada vez que Israel, el país del mundo que más tratados internacionales de la ONU ha violado desde su creación, conquista nuevos territorios de anterior soberanía palestina (ahí están las últimas anexiones de Jerusalén Este y los Altos del Golán); o cuando Marruecos, con el beneplácito de nuestro actual rey Emérito, ocupó el Sahara Occidental; o cuando Turquía invadió la mitad de Chipre. Operaciones todas ellas realizadas contra la voluntad de la mayoría de la población, impuestas mediante la represión y la limpieza étnica, al contrario que la ocurrida en Crimea por parte de Rusia, que contó con el aplastante apoyo de su población.

Y ya por último, solo algunos recordarán que la potencia líder de esa organización militar que es la OTAN ha sido la que más crímenes contra la humanidad ha cometido en lo que va de este siglo. Los conflictos bélicos promovidos por Estados Unidos en Afganistán, Pakistán, Irak, Siria, Somalia o Yemen superan ampliamente el millón de civiles inocentes muertos. Ni Rusia ni China ni cualquier otra potencia de este planeta desagradablemente multipolar para los intereses americanos se acerca ni de lejos a las cifras de muerte y destrucción arrojadas por los americanos.

Hoy más que nunca está vigente aquella frase cargada de lucidez del gran Albert Einstein: "No sé con qué armas se luchará en la Tercera Guerra Mundial, pero sí sé con cuáles lo harán en la Cuarta Guerra Mundial: palos y piedras". Hoy más que nunca, volvamos a gritar aquello de NO A LA GUERRA.

jueves, 27 de enero de 2022

Franco y los niños (IV)

Uno de los razonamientos jurídicos contenidos en los autos de Garzón se refiere a los procedimientos irregulares practicados para repatriar, sin el consentimiento de sus padres, a menores enviados por ellos al extranjero durante la guerra, y como en muchos casos perdieron estos niños el rastro de su propia identidad, entregados a instituciones o a familias consideradas aptas para su educación en los principios y valores del régimen.

A lo expuesto por el juez añado el enlace al artículo Los niños robados en España. Del Franquismo a la Democracia.












DECIMOPRIMERO.- Otro de los sistemas que el régimen franquista, desde 1937, al menos, desarrolló para hacerse con los niños que sus familias y autoridades republicanas habían enviado al exterior para preservarlos de la guerra fue el de las “capturas” de los mismos en diferentes países.

El 9 de julio de 1937 el delegado exterior de la Falange en el Reino Unido escribía a Pilar Primo de Rivera una carta en la que proponía hacerse con los niños evacuados a aquel país. Días después envió una nueva nota al delegado nacional del Servicio Exterior de Falange (José del Castaño), concretándole un plan: «Para hacer rabiar un poco a estos rojos, sería una buena idea enviar primeramente a los niños vascos, que al parecer son los únicos que profesan la religión y se portan bien, y dejar para más adelante, para que les den a estos un poco más de guerra, a los asturianos y santanderinos que son UNOS FIERAS y por lo tanto conviene que éstos les den unos cuantos disgustos más, pues la gente se va dando idea de que si así son los chicos, qué es lo que serán los padres. Nosotros aprovechamos todo esto para hacer una gran propaganda. Son medio criminales […]. Yo creo, amigo Castaño, que no hay otra ocasión mejor […] para que la F.E. coja simpatías en este país […] pues se ha hecho una propaganda terrible por parte de los rojos. Además podíais hacer vosotros un bonito recibimiento en Bilbao, tanto a la representación inglesa como a la F.E. de Inglaterra y los niños. Proponemos se invite a los representantes de las casas cinematográficas en España para que saquen una película de la llegada de los niños, para que la den en Inglaterra con los noticiarios (hay que hacer esta propaganda que será formidable).»*

Pero sin lugar a dudas fue en 1949 cuando se concretó por escrito cuál había sido el plan sistemático de “recuperación” de niños a los que aplicar la normativa creada que contenía las listas de las instituciones públicas, religiosas, privadas o familiares de personas a las que se adjudicaba el menor y que en muchos casos no era su familia originaria.

El plan se relata en un documento de fecha 26 de noviembre de1949 redactado por el Servicio Exterior de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. (Secretaría General) y el asunto versaba sobre la labor desarrollada hasta la fecha para la repatriación de menores españoles expatriados…”* Tal documento con una redacción de justificación y de enaltecimiento del propio régimen por las operaciones realizadas, deja traslucir una realidad mucho más oscura, relacionada con la recuperación de menores desde el extranjero cuyos destinos una vez en España, y tras el recibimiento con toda la propaganda oficial, se convirtió en un enigma en múltiples casos y en la pérdida para los progenitores o familias naturales consideradas no aptas en el nuevo Estado; extremos que serían los que la investigación debería de acreditar.

La operación comenzó en 1937 y el argumento principal fue que los niños salían de España porque el Kremlin con ello pretendía, bajo razones humanitarias «obtener valiosos instrumentos para sus planes ulteriores» que más adelante define como referidos a usar a esos menores para servicios de espionaje en otros países.

«Otros más pequeños que demuestran aptitudes para ello, están siendo cuidadosamente educados para enviarlos a países de habla española como agentes soviéticos de distintas especialidades.»

Las repatriaciones no se hicieron normalmente a petición de los padres ni de las familias sino que fueron operaciones diseñadas y dirigidas por el Servicio Exterior de Falange, lo cual avala la falta de consentimiento o incluso la oposición a las mismas. Es decir la reintegración de niños fue una política del nuevo Estado, a cualquier coste, incluida la infracción de las normas internacionales y sobre todo la falta de autorización de los progenitores que eran los que habían autorizado la salida de los menores.

«Su labor ha tropezado con grandes obstáculos debido principalmente a las leyes proteccionistas, de las cuales las francesas son un modelo, que protegen a personas, familias o entidades que han adoptado a un menor, nacional o extranjero, para darle educación.»

En este punto los miembros del Servicio Exterior de Falange acusan a las familias extranjeras de acogida de querer aprovecharse de los menores y de que los exiliados españoles hacían intensa propaganda cerca de los menores para «quitarles su voluntad de regreso a España» y «para ello para ello, se valen de todo género de calumnias que propagan y hacen creíbles con los poderosos medios de que disponen y de este modo han logrado, en ocasiones, crear un ambiente desfavorable para la repatriación, muy difícil de vencer.»

