jueves, 28 de septiembre de 2023

El Capital en la era del Antropoceno

La ingente producción de Marx se desarrolló a lo largo de varias décadas, en un tiempo de grandes cambios políticos, económicos y socioculturales, pero también de importantes descubrimientos científicos a los que nunca fue ajeno. Por estas razones es difícil reducirla a un corpus monolítico, como han querido hacer muchos tanto entre sus detractores como entre sus panegiristas.

Y en efecto, un análisis escrupuloso de sus trabajos permite estudiar la evolución y el despliegue de su pensamiento, lo cual no supuso ningún cambio esencial en su intención.

En dos direcciones contrapuestas se ha querido interpretar su obra. De un lado, se ha visto en él un entusiasta del progreso, entendido como el desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas; de otro, un precursor del movimiento ecologista, pues desde sus primeros escritos estuvo preocupado por la brecha metabólica, esa "ruptura irreparable en el proceso interdependiente del metabolismo social". Marx fue el primero en utilizar este concepto.

Su análisis meticuloso del desarrollo capitalista ha sido interpretado como una loa al crecimiento, y así lo entendieron las revoluciones socialistas allí donde triunfaron. Esto fue motivado en gran parte por la necesidad de superar lo antes posible la precaria situación que estaba en su propio origen, para no verse superadas por los países capitalistas que no paraban de crecer.

La percepción cada vez más clara de los límites que la naturaleza pone al crecimiento exponencial de la economía, el único posible en el capitalismo, ha hecho que muchos marxistas pongan su atención en aquellos textos que muestran una visión diferente, muchos de los cuales no fueron publicados en vida del autor.

John Bellamy Foster, en su libro La ecología de Marx, señaló diversos textos clave que muestran su preocupación y la de Engels por este tema; recogí algunos aquí. Hoy son ya muchos los que se han ocupado de rescatar a este Marx Verde.

Uno de los más escrupulosos en su investigación es Kohei Saito, que ha publicado con enorme éxito en su país El capital en la era del Antropoceno, tras una intensa búsqueda entre los casi inabarcables documentos del proyecto MEGA, que contiene, además de los trabajos publicados en vida de Marx y Engels, numerosos manuscritos y cartas antes inéditos.

Así ha podido analizar importancia creciente de la preocupación ecológica en el pensamiento de ambos autores, que pasa de unos esbozos iniciales a una atención cada vez más acusada. Esta evolución es natural en cualquier mente despierta que sea capaz de aprender de la experiencia y aumentar sus conocimientos sin el cierre dogmático que se produce muchas veces cuando los epígonos no son capaces de continuar la labor crítica del maestro, que les parece cerrada con su desaparición.

Pero no hay que mirar solamente la obra explícita de un autor. Incluso cuando no dice algo hemos de ser capaces de extraer las consecuencias de lo que sí ha dicho. Así lo afirma el autor de El capital en la era del Antropoceno:

Marx no predijo el cambio climático, pero sabía que el capitalismo contenía la contradicción ecológica que terminaría generándolo. De aquel momento a hoy cambiaron muchas cosas, salvo una: para proteger la vida es necesario acabar con el sistema.

Y en la misma línea, tras comentar cómo el propio Marx pudo analizar a la luz de la experiencia el fracaso de las revoluciones ocurridas durante su vida, sin dejar por ello de perseguir siempre sus metas:

Creo que en el mundo complejo de hoy en día tal cosa como la Revolución Rusa es imposible. Incluso si nos alzamos y tomamos el poder, esto no cambiará el sistema complejo del mercado financiero, el mercado de valores, etc. En este sentido, gente como Andreas Malm habla de leninismo ecológico pero este tipo de estrategia no es demasiado efectiva. Ya no podemos tumbar el capitalismo como a comienzos del siglo XX.

En este sentido, soy más cercano al reformismo radical o «reformunismo». Hemos de reformar para transformar radicalmente el modo de producción capitalista. Creo que si podemos desmercantilizar muchos ámbitos de nuestra vida, habrá más espacio para involucrarnos en actividades no comerciales y no capitalistas y se expandirá más la esfera del común. También podemos introducir una jornada laboral más corta, como por ejemplo un sistema de cuatro días laborales a la semana, la gratuidad del transporte público y la educación, o más vivienda pública.

Las reformas serían introducidas bajo el capitalismo, pero entonces la influencia de estas medidas abriría un nuevo modo de vida en el sentido de que no tendríamos que preocuparnos tanto por el dinero y por tanto podríamos decidir si estamos dispuestos a trabajar duro o a dedicarnos más a otras actividades. Esto generaría más espacios para nuevas iniciativas, creatividad, cooperación y ayuda mutua.

Ferran de Vargas entrevista aquí al autor de este libro. Politólogo y doctor en Estudios Interculturales especializado en Japón, forma parte del grupo de investigación ALTER de la Universitat Oberta de Catalunya. Es autor del libro Izquierda y revolución. Una historia política del Japón de posguerra (Edicions Bellaterra, 2020).


El capital en la era del Antropoceno

(...)

Me consta que ha vendido más de medio millón de copias de El capital en la era del Antropoceno en Japón desde su publicación en 2020. 

Sí, es correcto. Y mi último libro, una introducción a El capital, ya ha vendido más de cien mil copias en menos de un mes.

¿Cómo explica semejante éxito?

El éxito de estos dos libros indica claramente que hay un interés creciente en un enfoque más radical a los problemas a los que se enfrenta la sociedad japonesa. Especialmente el gran éxito de El capital en la era del Antropoceno se debe a que apareció en plena pandemia.

Básicamente, en aquel momento había dos cuestiones que se hicieron muy visibles para el pueblo japonés. Una es la creciente desigualdad económica. La población japonesa se sintió muy indignada al ver lo mal que se trataba a los trabajadores esenciales. En la industria de los cuidados, como por ejemplo en los jardines de infancia o en los geriátricos, los trabajadores no tenían buena protección contra el virus y no podían teletrabajar, pero al mismo tiempo eran quienes recibían los salarios más bajos mientras había quien desde la distancia se lucraba enormemente en medio de la situación.

Entonces se celebraron los Juegos Olímpicos en plena pandemia, y algunas industrias consiguieron grandes beneficios mientras mucha gente sufría. Por lo tanto, mi crítica de que si seguimos en este capitalismo neoliberal las cosas irán empeorando, atrajo cierta atención.

Pero la otra cuestión es que la pandemia es algo muy típico del Antropoceno. La intervención humana en la naturaleza se ha hecho tan grande bajo el capitalismo global en los últimos treinta años, que ha aparecido este nuevo tipo de virus y se ha extendido muy rápido por todo el mundo. Entonces dije que esta crisis que sufrimos no es la última, sino que es el comienzo de una nueva era a la que llamo Antropoceno. Esta era se caracteriza por un estado de emergencia crónica relacionado especialmente con la crisis climática, que será mucho más larga y tendrá un impacto disruptivo en todas las esferas del día a día. Esto es consecuencia de la velocidad en continua aceleración de la producción capitalista.

Entonces, dije: de acuerdo, algunos intentan abordar estos dos problemas —la crisis económica y la crisis medioambiental— desde dentro del capitalismo, pero llevan fracasando los últimos treinta años. Ahora hablan de inversiones verdes y cosas por el estilo, pero estas propuestas son demasiado débiles ante la escala de esta crisis, son insuficientes y se utilizan como una especie de excusa o greenwashing.

Al inicio de El capital en la era del Antropoceno afirma de forma provocadora que el foco que se dirige sobre el consumo responsable y el reciclaje es el nuevo opio del pueblo. ¿Qué le diría a quienes ven este planteamiento demasiado radical?

Especialmente en Japón los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) han sido muy populares; se han hecho virales y se pueden ver por todos lados, todo el mundo mira programas y anuncios en los que se habla de los ODS cada día, también e inculcan en las escuelas, pero al mismo tiempo nada ha cambiado. Mi afirmación es una provocación radical, sí, pero captó la atención de los medios de comunicación y de mucha gente.

El tipo de alternativa que yo propongo se basa en cambiar el sistema y no el comportamiento individual a través de reciclar más o comprar botellas de agua sostenibles. Este chocó a muchas personas que realmente creen ingenuamente que el que están haciendo es en realidad algo muy bueno, pero al final no es más que una mera ilusión. Pero mucha gente se sintió atraída por esta advertencia porque la pandemia y la crisis climática se convirtieron en problemas urgentes. 

(...)

¿Qué papel juega el Partido Comunista de Japón (PCJ)?

