miércoles, 23 de marzo de 2016

Una tesis geométrica. Módulos mínimos en el espacio (II)

Después de ver aquí las piezas más simples en que se pueden descomponer los poliedros del sistema tetraédrico respetando sus simetrías, toca ahora estudiar lo que ocurre en el cúbico.

Y así como en el plano el sistema cuadrado tenía un módulo elemental discutible, porque tratándose de un triángulo rectángulo isósceles no era tan elemental, porque podía descomponerse indefinidamente en triángulos semejantes menores (cosa que no ocurría con el sistema triangular), en el espacio el sistema cúbico sí tiene un módulo irreductible.

Utilizando sus planos de simetría, descompongamos el cubo en sus piezas más simples:



Estos son sus ejes de simetría, seis binarios, cuatro ternarios y tres cuaternarios (obsérvese de paso que el producto del número de ejes por su grado de simetría es siempre 12, mínimo común múltiplo de 2, 3 y 4, que son dichos grados):


Y estos son los planos que forman las celdillas en que se alojan los módulos:


He aquí el módulo. Los vértices de esta pirámide triangular, irreductible por carecer ella misma de elementos de simetría, son respectivamente O, centro del cubo, P, centro del polígono de una cara, L, centro de un lado del polígono que es arista del cubo, y V, vértice en todos los elementos citados:



El cubo truncado CT (3,8,8) tiene este módulo:



Y este es el del cuboctaedro CO (3,4,3,4):



Módulo del octaedro truncado OT (4,6,6):



El octaedro O (3,3,3,3), figura dual del cubo, puede ser inscrito en él, coincidiendo sus vértices con el centro de las caras del cubo. Y este es el módulo resultante, inscrito en el del poliedro básico:



Todavía podemos considerar un octaedro más pequeño, cuyo módulo aparece en la figura siguiente. La razón para incluirlo es que junto a los anteriores aparece en las redes espaciales que ya vimos aquí:



Se muestran ahora, inscritos en el cubo básico, todos los poliedros anteriores y sus módulos correspondientes:



La descomposición de la red cúbica que producía aquellas combinaciones de poliedros de dos clases que llenaban el espacio se traduce igualmente en el acoplamiento de sus módulos en el gran módulo básico. Las dos combinaciones superiores de la imagen siguiente, del cubo truncado y el cuboctaedro con octaedros menores, contienen un módulo de cada una de las piezas, con tamaños adecuados para su encaje. Las de la parte inferior de la figura revelan otra forma de ver el acoplamiento de los mismos módulos en el módulo básico. Es interesante la figura central, porque en ella, contra lo que pueda parecer por un efecto de perspectiva, se acoplan dos módulos idénticos del octaedro truncado, el poliedro de Lord Kelvin, que como vimos también allí puede llenar por sí solo el espacio:



Los acoplamientos de tres poliedros distintos que hemos visto en este otro lugar también nos llevan a un acoplamiento semejante de módulos. Respectivamente corresponden en la figura a una combinación de  rombicuboctaedro RCO (3,4,4,4), cubo  C (4,4,4) y cuboctaedro CO (3,4,3,4), y en la parte inferior gran rombicuboctaedro GRCO (4,6,8), cubo C (4,4,4) y octaedro truncado OT (4,6,6). Claro que los cuartos de pequeños cubos que completan el relleno en ambos casos contienen cada uno doce de sus módulos:



Los módulos de los poliedros considerados se obtienen de la intersección de módulos básico básico y dual de diferentes tamaños:



Y de tres módulos, en los casos en que interviene también el rombododecaedro:



Ya sólo falta por explorar el sistema del dodecaedro. Si no se produce alguna sorpresa...

Nosotros... ¡miseria, miseria!

Homenaje a Shakespeare

Y con él, a los actuales rehenes de Calais

Y a tantos otros

Detalle de la escultura 'Los burgueses de Calais' de Rodin


El espectro de Hamlet recorre el fantasma nihilista y mercantil de la Unión Europea. Quienes sentimos la tierra y el polvo de la humanidad, no podemos olvidar los cuerpos bajo la lluvia, el frío y el hambre, desde Calais hasta Idomeni
Fue poderoso, fue grande, pero no sabemos dónde fue enterrado Alejandro Magno. Sus huesos, reducidos a polvo, se habrán mezclado con otras motas de polvo y otros seres.
Hamlet se preguntaba ante Horacio sobre el aspecto de ese cuerpo y el recorrido que pudo tener bajo tierra. Lo resume así: "Alejandro murió; Alejandro fue enterrado; Alejandro convirtióse en polvo, y el polvo, en tierra; y con la tierra hacemos adobe, y ¿por qué con ese adobe no íbamos a tapar un barril de cerveza?".
Con anterioridad, Hamlet adelanta un argumento similar, esta vez ante un monarca: "Puede un hombre pescar con el gusano que comió de un rey y comerse el pez que se nutrió del gusano". Así es el viaje de un rey por "las tripas de un pordiosero", a juicio de Hamlet.
Cuatrocientos años se cumplen en abril de la muerte de William Shakespeare. Cuatrocientos años de tierra y polvo, de gusanos y reyes. Para conmemorar este aniversario, la compañía de teatro Globe lleva representando la obra de Shakespeare durante casi dos años, incluyendo sitios como Jordania, Yibuti, Camerún o Malta, allí donde personas que huyen de guerras y tragedias buscan refugio.
Hace unas semanas decidieron hacerlo también en Calais, en la mal llamada "jungla", ese campo de inmigrantes, exiliados, refugiadas. Antes de actuar, resumieron la trama en varios idiomas: inglés, francés, árabe, farsi, pastún y kurdo.
Por unos minutos toda esa gente excluida de nuestra ciudadanía, de nuestra política, de nuestra cultura, experimentó la posibilidad de sentirse acogida en Europa. Fue algo temporal, por supuesto. Unos días después, las fuerzas del orden de la Francia republicana y socialista demolierongran parte del campo. Las excavadoras no saben cantar la Marsellesa.
El espectro de Hamlet recorre el fantasma nihilista y mercantil de la Unión Europea. Quienes sentimos la tierra y el polvo de la humanidad, no podemos olvidar los cuerpos bajo la lluvia, el frío y el hambre, desde Calais hasta Idomeni.
Cuando el 23 de abril las buenas conciencias europeas y sus dirigentes publiciten las palabras de Cervantes y Shakespeare, recordemos los cuerpos repudiados, perseguidos, expulsados, recordemos a Hamlet en Calais y la política de los gusanos.

martes, 22 de marzo de 2016

Las imposibles soluciones. La irreversible disminución de la producción de valor (II)

El análisis pormenorizado del largo artículo de Rodolfo Crespo lo inicié aquí y proseguí aquí.