En Abril de 1942 el gobierno francés de Vichy clausuró los centros de refugiados y colonias que quedaban con refugiados españoles y a partir de ahí los hombres fueron enviados a Mathausen o Auschwitz y las mujeres y los niños a España; de estos, muchos ingresaron en las instituciones públicas del régimen (Auxilio Social) al estar sus progenitores encarcelados o desaparecidos. Otros corrieron la misma suerte procedentes de otros países.

La Delegación Extraordinaria de Repatriación de Menores que había desarrollado su trabajo hasta finales de 1941, fue sustituida en virtud de una orden del Ministerio de Asuntos Exteriores, por el Servicio Exterior de Falange para asumir el trabajo que, a partir de 1943, comienza a dificultarse ante la negativa de los progenitores, caso de haberlos, a formular la correspondiente petición de retorno, de ahí que tuvieran que acudir a otros métodos para conseguir la repatriación sin respetar las normas del país en el que se hallaban, actuando de forma clandestina y consiguiendo con ello que muchos de los niños, no reclamados o con sus progenitores en prisión o desaparecidos fueran reacomodados y que nunca hayan tenido posibilidad de conocer sus señas de identidad auténticas.

«No obstante estos obstáculos y otros que se pasan por alto por no ser de tipo general sino específicos de cada caso, se siguen obteniendo repatriaciones y rara es la semana en la que algún menor no queda reintegrado a la patria.»

<<Pese a todas estas dificultades, si el menor está dispuesto a regresar a España se recurre, sin miramientos, a los medios extraordinarios con los que, de una forma o de otra, casi siempre se logra al fin obtener el menor.

Por ejemplo en determinado país un funcionario de la Policía nos ha resuelto de manera un tanto expeditiva algunos casos recalcitrantes.

Obtenido el menor es conducido hasta un lugar cerca de España, si procede de Francia; hasta un buque español, si de Bélgica u Holanda; o hasta nuestra zona marroquí, si procede del norte de África, entregándolo a nuestros delegados de frontera quienes comunican a Madrid la llegada del repatriado.

Entonces es cuando se comprueba si ha sido reclamado por su familia o tutor legal, para entregárselo en su propio domicilio, hasta donde le acompañan los funcionarios de la Delegación sin que los familiares tengan que abonar cantidad alguna en ningún momento de este largo y costoso proceso.

En el caso de que no exista ninguna reclamación sobre el menor y este tampoco pueda aportar datos sobre el paradero de su familia y, después de hacer lo posible por encontrarla, incluso por medio de anuncios de prensa y radio, en la provincia o región donde el menor dice haber nacido, se le entrega, al fin, a la Junta de Protección de Menores la cual se encarga de su educación, etc>>.

A pesar de esta última afirmación, una gran mayoría de menores recuperados” y que según el documento, lo eran sin que mediara reclamación de las familias, no fue reintegrada a las mismasespecialmente si se tiene en cuenta el criterio de la legislación y normas dispuestas sobre la inidoneidad de las familias republicanas para la educación de los menores en el nuevo Estado.

El caso del adolescente repatriado Nestor Rapp Lantaron, entregado al Servicio Exterior de Falange en Berlín en 1942, en unión  de otros, merece la pena ser destacado. Del mismo se dice que estaba totalmente sovietizado. Antes de la entrega, «a Néstor y a otros chicos que tomaron prisioneros los obligaron a hacer de criados de los soldados alemanes durante varios meses, hasta que en diciembre de 1942 lo entregaron a él y a dos muchachos más a los delegados de falange en Berlín. Allí los reunieron con dieciocho chicos españoles capturados en Finlandia y los repatriaron a España.

Su retorno fue utilizado por la propaganda franquista. Periódicos y películas de la época se hicieron eco de la noticia pero nadie se molestó en avisar a la familia. Después de seis años de angustia, de no saber nada de sus hijos, la madre de Néstor supo del retorno de su hijo por un diario”.

La entrada en España se produjo el día 1 de febrero de ese año. 

“Sus padres lo reclamaron al Secretariado de la Junta de protección de Menores de Santander para que se les entregase, pero dicha petición fue justamente denegada por no ofrecer aquellos ninguna garantía sobre su educación, ya que la madre del mismo, Euduvugis Lantaron se expatrió, según consta en nuestros archivos a Francia con sus hijos Mamés, Olga, Emilio y Oliva”.

Pero su madre nunca se exilió y esa falsa afirmación fue la excusa para considerar que la familia no era apta para educar al hijo.*

(continúa y concluye)

lunes, 24 de enero de 2022

La fábrica de ignorancia

En TVE2 tienen la buena costumbre de emitir, en la noche temática documentales de gran interés. Lo malo es que tienen también la mala costumbre (motivada por los sacrosantos derechos de propiedad intelectual según de quien) de retirarlos en muy poco tiempo de play.

En documanía aparece esta ficha:

CategoríaSocial

Serie documental: la noche tematica

Duracion: 54:47

Fecha de publicación: 17-12-2021

Y este resumen:

Tabaco, cambio climático, pesticidas,… Nunca el conocimiento científico había parecido tan vasto, detallado y compartido. Y, sin embargo, parece estar cada vez más desafiado. Ya no es de extrañar que las corporaciones privadas pongan en marcha estrategias para confundir el debate público y paralizar la toma de decisiones políticas. Abrumados por el exceso de información, ¿cómo podemos, como ciudadanos, distinguir la realidad de la ficción? Uno a uno, esta película desmantela el funcionamiento de esta ingeniosa maniobra que tiene como objetivo volver la ciencia contra sí misma. Gracias a archivos desclasificados, animaciones gráficas y testimonios de expertos, cabilderos y políticos, esta investigación nos sumerge en la ciencia de la duda. Junto con un equipo de expertos (filósofos, economistas, científicos cognitivos, políticos o incluso agnotólogos), exploramos ejemplos concretos de creación de dudas e intentamos comprender todo el proceso y los problemas que hay detrás de él.

Este fin de semana volví a ver este documental en la televisión rusa.

La agnotología es ya una ciencia, la "ciencia de la certeza científica", el estudio de la ignorancia o duda culturalmente inducida, especialmente a la publicación de datos científicos erróneos o tendenciosos.

Hay dos formas de ocultar el conocimiento. La primera y más burda es el bulo, la mentira que niega la evidencia científica o falsifica las noticias sobre ella. Pero hay otra más sutil y alambicada, que es... la propia investigación científica.