Dentro del PCJ no hay elecciones democráticas y Kazuo Shii lleva más de veinte años al frente del partido. Un militante que se llama Nobuyuki Matsutake publicó recientemente un libro en el que proponía que el partido adoptase el sistema de elecciones democráticas internas, y ha sido expulsado fulminantemente. Los líderes del partido argumentan que este militante traicionó la organización y rompió sus normas. En este sentido, el PCJ mantiene el estilo antiguo de los partidos comunistas. Por otro lado, también ha ignorado totalmente mi libro. Tienen su periódico, Akahata, y nunca se han referido en él a mi libro, ni siquiera para escribir una crítica. Esto se debe a que mi interpretación de Marx, el comunismo decrecentista, contrasta con su defensa del crecimiento verde. Ellos defienden una especie de Green New Deal.

Las propuestas del PCJ son más socialdemócratas que comunistas, pero el partido mantiene algunos de los rasgos de los partidos comunistas antiguos, como la expulsión de los críticos. Yo soy marxista y hablo de comunismo. Por lo tanto, el núcleo de mis lectores es gente de izquierdas. Pero la gente de izquierdas en Japón normalmente es vieja y no puede aceptar la idea del decrecimiento. Mi única esperanza es la generación más joven.

(...)

¿Podría hablar un poco más de su idea del comunismo?

Yo defino el capitalismo como una expansión constante de capital, y el capital es un proceso de valorización que se expande sin parar. Para conseguirlo, el capital lo ha de mercantilizar todo. Por lo tanto, la idea básica es que el proceso de acumulación capitalista va de la mano de la disolución del común a través de la mercantilización de las cosas. En las sociedades precapitalistas no teníamos que comprar muchas cosas porque compartíamos muchas incluyendo tierras, agua, bosques, etc. Pero con la acumulación originaria de capital muchas cosas empezaron a ser monopolizadas por unos pocos. Este proceso se ha acelerado en los últimos treinta años con la privatización de hospitales, transportes públicos, agua, etc. porque el capitalismo ya no puede encontrar nuevos espacios de acumulación. Por este motivo ha de crear un «afuera» que bien puede ser el espacio exterior, como hace Elon Musk, pero también puede destruir aquellos bienes comunes.

Así pues, mi propuesta es muy simple: si queremos proteger nuestras vidas, hemos de restringir esta expansión infinita de capital porque está invadiendo los fundamentos básicos de nuestra existencia, y para hacerlo hemos de rehabilitar el común desmercantilizando el agua, la atención médica, la electricidad, los transportes públicos, las escuelas, y todo lo que ha estado bajo ataque del capital en los últimos treinta o cuarenta años de neoliberalismo.

(...)

¿Por qué cree que el marxismo es la mejor herramienta intelectual para abordar la crisis climática?

Creo que la crisis del Antropoceno es generada por este sistema de valorización infinita del capital, y por tanto hemos de criticar el capitalismo. Pero ha habido mucha gente durante la historia que ha criticado de alguna forma el capitalismo. De hecho la mayoría de académicos habla de cómo regular el capitalismo o de cómo vivir mejor y más eficientemente dentro del capitalismo, sin intentar superar o ir más allá de este sistema.

Marx es uno de los pocos pensadores de la historia que ha profundizado de forma realmente sistemática no solo en los problemas del capitalismo sino también en cierta visión del poscapitalismo.

Pero, lamentablemente, durante el siglo XX Marx ha sido interpretado como una especie de productivista prometeico. Después de la caída de la Unión Soviética se trató a Marx como un pensador desfasado, y entonces llegaron los movimientos verdes y decrecentistas, que no han sido demasiado explícitos sobre la necesidad de ir más allá del capitalismo.

Si puedo contribuir a entender que Marx era un pensador realmente ecologista e incluso no-productivista y decrecentista, se abre un nuevo espacio donde la gente proveniente del ecologismo político, el decrecentismo y el marxismo pueden pensar juntos en una nueva manera de vivir más allá del capitalismo.

Usted contrapone el Marx de el Manifiesto comunista y el de El capital. ¿Puede explicar este salto de un Marx al otro? ¿Qué rol juegan los cuadernos de notas de Marx para entender este salto?

El paso de el Manifiesto comunista a El capital es en parte el paso hacia el reformunismo. En el Manifiesto, Marx era más optimista y pensaba que una revolución sería suficiente para tumbar el capitalismo. Pero entonces la revolución fracasó, después estalló una crisis que no dio paso a ninguna otra revolución, y Marx reconoció lo fuerte que es el capitalismo. Si lees El capital, especialmente el volumen primero, habla de acortar la jornada laboral, establecer escuelas taller y casas de oficios donde los trabajadores puedan aprender determinadas técnicas, o de reformas muy importantes bajo condiciones capitalistas. Al mismo tiempo, también se acercó a las posturas del asociacionismo.

Pero Marx también se volvió más ecológico. En las décadas de 1840 y 1850 era más optimista respecto al progreso tecnológico, pero en la de 1860 adoptó una mirada más crítica, especialmente al observar cómo los trabajadores habían sido degradados a una especie de accesorio de la máquina y cómo en la agricultura las tierras habían sido destruidas por la tecnología. Así pues, Marx ve que el capitalismo en realidad no conduce al progreso. Creo que esta transformación es muy importante. En cambio, John Bellamy Foster cree que Marx siempre fue ecológico.

Observando sus cuadernos de notas, que han sido ignorados durante mucho tiempo, podemos ver cómo Marx desarrolla estas ideas a principios de la década de 1860. Podemos descubrir nuevos aspectos de Marx que pueden ser muy útiles para trazar su pensamiento después de El capital, porque después de esta obra no publicó demasiado y en cambio se puso a estudiar a consciencia las ciencias naturales y las sociedades precapitalistas porque a menudo eran más sostenibles. Estas sociedades imponían muchas restricciones en lo que se podía producir y cómo se podía consumir. Las regulaciones comunales sobre las tierras, los bosques y otros recursos hacían que estas sociedades fuesen no solo igualitarias sino también ecológicas.

Finalmente, en la década de 1880, Marx dijo que la sociedad rusa podía saltar al socialismo sin pasar por el capitalismo, pero también dijo que la sociedad occidental tenía que aprender a volver a este tipo elevado de sociedad arcaica. En este sentido, creo que Marx se convirtió en un comunista decrecentista, tomando como modelo a aquellas sociedades precapitalistas como ideales para la sociedad poscapitalista.

(...)

Marx tenía reputación de productivista, y en aquel momento yo no estaba seguro de que fuese un punto de referencia demasiado útil más allá de cuestiones como la lucha de clases y la explotación. Pero entonces conocí el proyecto MEGA y algunos académicos que ahora conozco muy bien eran miembros que se dedicaban a editar los cuadernos de notas de Marx, y resulta que los cuadernos en los que trabajaban los académicos japoneses eran sobre ciencias naturales. Entonces pensé que sería una buena manera de estudiar los temas que me interesaban, y la verdad es que funcionó muy bien e hice mi tesis doctoral sobre esto, pese a que había hecho mi tesis de máster sobre Hegel. Al principio tenía que hacer el doctorado también sobre Hegel, pero en el momento en que escribía la tesis del máster sucedió el desastre de Fukushima y no estaba del todo seguro de si tenía que hablar de cuestiones tan filosóficas y abstractas.

(...)

Una de las características de nuestra escuela o enfoque, a diferencia de Uno y su escuela, consiste en leer El capital u otros textos de Marx en alemán y prestar atención a los manuscritos, cartas y cuadernos de notas. Uno consideraba que El capital era una mezcla de ideología y ciencia, y que se podía eliminar la parte ideológica y extraer la ciencia pura de los principios de la economía política. Así pues, él reconstruía las cosas y omitía muchas partes para hacer su propio sistema.

Nosotros más bien intentamos trazar por qué Marx escribe como escribe. En lugar de decir simplemente que se equivocaba o estaba confundido intentamos pensar con Marx y por qué tenía que escribir de tal o cual manera, incluso cuando es confusa. Cuando es confusa, ha de haber alguna razón por la cual lo es. Así pues, somos más empáticos con Marx. Algunos malentienden que nosotros lo dogmatizamos o intentamos protegerlo buscando en los cuadernos de notas y manuscritos para encontrarle una defensa, pero no es nuestra intención.

Creo que es obvio que la teoría de Marx es limitada, que no lo explica todo, especialmente en el siglo XXI. Además, El capital es una obra inacabada, y especialmente el volumen tercero es bastante inmaduro. Pero hemos de clarificar hasta qué punto llegó Marx, y para hacerlo hemos de seguir su propio pensamiento. Reconocemos los límites, pero al mismo tiempo tratamos de clarificar estos límites con más cuidado. Por ejemplo, Marx no predijo el cambio climático, pero sabía que el capitalismo contenía la contradicción ecológica que ha acabado generando el cambio climático.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Centro y periferia: los "estados-corral"

Aunque siempre hubo conexiones más o menos lejanas entre los habitantes de regiones remotas, la construcción del sistema-mundo con su economía casi enteramente globalizada solo se ha consolidado en tiempos recientes.

Esta consolidación ha dividido el planeta en vastas regiones económicas, coincidentes en buena parte con regiones geográficas, que se han llamado "centro" y "periferia", o más esquemáticamente "Norte" y "Sur", aunque el reciente desarrollo industrial de algunos países del Sur Global ha configurado una "semiperiferia", debida sobre todo a que parte de la industria se ha trasladado a ellos, mientras el resto sigue siendo casi exclusivamente suministrador de materias primas (y depósito de residuos, por añadidura).

Merece una investigación a fondo el estudio de las causas por las que el aumento de la prosperidad global, en las actuales condiciones de funcionamiento de la economía, no resuelve las brechas entre países, sino que las profundiza. Aunque en algunos de los más desarrollados, en condiciones muy determinadas, las brechas hayan podido reducirse, al menos por un tiempo, entre sus ciudadanos. El asunto viene siendo objeto de análisis a partir de la Segunda Guerra Mundial y las circunstancias geopolíticas derivadas de la misma.

Un resumen de la aportación al tema de los economistas marxistas lo ha publicado Claudio Katz, economista investigador del CONICET y profesor de la Universidad de Buenos Aires.

Siendo el capital un fluido cada vez más móvil, la contradicción capital-trabajo se ha trasladado del campo interno de cada país al terreno de juego mundial. La globalización neoliberal, con la hegemonía cada vez mayor de las grandes corporaciones frente a Estados debilitados en su capacidad de ordenación de su propia economía, crea unas nuevas condiciones para la extracción de superbeneficios. Mientras los capitales se mueven libre y rápidamente por el mundo, los Estados a su servicio mantienen un férreo control sobre la movilidad de los trabajadores, frenada drásticamente cuando no sirve a los poderosos intereses corporativos.

El economista egipcio Samir Amin destaca especialmente este mundo duplicado: por un lado, el mundo sin límites del gran capital; por otro, el mundo estabulado de los trabajadores, lleno de fronteras y muros que solo traspasan sin problema a requerimiento de los verdaderos dueños de todos estos corrales.

El sistema centro-periferia es una teoría que describe un orden económico mundial dividido entre un centro hegemónico y una periferia menos desarrollada. Surgió en los años cincuenta para explicar el estancamiento de América Latina y las desigualdades y desequilibrios en el sistema económico global. En esencia, divide el mundo en tres zonas económicas: el centro, la periferia y la semiperiferia, y plantea una estructura jerárquica que explica el desarrollo y la dependencia.
De allí traigo hasta aquí dos mapas muy significativos.

Este es el mapa de la desigualdad de ingresos en el mundo, que muestra los países donde más renta acapara el 10% más rico de la población:

El mapa de la desigualdad 

El mapa del desarrollo en el mundo. Hay 62 países con un Índice de Desarrollo muy alto, aunque la mayoría se encuentra en el norte global:

El mapa del desarrollo





















Sigue a continuación el trabajo de Claudio Katz:

Sistema-mundo






















«Centro y periferia en el marxismo de posguerra»

Claudio Katz

Cuatro economistas marxistas desenvolvieron en la posguerra importantes estudios de la relación centro-periferia. Mientras que Paul Baran y Paul Sweezy fueron precursores de ese abordaje, Samir Amin y Ernest Mandel aportaron desarrollos más elaborados del mismo tema. Todos investigaron en un período de reconstrucción pos-bélica y expansión capitalista, que amplió la brecha entre las economías avanzadas y atrasadas. ¿Cuál fue su visión de esa asimetría?

DESINDUSTRIALIZACIÓN Y EXCEDENTE

En los años 50 la interpretación marxista más difundida subrayaba la obstrucción a la industrialización de la periferia por parte del centro. Destacaba que el objetivo de ese bloqueo era impedir el surgimiento de competidores, para asegurar la primacía de las empresas extranjeras.

Este enfoque señalaba que los países desarrollados se apropiaban de las materias primas foráneas y perpetuaban mercados cautivos para sus exportaciones manufactureras. Esa asfixia impedía transformar la descolonización en procesos de desarrollo (Dobb, 1969: 83, 95-97).

Baran reformuló esa visión. Atribuyó la baja tasa de crecimiento de los países atrasados a la sofocación externa, pero advirtió también la existencia de ciertos procesos de expansión fabril en la periferia. De esta forma esa mirada puso de relieve el carácter insuficiente de la vieja contraposición entre países industrializados y agro-mineros (Baran, 1959: 33-34).

El teórico ruso-estadounidense situó la principal diferencia entre el centro y la periferia en el manejo del excedente. Introdujo ese concepto para describir la utilización del producto adicional generado en cada ciclo de acumulación.

Estimó que ese sobrante era internamente absorbido en las economías avanzadas por la actividad militar, el consumo suntuario o los gastos improductivos. Por el contrario en la periferia era transferido al exterior para facilitar la expansión de las economías metropolitanas.

El pensador marxista evaluó, además, que en las economías subdesarrolladas la brecha entre lo que podría invertirse (excedente potencial) y lo realmente destinado a la actividad productiva (excedente efectivo) era mayúscula. Señaló que el grueso del sobrante era acaparado por la aristocracia latifundista o remesado al exterior por las filiales de las empresas foráneas (Baran, 1959: 223-259; Sweezy, Baran, 1974: 47-143).

Baran asignó más relevancia a las causas exógenas (transferencias al exterior) que a las endógenas (predominio terrateniente) en la recreación del subdesarrollo. Remarcó el carácter estructural de la expatriación de fondos sufrida por la periferia y subrayó que la brecha entre economías avanzadas y retrasadas desbordaba las coyunturas bélicas o los escenarios de competencia entre imperios (Howard; King, 1989: 167-168).

Con estas ideas ilustró cómo las economías desarrolladas necesitan absorber fondos del exterior para garantizar su reproducción. La escuela de la revista Monthly Review liderada por Sweezy continuó este enfoque y propició numerosos estudios del gran drenaje de fondos que descapitalizó a la periferia. Las investigaciones de Magdoff demostraron, además, como el capitalismo estadounidense se nutrió de esa expoliación de las economías atrasadas (Magdoff, 1972).

ESTANCAMIENTO Y DOMINACIÓN

Las interpretaciones de la brecha global que propuso la escuela de la Monthly Review se basaron en dos caracterizaciones: el estancamiento del capitalismo y la dominación imperial. 

El primer concepto fue desarrollado por Sweezy a partir de un fundamento sub-consumista. Señaló que la estrechez de la demanda generaba un excedente invendible que empujaba al sistema a la regresión. Posteriormente atribuyó el mismo efecto a la expansión de los monopolios. Sostuvo que el gigantismo de las empresas derivaba en concertaciones de precios, que disuadían nuevos emprendimientos y desembocaban en ciclos recesivos.

Sweezy subrayó el bloqueo a la innovación como una consecuencia adicional de este proceso. Consideró que el cambio tecnológico tendía a decaer con el debilitamiento de las revoluciones industriales que motorizaban la acumulación.

En sus trabajos posteriores ubicó la principal causa del estancamiento en el parasitismo financiero. Sostuvo que el capitalismo se había transformado en un sistema rentista controlado por banqueros que asfixiaban la inversión. Esta mirada fue influida por las percepciones pesimistas de varios autores keynesianos del período (Sweezy, 1973a: 33-55; Sweezy 1973b: cap 11,12 y 13).

Sweezy concibió la polarización mundial como un proceso compensatorio de las pérdidas afrontadas por el capitalismo metropolitano. Estimó que las grandes empresas contrarrestaban sus adversidades con mayores exacciones de la periferia (Albo, 2004).

Pero en pleno despliegue del boom económico de 1950-70 estas tesis afrontaron numerosos problemas. Suponían contracciones de la demanda, cuando irrumpía el consumo de masas o remarcaban la asfixia del monopolio, en un contexto de creación de nuevas empresas. Además, resaltaban la regresión tecnológica en pleno incremento de la productividad. La dominación financiera era postulada en medio de ese auge industrial.