Ahora  subrayo un segundo apartado. 

Detrás de los conceptos económicos de valor de uso y valor de cambio se oculta un concepto más inasible, difícil de agarrar, como ocurre con los conceptos irreductibles a otros más simples: el valor. ¿Qué es el valor? ¿a qué damos valor? Por encima de la valoración individual variable que haga cada uno, en las relaciones sociales hay una innegable valoración colectiva.


Podemos asociar el valor al esfuerzo. Damos valor a lo que nos cuesta trabajo. Como respirar no supone esfuerzo, el aire carece de valor, pese a su imprescindible valor de uso.

La otra variable de que depende es el tiempo. Lo que requiere un gran esfuerzo durante mucho tiempo tiene un gran valor para el que lo realiza, aún en el caso de que no se le dé mucho valor de cambio, que depende de otros factores, como la necesidad y el deseo, la oferta y la demanda.

El esfuerzo sostenido en el tiempo es el que confiere valor a las cosas que deseamos o necesitamos. El trabajo humano puede medirse como otra transformación cualquiera de la energía. Los animales y las máquinas también realizan trabajo del mismo modo. Pero el trabajo de la naturaleza no requiere esfuerzo... humano. Es el esfuerzo humano lo que valoramos.

Así, el esfuerzo humano sostenido en el tiempo es la esencia del valor. Pero como el valor se realiza en el intercambio, hay esfuerzos de poco valor social.

El valor es social porque siempre procede de comparaciones, tanto en el seno de las sociedades como entre ellas. Poco vale lo que cuesta un gran esfuerzo si otro puede hacerlo con menos trabajo. Quien con mejor tecnología puede multiplicar el producto en el mismo tiempo obtendrá una ganancia extraordinaria en el intercambio. eso espolea la inventiva y la mejora de la organización del trabajo.

Por eso se define el valor a partir del trabajo socialmente necesario. El trabajo productivo que obtiene el mismo resultado con menor esfuerzo, o con el mismo esfuerzo en menos tiempo, añade al producto el mismo valor. Eso origina una carrera por la productividad, que paradójicamente desvaloriza todo el trabajo que no se ajusta a sus cánones. Cuanto más produce un trabajador, menos vale el trabajo. La carrera por la productividad acumula capital fijo en forma de instalaciones y maquinaria para disminuir el capital variable en el que consiste... el trabajo humano. Pero precisamente es éste el que añade valor al producto.

Así vemos cada día como con el aumento de la productividad disminuye el valor de los productos. Y esto pone un límite insalvable a la producción de valor.




2. La irreversible tendencia a la disminución de la producción mundial de valor.

El sistema-mundo capitalista pese a la diversidad de formas de control de la fuerza de trabajo en sus diferentes zonas, y como todos los sistemas que han existido hasta hoy (con la excepción de las comunidades humanas primitivas, antes del surgimiento de la propiedad privada y las clases sociales) es un sistema de producción mercantil, y el núcleo de una economía mercantil, su “célula económica” según Marx es la mercancía, pero lo que le interesa al capitalismo de éstas no es su utilidad, ni las necesidades sociales que las mismas resuelvan (aunque siempre con la condición de que sean vendibles); lo que le importa al capitalismo de las mercancías que produce, comercializa y vende es la cantidad de valor que éstas encierran.

Pero, ¿qué es el valor?, el valor es la cantidad de trabajo materializado en las mercancías, aunque no es cualquier trabajo el que determina su valor, sino aquel que produce las mismas en un tiempo que corresponda a las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad del trabajo imperantes en la sociedad en el momento de que se trate, es lo que Marx llamaba “tiempo de trabajo socialmente necesario”.

Decir lo anterior significa, que pese a todas las formas y modalidades de extracción del excedente que existen a lo largo y ancho del sistema-mundo capitalista, las regiones del sistema que determinan la cantidad de valor creado son aquellas situadas en las zonas tecnológicamente más avanzadas (centrales), pese a que en las últimas décadas la creación de millones de puestos de trabajo adicionales en los países de la periferia, sobre todo en los del Este y Sur de Asia, podría inducir a pensar que se ha producido un proceso de incremento y no de reducción de la base para la producción de valor en el mundo, pero hay que decir en contra de este argumento que “…la gran masa de trabajo industrial en esos países se realiza a un bajísimo nivel de productividad y por eso, medido según el estándar de las fábricas automatizadas y superracionalizadas, representa sólo una fracción muy reducida de valor. Pues desde el punto de vista de la producción de valor no cuenta el mero número de las horas trabajadas. Más bien el valor de una mercancía depende del nivel de productividad socialmente válido, que a su vez, hoy en día es definido por los sectores de producción dominantes en el mercado mundial. Y como el nivel de productividad en estos sectores sube permanentemente como resultado de la constante tercera revolución industrial, esto a su vez significa, que el trabajo en los segmentos subproductivos ‘produce’ cada vez menos valor” 14 .