Cuando la ciencia comprobó que el tabaco, el plomo de las gasolinas o los pesticidas eran claramente nocivos para la salud, las compañías perjudicadas por la noticia se lanzaron a buscar "otras causas" posibles. Y para ello recurrieron a la investigación. Financiaron la búsqueda de otros factores, y muchos científicos, no siempre de mala fe, dedicaron sus esfuerzos a encontrarlos. De este modo se enmascaraba la causa principal, dando importancia a otros agentes, probablemente coadyuvantes.

Cualquier investigación necesita ser financiada, y eso dirige la ciencia hacia los intereses de quienes la financian. ¡Cuántas posibles búsquedas no son posibles por falta de medios! También hay guerras científicas, y en ellas la ciencia será utilizada contra la ciencia.

Una investigación muy positiva es la que indaga en los medios de comunicación. Los intereses del dueño del medio exageran algunas cosas y ocultan celosamente otras. Cualquiera puede verlo. Pero lo que es fundada sospecha lo demuestra claramente una indagación de la que se hace eco la película. En ella aparece una imagen muy interesante que el estudio ha desvelado, y se refiere al manejo interesado de las redes sociales. En este fotograma se muestran numerosísimas conexiones entre usuarios, En azul, quienes afirman la existencia del cambio climático; en rojo, los negacionistas. Como se ve, son dos campos prácticamente estancos. Apenas interactúan entre sí.

Entre los negacionistas hay claros focos emisores, los nudos de la red que lanzan aquellos memes que luego se propagan masivamente. Es muy instructivo seguir, a su vez, las conexiones de estos centros con grupos de presión políticos y empresariales. Son auténticos mercenarios al servicio de quienes les pagan por ello.

Finalmente, he encontrado una página de Facebook en la que puede verse ahora mismo el documental. No sabemos por cuánto tiempo...

La batalla en las redes sociales





domingo, 23 de enero de 2022

Franco y los niños (III)

La dictadura argentina no inventó nada que no hubiera sido practicado antes en España. Pero aquí ni siquiera hemos visto aquellas protestas en las calles. La causa es el encallecimiento causado por una dictadura que duró mucho más y se agotó de peor manera. Por esa razón ni siquiera se han puesto en marcha procedimientos sistemáticos para restablecer las identidades perdidas.

Como las cifras abultadas y anónimas no remueven los sentimientos, no está de más relatar algunos casos particulares para agitar conciencias. Bien lo saben los publicistas y asesores políticos, practicantes sistemáticos del storytelling. Practiquémoslo pues, con un propósito algo más noble, a mi entender.

Sigue aquí la serie dedicada a los autos de Garzón.

 

DÉCIMO.- La Ley de 4 de diciembre de 1941 y el Decreto de 1940 mencionados, bajo la aparente cobertura de solucionar un problema de gran trascendida del de los niños cuyos padres estaban en prisión, desaparecidos, muertos, clandestinos o en el exilio, realmente lo que introdujo fue un sistema arbitrario de asignación de identidadesfiliación e inscripción de miles de niños que, presuntamente, transformó en un hecho consumado la desaparición de los afectados en relación con sus familias de origen.

En medio de ese entramado burocrático creado con la aparente intención mencionada, se dieron casos de alteración de datos de nacimiento para impedir que los padres, obtenida la libertad o reintegrados a la vida civil, recuperaran a sus hijos, perjudicando así las adopciones consumadas.

En la Casa Cuna Provincial de Sevilla consta una carta del capellán de la institución, Juan A. Gordio, en la que daba instrucciones a los nuevos padres sobre cómo debían alterar los datos para que no hubiera lugar a reclamaciones: “Mis queridos amigos: cuando la superiora hacía unas horas me había entregado esos papeles fue cuando la madre de la niña se presentó en la Diputación a decir que aquí no le daban razón de una niña que en tal fecha ella echó. Al ver esto y prever que les podían hacer pasar a Vds. Un mal rato, decidí no hablar ni tocar el asunto en la Diputación hasta que no estuviera alejada la idea de esta mujer, y cuando Vds. Fueran ni se acordaran que tal mujer había ido a reclamar nada. Y así ha ocurrido, pues ya ni la superiora de aquí ni en la Diputación se acuerdan de nada: yo he ido a explorar el terreno y no me han dicho ni una palabra, sino que todo bien y que podéis prohijarla cuando queráis. Y ahora buscando entre los papeles de mi archivo los encuentro y se los envío para que hagáis lo siguiente. El papel ese grande lo tenéis que rellenar entre Vds., el alcalde y el párroco y debidamente firmado lo traen Vds. cualquier día en la Diputación. Si por casualidad os preguntara Serrano, que cómo habéis tardado tanto en ir, Uds. le decís solamente” que Miguel había estado enfermo y esperabais, como es natural, a que el esposo se pusiera bien”. No digan ni una palabra más ni una menos, sino a todo que sí […] si queréis que la niña no aparezca con vestigio ninguno de la cuna, luego que arregléis lo del notario vais al Palacio Arzobispal con los documentos de la prohijación de la Diputación y con la prohijación notarial, y allí en la vicaría del Arzobispado le arreglan el asunto de manera que mandan un oficio a la Casa Cuna para que se inutilice la partida del bautismo de la niña, y otro oficio a la parroquia que Vds. quieran para que pongan una Fe de Bautismo como si la niña se hubiese bautizado en aquella Iglesia”.

Otro de los sistemas fue el de la apropiación en el momento del parto. «Lo llevaron a bautizar y no me lo devolvieron. Por ejemplo, esta mañana nació el niño y fueron por él para bautizarlo, pero el niño ya no volvió pa' mi. Ya no volví a ver más… Yo no sé quién lo llevó. Era duro de buscar. Yo reclamaba el niño, y que estaba tal y que estaba cual, que si estaba malo, que si no estaba… Aquel niño no lo volví a ver. No. ¿Cuántos llevaron más que al mío?. Para eso no hacían falta permisos. Si por ejemplo tu estás pariendo, viene un matrimonio que no tiene hijos y quiere reconocerlo, te lo quitan y lo llevan y nada más» (Testimonio de Emilia Girón, 12 de marzo de 2001, citada en Irredentas, pg. 85).

Se dieron asimismo muchos casos de embarazadas, en múltiples ocasiones como consecuencia de violaciones después de su detención, condenadas a muerte a las que se mantenía con vida hasta el alumbramiento e inmediatamente después eran ejecutados. Los hijos eran entregados a centros religiosos o del Estado a pesar de que las madres, antes de morir, se habían negado explícitamente a ello.