Los argumentos expuestos por los pensadores de la Monthly Review suscitaron intensas polémicas entre los economistas marxistas. El fundamento sub-consumista fue cuestionado con explicaciones de las crisis basadas en el declive de la tasa de ganancia. El agotamiento tecnológico fue objetado con indicios de una nueva revolución tecnológica (automatización, plásticos, energía nuclear).

También la preeminencia del monopolio fue criticada por omitir la continuidad de la competencia en un sistema regido por la ley del valor. A su vez, el protagonismo financiero fue objetado recordando la centralidad del sector productivo en la extracción de plusvalía (Katz, 2001:13-41).

Pero ninguno de estos cuestionamientos afectó el acertado registro de una nueva brecha entre el centro y la periferia. Baran, Sweezy y Magdoff brindaron contundentes evidencias de esa fractura. Las críticas señalaron problemas en los fundamentos teóricos de su enfoque pero no objetaron los contundentes indicios de la polarización.

Los autores de la Monthly Review aportaron también caracterizaciones geopolíticas del rol del imperialismo en la consolidación de la asimetría global. Explicaron cómo las grandes potencias necesitaban controlar el aprovisionamiento de materias primas para continuar su acumulación. Estudiaron de qué forma el abaratamiento de esos insumos contrarresta el declive del beneficio.

Sweezy y Magdoff no sólo describieron la gravitación hegemónica de Estados Unidos. Analizaron el nuevo papel del Pentágono como custodio del capitalismo a escala mundial (Sweezy; Magdoff, 1981:81-106). Esa tesis anticipó varios rasgos del imperialismo contemporáneo. Lo que parecía una exageración “superimperialista” de la coyuntura ilustró una importante tendencia geopolítica de largo plazo (Katz, 2011: 39).

POLEMICAS CON EL LIBERALISMO

Baran, Sweezy y Magdoff refutaron las concepciones liberales que atribuían el subdesarrollo a las adversidades climáticas de ciertas regiones. Esas miradas naturalizaban la conveniencia de áreas templadas, omitiendo la variabilidad de un condicionante que perdió incidencia frente a los procesos económico-sociales (Szentes, 1984: 24-47).

Los liberales atribuían también el atraso a la ausencia de capitalistas emprendedores sin explicar la causa de esa carencia. Simplemente convocaban a reforzar el individualismo para favorecer el surgimiento de una élite empresarial. Identificaban la modernización con la imitación de Occidente ponderando las conveniencias de ese sendero.

Pero la repetición que idealizaban nunca se verificó. El desarrollo capitalista siempre estuvo signado por aceleraciones y superposiciones ajenas al cronograma de despegue, madurez y crecimiento que pregonaban los liberales. Los marxistas de la Monthly Review refutaron ese esquema neoclásico desarmando los mitos de las ventajas comparativas. Contrapusieron esas fantasías con las contundentes evidencias de la opresión imperial, las transferencias de ingresos y las apropiaciones de materias primas (Sweezy, 1973a: 25-33).

Además pusieron de relieve que el atraso no obedecía a “carencias de capital”, sino a la utilización improductiva de los recursos existentes. Con ese argumento cuestionaron el embellecimiento de la financiación externa.

Los miembros de la Monthly Review actuaron en el clima de persecuciones imperante bajo el macartismo y confrontaron en plena guerra fría con la apología del modelo estadounidense, que propagaban autores anticomunistas como Rostow (Katz, 2015: 93-94).

Baran subrayó, además, la importancia de la autonomía política en la periferia para contener las exacciones del centro. Contrastó lo ocurrido entre la India y Japón en el siglo XIX, recordando cómo la naciente industria quedó devastada por el colonialismo inglés en el primer caso y logró emerger en el segundo por la existencia de independencia política.

Para resaltar esa incidencia actualizó la clasificación leninista del universo periférico. Distinguió los territorios coloniales (Asia, África) y las administraciones con recursos codiciados (petróleo de Medio Oriente) de los países que conquistaban un status soberano (Egipto) (Baran, 1959: 192-221, 263-287).

Baran sostenía que esa autonomía permitiría contrarrestar el subdesarrollo si inauguraba un proceso anticapitalista. Observaba con simpatía el modelo de planificación de la URSS y proponía generalizarlo para asegurar elevadas tasas de crecimiento.

En este terreno convergía con Dobb y propiciaba asociaciones internacionales con el bloque socialista, para implementar el esquema soviético de industrialización con altas tasas de inversión (Dobb, 1969: 103, 114, 119).

Estos propósitos coexistían con el rechazo de la política de revolución por etapas auspiciada por los Partidos Comunistas. Objetaban el llamado a confluir con las burguesías en proyectos de edificación del capitalismo nacional. Los editores de la Monthly Review simpatizaban con las corrientes tercermundistas que bregaban por procesos anticolonialistas radicales (Magdoff, 1971).

Este posicionamiento político orientó todas las investigaciones económicas que encararon Baran y Sweezy. Si se evalúa la totalidad de su obra es indudable la contribución que aportaron a la comprensión de la relación centro-periferia. En contraposición a los mitos ortodoxos del bienestar y las expectativas heterodoxas de repetir la evolución de Estados Unidos o Europa, demostraron cómo el drenaje del excedente obstruye el desarrollo y refuerza la dominación imperial.

CINCO TESIS DE AMIN

Amin adoptó presupuestos semejantes a Sweezy-Baran, pero desenvolvió una concepción marxista más ambiciosa de la relación centro-periferia. Su enfoque podría sintetizarse en cinco caracterizaciones.

Destacó, en primer lugar, el carácter intrínseco de la polarización mundial bajo el capitalismo. Estimó que esa desigualdad de ingresos entre países avanzados y retrasados fue subestimada por los teóricos socialistas que se enfocaron exclusivamente en la problemática del capital y el trabajo (Amin, 2003: cap 4).

El teórico egipcio rescató la percepción de Lenin de las formas internacionales diferenciadas de explotación y realzó la interpretación de Bauer de los lucros obtenidos en la periferia, como un mecanismo compensatorio de las mejoras concedidas a los trabajadores del centro ( Amin, 1976: 128-133).

Amin consideró que en los sistemas pre-capitalistas eran aún factibles los procesos de nivelación internacional entre las distintas regiones. Recordó, por ejemplo, que Europa Occidental remontó en tiempo récord su retraso histórico respecto a zonas de mayor desarrollo previo. Pero afirmó que la posibilidad de esa equiparación se desvaneció posteriormente con el afianzamiento del capitalismo, hasta tornarse imposible en la época actual (Amin, 2006: 5-22).

El conocido economista ejemplificó esta asimetría ilustrando los desniveles contemporáneos entre las distintas regiones. Subrayó que el imperialismo no es un estadio, sino un mecanismo de consolidación de esas brechas (Amin, 2001a: 15-30).

Partiendo de esa constatación de las brechas mundiales Amin atribuyó, en segundo lugar, la ampliación de la fractura global a la internacionalización de un sistema que universaliza la movilidad del capital y las mercancías, pero no del trabajo. Retrató cómo el comercio y las inversiones se expanden por todo el planeta, manteniendo en términos relativos la localización fija de los asalariados.

Explicó esa inmovilidad comparativa del trabajo por la estructura histórico-nacional de los mercados laborales. En su enfoque los flujos de migraciones distan mucho de equipararse con el alto ritmo de desplazamientos que caracteriza al dinero o a los bienes (Amin, 1973: 67-68). 

En este diagnóstico se basa el tercer planteo de Amin, que subraya la existencia de mayores tasas de explotación en la periferia. Señala que la inmovilidad del trabajo consolida en esas regiones grandes ejércitos de desocupados que abaratan los salarios. Además, en las actividades industriales localizadas en economías retrasadas, los capitalistas lucran con diferencias de salarios que son mayores a las brechas de productividad.

El teórico marxista trazó numerosas comparaciones entre los mismos sectores industriales de economías avanzadas y subdesarrolladas, para ilustrar cómo la diferencia de salarios entre casas matrices y filiales determina la principal fuente de beneficios de las empresas multinacionales (Amin, 1973: 9, 14, 20, 56).

Amin completó este análisis con un retrato de los mecanismos de transferencia de valor utilizados por los capitalistas metropolitanos para apropiarse de la plusvalía generada en la periferia. Presentó diversas estimaciones de los monumentales montos de esos giros (Amin, 2008: 237-238).

El teórico egipcio señaló en su cuarto principio que esa expropiación es posible por la convergencia de formaciones económico-sociales diferentes en torno a un mismo mercado mundial. Destacó que en ese ámbito operan estructuras dominantes y subordinadas que reproducen la desigualdad global (Amin, 2005).