El hecho de que el valor de las mercancías está determinado por los centros de producción dotados de las condiciones técnicas y de productividad media implica, que todos los productores están interesados en desarrollar sus fuerzas productivas, dado que aquellos que lo logren fabricando sus mercancías en un tiempo de trabajo inferior a las condiciones medias, obtendrán una ganancia extraordinaria, ya que éstas se venden por el tiempo social medio invertido en su producción. Pero si esto es bueno para el capitalista individual, y de hecho, aunque no todos puedan lograrlo, todos lo tienen en su agenda diaria, desde el punto de vista social de toda la clase capitalista, esto es nefasto, porque mientras mayor sea el progreso técnico menor es la cantidad de valor producido, y el valor es la “substancia” del capitalismo, su savia, el néctar del sistema; y es que “el capital mismo es la contradicción en proceso, [por el hecho de] que tiende a reducir a un mínimo el tiempo de trabajo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza” 15 , haciendo que “la producción capitalista de mercancías [contenga], desde el inicio, una contradicción interna, una verdadera bomba de relojería colocada en sus mismos fundamentos” 16 . Al serruchar la rama que le da sustento, el capital se encamina a su agotamiento histórico como sistema.

¿Qué ha hecho hasta hoy el capital para evadir (o al menos posponer en el tiempo) la encerrona histórica hacia la que se encamina independientemente de su voluntad?.

Pues crecer y crecer, expandirse, mercantilizarlo todo, conquistar completamente aquello que aún no está sometido a la lógica del valor, “ ‘poner en valor’ esferas vitales que hasta ese momento, eran ‘sin valor’ (…) ‘colonización interior’ de la sociedad [que] ha desempeñado un papel al menos igual de grande que la ‘colonización exterior’ para contrarrestar la tendencia endémica de la producción de valor a agotarse, a causa de la menor cantidad de valor ‘contenida’ en cada mercancía particular debido a que la tecnología reemplaza al trabajo vivo, única fuente del valor mercantil” 17 . Jappe dice que “desde hace doscientos años, el capitalismo evita su fin corriendo siempre un poco más rápido que su tendencia a derrumbarse, gracias a un aumento continuo de la producción” 18 ; pero como hemos visto más arriba el capital prácticamente ha copado todas las áreas del planeta, y ya quedan muy pocos espacios libres por explotar hacia afuera y hacia dentro del sistema.

Como la dura lucha de competencia en el capitalismo arrastra a sus entes económicos a desarrollar las fuerzas productivas, obligándolos a aumentar el nivel de tecnificación, y como este proceso provoca una reducción del valor individual contenido en cada mercancía (al aumentar la cantidad de mercancías producidas, y el volumen de capital necesario para ello, disminuye la parte alícuota de valor contenido en cada una de ellas), el capitalismo se ve impulsado a ampliar la producción de mercancías a escala mundial como única forma de compensar esa tendencia a la disminución del valor en cada mercancía“…el capitalismo es como un brujo que se viera forzado a arrojar todo el mundo concreto al caldero de la mercantilización para evitar que todo se pare. La crisis ecológica no puede encontrar su solución en el marco del sistema capitalista, que tiene necesidad de crecer permanentemente, de consumir cada vez más materiales, solo para compensar la disminución de su masa de valor. Por eso las proposiciones de un “desarrollo sostenible” o de un “capitalismo verde” no pueden conseguir resultado alguno, pues presuponen que la bestia capitalista puede ser domesticada; es decir, que el capitalismo tiene la opción de detener su crecimiento y permanecer estable, limitando así los daños que provoca. Pero esta esperanza es vana: mientras continúe la sustitución de la fuerza de trabajo por tecnologías, en tanto el valor de un producto resida en el trabajo que representa, seguirá existiendo la necesidad de desarrollar la producción en términos materiales y, en consecuencia, de utilizar más recursos y de contaminar a mayor escala. Se puede querer otra forma de sociedad, pero no un tipo de capitalismo diferente del ‘capitalismo realmente existente’ 19 .

Pero el asunto no se circunscribe solo al aspecto ecológico, la producción de valor no es algo baladí en el capitalismo, atañe directamente a la esencia misma del sistema, y es una cuestión de vida o muerte para los actores económicos que se mueven en el mismo; países, regiones y sectores económicos han quedado completamente marginados y en la pobreza precisamente, porque la escasa producción de valor los llevó a perder la lucha de competencia, y con ello a seguir ocupando un lugar digno en el sistema-mundo capitalista.

El derrumbe de la U.R.S.S. [y del mal llamado socialismo en Europa del Este] no demuestra la superioridad de la economía de mercado, de la cual aquélla formaba parte, sino que evidencia que ésta es una carrera cuyo número de participantes se reduce constantemente, a causa de la necesidad de un empleo cada vez mayor de tecnologías para poder producir a un coste competitivo, y que los excluidos acaban en la miseria” 20 .

En el mismo sentido expresaba Robert Kurz la estrecha relación que existía entre, la fracasada producción de valor en los países del llamado campo socialista y el derrumbe de éste entre 1989 y 1991 cuando planteaba que, el “contrasistema de capitalismo de estado del Este” [referencia a lo que representaba la Unión Soviética y sus satélites de Europa Oriental] desapareció en los años 80 del siglo XX, porque “…fracasó económicamente en el mercado mundial, con cuyos criterios y modelos tenía que medirse como sistema productor de mercancías, y de la misma manera acabó militarmente moribundo. El colapso total fue la consecuencia lógica” 21 .

Con el agotamiento del valor, esa savia que nutre y mantiene vivo el sistema capitalista se acaba toda una etapa histórica, hay que desterrar de la mente de los pueblos el hecho de que las revoluciones socialistas, los movimientos de liberación nacional y el vocinglerado sistema socialista mundial del siglo XX, hayan constituido en realidad movimientos emancipatorios del capital. La tenaz y vigorosa lucha de clases que ha acompañado a la producción de valor y al capitalismo en los últimos 200 años, sanguinaria y cruenta en demasiadas ocasiones, ha sido “la forma en la cual el desarrollo histórico de la lógica del valor tuvo lugar. El movimiento de los trabajadores, en sus diversas corrientes, fue mayormente una lucha por una redistribución más justa de las categorías básicas que ya no eran cuestionadas: dinero y valor, trabajo y mercancía. [Las mismas] Eran esencialmente formas de crítica inmanente, asociadas a la fase ascendente del capitalismo, cuando aún había algo que distribuir” 22 .

Y si acaba una etapa histórica, comienza una nueva, del caos en que ya comienza adentrarse el sistema-mundo capitalista emergerá, después de la tragedia dolorosa y sangrienta del parto, otro sistema del que no tenemos ninguna certidumbre de cómo será: la cuestión es si habrá un resultado emancipatorio o una barbarie generalizada. Lo que sí está claro es que si no nos apuramos, cuando sobrevenga su fin, no quedará más que una tierra quemada en la que los supervivientes, como cuervos y aves de rapiña, no tendrán otra cosa que disputarse que los restos putrefactos de la civilización capitalista. Una introducción a éste tétrico panorama ya podemos observarlo en muchas partes del mundo.

Por eso para aquellos enamorados de la ciencia, la técnica y la revolución científica dentro de los marcos de éste sistema, que sistemáticamente nos despierta con un moderno descubrimiento, el hallazgo de un nuevo invento, o la creación de otro extraño y flamante artilugio recordarles que, “cuanto más la sociedad constructora sea capaz de aplicar los nuevos conocimientos más el Capital cavará su tumba. El trabajo asalariado (como compañero antagonista, pero complementario al Capital) corresponde a un periodo histórico que se acabó. Se acabaron los torneros, los fresadores, los segadores, los hilanderos, los telefonistas… porque acabó el torno mecánico, la fresadora, la siega, la máquina de hilar, la telefonía con hilos… Se acabó el Capital porque se acabó el trabajo asalariado”  23 .
______________
Notas

 14 . Trenkle, Norbert. Terremoto en el mercado mundial. Revista Krisis. Mayo 2008. Disponible en:
(Subrayados nuestros).

 15 . Karl Marx, “Fragmento sobre las Máquinas” Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858 (1972). Vol. 2, pp. 216-230. Siglo XXI, México.

 16 . Jappe, Anselm. Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos. Editorial Pepitas de Calaza. Logroño. España. 2011. Pág 122.

 17 . Jappe, Anselm. “Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos”. Editorial Pepitas de Calaza. Logroño. España. 2011. Pág 154. Desde el mismo primer capítulo de El Capital Marx explica porque con el desarrollo de la fuerza productiva social el valor contenido en cada mercancía disminuye. “Podría parecer que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo gastada en su producción, cuanto más perezoso o torpe fuera un hombre tanto más valiosa sería su mercancía, porque aquél necesitaría tanto más tiempo para fabricarla. Sin embargo, el trabajo que genera la sustancia de los valores es trabajo humano indiferenciado, gasto de la misma fuerza humana de trabajo. El conjunto de la fuerza de trabajo de la sociedad, representado en los valores del mundo de las mercancías, hace las veces aquí de una y la misma fuerza humana de trabajo, por más que se componga de innumerables fuerzas de trabajo individuales. ... Tras la adopción en Inglaterra del telar de vapor, por ejemplo, bastó más o menos la mitad de trabajo que antes para convertir en tela determinada cantidad de hilo. Para efectuar esa conversión, el tejedor manual inglés necesitaba emplear ahora exactamente el mismo tiempo de trabajo que antes, pero el producto de su hora individual de trabajo representaba únicamente media hora de trabajo social, y su valor disminuyó por consiguiente, a la mitad del que antes tenía”.

 18 . Jappe, Anselm. Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos. Editorial Pepitas de Calaza. Logroño. España. 2011. Pág 206.

 19 . Jappe, Anselm. Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos. Editorial Pepitas de Calaza. Logroño. España. 2011. Pág 207. Negritas y subrayados nuestros.

 20 . Jappe, Anselm. El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. Editorial Pepitas de Calaza. Logroño. España. 2009. Pág 38. El mismo criterio planteaba en primicia el disidente norteamericano Paul Craig Roberts en entrevista concedida a Nilantha Ilangamuwa para la revista de izquierda norteamericana CounterPunch “…Reagan pensaba que la economía soviética era demasiado decrépita para resistir la presión de una carrera armamentista de alta tecnología. Creía que al amenazar a los soviéticos con una carrera armamentista, podría llevarlos a negociar el fin de la Guerra Fría.

La CIA dijo a Reagan que los soviéticos ganarían la carrera armamentista, porque era una economía de planificación centralizada que controlaba la inversión y podría destinar todos los recursos necesarios a los militares. Reagan no le creyó a la CIA y nombró un comité para tomar la decisión. El comité concluyó que la economía soviética no podría competir en una carrera armamentista”. Craig formó parte de ese comité secreto como subsecretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Reagan. Los gobiernos occidentales se han convertido en la antítesis de la moralidadEntrevista con Paul Craig Roberts. Rebelión 24 septiembre 2012. Disponible en: 

 21 . Kurz, RobertLas metamorfosis del imperialismo. Capítulo I del Libro La guerra de ordenamiento mundial. Disponible en: 
subrayados nuestros.

 22 . Jappe, Anselm. Tenemos que salir de este sitio. Blog K-ntra Kultura. Disponible en:
Las negritas son de Jappe.

 23 . ¡Se oye rebuznar!. Gil Maynou, Josep. Blog Indagando el futuro. 17 marzo 2009. Disponible en:

lunes, 21 de marzo de 2016

Clima, economía y energía

Esta respuesta de Pedro Prieto a un artículo de Vicenç Navarro resume muchas de las preocupaciones que vengo expresando en este blog. Podría resumir mi debate interior a través de tres ideas que me parecen esenciales ("esenciales o más", en este caso) pero que no acaban de encajar entre sí.

Una es la convicción de que el capitalismo en perpetua evolución expansiva choca ya con el techo del imposible crecimiento. Por eso hay que pararlo ya o perecer con él.

Otra es que si los que producen son los trabajadores, son ellos los que lo harán. Mejor o peor, al frente del vehículo o bajo sus ruedas. Nadie más puede hacerlo porque la producción no es cosa de ciudadanos sino de productores.