Destaca por su contundencia el relato que el sacerdote capuchino Gumersindo de Estella, cuyo nombre civil fue Martín Zubeldia Inda (fallecido en 1974), dejó escrito en su memoria, cuyo manuscrito citado por Ricard Vinyes se halla en el Archivo de la Biblioteca Hispano Capuchina, en la que recoge los hechos ocurridos en la cárcel de El Torrero durante el tiempo (primeros años de la posguerra) que ejerció como capellán de la misma, relacionados, entre otros aspectos, con la sustracción de hijos de mujeres presas por religiosas, sin autorización de las madres: Uno de los casos relatados se refería a tres mujeres condenadas a muerte: «Las dos primeras tenían, en la cárcel, en sus brazos, una criatura de un año de edad cada una o poco más. Eran hijas suyas: “¿y qué van a hacer con las dos criaturas?, pregunté. Me contestó alguien que ya habían sido llamadas dos religiosas a la prisión para que las llevaran, pero la faena de .... desgarradores: “Hija mía….¡ No me la quiten! ¡Me la quiero llevar al otro mundo!” Otra exclamaba: “¡No quiero dejar a mi hija con verdugos! Matadla conmigo, hija de mi alma… qué será de ti.” Y otras frases de ese estilo. Entretanto se había entablado una lucha feroz: los guardias que intentaban arrancar a viva fuerza las criaturas del pecho y brazos de sus pobres madres que defendían sus tesoros a brazo partido […] Puede suponer cualquiera cuál era mi estado de ánimo al oír llorar a las criaturas que no querían salir de los brazos de sus madres y que se espantaban al ver a los guardias […] Jamás pensé que hubiera tenido que presenciar escena semejante en país civilizado.”

En otra ocasión, al sugerir al juez que no podía mandar a fusilar una joven embarazada, la respuesta fue contundente: “¡Si cada mujer que se hubiese de ajusticiar se había de estar esperando siete meses! Ya comprenderá usted que eso no es posible…”.»

(continúa)

viernes, 21 de enero de 2022

Vivir de otra manera

"No hay economía ecológica sin justicia social. El cambio energético es para vivir de otra manera", nos recuerda Rafael Poch. 

"La burguesía crea las condiciones para su propia destrucción". Durante mucho tiempo se ha puesto en primer plano como factor autodestructivo la existencia, necesaria para el sistema, del proletariado, la clase social que se rebelaría contra la explotación de los trabajadores. Mientras tanto, ha estado en segundo plano el otro pilar que sostiene esta estructura social: la explotación de la naturaleza.

El antídoto para neutralizar el primer factor ha consistido en acentuar el segundo. Aunque sea de modo parcial, la participación de gran parte de la clase explotada en cierto "estado de bienestar" y el fomento de la insolidaridad con el señuelo de que cada uno se labra su propio futuro, junto al mito del progreso indefinido, la "capacidad innovadora" como varita mágica y el supuesto derrame de la riqueza sobre toda la sociedad, han desmovilizado al movimiento obrero, pero a costa de llevar a la naturaleza a un punto en que la realidad nos dice: hasta aquí hemos llegado, y punto.

«En países como China, cuyos gobiernos conservan cierta capacidad de planificación a medio y largo plazo, es imaginable una gobernanza sobre el vector del decrecimiento, pero ¿y en los países más ricos occidentales? Durante décadas, su población ha sido educada en el egoísmo individualista y en el consumo a ultranza, perdiendo por el camino cualquier otra perspectiva. Se dirá, y con razón, que pocas sociedades hay más ávidas consumidoras que la china, pero allí se conserva una capacidad de sacrificio y disciplina colectiva que ha desaparecido en las sociedades occidentales. El sujeto de esas sociedades, el “ciudadano” que ha sido reducido por el neoliberalismo a mero “consumidor-contribuyente”, se parece mucho a un perfecto inútil desde este punto de vista. Las actitudes sociales ante la pandemia han vuelto a mostrar ese contraste entre los masivos botellones y las manifestaciones, por un lado, y los estrictos y disciplinados confinamientos asiáticos, que los miopes reducen a meras diferencias entre “libertad” y “autoritarismo”.»



Geopolítica de las renovables

La transición energética es crucial, pero es imposible concebirla como una mera sustitución de energías fósiles por renovables

Rafael Poch 

Pensar que la transición energética consiste en sustituir energías fósiles por renovables es irreal. Su mera sustitución es imposible, dice Joan Martínez Alier, nuestro más ilustre experto en economía ecológica. En la misma entrevista con Naiz, el investigador de los límites minerales del planeta Antonio Valero pone un claro ejemplo: “Una instalación fotovoltaica utiliza 25 veces más materiales que una central térmica convencional. Un aerogenerador te da como mucho entre dos y cinco megavatios. Para llegar a un gigavatio, que es lo que te da una central térmica de carbón, necesitas un mínimo de 20 generadores. Pero ese aerogenerador trabaja 2.000 horas al año, frente a las 6000/7000 horas de la central. Es decir, necesitas como mínimo 60 torres de más de 100 metros. Y en cada una de esas torres hay neodimio, praseodimio, disprosio, boro, acero, aluminio. Además, si quieres almacenar la energía necesitarás litio, cobalto, manganeso y cobre. Muchos de esos materiales son críticos y además se obtienen mediante combustibles fósiles”. 

A la guerra por el coche eléctrico

Según un informe de la Agencia Internacional de la Energía, si se quieren cumplir los objetivos climáticos, la demanda de minerales para tecnologías energéticas limpias se multiplicará por lo menos por cuatro en 2040 y mucho más aún en el caso de los minerales para el coche eléctrico, que necesita cobalto, grafito, litio, manganeso y tierras raras para sus baterías y motores. Hoy ese coche apenas representa el 1% del parque de automóviles, pero antes de diez años representará el 15% de las ventas de automóviles. La AIE estima que en veinte años la demanda de litio se multiplicará por cincuenta y la de cobalto y grafito por treinta.

Todo el mundo entiende hasta qué punto el control del petróleo ha determinado y determina las relaciones internacionales: las guerras del Golfo Pérsico, el conflicto de Siria, el cambio de régimen en Libia, la intervención en Irak, las presiones y embargos contra Irán y Venezuela, donde ese recurso escapa al control de Estados Unidos, o las sanciones contra Rusia, potencia energética internacionalmente autónoma. El imperialismo de los recursos petroleros es algo bien conocido para la geopolítica desde por lo menos la Primera Guerra Mundial, cuando las potencias europeas pugnaron por el control del Golfo Pérsico. Pero si los yacimientos de gas y petróleo se encuentran un poco por doquier en el mundo, desde América, hasta Eurasia, pasando por África y todos los océanos, la producción de muchos de los minerales vitales para la transición energética hacia las renovables está mucho más concentrada geográficamente. 