Finalmente, Amin contrastó los modelos auto-centrados vigentes en los países avanzados con los procesos económicos desarticulados predominantes en la periferia. Resaltó la perdurabilidad de esas diferencias, cuestionando las expectativas liberales de equiparación. Polemizó, además, con las hipótesis desarrollistas de alcanzar en la periferia el bienestar imperante en el centro, mediante una simple reproducción de la evolución seguida por las regiones más prósperas (Amin, 2008: 240-242).

En sus cinco planteos Amin reafirmó la perdurabilidad de la fractura estructural entre economías avanzadas y retrasadas bajo el capitalismo contemporáneo. No se limitó a exponer los mecanismos comerciales o financieros de transferencia de plusvalía que perpetúan esas brechas, sino que ensayó una novedosa explicación centrada en la peculiaridad de la fuerza de trabajo de los países subdesarrollados.

Subrayó que la abundancia de esa mano de obra y su relativa inmovilidad en comparación al vertiginoso desplazamiento de capitales y mercancías generan ganancias extraordinarias con la explotación del trabajo. Destacó que estos beneficios recrean la polaridad centro-periferia y clarificó aspectos omitidos en las visiones precedentes.

VALOR MUNDIAL Y POLARIZACIÓN

Amin fundamentó su visión en una teoría del valor mundial, extendiendo la aplicación de este principio marxista al plano global. Retomó una norma que explica los precios de las mercancías por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Este criterio atribuye los cambios de los precios a modificaciones en la productividad o en la demanda, que a su vez están regulados por niveles de la explotación y tasas de ganancia.

La primacía de esta ley del valor distingue al capitalismo de los regímenes previos y determina la centralidad que asume la maximización del beneficio en el funcionamiento general de la sociedad (Amin, 2006: 5-22; Katz, 2009: 31-60 ).

Pero la novedad que introdujo Amin es la vigencia de esta la ley a escala mundial. Señaló la preeminencia de esa dimensión, a medida que se consolida la fluidez internacional de las mercancías y los capitales, frente a la inmovilidad de la fuerza de trabajo (Amin, 1973: 14, 21-25).

Con este enfoque Amin conceptualizó la internacionalización de la producción consumada a través de la expansión de las empresas multinacionales. Al enlazar los procesos mundiales de fabricación, estas firmas determinan precios de referencia de todas las actividades bajo su control.

El economista egipcio cuestionó las tesis que restringen la vigencia de la ley del valor al plano nacional. Señaló que ese alcance inicial quedó desbordado por la dimensión mundial que presenta el capitalismo contemporáneo (Amin, 2001b: cap 5).

Esta mirada de la formación de los precios bajo el comando de las empresas multinacionales fue posteriormente corroborada por muchos estudios del gerenciamiento globalizado de las firmas. Estas compañías operan con tasas de ganancias más altas que las prevalecientes en cada ámbito nacional. La ley del valor a escala internacional explica la forma en que una porción significativa de la producción contemporánea se desenvuelve en el espacio interno de las compañías multinacionales (Carchedi, 1991: cap 6, 7).

Amin destacó no sólo el creciente alcance de la mundialización, sino también su dinámica polarizadora. Recordó que esa fractura es propia de un sistema que se expande globalmente, manteniendo estructuras nacionales de los mercados de trabajo (Amin, 2006: 5-22).

Con ese enfoque Amin anticipó en los años 60-70 muchos rasgos de la globalización productiva posterior. Registró en las multinacionales de su época varias tendencias de la transnacionalización ulterior. Pero, además, indagó el problema evaluando el cambio cualitativo introducido por la acción de la ley del valor a escala mundial. Al situar el análisis en ese terreno focalizó la relación centro-periferia en el universo industrial de las casas matrices y sus filiales.

Este enfoque subrayó mucho más que cualquier estudio previo la dimensión productiva de la brecha global. Si Baran indicó que la relación centro-periferia desbordaba la vieja conexión entre economías manufactureras y primarias, Amin explicó cómo se reproduce la fractura global al interior de estructuras industriales mundializadas.

Pero su enfoque no está exento de problemas. Al postular que la polarización es una tendencia económica intrínseca del capitalismo en todas sus etapas, Amin dejó abiertos varios interrogantes sobre las razones que generan un freno periódico de ese proceso. No esclareció las causas de las bifurcaciones que frecuentemente se registran en la periferia.

El economista egipcio atribuyó también el agravamiento de la polarización contemporánea a la incidencia de los monopolios. Describió cinco modalidades contemporáneas de esas concertaciones que aseguran el control metropolitano de la tecnología, los flujos financieros, los recursos naturales, los medios de comunicación masiva y las armas de destrucción masiva. Retrató cómo ese dominio refuerza la desvalorización del trabajo en la periferia (Amin, 2001a:15-30).

Esta tesis tiene semejanzas con el enfoque de Sweezy, pero se basa en una teoría del valor muy diferente, que resalta la continuidad de la competencia. En los hechos Amin utiliza el término monopolio en un sentido de competencia entre grandes grupos y no como el oligopolio estable que sugiere Sweezy. Con ese enfoque analiza plus-ganancias derivadas de la segmentación existente entre las economías del centro y la periferia.

El parentesco con Monthly Review es más estrecho en la presentación de la polarización como un resultado de la senilidad del capitalismo. Amin subrayó este declive histórico con argumentos convergentes con Sweezy, sin aludir al estancamiento. Su concepto de senilidad resaltó las contradicciones explosivas del sistema, pero no postuló la existencia de una paralización de las fuerzas productivas.

INTERCAMBIO DESIGUAL

Amin estimó que el intercambio desigual es el principal mecanismo de transferencia de valor. Señaló que ese flujo se incrementa con la generalización de inversiones extranjeras que refuerzan la brecha mundial (Amin, 1973: 80-87).

El pensador marxista desenvolvió esa caracterización en un periodo de internacionalización del comercio y creciente difusión de la crítica de Prebisch al deterioro de los términos de intercambio. Ambos procesos suscitaron un gran interés en la problemática del intercambio desigual como causa central del subdesarrollo (Katz, 1989: 71-85).

Amin convergió con los autores que pusieron el acento en los determinantes productivos de ese proceso. Retomó las observaciones de Marx sobre la remuneración internacional superior de los trabajos involucrados en actividades de mayor productividad. También revisó los estudios de Otto Bauer sobre la existencia de transferencias de plusvalía entre economías desarrolladas (Alemania) y relegadas (Checo- Bohemia).

Pero el teórico egipcio analizó específicamente las conexiones entre el intercambio desigual y el funcionamiento mundializado de la ley del valor. Señaló que las economías avanzadas absorben plusvalía de las retrasadas, como consecuencia de su mayor desarrollo (composición orgánica del capital superior).

En esta mirada se verificó otra diferencia entre Amin y Sweezy. La problemática del intercambio desigual supone vigencia de la competencia y centralidad de la dinámica productiva. Ambos conceptos chocan con la preeminencia pura del monopolio y la supremacía de las finanzas, que subrayaba el economista estadounidense (Howard, King, 1989: 188-189). 

Amin valoró también la importancia asignada por Emmanuel al intercambio desigual, pero discrepó con las explicaciones exclusivamente centradas en las diferencias de salarios existentes entre los países avanzados y retrasados (Emmanuel, 1971: 5-37).

El economista egipcio objetó esa causalidad rechazando la presentación del salario como una “variable independiente” del proceso de acumulación. Señaló que ese ingreso tampoco está determinado por tendencias demográficas. Recordó que el salario remunera el valor de la fuerza de trabajo, siguiendo parámetros objetivos de productividad y dinámicas subjetivas resultantes de la lucha de clases (Amin, 1973: 43-44, 16-17, 26-30).

Amin tampoco compartió las expectativas de Emmanuel de resolver las asimetrías mundiales con aumentos de salarios en la periferia y rechazó la presentación de los trabajadores del centro como responsables de la explotación del Tercer Mundo. Focalizó su interpretación del intercambio desigual en la fractura global generada por la movilidad del capital y las mercancías frente a la inmovilidad del trabajo (Amin, 1973: 34-56).

Otro influyente teórico marxista -Bettelheim- cuestionó en forma más categórica los errores de Emmanuel. Afirmó que las diferencias internacionales de salarios obedecían a brechas en el desenvolvimiento de las fuerzas productivas. Señaló que las remuneraciones más elevadas expresan las productividades superiores vigentes en las economías centrales y el predominio de labores más complejas y calificadas (Bettelheim, 1986: 38-66).

Bettelheim remarcó el origen del intercambio desigual en la esfera de la producción y no de los salarios. Además, relativizó la gravitación de ese mecanismo señalando su incidencia variable en cada etapa del capitalismo.

Amin recogió parcialmente esas observaciones para perfeccionar su esquema del valor mundial e introdujo la denominación “condiciones desiguales de explotación” para fusionar ambos razonamientos (Amin, 1976: 159-161).

¿Cuál ha sido entonces el aporte de Amin en este terreno? Su enfoque contribuyó a distinguir el intercambio desigual de las discusiones clásicas sobre el deterioro de los términos de intercambio en el comercio entre materias primas y productos manufacturados.

Al estudiar transferencias derivadas de desniveles entre industrias localizadas en el centro y la periferia, el economista egipcio indicó una distinción entre dos temáticas diferentes que tradicionalmente se han confundido. Las transferencias de valores de la periferia al centro -generadas por diferencias de salarios mayores que las brechas de productividad- se aplican por ejemplos a las maquilas, que instalan las grandes empresas industriales en el Tercer Mundo, para aumentar su apropiación de plusvalía.

Esta dinámica de intercambio desigual difiere por completo de la relación entre precios manufactureros y agro-mineros, que alude a otra dimensión de las conexiones entre economías avanzadas y subdesarrolladas e involucra otras tendencias.

DEPENDENCIA Y SOCIALISMO

Amin postuló que la brecha centro-periferia es una tendencia económica dominante del capitalismo, pero distinguió ese principio de polarización de las situaciones políticas de dependencia. Consideró que ambos procesos están relacionados, pero no son idénticos, ni operan en forma simétrica.

El teórico egipcio estimó que la polarización signó la trayectoria del capitalismo desde su nacimiento, pero recordó que las situaciones nacionales de dependencia fueron determinadas por la capacidad de dominación que demostró el imperio en cada circunstancia (Amin, 2006: 5-22).

Amin entendió que la resistencia a esa opresión introduce el único factor de contrapeso significativo a la brecha centro-periferia. Subrayó el impacto de esa acción como dique al subdesarrollo y como motor de los avances logrados por las economías periféricas industrializadas. Consideró que esos desenvolvimientos fueron posibles en la posguerra por la presencia de bloques socialistas, movimientos antiimperialistas y compromisos keynesianos (Amin, 2001a: 15-30).

El prolífico economista estimó que esa confluencia permitió contrarrestar la polarización, mediante el control local de la acumulación que introdujeron varios estados periféricos. Consideró que ese dispositivo –identificado con la desconexión del mercado mundial- permite ensayar los modelos auto-centrados que facilitaron la expansión de las economías avanzadas

Pero a diferencia de la heterodoxia keynesiana, Amin no confía en la solvencia de los procesos de desenvolvimiento autónomo bajo el capitalismo y tampoco apuesta a superar el subdesarrollo por esa vía.

Para el pensador marxista el control local de la acumulación debería inaugurar una secuencia de desconexiones favorables a una transformación socialista. Señala que la confrontación con las corporaciones del centro es el punto de partida de esa larga transición pos-capitalista (Amin, 1988-83-158).

Amin desenvuelve esa tesis en debate con las concepciones que desconocen la brecha centro-periferia u observan esa fractura en términos exclusivamente económicos. Distingue la polarización de la dependencia para resaltar la primacía política de la lucha por erradicar el subdesarrollo (Amin, 2003: cap 5).

La diferencia que estableció entre ambos conceptos constituye un aporte clave para superar las miradas simplificadas de la relación centro-periferia. Indica la existencia de dimensiones económicas y políticas que no siguen trayectorias idénticas. Mientras que la polarización afecta en la misma medida a todos los países subdesarrollados, la dependencia varía según el grado de movilización antiimperialista prevaleciente en cada caso.

Las distintas situaciones de sometimiento, autonomía o confrontación con el imperialismo, que se registran en países igualmente subordinados a la división internacional del trabajo, corrobora esa distinción. Las tesis de Amin permiten entender, además, por qué razón las desconexiones que no se profundizan tienden a recrear la brecha centro-periferia.

Pero este novedoso enfoque abre otro interrogante: ¿cómo se explica la industrialización o el crecimiento continuado de economías atrasadas que no protagonizaron procesos antiimperialistas?

La tesis de la desconexión fue concebida por Amin para apuntalar las estrategias socialistas en los procesos revolucionarios en la periferia. Esta política aceptaba alianzas acotadas con las burguesías nacionales y se inspiraba en las visiones maoístas de los años 70. Es un enfoque que subrayó el protagonismo de fuerzas populares de distinto signo y ponderó el modelo de comunas colectivistas introducido en China durante la revolución cultural (Amin, 1973: 9, 13; Amin, 1976: 112, 124, 184-186; Foster, 2011).

IMPERIALISMO COLECTIVO

Amin relacionó la polarización centro-periferia con la vigencia de un nuevo dispositivo de imperialismo colectivo liderado por Estados Unidos. Utilizó esa denominación para explicar cómo opera la dominación geopolítica global, en un marco de internacionalización del capital y continuada gravitación de la órbita estatal-nacional.

El economista egipcio precisó que la preeminencia de la ley del valor a escala mundial no implicaba la formación de una clase dominante, ni un estado globales, pero obligaba a crear estructuras para gestionar empresas y mercados planetarios. Destacó ese determinante económico en la conformación de una asociación imperial en torno a la Tríada (Estados Unidos, Europa y Japón) (Amin, 2013).

Amin también señaló que el nuevo sistema adaptó las rivalidades económicas a una gestión político-militar compartida por las grandes potencias. Subrayó la generalizada aceptación del padrinazgo bélico ejercido por Estados Unidos, a partir del escenario creado por la guerra fría. Pero atribuyó la aparición del imperialismo colectivo no tanto a la existencia de la ex URSS, como a la necesidad de administrar una economía capitalista mundializada y amenazada por mayores desequilibrios y desafíos populares (Amin, 2003: cap 6).

Con este enfoque objetó la tesis de las sucesiones hegemónicas que postulaban el necesario reemplazo de la supremacía estadounidense por otra potencia dominante. Señaló que el nuevo contexto indujo más a la articulación de poderes imperiales que al reinicio de las disputas por la hegemonía (Amin, 2004).

Amin destacó que el predominio del imperialismo colectivo reforzaba la polarización mundial en jerarquías más infranqueables. Consideró que la obstrucción al desarrollo de la periferia tradicionalmente impuesto por Europa era continuada por la Tríada desde la segunda mitad del siglo XX.

Sin embargo el teórico marxista matizó la fractura en dos polos, señalando la existencia de semiperiferias entre ambos extremos. Recordó que esas formaciones intermedias constituyeron una norma de la historia y señaló que bajo el capitalismo contemporáneo esas modalidades no pueden alcanzar al centro. Afirmó, por ejemplo, que Brasil ya no puede equiparar a Estados Unidos, siguiendo el camino que en el pasado permitió a Alemania aproximarse a Inglaterra (Amin, 2008: 221-222).

Amin estimó que la jerarquía estable del imperialismo colectivo induce a la integración de las variantes intermedias a las estructuras dominantes y a las regionalizaciones neo-imperiales. Señaló que estos polos asociados a la Tríada (Turquía, Israel, Sudáfrica) cumplen la función de mantener la disciplina que exige el centro (Amin, 2003: cap 6).

El imperialismo colectivo postulado por Amin aportó ideas originales y fructíferas para comprender el capitalismo actual. Por un lado, resaltó los cambios cualitativos generados por la asociación internacional entre empresas de distinto origen nacional. Por otra parte, ilustró el correlato geopolítico de esta nueva gravitación de las firmas multinacionales.

Nuestra investigación sobre el imperialismo contemporáneo recoge esas contribuciones del pensador egipcio. Señalamos que la gestión colectiva ejercida por las grandes potencias se desenvuelve bajo la conducción estadounidense. Esta administración común guiada por el Pentágono se ha verificado en todos los conflictos bélicos que sucedieron a la segunda guerra mundial.

El imperialismo colectivo no implica un manejo equitativo del orden mundial, pero sí asociaciones que modifican radicalmente el viejo escenario de guerras inter-imperiales. Las acciones específicas de cada potencia (guerras hegemónicas) se efectivizan en un marco de agresiones imperiales conjuntas (guerras globales). Por esta razón el pretexto de la seguridad colectiva ha sustituido a la defensa nacional, como principio rector de la intervención armada. 

