Sobre Marx se ha escrito mucho, pero ignorando en gran medida el contenido de su obra. Se suele valorar como economista, a veces como filósofo o como político. Pero antes que todas esas cosas Marx era un humanista. Algunos se creen marxistas y no se han enterado aún. Hasta se ha dicho que un joven Marx se transformó luego en un Marx maduro cuyo proyecto científico dejó de lado su inicial planteamiento ético.
En otro orden de ideas, se lo ha representado como desarrollista, productivista y eurocéntrico, incluso imperialista. Pero no olvidemos que su obra es una crítica, no una alabanza, de la economía política, y nunca ignoró que el capitalismo no sólo explotaba hasta a los seres humanos, sino que también agotaba la naturaleza.
La ecología de Marx es un libro de John Bellamy Foster que ya he comentado en este blog. Del mismo autor es el artículo que sigue, y de él he escogido aquellos párrafos con referencias directas a textos de Marx y Engels. Queda claro que no ignoraban los riesgos del productivismo, sino que, al contrario, les preocupaba el agotamiento de los recursos y el problema de los residuos, teniendo muy en cuenta los límites del planeta.
No es el caso de marxistas posteriores que ofrecen lecturas muy parciales de sus escritos.
Marx verde.
Marx y la fractura en el metabolismo universal de la naturaleza
John Bellamy Foster
(...)
Marx y el metabolismo universal de la naturaleza
Para entender esto en forma más completa a
las dimensiones ecológicas reales del pensamiento de Marx. El uso del
concepto del metabolismo por éste en su obra no fue simplemente (ni
siquiera principalmente) un intento de resolver un problema filosófico
sino más bien una tentativa de fundamentar su crítica de la economía en
forma materialista en una comprensión de las relaciones entre los seres
humanos y la naturaleza procedente de la ciencia natural de su época.
Era algo central para su análisis de la producción de valores de uso y
el proceso de trabajo. Fue a partir de esta metodología que Marx iba a
desarrollar su principal crítica ecológica, la de la fractura
metabólica, o, tal como él mismo lo señaló, “un desgarramiento insanable
en la continuidad del metabolismo social, prescrito por las leyes
naturales de la vida.” [xiv]
[xiv] Marx, Karl, El capital, 3 vv. Trad. de W. Roces. México: Siglo XXI. 1983, p. 1034.
(...)
Marx estaba profundamente preocupado por las tendencias a la crisis
ecológica, relacionadas con el agotamiento del suelo. En 1866, un año
antes de la publicación del primer tomo de El capital, escribió
a Engels que al desarrollar la crítica de la renta de la tierra en el
Tomo III, “he tenido que trabajarme la nueva química agrícola que se
está haciendo en Alemania, en particular Liebig y Schönbein, que tiene
más importancia para esta cuestión que todos los economistas
juntos.” [xvii] Marx, que había estado estudiando la obra de Liebig desde
la década de 1850, estaba impresionado por la introducción crítica a la
edición de 1862 de su Química orgánica, integrándola con su propia crítica de la economía política.
[xvii] Marx, K.; Engels, F., Collected Works, vol. 42. Nueva York: International Publishers. 1975, p. 227.
(...)
Con la preponderancia incesantemente creciente de la población urbana,
acumulada en grandes centros por la producción capitalista, ésta por una
parte acumula la fuerza motriz histórica de la sociedad, y por otra
perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra, esto es, el retorno
al suelo de aquellos elementos constitutivos del mismo que han sido
consumidos por el hombre bajo la forma de alimentos y vestimenta,
retorno que es condición natural eterna de la fertilidad permanente del
suelo. (…) Pero a la vez, mediante la destrucción de las circunstancias
de ese metabolismo, (…) obliga a reconstituirlo sistemáticamente como
ley reguladora de la producción social y bajo una forma adecuada al
desarrollo pleno del hombre.(…) Todo progreso de la agricultura
capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo;
todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste durante un
lapso dado, un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa
fertilidad. (…) La producción capitalista, por consiguiente no desarrolla la técnica y
la técnica y la combinación del proceso social de producción sino
socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador. [xix]
[xix] Marx, K., El capital. vol. 1. México: Siglo XXI. 1983, pp. 611-13.