La mayor parte del mineral de cobre lo suministran sólo cuatro países: Chile, Argentina, Perú y la República Democrática del Congo. China responde del 70% del suministro de tierras raras. El grueso del litio procede de tres países, Australia, Argentina y Chile, y el 80% de la producción de cobalto procede de la República Democrática del Congo.

“Un simple vistazo a la localización de tales concentraciones sugiere que la transición hacia energías verdes prevista por el presidente Biden y otros líderes mundiales puede toparse con graves problemas geopolíticos, no muy diferentes a los que en el pasado generaron la dependencia del petróleo”, dice Michael Klare, un conocido especialista en geopolítica de los recursos.

Primera potencia militar, los Estados Unidos están bastante escasos de recursos fundamentales –como níquel, zinc o tierras raras– para el nuevo paradigma. China, que tiene mucho de lo último, es vista como adversario y la campeona mundial en cobalto, la República Democrática del Congo, es, seguramente, uno de los países más turbulentos del planeta. Si para solucionar los dilemas prácticos de estos nuevos recursos imprescindibles para un despliegue acelerado de las tres figuras clave de la nueva energética (paneles solares, turbinas eólicas y coches eléctricos) se utilizan los mismos métodos empleados actualmente con el petróleo, el mundo tiene por delante una perspectiva de agudos conflictos que, simplemente, ya no puede permitirse.

Sin decrecimiento no hay futuro

Pero incluso sin ese escenario de conflicto entre potencias por los recursos, su mera extracción exige una intensiva utilización de combustible fósil, ácidos, sustancias tóxicas y agua que causan enormes perjuicios humanos en todo el planeta. Martínez Alier que lleva años confeccionando con un equipo internacional un Atlas de conflictos ambientales, dice que, “hace 20 años no sabíamos ni qué era el litio o el cobalto, y ahora tenemos 150 materiales que generan muchos conflictos”. Todo esto nos devuelve al inicio: la transición energética es crucial, pero es imposible concebirla como una mera sustitución de energías fósiles por renovables. Hace falta un cambio de mentalidad, lo que, desde luego, no es una cuestión de angelismo individual, sino una acción política colectiva, imposible sin iniciativas públicas, planificación, y estricta cooperación internacional. Imposible, quizá también, sin una catástrofe que abra los ojos a ese bicho humano colectivo que solo aprende a batacazos, y a veces ni siquiera. El tiempo dirá...

En cualquier caso, sin decrecimiento, a menos que se empiece a dejar de crecer, sin un relativo empobrecimiento de los más ricos globales que disminuya la demanda de recursos naturales y la generación de residuos, no hay transición energética posible ni salida de la crisis de civilización.

Occidente y Oriente

En países como China, cuyos gobiernos conservan cierta capacidad de planificación a medio y largo plazo, es imaginable una gobernanza sobre el vector del decrecimiento, pero ¿y en los países más ricos occidentales? Durante décadas, su población ha sido educada en el egoísmo individualista y en el consumo a ultranza, perdiendo por el camino cualquier otra perspectiva. Se dirá, y con razón, que pocas sociedades hay más ávidas consumidoras que la china, pero allí se conserva una capacidad de sacrificio y disciplina colectiva que ha desaparecido en las sociedades occidentales. El sujeto de esas sociedades, el “ciudadano” que ha sido reducido por el neoliberalismo a mero “consumidor-contribuyente”, se parece mucho a un perfecto inútil desde este punto de vista. Las actitudes sociales ante la pandemia han vuelto a mostrar ese contraste entre los masivos botellones y las manifestaciones, por un lado, y los estrictos y disciplinados confinamientos asiáticos, que los miopes reducen a meras diferencias entre “libertad” y “autoritarismo”.

No hay economía ecológica sin justicia social. El cambio energético es para vivir de otra manera. De una manera más simple, más tranquila y menos frenética. Como dice el economista ecológico Tim Jackson, en Prosperidad sin crecimiento, “la prosperidad tiene que ver con la calidad de nuestras vidas y relaciones, con la solidez de nuestras comunidades, y con un sentido de propósito individual y colectivo. La prosperidad tiene que ver con la esperanza. Esperanza para el futuro, esperanza para nuestros hijos, esperanza para nosotros mismos”. Nada de todo eso se puede conseguir sin decrecimiento, es decir sin configurar una vida mucho más austera y “pobre” para los criterios actuales.

En Occidente, los gobiernos son esclavos de la dinámica creada por el capitalismo neoliberal: son incapaces de formular un programa de empobrecimiento sin perder rotundamente las siguientes elecciones ante rivales que prometan a los “contribuyentes-consumidores” lo imposible: evitar el desastre manteniendo o incrementando los actuales niveles de metabolismo social. En Asia el panorama quizás esté más abierto a una dinámica realista. No es un problema de “democracia” y “autoritarismo”, sino, me parece, de algo anterior y mucho más básico. De ahí la importancia del relevo de potencia hacia Asia al que acaso estemos asistiendo en el mundo de hoy.

jueves, 20 de enero de 2022

El difícil equilibrio: activar o paralizar

Quizá sea pedir demasiado a una película que denuncia con tal claridad la situación en que nos hallamos que además nos diga cómo podemos organizarnos para cambiarla. La labor de denuncia, la que muchos intentamos desde nuestros pobres medios, necesitaría unos altavoces que no tenemos. La de organizar el contrataque es aún más difícil. 

Las redes sociales, no lo olvidemos, no son nuestras. La capacidad de troleo de los "dueños de todo" supera a la nuestra por goleada. ¿Daremos la batalla por perdida? ¿Nos retiramos del campo? Naturalmente, NO.

El miedo puede movernos a actuar, a defendernos, o puede por el contrario paralizarnos. Ambas respuestas son posibles, Las hemos adquirido evolutivamente como formas de sobrevivir. Si creemos que "no hay tiempo" podemos renunciar a la defensa que juzgamos imposible. O tal vez resistamos... Si creemos que "aún hay tiempo" podremos organizar la defensa. O retrasarla sine die...

El cambio climático es un proceso relativamente rápido, pero, como el movimiento de los astros en el cielo, no se percibe instantáneamente: el del Sol tan solo es evidente en los últimos segundos del ocaso. En la película en cuestión, la catástrofe avanza mucho más rápidamente y no hay defensa posible (ya se encargan de torpedearla, y aún de bombardearla, los que prefieren morir inmensa e ilusoriamente ricos).

El artículo que sigue denuncia el fatalismo de la película, que no deja a lugar a la rebelión contra el sistema suicida. La parodia es realista, pero también es parodia y no panfleto. Exagera y condensa en el tiempo el proceso, que ciertamente no sabemos si será tan lento y todavía controlable como lo vemos ahora mismo. Sigo insistiendo en que, antes incluso de que el clima y la contaminación de todo se vuelva insoportable, el agotamiento de los recursos, la carencia de energía, materiales y espacios naturales explotables, creará para el capitalismo una enorme crisis. El futuro sigue abierto, y de nosotros depende (pero también. y mucho, de los poderosos) que acabe simplemente mal o mucho peor.

No vale el "cuanto peor, mejor", porque no será una fuente de solidaridad, sino de caos. Las luchas populares espontáneas no conducen a nada sin organización. No nos engañemos, organización para alcanzar cotas de poder, difícilmente todo el poder en un proceso rápido, revolucionario, a estas alturas y con la ideología conformista que domina de modo apabullante, y no es por casualidad.

Pero ahí está el problema: la participación política no alcanza las expectativas que dan esperanza para la lucha, y esto desanima a los que desde las bases de la sociedad deben presionar hacia arriba. Los reaccionarios contribuyen al desánimo, y también a una frustración que alimenta los fascismos.

Tener el gobierno sin que lo acompañe la lucha desde la base no cambia nada, porque no es tener el poder. Lucha desde la base sin gobierno, tampoco puede controlar el poder, El Gran Poder. Difícil dialéctica, que debe tener muy en cuenta las condiciones subjetivas, la real correlación de fuerzas y la capacidad para aunar luchas dispersas, que es algo distinto de un radicalismo verbal.

Solo nos queda decir la verdad. La cruda verdad. Esto se acaba, y todos los que viven de su trabajo son YA proletarios, aunque imaginen ser otra cosa. Y ello a escala mundial. Por esta razón sigue siendo válida la advertencia:

¡Proletarios de todos los países, uníos!

(Reconozco por mi parte y por la de todos los "revolucionarios de internet" que esta frase por sí sola no mueve montañas, pero poco más puedo hacer. ¿O sí...?)



BARBIJAPUTA

Se entiende perfectamente la ola hater por parte de la muchachada facha hacia No mires arriba (Don't look up): todos sus ídolos y elegibles en las urnas están retratados en el film de una u otra forma.

La película es una sátira de la sociedad estadounidense (y de cualquier país si nos ponemos, en todos los personajes del lado negacionista podemos ver claramente a dirigentes tanto de USA como de España, y es que no son nada originales, parecen calcos). También es una denuncia a la relación entre el Gobierno y la ciencia, a la injerencia de los empresarios muchimillonarios en cuestiones que nos afectan directamente a las de abajo (sin que aparezcan nunca sus firmas para que podamos ver quiénes son, les vale una simple llamada de teléfono al dirigente de turno). Una crítica certera a la derecha rancia, negacionista, narcisista y obtusa, y también al fanatismo de sus votantes... o feligreses.


No mires arriba no se deja nada en el tintero, incluso se toma su espacio y tiempo para visibilizar una lacra machista histórica: la invisibilización y negación de científicas y descubridoras, y cómo sus méritos acaban en manos de hombres.

Pero sin duda, lo que más me ha gustado de No mires arriba (además del hecho de ser una peli yanki donde se ve como algo negativo que EEUU bombardee una instalación rusa, que eso sí que es novedad) es el realismo de la sátira y la ausencia de venganzas con la que suelen dejarnos la mayoría de películas y series.

Realismo de la sátira

Conforme iba avanzando la película, me daba cuenta de que difícilmente esta historia podría contarse en otro tono, porque la realidad actualmente es demasiado parecida a la burla. No se acerca ningún cometa a la Tierra, pero sí una amenaza real que promete acabar con todo, y lo cierto es que los dirigentes negacionistas piensan y actúan como nos muestra la película: banalización, manipulación, mentiras, intentos constantes de enfrentamientos contra lo que nos dice la ciencia... y por parte de su feligresía, incluso violencia a la hora de defender lo que esos dirigentes dicen o hacen.

Si alguien cree que No mires arriba es una sátira pasada de vuelta (¿tiene sentido siquiera ese concepto?) que escuche las declaraciones de Abascal hace dos días en Intereconomía, en las que acuñó un nuevo término que me dejó con las patas colgando: "tiranía climática". Tocotó.

Pero no solo los dirigentes negacionistas son un lastre, también los que no niegan nada e incluso hacen declaraciones rimbombantes sobre su preocupación por el clima, para luego operar y tomar decisiones que literalmente empeoran la situación. O que aprovechan confusiones y bulos, como Pedro Sánchez, sin ir más lejos, para generar aún más desinformación sobre el tema.

Ausencia de venganzas (spoilers)

Ni los personajes buenos consiguen escarmentar a los malos, ni hay héroes con o sin capa que solucionan todo en los últimos 10 minutos de la cinta, ni la científica consigue el mérito robado por su compañero. Nada épico ocurre, porque de lo contrario tendríamos que haber clasificado la peli como fantasía. Y es que nada bueno podía ocurrir tal y como estaba planteada la película.

Es cierto que esto es un punto positivo, ya que no genera falsas esperanzas con un final edulcorado pegado de mala manera a un problema acuciante, ni tampoco alimenta el optimismo de mucha gente. Esa ilusión donde imaginan (y llegan a creer) que el problema se arreglará solo... o por la mano divina de no saben bien quién. Sin embargo, y aquí es donde pondría el "pero" a la película, "No mires arriba" cae en el catastrofismo. No es que caiga "accidentalmente", es que toda la historia está creada para que solo pueda suceder la catástrofe. Desde el primer momento en el que McKay hace el paralelismo del cambio climático con un cometa a punto de estrellarse contra la Tierra, está metiendo la urgencia, la denuncia, pero también la trampa. El cambio climático no es un cometa que en 6 semanas acabará de forma de violenta con toda forma de vida. El cambio climático no depende de un gobierno estadounidense y de un científico con pocas habilidades sociales. Y aunque lo sabemos, no deja de ser, una vez más, un contenido en el que se trata el cambio climático de forma pesimista. Se une a la larga lista de pelis y series que salen ya como setas, en el que sus creadores quieren que el público se asuste tanto como ellos, para que hagan algo. En mi opinión, esta forma de comunicar y tratar el cambio climático inmoviliza más que moviliza. Paraliza directamente.