La tercera es que el proceso de frenado es demasiado lento, tanto en lo material como en las conciencias, mientras la llegada a los límites va muy deprisa.

De manera que un movimiento obrero que es el fautor material pero enajenado y encadenado a esta máquina infernal, y que tantas veces es a corto plazo un aliado objetivo de sus explotadores por la necesidad acuciante de procurarse o mantener·un "puesto de trabajo", tiene que tomar conciencia de que esa alianza es funesta en un plazo, no ya largo, sino medio.

No serán por lo tanto los movimientos ciudadanos los que transformarán el mundo. Sus participantes, en su inmensa mayoría son trabajadores, aliados involuntarios del capital. Además, mayoritariamente no ven el problema.

Los movimientos ciudadanos se dispersan en distintas direcciones. Ecologistas del desarrollo sostenible frente a otros decrecentistas, La panacea es la democracia participativa, a todos los niveles. Pero ¿cómo el funcionamiento democrático de una cooperativa puede aceptar buenamente la necesidad objetiva de eliminar aquello que fabrica? ¿cómo un sindicato podría apoyar el cierre de toda una rama nociva de la producción cuando implique la expulsión al paro de muchos trabajadores?

Los partidos que se apoyan en "la ciudadania" son en realidad interclasistas y no abordan el cambio del modo de producción capitalista. Sin este cambio no hay solución.

Son los partidos obreros los que deben crear conciencia de clase, pero se encuentran en una desagradable coyuntura. Una ducha de realismo frío puede desmoralizar a los que deberían tomar el poder para cambiar el sistema. Por eso suelen conformarse con proclamar, un tanto retóricamente, su preocupación ecológica. Sin profundizar demasiado.

Un proceso explicativo urgente es inevitablemente lento. Demasiado lento y con destinatarios que prefieren hacer oídos sordos.

Ahí va el documentado escrito de Pedro:





El profesor Vicenç Navarro es un respetado e infatigable luchador por las causas de la justicia social y un economista de reconocido prestigio mundial, que ha contribuido en buena medida al programa económico de Podemos en estas últimas elecciones.

Coincidiendo completamente con él en su visión de una sociedad más justa y equitativa, con mejor reparto de la riqueza y sus propuestas de reorientar las actividades humanas de las más depredadoras o derrochadoras a otras que aporten más valor a la sociedad, como por ejemplo, su afán por incrementar las actividades dedicadas a los cuidados, hay dos visiones o apuestas suyas con las que seguimos sin coincidir.

Una es su idea de que es bastante posible y viable “desmaterializar” de alguna forma, o mejor, de una forma importante, la actividad económica del consumo de energía.

La otra, su renovada fe y apuesta por las modernas energías renovables para sacarnos del marasmo energético fósil en el que nos encontramos y al mismo tiempo que se resuelve el gravísimo problema del cambio climático (con cuya apreciación de la gravedad también coincidimos), crear de paso muchos más puestos del necesitado trabajo.

Vaya esta propuesta como una invitación a la reflexión.

En su columna del pasado 23 de febrero de 2016, titulada “el cambio climático es peor que lo que se ha dicho”, el profesor Navarro vuelve a desgranar ambos argumentos.

Seguimos coincidiendo con Navarro en que los dirigentes políticos de este mundo han vuelto a encauzar las protestas y preocupaciones que llegaron hasta la Cumbre de París sobre el Clima, para dejar en agua de borrajas, una vez más, las aspiraciones a un mundo para evitar un calentamiento global suicida.

Pero aquí, divergimos en la metodología y forma de abordar las propuestas. La inmensa mayoría de los preocupados y concernidos por el calentamiento global y el cambio climático que induce, estaban como mucho proponiendo limitaciones a las emisiones. Es decir, abordaban los efectos, deseando mitigarlos. Pero la inmensa mayoría no abordaba el problema de las causas. Va siendo hora de ser serios.

Si hoy emitimos 35.000 millones de toneladas de carbono al año a la atmósfera , que son unas 7 toneladas por habitante y año de promedio y aquí es importante señalar orwellianamente que unos somos mucho más iguales que otros, es básica, principal e incontestablemente, porque quemamos unos 11.000 millones de toneladas de petróleo equivalente (Mtpe) en combustibles fósiles y biomasa y desechos, aparte de otros 700 Mtpe quemando uranio para las centrales nucleares 2 . Esta es la causa que desde luego ningún gobierno quiere abordar y la verdadera causa que ignoran, consciente o inconscientemente, también muchas organizaciones ecologistas y que incluso el profesor Navarro prácticamente obvia en su artículo.
 1 Trends in Global CO2 emissions. 2015 Report. PBL Netherlands Environmental Agency. Figure 2.1. página 11 
 2 International Energy Agency. Sankey Diagram 2013. 
http://www.iea.org/sankey/