Citando a Liebig, Marx destacó el carácter global de esta fractura en el metabolismo entre la naturaleza y la sociedad, argumentando, por ejemplo, que “desde hace siglo y medio Inglaterra exporta indirectamente el suelo de Irlanda sin otorgar a sus cultivadores ni siquiera los medios para reemplazar los componentes de aquel.” [xx] E incorporó a su análisis un llamado a la sustentabilidad, es decir, la preservación de “toda la gama de condiciones permanentes de la vida que exige la cadena de las generaciones humanas.” En su definición más exhaustiva de la naturaleza de la producción bajo el socialismo afirmó: “La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo (…) con el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana.” [xxi]
[xx] Marx, K., El capital. op. cit. p. 879; Brett Clark and John Bellamy Foster, “Guano, the Global Metabolic Rift and the Fertilizer Trade”. En: Alf Homborg, Brett Clark, and Kenneth Hermele (eds.), Ecology and Power. Londres: Routledge. 2012, pp. 68-82.
[xxi] Marx, K., El capital, vol. 3, p. 1044.
(...)
Para explicar el vasto ámbito natural en el que había surgido la
sociedad humana, y en el que existía necesariamente, Marx empleó el
concepto del “metabolismo universal de la naturaleza”. La producción
mediaba entre la existencia humana y este “metabolismo universal”. Al
mismo tiempo, la sociedad y la producción humana seguían estando en el interior de este metabolismo terrenal mayor y dependían del mismo,
que había precedido a la aparición de la vida humana misma. Marx
explicaba que esto constituía “la condición universal para la
interacción entre la naturaleza y el hombre, y como tal, una condición
natural de la vida humana.” La humanidad, a través de su producción,
“extrae” sus valores de uso naturales y materiales de este “metabolismo
universal de la naturaleza”, al mismo tiempo “insuflando una [nueva]
vida” a estas condiciones naturales “como elementos de una nueva
formación [social]”, generando por ese motivo una especie de segunda
naturaleza. Sin embargo, en una economía mercantil capitalista esta
segunda naturaleza asume una forma alienada, dominada por el valor de
cambio antes que por el valor de uso, conduciendo a una fractura en este
metabolismo universal. [xxvi]
[xxvi] Marx, K.; Engels, F., Collected Works, vol. 30, pp. 54-66.
(...)
Aún así, Marx no vaciló frente a la gran envergadura de esta tarea y lo
encontramos al final de su vida tomando notas cuidadosamente sobre cómo
los cambios en las isotermas (las líneas que unen zonas con la misma
temperatura media anual de la tierra) asociadas con el cambio climático
en eras geológicas anteriores condujeron a las grandes extinciones en la
historia de la Tierra. Es este cambio en las isotermas que James
Hansen, el eminente climatólogo estadounidense considera como la
principal amenaza que hoy enfrentan la flora y la fauna, como resultado
del calentamiento global, con las isotermas desplazándose hacia los
polos más rápidamente que las especies. [xxxii] Otro ejemplo de esta
profunda preocupación por las ciencias naturales es el interés de Marx
en las conferencias de John Tyndall en la Royal Institution sobre los
experimentos que estaba llevando a cabo sobre la interrelación de la
radiación solar y diversos gases en la determinación del clima de la
Tierra. Era muy posible que Marx, que asistió a algunas de esas
conferencias, haya estado presente cuando Tyndall presentó la primera
explicación empírica del efecto invernadero que influía sobre el
clima. [xxxiii] Semejante concentración en las condiciones naturales por
parte de Marx evidencia que había tomado muy seriamente la cuestión del
metabolismo universal de la naturaleza y de la más específica
interacción socio-metabólica de la sociedad y la naturaleza en la
producción. El futuro de la humanidad y la vida en general dependía,
como claramente lo reconoció, de la sustentabilidad de estas relaciones
en relación con “la cadena de las generaciones humanas.” [xxxiv]
[xxxii] Marx, K.; Engels, F., MEGA IV, 26. Berlín: Akademie Verlag. 2011, pp. 214-19. Ver también Joseph Beete Jukes, The Student’s Manual of Geology. Edinburgo: Adam and Charles Black. 1872, pp. 476-512; James Hansen, Storms of My Grandchildren. New York: Bloomsbury. 2009, pp. 146-47.
[xxxiii] Michael Hulme, “On the Origin of ‘The Greenhouse Effect’: John Tyndall’s 1859 Interrogation of Nature”, Weather 64, Nro. 5 (mayo 2009), pp. 121-23; Daniel Yergin, The Quest. Nueva York: Penguin. 2011, pp. 425-28; Friedrich Lessner, “Before 1848 and After”. En: Institute for Marxism-Leninism (ed.), Reminiscences of Marx and Engels.