Esta solidaridad militar en la acción geopolítica de las potencias sintoniza con el entrelazamiento de los capitales y con el gigantesco tamaño de los mercados requeridos para desenvolver actividades lucrativas. Expresa el nivel de centralización que alcanzó el capital en el terreno financiero, productivo y comercial.

El imperialismo colectivo es la respuesta a un avance de la globalización económica, sin correspondencia equivalente en el plano estatal. Como los estados nacionales subsisten sin ningún reemplazo por entidades mundiales, la reproducción del capital es asegurada por una modalidad más coordinada de acciones imperiales (Katz, 2011: 65-80).

LA VISIÓN DE MANDEL

Mandel desarrolló su concepción en la misma época de Baran-Sweezy y Amin, conociendo esos trabajos y compartiendo su mirada general de la relación centro-periferia. Estudio el mismo problema a partir de tres ideas centrales.

En primer término señaló que esa fractura obedecía al conflicto entre procesos de acumulación primitiva en la periferia y necesidades de expansión del capital metropolitano. Entendió que esa tensión desembocaba en distintos niveles de subordinación de las economías subdesarrolladas.

El economista belga recordó que el capitalismo central siempre busca incorporar nuevas regiones a su control, mientras que el desarrollo del mercado socava las viejas formaciones pre-capitalistas. Destacó que ambos movimientos generan tensiones entre capitalistas extranjeros y locales en torno a las prioridades de la acumulación.

Mandel puntualizó que el resultado de esos conflictos varía en cada etapa, en función de la cambiante capacidad de las economías centrales para someter a los países subdesarrollados. Estimó que el capital metropolitano sólo logra consumar esa subordinación cuando cuenta con recursos suficientes. Observó también que en los períodos de menor capacidad expansiva, mayores rivalidades o crisis, el control sobre la periferia se atenúa (Mandel, 1978: cap 2).

En segundo lugar Mandel señaló que el capitalismo se expande usufructuando de las desigualdades entre regiones, países y sectores. Aprovecha las diferencias de costos para acumular beneficios extraordinarios. Ese tipo de plus-ganancias es acaparado por los capitalistas que invierten en las ramas o zonas más rentables, lucrando con la baratura de los insumos o la mano de obra. En esas circunstancias se acentúa la brecha centro-periferia (Mandel, 1978: cap 2).

Mandel propuso, en tercer lugar, un esquema de varios períodos históricos de la relación entre ambos polos de la economía mundial. Estimó que en la formación del capitalismo (hasta fines del siglo XIX), las economías avanzadas no habían alcanzado el poderío requerido para subordinar al resto del planeta. En esa etapa de libre-comercio, las principales potencias carecían del capital excedente o los medios de comunicación necesarios para ejercer esa supremacía. Por esta razón existió un amplio margen para el desarrollo de economías intermedias (Rusia, Italia, Japón).

En la etapa posterior del imperialismo clásico (fin de siglo XIX-principio del XX), el centro contó con capital en exceso, transportes abaratados e inversión externa suficiente para sofocar a la periferia.

Finalmente, la posguerra fue un período de obstrucciones más contradictorias de las regiones subdesarrolladas. La reconstrucción de las economías avanzadas concentró la inversión en el centro y dio lugar a una segmentación. Un sector de los países periféricos perpetuó su primarización agro-minera para satisfacer la nueva demanda de insumos. Otro grupo de naciones lograron cierto desenvolvimiento industrial con el proceso de sustitución de importaciones, que acompañó las prioridades del centro en su propia reconstitución pos-bélica.

Con este enfoque Mandel innovó la interpretación de la relación centro-periferia. Señaló que el fundamento de esa brecha es la cambiante aparición de plus-ganancias en distintas áreas, que instauran fracturas perdurables entre economías avanzadas y relegadas. Este enfoque subraya la modificación de escenarios en cada etapa del capitalismo y la consiguiente remodelación de la polarización.

Mandel señala que esos cambios alteran el segmento de ganadores y perdedores, generando significativas variaciones dentro de la estructura histórica fracturada del capitalismo mundial. 

Con esa mirada Mandel observó que la periferia ha enfrentado situaciones de mayor oxigeno (libre comercio), sofocación (imperialismo clásico) y segmentación (capitalismo tardío). En cada uno de esos contextos predominaron plusganancias específicas, resultantes de las diferencias vigentes entre regiones, naciones o ramas industriales.

El fundamento teórico de esta tesis es el desarrollo desigual y combinado, que Mandel retomó de Trotsky. Utilizó ese principio para describir la dinámica heterogénea de la acumulación, que se expande acrecentando la disparidad entre los componentes de un mismo mercado mundial (Mandel, 1983, 7-39).

El pensador belga describió cómo los países más conectados por transacciones comerciales y financieras quedan más distanciados en el plano de la tecnología y productividad, como consecuencia de ese proceso de unificación sin homogenización que caracteriza al capitalismo contemporáneo (Mandel, 1969-125-149).

Mandel evitó la reflexión abstracta sobre el desarrollo desigual y combinado. Cuestionó las interpretaciones banales de esa norma como una simple constatación de asimetrías en las relaciones internacionales. Utilizó el concepto en forma provechosa, para captar las peculiaridades del capitalismo en sus distintas etapas (Kratke, 2007; Stutje, 2007; Van der Linden, 2007).

El teórico marxista observó las relaciones centro-periferia de posguerra como una yuxtaposición entre distintas formaciones económico-sociales, que operan en un mismo mercado mundial. En sintonía con Amin, pero a partir de otra fundamentación atribuyó la brecha entre el desarrollo y el subdesarrollo a esa falta de homogeneización.

BIFURCACIONES Y NEUTRALIZACIONES

Mandel señaló la existencia de dos modalidades de economías subdesarrolladas: un grupo mayoritario de países agro-mineros y un selecto segmento de semiindustrializados.

Estimó que esa bifurcación despuntó con la crisis del 30 y se afianzó durante la expansión de los años 50-60 con la reconstrucción económica de la Tríada. Por un lado, la industrialización de muchas materias primas acentuó la especialización subordinada de la periferia inferior. Por otra parte, la sustitución de importaciones apuntaló el desenvolvimiento fabril de las periferias superiores.

Mandel conceptualizó esa bifurcación mediante una reclasificación de las categorías leninistas. Estimó que el viejo ordenamiento del mundo subdesarrollado en colonias, semicolonias y naciones dependientes debía ser sustituido por una distinción entre periféricos y dependientes semindustrializados (Mandel, 1986).

En este segundo grupo ubicó a Brasil, México, Argentina, Corea, Taiwán. Sudáfrica, India, Egipto y Argelia. Otros pensadores desenvolvieron una caracterización semejante utilizando la noción de semiperiferia.

El economista belga registró que el desarrollo capitalista amplía la heterogeneidad de los países atrasados. El subdesarrollo general de todo el conglomerado persiste, pero con modalidades diferenciadas a partir de la expansión manufacturera del segmento superior (Mandel, 1971: 153-171).

Con esta mirada resaltó más las situaciones variadas que las polarizaciones en el universo de la periferia. Mandel enfatizó la amalgama de formas productivas y el desenvolvimiento de ciertas economías a costa de otras. No postuló un esquema de simple distanciamiento entre el centro y la periferia (Sutcliffe, 2008).

Su razonamiento se distanció de los marxistas que subrayaban la pretensión metropolitana de impedir cualquier modalidad de industrialización competitiva externa. Señaló que el problema de las economías medianas era el carácter parcial e insuficiente de su desenvolvimiento fabril y no la total ausencia de esa expansión.

Mandel remarcó la naturaleza cambiante de la polarización global en la historia del capitalismo. Sugirió que las propias crisis del sistema generan periodos de neutralización o bifurcación de la fractura y presentó tres causas de contrapeso a la polarización: la carencia de capitales excedentes a mediados del siglo XIX, la depresión de 1930 y la concentración metropolitana de las inversiones en la posguerra.

Las huellas de ese enfoque se verifican en la mirada de Harvey del desenvolvimiento capitalista como un proceso mundial sujeto a crisis periódicas, que generan cambios en la localización de la inversión (Harvey, 1982).

También Arrighi señala el curso turbulento del capital y la existencia de momentos de mayor asfixia o respiro de las economías subdesarrolladas. Dentro de la arquitectura estable del capitalismo global opera una geografía cambiante de bifurcaciones en la periferia ( Arrighi, 2005).

La importancia de la tesis de Mandel radica en el señalamiento de esos procesos objetivos, que abren resquicios para la expansión de ciertas economías de la periferia superior. Esos huecos irrumpen por la propia crisis del capitalismo central o por las nuevas modalidades de expansión internacionalizada del sistema.

DESEQUILIBRIOS Y FLUCTUACIONES

Mandel combinó determinantes externos e internos en su interpretación del subdesarrollo. Por un lado, señaló que la inserción de la periferia como proveedora de materias primas perpetuaba las transferencias de plusvalía a las economías avanzadas. Por otra parte, retrató las limitaciones al desarrollo fabril generadas por la inclinación rentista de las clases dominantes (Mandel, 1971: 153-171).

Pero el economista belga atribuyó estas contradicciones a la dinámica desequilibrada de la acumulación y no al estancamiento. Utilizó primero el término neo-capitalismo para bautizar la etapa de posguerra y luego optó por el concepto de capitalismo tardío. Pasó de una idea de segunda juventud a otra de senilidad, pero subrayando siempre la madurez y no la etapa terminal del sistema (Husson, 1999).

Mandel cuestionaba las tesis social-demócratas (y luego regulacionistas) del capitalismo organizado y su imaginario de prosperidad sin límites. Pero también objetaba la visión catastrofista de continuada paralización de las fuerzas productivas que postulaba el trotskismo ortodoxo (Katz, 2008: 17-31).

El teórico marxista enfatizaba los desequilibrios acumulativos del capitalismo y no la desaparición de la concurrencia por preeminencia de los monopolios o por despilfarro financiero. En este terreno desenvolvió una mirada diferente de Baran y Sweezy y sólo parcialmente coincidente con Amin.

Mandel remarcó la fractura perdurable entre el centro y la periferia, pero señalando ciertas tendencias neutralizantes de la polarización. Con ese enfoque logró un registro más completo de la dinámica global del capitalismo.

Con esa óptica aceptó la vigencia del intercambio desigual pero relativizando su alcance. Remarcó la preeminencia de movimientos cíclicos de los precios de las materias primas y no de procesos continuados de depreciación. Probablemente absorbió de Grossman la atención por la menor flexibilidad de los insumos básicos frente a la innovación tecnológica (Grossman, 1979: cap 3).

El teórico belga señaló que esa rigidez induce a los capitalistas a contrarrestar el encarecimiento de los costos de producción mediante la periódica industrialización de las materias primas. Ejemplificó esa reacción con distintos ejemplos de sustitución de productos (caucho natural por elaborado, madera por plástico, algodón por sintéticos). De esa combinación de tendencias dedujo la existencia de una dinámica fluctuante entre los precios de los productos primarios y secundarios.

Al igual que Bettelheim sugirió, además, la vigencia de una gravitación acotada del intercambio desigual. Observó que las ganancias del capital metropolitano provenían en cada etapa de distintas fuentes (comercio, finanzas, producción).

Mandel estimó que los lucros generados por las diferencias entre productividades y salarios no se localizaban sólo en países diferentes, sino también al interior de cada nación. Ilustró cómo esta fractura operaba en ciertas “colonias internas” (sur de Italia o Estados Unidos) y no sólo en la periferia exterior.

La cautela de Mandel frente a los registros simplificados de la brecha centro-periferia se verificó en su visión de la OPEP. Consideró que las clases dominantes de los países exportadores de petróleo acaparaban una parte significativa de la renta del crudo, internacionalizando la circulación de esos fondos como un capital financiero autónomo (Mandel; Jaber, 1978).

Este señalamiento fue clave, puesto que indicó la existencia de situaciones de fortalecimiento relativo de algunas burguesías exportadoras de la periferia. También aquí puso distancia con la mirada simplificada de brechas globales crecientes e invariables. Además, abrió un sendero de investigación a la evolución de la renta en economías subdesarrolladas, explorando una dimensión poco atendida por los teóricos de su época.

Mandel destacó que el manejo local de la renta no modificaba el carácter dependiente de esos países, ni revertía su perdurable subdesarrollo. Atribuyó ese retraso al escaso beneficio logrado durante las etapas de encarecimiento de las materias primas y al agudo padecimiento sufrido en las fases de abaratamiento (Guillén Romo, 1978). Este enfoque completó su evaluación de las causas del retraso de la periferia. 

CONVERGENCIAS SOCIALISTAS

Al igual que Baran-Sweezy y Amin, Mandel analizó la relación centro-periferia como una contradicción del capitalismo que aceleraría la transición al socialismo. Remarcó el protagonismo de ciertos países subdesarrollados en esa transformación.

Las victorias de Yugoslavia, China, Cuba y Vietnam confirmaron esa expectativa e indujeron al teórico belga a explorar con mayor precisión la relación entre resistencias antiimperialistas, proyectos de industrialización y modelos de debut socialista (Mandel, 1980: 13-26).

Mandel resaltó la estrecha conexión entre estos tres procesos. Propuso resistir el despojo del capital foráneo y conquistar mayor control estatal de la acumulación para introducir formas de planificación de la economía.

Esta visión era convergente con Sweezy-Baran y Amin, pero se inspiraba en la teoría de la revolución permanente de Trotsky. Señaló no sólo la incapacidad de la burguesía nacional para erradicar el subdesarrollo de la periferia, sino también la necesidad de una revolución anti-burocrática en los países socialistas (Mandel, 1995: 57-88, 129-146).

Con ese enfoque subrayó la confluencia potencial de las revueltas populares en América Latina, África y Asia con los procesos revulsivos de Occidente y el bloque socialista. Enfatizó especialmente el empalme de los alzamientos del Tercer Mundo con el mayo francés y la primavera de Praga.

Mandel planteó una crítica frontal a la estrategia de la revolución por etapas. Rechazó posponer los procesos revolucionarios y objetó la estrategia de coexistencia con el imperialismo que propugnaban los dirigentes de la URSS.

Durante toda su vida apostó a una acción revolucionaria convergente del proletariado metropolitano con diversos sujetos populares de la periferia. Imaginó una estrecha asociación entre el anticapitalismo y el antiimperialismo.

Su modelo económico cuestionaba la planificación coactiva vigente en la URSS y promovía su reemplazo por mecanismos democráticos. Postuló combinar el mercado con el plan durante la transición socialista. Mandel simpatizó con las fuerzas de la izquierda radical y exhibió gran flexibilidad política para buscar convergencias con pensadores afines.

Al igual que Baran, Sweezy y Amin ejerció una gran influencia sobre los marxistas de posguerra y sobre los autores latinoamericanos que en los años 60 comenzaron a desenvolver la teoría de la dependencia. En nuestro próximo texto evaluaremos esa concepción.

RESUMEN

Cuatro economistas aportaron novedosas explicaciones del subdesarrollo. Baran resaltó el drenaje del excedente y corrigió las viejas ideas de obstrucción total de la industrialización. Sweezy esclareció los mecanismos de apropiación y anticipó el nuevo rol de Estados Unidos. Ambos refutaron las fantasías liberales del despegue.

Amin explicó el carácter intrínseco de la polarización, como consecuencia de la inmovilidad del trabajo ante la movilidad del capital y las mercancías. Analizó las tasas de explotación superiores y las transferencias de plusvalía padecidas por la periferia, bajo la acción de la ley del valor a escala mundial.

Distinguió, además, el intercambio desigual del deterioro de los términos de intercambio y diferenció la polarización económica de la dependencia política. Analizó también el imperialismo colectivo gestionado por la Tríada bajo la protección norteamericana. Los críticos de este concepto no comprenden el escenario contemporáneo.

Mandel indagó el conflicto entre acumulación primitiva y prioridades del capital metropolitano. Estudió tipos de plus-ganancia diferenciados a escala regional, nacional y sectorial y describió los márgenes históricos cambiantes para emerger del subdesarrollo.

También registró las bifurcaciones entre las periferias agro-mineras y semiindustrializadas. Evaluó contrapesos a las tendencias polarizadoras y remarcó las turbulencias y no el estancamiento del capitalismo. Además, estudió la dinámica fluctuante del intercambio desigual y concibió estrategias socialistas de convergencia entre los trabajadores del centro y la periferia.

REFERENCIAS

-Albo, Gregory (2004), Paul Sweezy and American Marxism, Department of Political Science York University Toronto, Ontario, April, www.nodo50.org

-Amin, Samir (1973). ¿Cómo funciona el capitalismo?, Siglo XXI, Buenos Aires.

-Amin, Samir (1976). Imperialismo y desarrollo desigual, Fontanella, Barcelona.

-Amin, Samir (1988). La desconexión, Pensamiento Nacional, Buenos Aires.

-Amin, Samir (2001a). Capitalismo, imperialismo, mundialización, en Resistencias Mundiales, CLACSO, Buenos Aires.

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