No tenemos 6 semanas para solucionar el problema, como en la peli. Y aunque es cierto que no tenemos muchísimo más tiempo, hay margen de maniobra. Y sin embargo, estos contenidos, parecen decirnos que no hay nada que hacer. ¿Qué podríamos hacer nosotras, desde abajo, contra los que toman las decisiones mientras viven en burbujas de privilegios? ¿Qué acciones podríamos tomar para quitarlos de donde están y ponerlos donde se merecen? Acabamos con sensación de impotencia, de soledad, de "¿qué hago yo contra el mundo?". Los contenidos así no muestran la otra realidad: la del activismo, la política en nuestro día a día, la presión que podemos ejercer individual y colectivamente. No muestran la capacidad transformadora que tenemos aquí abajo. No recuerdan que el progreso ha sido siempre un logro de la movilización desde abajo, de la concienciación de muchas cabezas, nunca por una epifanía de un dirigente random.

Todas las personas a lo largo y ancho del mundo tenemos la posibilidad y el tiempo de presionar a los gobiernos que están haciéndose los dormidos, de denunciar, de hacer política, desde qué comemos hasta qué película elegimos en el cine. Tenemos el tiempo y la posibilidad de organizarnos como lo estamos haciendo, de unirnos a las marchas en las calles para presionar de forma contundente. De hacer boicots individuales y colectivos, de hacer activismo online y offline. Somos política desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, pero nada de eso se muestra nunca.

Necesitamos urgentemente contenidos tan brillantes como No mires arriba pero que sean verdaderamente efectivos para luchar contra el problema. Producciones que, lejos de meternos más miedo en el cuerpo, nos recuerden que podemos, que debemos y que, de hecho, no nos queda otra que pelear.

miércoles, 19 de enero de 2022

¡No mires arriba!

En el cuento de Pedro Antonio de Alarcón La buenaventura, el gitano Heredia es apresado por una cuadrilla de bandoleros, cuyo capitán, Parrón, tiene la fea costumbre de matar a todas sus víctimas, porque así nadie podrá reconocerlo. Intenta salvar su vida leyendo la buenaventura al bandido a cambio de su libertad. No voy a resumir aquí la peripecia, sino solo una parte del diálogo entre ambos personajes:

-Parrón, tarde que temprano, ya me quites la vida, ya me la dejes..., ¡morirás ahorcado!
-Eso ya lo sabía yo... -respondió el bandido con entera tranquilidad-. Dime cuándo.
Me puse a cavilar.
Este hombre (pensé) me va a perdonar la vida; mañana llego a Granada y doy el cante; pasado mañana lo cogen... Después empezará la sumaria...
-¿Dices que cuándo? -le respondí en alta voz-. Pues ¡mira! va a ser el mes que entra.
Parrón se estremeció, y yo también, conociendo que el amor propio de adivino me podía salir por la tapa de los sesos.
-Pues mira tú, gitano... -contestó Parrón muy lentamente-. Vas a quedarte en mi poder... ¡Si en todo el mes que entra no me ahorcan, te ahorco yo a ti, tan cierto como ahorcaron a mi padre! Si muero para esa fecha, quedarás libre.

Un futuro sin plazo conocido no es inquietante, pero cuando le ponemos límites la cosa cambia, sobre todo si el plazo es tan corto que incide fuertemente en nuestra cotidianidad o nuestras expectativas.

Cuando además ese tiempo disponible puede ser determinante para encontrar o no remedio al desenlace, podemos hacer tres cosas:

  • activar la búsqueda de soluciones, aun sin la certeza de hallarlas
  • considerar que ya no las hay, resignados al desastre anunciado
  • negar la existencia del problema

¿Cuál es el momento en que se pasa del "todavía sí" al "ya no"?

No hay certeza en la eficacia de las medidas que objetivamente habría que tomar, solo probabilidades de éxito, que además disminuyen con el tiempo. Las razones subjetivas para adoptarlas dependen de la personalidad de cada uno, pero más aún  de un "sentido común", colectivo, creado culturalmente, y en mayor medida por quienes han sido los causantes y beneficiarios.

En la actual pandemia hemos visto y seguimos viendo las tres conductas: los que han buscado soluciones (confinamientos, distancia, vacunas...), los que se han resignado a alcanzar pasivamente la "inmunidad de rebaño" y, sin que ya pueda sorprendernos, los negacionistas.

Como sigue ocurriendo con el cambio climático, o con el más o menos ocultado, aunque cada vez más patente, cénit de los recursos: energía, materiales y... espacios. Espacios para todo: para vivir, para producir alimentos, para preservar ecosistemas.

Al éxito de la película No mires arriba, planteada anteriormente a la actual y no resuelta pandemia, ha contribuido esta plaga bíblica. Porque si el cambio climático que seguramente motivó el rodaje se desarrolla ante nuestros ojos, lo hace en cámara lenta; en cambio, el virus está ya aquí e incide fuertemente en nuestra vida cotidiana.

El título de la película envía dos recomendaciones complementarias: despreocúpate de lo que se nos viene encima (o niégalo directamente), y si buscas soluciones prácticas, no eches la culpa a los que están más arriba, compite a tu nivel o presiona hacia abajo.

El diario, ahora digital, Público edita mensualmente un número en papel para suscriptores. En el 16, correspondiente al pasado diciembre, Santiago Alba, escribe sobre "el derecho a no saber":

Durante dos siglos, mientras existía una esfera pública articulada y una resistencia colectiva poderosa, se asumía que el conocimiento era un factor de cambio. De saber a no saber dependía el curso de los acontecimientos, y ello hasta el punto de que un teórico podía movilizar a un pueblo y un periodista derrocar un Gobierno. Hoy sabemos, en cambio, que nada que sepamos puede detener la destrucción. La prueba es la última cumbre climática de Glasgow. El capitalismo, por así decirlo, ha superado también el 'autoconocimiento'; no necesita ocultar nada; puede declarar de forma transparente sus entrañas. Si eso es así, los alertadores han perdido la partida frente a los delatores; y la democracia frente a la tiranía. Esta es la peor noticia; y la que, por dignidad y supervivencia, deberíamos negarnos a aceptar.

En este artículo y en el que reproduzco más abajo este autor se sitúa en ese punto crítico que va del "todavía se puede hacer algo" al "ya nada se puede hacer". La contradicción es evidente, y la asumimos todos los que seguimos hablando y escribiendo sobre esos futuros "inevitables", precisamente con la intención de evitarlos, o amortiguar por lo menos las peores consecuencias.

En el mismo sentido pesimista se expresa Gonzalo Cordero:

Grita, rebélate, mata, protege, quema bosques, comparte hashtags en redes, vete a África a poner vacunas, dispara bombas nucleares. Hagas lo que hagas, te vas a comer el pedo de Sting. Y él no va a parpadear.

Pero insistimos en nuestro mensaje: no perdemos la esperanza de influir en los demás. Y en medio de ese "pesimismo de la inteligencia" se cuela siempre cierto "optimismo de la voluntad".

Numerosísimos han sido los comentarios suscitados por este estreno televisivo; recomendaré estos, entre otros:






'No mires arriba': el placer del reconocionismo

SANTIAGO ALBA RICO
11/01/2022 

Lo mejor y lo peor que puede decirse de la polémica y aclamada película de Adam McKay, No mires arriba, es que es brillante y entretenida. Es lo mejor porque, en efecto, pasas un buen rato gracias al ingenio de unos guionistas que vuelcan en ella todas las verdades que habitualmente se nos ocultan y todas las denuncias a las que en otros formatos nadie hace ningún caso: el populismo electoralista de los gobernantes, la colusión entre el poder político y el económico, las fantasías de los gurús tecnológicos, el negacionismo interesado de los plebeyos, la frivolidad cómplice de los medios de comunicación. Es lo mejor, pero también lo peor, porque el único efecto que introduce en el mundo es el de confirmar las fronteras impermeables entre la enunciación y la acción. La verdad, por así decirlo, nos divierte tanto como el magufismo, el adefesio y la estupidez.

He hablado de "las verdades que nos ocultan". No es una frase acertada, porque lo cierto es que ya nadie nos oculta nada. Al igual que "The Daily Rip", la famosa emisión televisiva de la película, con sus carismáticos e inescrupulosos presentadores, todos los días, desde hace años, nuestros medios de comunicación, entre la noticia de un divorcio y la de un fichaje futbolístico, nos cuentan la verdad acerca del mundo. Hace años que nada permanece en la oscuridad. Si hubo un período clásico del capitalismo en el que el "sistema" se reproducía sobre la ignorancia inducida de la gente, hoy se reproduce de manera transparente, sin recodos ni secretos, a partir del conocimiento aireado, exhibido y hasta orgulloso de sus bajezas y sus peligros. Es lo que, frente al negacionismo, yo llamaría "reconocionismo", un fenómeno del que No mires arriba es la culminación cinematográfica y, si se quiere, el cierre categorial. Hace setenta años no se hubiera podido hacer esta película o se hubiera perseguido a sus autores, como el FBI y la CIA persiguen al doctor Mindy y a la doctora Dibiasky. Hoy la película reconoce sin ambages lo que nos está ocurriendo y todos, aún más, nos reconocemos en lo que relata sin que se ondule siquiera la superficie del mundo exterior amenazado. Ya lo dijo hace veinte años el siempre sabio Berlusconi, tras la muerte de Nicola Calipari: "la verdad no cambia nada". Conformémonos con que sea "entretenida".

El reconocionismo, en definitiva, es la otra cara del negacionismo en un mundo en el que la ignorancia ha sido sustituida por una impotencia a veces cínica y a veces llorona. Ya no hace falta el engaño ni la manipulación; lo sabemos todo, pero no podemos hacer nada. Es como esos insectos provistos de aguijón que inyectan anestesia a las víctimas de las que se alimentarán sus larvas; mientras son devoradas, estas despensas vivas conservan la vista y la sensibilidad; asisten lúcidas, pero sin poder moverse, a su propia destrucción. Eso es lo que cuenta la película y eso es lo que hace la película. Nos cuenta por qué no podemos movernos, pero sin introducir en nuestras vidas movimiento alguno. Escenifica, mientras contemplamos sedentes la pantalla, el expediente irreversible de nuestra inmovilidad. En definitiva: en términos políticos y antropológicos --en términos, si se quiere, de placer-- entre la película No mires arriba y el programa "The Daily Rip" en ella satirizado no hay ninguna diferencia. Es solo su prolongación.

"Reconocionismo" es, pues, esta permanente enunciación parapolítica de los peligros que se ciernen sobre el planeta. Todos reconocemos, por ejemplo, la catástrofe del cambio climático o la intimidad orgánica entre la pandemia y la explotación capitalista de la naturaleza. Las reconocemos y nos convertimos en sus heraldos supersticiosos. Se trata de un reconocimiento un poco vicioso, pues se formula en paralelo a los peligros así nombrados y cuyo nombre mismo, en la medida en que nos produce placer, parece ponernos a salvo. Los negacionistas se rebelan contra la verdad; son al menos rebeldes. Los reconocionistas proclamamos y aceptamos las dos verdades: la de la destrucción de la especie y la de nuestra impotencia para evitarla. Al proclamarla, porque la proclamamos, nos hacemos la ilusión de estar fuera de peligro. El reconocionismo, como el negacionismo, nos tranquiliza.

El reconocionismo, forma superior de la reproducción capitalista, tiene estos efectos recreativos. Si los pasajeros de tercera del Titanic hubiesen conocido ya la historia del Titanic -arquetipo catastrófico- se habrían sentido aterrorizados al oír música de danza en la cubierta superior: "bailan, luego nos hundimos". Pero también, junto al terror y contra él, podrían haber sentido el impulso de unirse en espíritu a la primera clase: "nos hundimos, luego bailemos". En otra época de crisis global, el poeta Bertolt Brecht escribió: "cuando la rama está a punto de quebrarse, todo el mundo se pone a inventar sierras". No todo el mundo. También podría decirse: cuando la rama está a punto de quebrarse, todos se ponen a inventar pasos de baile. O también: cuando la rama está a punto de quebrarse todos se ponen a contar en voz alta los crujidos.  Cada uno escoge su ansiolítico.

No mires arriba lo resume todo y después se autodestruye limpiamente. Como producto es bueno; como lección impecable; como intervención nula. Salvo porque nos recuerda las razones por las que merecería la pena conservar la humanidad ya condenada: la dignidad, el amor y la risa. Ninguna de los tres desviará el meteorito, entre otras razones porque ya cayó. Somos casi 8000 millones de supervivientes y con la dignidad, el amor y la risa tendremos que hacer algo más que películas como No mires arriba. O artículos como éste.