En este sentido, las propuestas de reducción de emisiones han llegado a extremos de bordear lo ridículo. Por ejemplo, entre otras muchas:
1. Ofertas dislocadas de captura y secuestro de CO2 en centrales térmicas, una contradictio in terminis termodinámica que no resiste el menor análisis. Alemania y Japón, dos colosos tecnológicos y supuestamente muy preocupados medioambientalmente, están aumentando de forma prodigiosa sus centrales de carbón. Por no hablar de lo que hace China. 
2. Desmaterialización de la economía, mediante la mejora de la eficiencia basada en el progreso tecnológico y en el ahorro energético, sin concretar demasiado sobre esta viabilidad. De esta forma, se conseguiría mantener la actividad económica reduciendo el consumo de combustibles fósiles y por tanto las emisiones, que también tiene la vertiente paradójica de Jevons de mantener el consumo de energía fósil y seguir aumentando la actividad económica, tan sagrada, querida e imprescindible al sistema económico y financiero actual y hasta a algunas posiciones keynesianas de salir adelante con más actividad de carácter público y claro está, deseando que sea siempre más benéfico (mirífico) para la sociedad que el sistema actual. 
3. Y claro está, la reducción de las emisiones termina casi siempre con un brindis al sol por la instalación de muchas modernas energías renovables (aquí las únicas que parecen medianamente creíbles son la eólica, y la solar en sus tres principales variantes: la solar fotovoltaica, la solar térmica y la solar termoeléctrica), que podrán sustituir a las energías fósiles en un 100% y que además y como deseable efecto colateral, al decir de los defensores, conseguirán crear muchísimos puestos de trabajo (se cuentan por decenas de millones). Esta última apuesta para la disminución de emisiones de CO2 es la más defendida por los grupos ecologistas tradicionales y cuenta con bastante estudios sesudos de grandes organizaciones. Son muy conocidos a este respecto los varios informes de Greenpeace, que se apoya en grupos de trabajo académicos de alto nivel o los estudios más conocidos de Jacobson y Delucchi, de la Universidad de Stanford.
Obviaremos los disparates de los intentos de captura y secuestro del CO2 de los grandes emisores, para centrarnos en los otros dos:

Mejora de la eficiencia, ahorro energético, desmaterialización de la economía

Si el profesor Navarro simplemente tomase un gráfico de los muchos que hay sobre la relación entre el consumo energético (total mundial y per capita, si quiere también) y actividad económica, vería que hay una relación directísima en los 150 años años de revolución industrial. Vería que el gigantesco disparo del consumo de energía se ha producido precisamente con el avance de la tecnología; cuánta más tecnología, mucho más consumo de energía, no al revés.

Sin duda, la mejora de la eficiencia es incuestionable en muchos dispositivos, ingenios y máquinas desarrolladas por el ser humano con el paso del tiempo y el desarrollo industrial y tecnológico. Mejora la iluminación, que da más luz (luxes) con menos energía eléctrica. Mejoran constantemente los aviones tanto en más eficiencia de las turbinas como en el menor peso de su estructura -menor energía por pasajero y kilo por kilómetro recorrido-. Mejoran hornos de fundición, vehículos, camiones, electrodomésticos, etc. Pero el consumo (global y per capita) se dispara y aquí muy pocos parecen preguntarse por qué, incluido el profesor Navarro.

Quizá puedan ayudar a entender la situación algunos gráficos:

Figura 1. Fuente: Agencia Internacional de la Energía (AIE). World Energy Outlook 2014. Página 40

En los 31 años de evolución del PIB mundial de estos grandes países o regiones y su relación con el consumo de energía primaria, que han sido los años más espectaculares del desarrollo económico y tecnológico mundial, no se observa por lugar alguno reducción del consumo de energía según crece el PIB. Sí se observa que hay países desarrollados, con menor pendiente en sus curvas que los países que están en vías de desarrollo (subdesarrollados, ahorrémonos el eufemismo) y desde luego que los países emergentes, como China. Sin embargo, sería erróneo, si no un acto de mala fe, considerar que los países más desarrollados son capaces de conseguir más PIB (actividad económica según esta relativa medida de la actividad económica) con la misma cantidad de energía, que es lo que pudieran dar a indicar en un primer vistazo.

Otro vistazo a un gráfico similar como el de la figura 2, de la misma fuente, nos viene a sacar de dudas.

En él la AIE traza sólo tres líneas: países de la OCDE (los más desarrollados, para entendernos); los que no lo son y la evolución del mundo en general, que es el algodón que no engaña. Pues bien, en este gráfico, que la AIE no ha vuelto a sacar desde su World Energy Outlook de 2009, a pesar de hacer informes anuales, se aprecia con claridad que si bien la línea azul de los países OCDE tiene menos pendiente que la línea roja de los países no OCDE, al final el mundo sigue la tendencia inexorable de la línea verde con una pendiente intermedia.

Figura 2. Fuente: Agencia Internacional de la Energía. World Energy Outlook de 2009. Página 59

En los tres casos, que son prácticamente líneas rectas a los largo de 26 años de gran desarrollo económico y tecnológico, lo que se viene a concluir es que independientemente de ese aumento de conocimientos y desarrollos tecnológicos que mejoraron la eficiencia de los dispositivos y máquinas, el aumento del PIB se corresponde inequívocamente con el aumento del consumo de energía primaria. Y hay, según se mire, más que una esperanza en que más tecnología nos conducirá a más eficiencia, más ahorro y menos consumo energético, una constatación de que los países desarrollados parecen estar vertiendo sus empresas más contaminantes y energívoras hacia los países subdesarrollados o emergentes, mientras obtienen incluso de esas empresas deslocalizadas al Tercer Mundo, a través del control del comercio mundial y de los derechos y patentes, aumentos de su PIB sin tener que contabilizarse ni la energía consumida ni la contaminación provocada. De forma que consiguen unas curvas mejores, pero a base de echar basura al patio del vecino y luego apuntarse el tanto.

Viendo estas evoluciones, no se sabe muy bien de dónde extrae el profesor Navarro la creencia de que con más tecnología o más desarrollo se puede reducir el consumo de energía y por ende la emisión de contaminantes al medio; no sólo es el CO2 el que nos está matando y no sólo el aire sano de lo que nos priva esta civilización, este modelo.

Ahora bien, existen todavía otras vías de escape que modestamente trataremos de cerrar aquí, por considerarlas también vías muertas. Ha sido muy común en la campaña de Podemos y en numerosas alusiones de sus asesores económicos, pretender que España sea como “los países del norte de Europa” y sobre los que se hablan maravillas de lo bien que lo hacen con sus Estados del Bienestar. Veamos un poco más a fondo esos supuestos paraísos nórdicos del bien hacer que se nos proponen:


Tabla 1. Relación de consumos de energía en los países más avanzados del mundo. Fuente: British Petroleum., Statistical Review of World Energy 2015 y elaboración propia

Si señalamos en verde los países que se señalan como la meta más deseable para España, los nórdicos de nuestros sueños, veremos que son enormemente energívoros. Es decir, no hay rastro alguno de “desmaterialización” de sus consumos energéticos, con respecto de su PIB. No se ha incluido a Luxemburgo, un paraíso fiscal que supuestamente vive muy “desmaterializado”, porque su consumo energético per capita está por encima de toda la tabla, pese a que la inmensa mayor parte de sus ingresos provienen de actividades que poco tienen que ver con el consumo energético y sí mucho que ver, quizá con la forma de expoliar financieramente al resto de los países del mundo. En algún caso, como Noruega, su nivel de consumo per capita es superior al de dos de los países más consumidores del mundo, como son EE.UU. y Canadá. Si en energías renovables tienen un gran aporte, se lo deben más a la naturaleza que a la tecnología, pues su privilegiada situación hidroeléctrica, de la que obtienen prácticamente toda su electricidad, no es sencillamente extrapolable al resto de los países del mundo; algo parecido a Austria y Suiza con los Alpes de por medio.

Así pues, si los ejemplos a seguir son los países del norte de Europa, estamos apañados con la posibilidad de reducir el consumo de energía. Estos datos deberían hacer reflexionar al profesor Navarro y a otros economistas muy justamente preocupados por lo social y tan preocupados por el cambio climático como Leonardo di Caprio, pero tanto unos como el otro proponiendo o viviendo en sistemas sociales tan energívoros como insostenibles a largo plazo. Y aparentemente ignorantes de las realidades de la termodinámica y de la física. Leyes que están muy por encima de las de la ciencia social que es la economía. En física se estudia que la energía es la capacidad de realizar trabajo. Y el trabajo es la quintaesencia de la actividad económica. Por tanto, es poco realista, desde un punto de vista meramente físico, esperar realizar cada vez más actividad económica (a nivel mundial) consumiendo menos energía.

Parafraseando a Ortega, habría que decir “no es eso, no es eso”, a los defensores del modelo nórdico de economía y Estado del Bienestar, que si quieren al mismo tiempo, cambiar verdaderamente el modelo y reducir drásticamente la emisión de contaminantes por la quema de combustibles fósiles en todo el mundo. Que se sepa, estos países nórdicos son enormemente capitalistas y obtienen buena parte de sus ingresos de expoliar con transnacionales al resto del mundo. Ese no es el norte que debe guiarnos hacia un futuro verdaderamente sostenible.

Las modernas renovables sustituyendo a las fósiles

La otra gran pata sobre la que se sustenta la promesa de reducción de emisiones contaminantes al medio, es la esperanza de que las modernas energías renovables sustituyan a las energías fósiles.

En el artículo referenciado, Navarro da por zanjado este asunto con una frase tan escueta como optimista y lapidaria:
La sustitución de las energías fósiles por las renovables es totalmente factible, así como  la adaptación de las economías a otras formas de energía, creando una gran actividad económica (con una enorme producción de puestos de trabajo)

En su descargo conviene acordar con él que sin una democratización real de las instituciones dominantes, como conditio sine qua non, sean estas empresas multinacionales o transnacionales o Estados, éstos úlltimos la mayor parte de las veces a su servicio, no sería posible llevar a cabo la deseada transformación. Y Navarro apuesta, como suele ser habitual, en hacerlo mediante políticas públicas que prioricen el bienestar ciudadano. Dos cascabeles para poner a un gato como un tigre de Siberia, con los que se puede básicamente coincidir, aunque es una declaración de buenas intenciones y un brindis al sol tan genérico y desprovisto de cálculos o de acciones concretas como el de Leonardo di Caprio en la entrega de los Oscar sobre el mismo asunto.

El debate sobre si un mundo como el actual, con 7.300 millones de personas, el estado cada vez más deplorable de su biosfera y la para algunos de nosotros clara y evidente llegada al cenit de la producción de combustibles fósiles y nucleares Sin embargo, el profesor Navarro sigue sin captar o asumir que puede haber otros enfoques.

Sería demasiado prolijo para esta contestación entrar a dar más detalles, pero basten tres puntos principales por el momento.

El primero es que el planeta ya sobrepasa en un 50% la capacidad actual de carga que implica una mínima sostenibilidad. Todo ello, con las tremendas desigualdades existentes, por las que un 70% de la Humanidad debe sobrevivir con el 30% de los recursos, entre ellos los energéticos, mientras el 30% restante de privilegiados consume el 70% de los recursos. Así pues, la drástica reducción de emisiones contaminantes que el planeta exige apunta más bien a una necesidad de reducción tremenda de los consumos en Occidente, que a intentar que el resto del planeta alcance los insostenibles niveles de los países nórdicos europeos. Esto debería quedar bien claro para todo el que dice preocuparse por las políticas sociales y el medio ambiente, algo más allá de nuestro propio entorno nacional, a la hora de reducir necesariamente las desigualdades. Si, como propone el profesor Navarro, es condición imprescindible primero democratizar realmente a los Estados y las multinacionales, ya que esto necesariamente implica un desmantelamiento total de su forma de hacer (y probablemente implica un cambio de paradigma total y seguramente violento, más por parte de los que tienen mucho que perder que por parte de los que aspiran a tener un poquito que ganar y pretenden hacerlo de forma pacífica), empecemos por este reconocimiento internacionalista.

El segundo es la modesta sugerencia al Sr. Navarro para que explore más a fondo las dificultades con que se encontrará el mundo para realizar lo que denomina “adaptación de las economías a otras formas de energía”. En la actualidad, sólo el 38% de la energía primaria mundial va a generar electricidad y sale apenas un 18% del total de energía primaria en forma eléctrica.


Figura 3. Diagrama de Sankey de la AIE de 2013 y elaboración propia.

En buena lógica, habría que empezar por transformar con energías renovables el 81% de la generación eléctrica que hoy día todavía no lo es. Y por solucionar algo que ni la nación pionera y puntera mundial en energías renovables, Alemania, con muchísimos recursos económicos y financieros y también tecnológicos, ha conseguido siquiera esbozar, que es conseguir sistemas de almacenamiento de energía eléctrica para estabilizar las redes eléctricas, pues son tan masivos y costosos (económica y energéticamente) que ni están abordados, ni siquiera acordado cómo hacerlos. Esto por no hablar de cómo solucionar como prioridad, que es de justicia, el simple suministro eléctrico a una parte importante de la Humanidad que todavía ni siquiera lo tiene.

El resto de las actividades humanas, que no son pocas y menos variadas, no son eléctricas y por tanto, se necesitarían transformaciones sociales telúricas en muy poco tiempo y a nivel mundial en despliegue de energías renovables.

Las modernas energías renovables sólo producen electricidad y para muchas actividades, como las que se muestran en la figura 4, habría que o bien transformar eléctricamente una importantísima parte de la sociedad mundial, lo que no es ni tan fácil ni tan inmediato como plantea el profesor Navarro o bien utilizar vectores energéticos, del que los más conocidos y jaleados es el hidrógeno.

La figura 4 muestra las posibles vías para la transformación de la parte de consumo no eléctrico mundial, que es 62% de toda la energía primaria mundial. Esto es, transformar el 62% de los 13.654 Mtpe o en otro equivalente energético, los 569 Exajulios que se consumen en el mundo anualmente. Y hacerlo con energía eléctrica de origen renovable (en este caso solar). La figura 4 da una idea bastante gráfica de las pérdidas brutales que ese tipo de conversiones supondrían, si fuesen factibles.


Figura 4. Usos no eléctricos de la energía primaria a nivel mundial, posibles vías de transformación para su uso con fuentes de energía eléctrica renovable y pérdidas en los procesos de conversión. Pedro Prieto. Solar PV in Spain. A Case Study. Institute of Physics. University of Grenoble-Alpes. March 7th., 2016 

Y el tercer y último punto sobre el potencial de las energías renovables para cubrir el 100% de la demanda mundial actual (incluso reducida), es recordar humildemente al profesor Navarro que investigue una y otra vez más a fondo sobre la Tasa de Rendimiento Energético o TRE (Energy Return on Investment o EROI, por sus siglas en inglés) y no se dé por convencido porque en demasiadas instituciones se apunte a que las modernas renovables tienen tasas tan elevadas como las fósiles y en particular como el petróleo, que mueve el 95% de nuestro transporte mundial.

Porque si llega, como lo hemos hechos algunos y cada vez más, a la conclusión de que la TRE de la energía solar fotovoltaica es del orden de 2-3:1 o seguramente inferior, cuando analiza los costes energéticos ampliados que implican y son también conditio sine qua non para hacer posible la producción de estos sistemas, en vez de dar por buenos los resultados de 10 ó 20:1 que ofrecen otros estudios que consideran al sistema fotovoltaico o eólico aislado del contexto social (y sus gastos energéticos completos) en que este sistema es posible, puede llegar. Algunos hemos llegado a esa divergente conclusión de que la TRE de las modernas renovables es, en el mejor de los casos, del nivel que hace posible una sociedad de cazadores-recolectores, pero no serviría para alimentar energéticamente una sociedad industrial y tecnológica avanzada, que paradójicamente es exigible para poder fabricar y mantener estos sistemas. Sistemas que no son en realidad renovables, sino apenas sistemas no renovables, capaces de capturar parcial y temporalmente flujos de energía que, como el sol o el viento, sí son renovables, pero no pueden satisfacer, por su maravillosa y natural dispersión e intermitencia, las voraces necesidades de la sociedad que nos hemos dado.

Con una TRE tan baja (aspecto éste esencial) aquí habría que empezar a plantearse el tremendo esfuerzo inicial en aumento enorme del consumo energético en los años de despliegue masivo. Una TRE de 2:1, por poner un ejemplo, para sistemas que duran 25 años antes de estropearse, implica que hay que inyectar 1 unidad de energía (que inicialmente sería principalmente fósil), generalmente el primer año de la fabricación e instalación y puesta en marcha, para obtener simplemente por goteo anual hasta un máximo de 2 unidades de energía, a lo largo de los 25 años de vida útil y en el mejor de los casos y luego, vuelta a empezar

Y ya puestos y para acabar y puesto que hay que “democratizar” a los grandes poderes fácticos como primera medida, es decir, ya que vamos a intentar ponerle los cascabeles al tigre de Siberia, podríamos proponer otra salida que es la que parece más lógica: decrecer en consumo de forma radical, olvidarse de seguir creciendo y aspirar solamente a reducir la desigualdad entre seres humanos de lo que vaya habiendo en cada momento. Ambas cosas, si se toman en serio, significan un desmantelamiento total del sistema actual. Y por favor, dejen de llamar “austericidio” a las políticas que se suponen deseables para Europa. No. La austeridad siempre ha sido una virtud para las personas sabias y sensatas desde que el mundo es mundo. No. Europa no debe "crecer más”; lo que debe hacer es redistribuir mucho mejor lo mucho que todavía tiene (y no sólo entre los europeos, claro está) y seguir distribuyendo igualmente cuando vaya teniendo menos. Hibridar la estupenda palabra austeridad con las nefandas palabras homicidio o suicidio es un grave error que comete Podemos, que comete Navarro y que comete hasta Varoufakis. Lo que están haciendo los poderes financieros es sencillamente lo de siempre: despojar cada vez más a los más para enriquecer cada vez más a los menos. Así que menos hablar de ”austericidio” para dar la sensación de que votando a los que están contra él volveremos al cuerno de la abundancia y a los días de vino y rosas y más hablar de mejorar la redistribución y de reducir la desigualdad. Y por supuesto, aunque asuste mucho, proponer decrecer al menos desde Europa y EE.UU. De todas formas, tan suicida es ponerse frente al poder financiero y político mundial y pedir la democratización para empezar a cambiar, como exigir el desmantelamiento del modelo que exige el crecimiento infinito en un mundo finito.

Pedro Prieto

Madrid 1 de marzo de 2016