Moscú: Foreign Languages Publishing House, n. d.), p. 161; Y. M.
Uranovsky, “Marxism and Natural Science”. En: Nicolai Bujarin et al, Marxism and Modern Thought. Nueva York: Harcourt, Brace and Co. 1935, p. 140; Spencer R. Weart, The Discovery of Global Warming. Cambridge, MA: Harvard University Press. 2003, pp. 3-4; W. O. Henderson, The Life of Friedrich Engels, Tomo I. Londres: Frank Cass. 1976, p. 262.
[xxxiv] Es interesante señalar al
respecto que el amigo de Marx, Lankester, iría a emerger como el crítico
del siglo XX más virulento de la catastrófica destrucción humana de las
especies, por todo el mundo, particularmente en su ensayo “The
Effacement of Nature by Man”. Ver E. Ray Lankester, Science From an Easy Chair (Nueva York: Henry Holt, 1913), 373-79.
(...)
A pesar del hecho de que nuestra
comprensión de estos procesos ecológicos se ha desarrollado enormemente
desde los días de Marx y Engels, es evidente que al identificar a la
mencionada fractura, provocada por la sociedad capitalista, ellos
captaron la esencia del problema ecológico contemporáneo. Como dijo
Engels en un resumen del argumento de Marx en El capital, la agricultura capitalista industrializada se caracteriza por “el despojo de la tierra: el auge del modo capitalista de producción es la socavación de las fuentes de toda riqueza:
la tierra y el trabajador.” [xl] Para Marx y Engels esto reflejaba la
contradicción entre la ciudad y el campo, y la necesidad de evitar las
peores distorsiones del metabolismo humano con la naturaleza asociadas
con el desarrollo urbano. Como escribió Engels en The Housing Question:
La supresión de la oposición entre la ciudad y el campo no es ni más ni menos utópica que la abolición de la oposición entre capitalistas y asalariados. Cada día se convierte más en una exigencia práctica de la producción industrial como de la producción agrícola. Nadie la ha exigido más enérgicamente que Liebig en sus obras sobre química agrícola, donde su primera reivindicación ha sido siempre que el hombre debe reintegrar a la tierra lo que de ella recibe, y donde demuestra que el único obstáculo es la existencia de las ciudades, sobre todo de las grandes urbes. Cuando vemos que aquí, en Londres solamente, se arroja cada día al mar, haciendo enormes dispendios, mayor cantidad de abonos naturales que los que produce el reino de Sajonia, y qué obras tan formidables se necesitan para impedir que estos abonos envenenen toda la ciudad, entonces la utopía de la supresión de la oposición entre la ciudad y el campo adquiere una maravillosa base práctica. [xli]
[xl] Engels, F., On Marx’s Capital. Moscú: Progress Publishers. 1956, p. 95.
[xli] Engels, F., The Housing Question (Moscú: Progress Publishers. 1975, p. 92.
(...)
Marx y la revolución socio-ecológica
Es precisamente aquí, cuando confrontamos
la enormidad de la Gran Fractura en el metabolismo de la tierra, que el
enfoque de Marx en el metabolismo de la naturaleza y de la sociedad se
vuelve más indispensable. Su análisis destacaba la ruptura por la
producción capitalista de la “condición natural eterna”, “esquilmando” a
la tierra misma. [liii] Pero su análisis era único, en cuanto que
apuntaba más allá de las fuerzas de la acumulación y la tecnología (es
decir, el proceso de la producción), a la estructura cualitativa, del
valor de uso de la economía mercantil: la cuestión de las necesidades
humanas y su satisfacción. El valor de uso natural-material del propio
trabajo humano, en la teoría de Marx, residía en su verdadera productividad en
relación con la satisfacción genuina de las necesidades humanas. En el
capitalismo, afirmaba, este potencial creativo estaba tan distorsionado
que la fuerza de trabajo era vista como “útil” (desde una perspectiva
capitalista del valor de cambio) solo en la medida en que generaba
plusvalor para el capitalista. [liv]
[liii] Marx, K., El capital, vol. 1, pp. 638
[liv] “El verdadero trabajo”, escribió Marx, “es actividad determinada,
dirigida a la creación de un valor de uso, a la apropiación de material
natural de una manera que corresponde a necesidades particulares.” Marx
and Engels, Collected Works, vol. 30, pp. 55. Obviamente,
cuanto más alienado es el proceso de trabajo y de este modo enajenado de
esas condiciones naturales y sociales esenciales, más toma una forma
artificial, e irreal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario