martes, 28 de mayo de 2019

Basura física y moral

En este mundo nuestro de apariencias y publicidad que continuamente nos vende la moto, lo que no se ve no existe. No existen los productos que no aparecen en los medios, ni los partidos o asociaciones que no están en los medios. Lo virtual, lo fingido, acaba siendo "realmente real". Los sentidos que nos servían para percibir la realidad son engañados continuamente.

En el arte, particularmente en las artes escénicas, somos nosotros los que queremos ser engañados. Sabemos que la felicidad o el dolor que vemos son falsos, pero los sentimientos que suscitan en nosotros son verdaderos. Hasta aquí, las realidades virtuales no hacen ningún daño. Más bien nos benefician al desarrollar nuestra capacidad emocional.

Otra cosa es el engaño que hace daño. La droga que da placer pero mata, el control de las masas por poderes infames para explotarlas, o la ocultación de los problemas para adormecer las conciencias.

El caso que delata el artículo que sigue a continuación saca a la luz una de las realidades ocultas más ocultas. Si en las playas podemos ver la basura y retirarla (¿pero adónde?), ya ha costado más descubrir esas islas flotantes de plásticos en los océanos. Pero lo que hay en los fondos es algo mucho menos visible que esos maravillosos arrecifes de coral que aparecen en los documentales. Hacen falta otros documentales que nos hagan tomar conciencia del mal camino que llevamos.


Lo que no flota se hunde. Y no se ve.

Es urgente sacar a flote esas cosas que no nos gustan, porque nos va la vida en ello.





Científicos italianos encuentran la mayor concentración de basura en aguas profundas jamás registrada
Nuño Domínguez


Parece una secuencia de una película posapocalíptica, pero en realidad es el fondo del Mediterráneo. Las imágenes obtenidas por un robot de exploración submarina han desvelado un vertedero submarino donde puede encontrarse casi de todo. Hay muebles de cocina, barcas, tazas de váter, colchones, mesas, árboles de Navidad, ropa, ruedas, ladrillos, muñecas, botas, alfombrillas de coche, incluso un automóvil completo, volcado y medio enterrado a más de 500 metros de profundidad. Los erizos marinos y peces usan la basura como refugio y los cangrejos caminan por el fondo arrastrando jirones de plástico.

Es la mayor concentración de basura jamás registrada en aguas profundas de cualquier parte del mundo, según los autores de un estudio publicado en Scientific Reports. El basurero está en el fondo del estrecho de Mesina, que separa la isla de Sicilia de la región de Calabria, en Italia continental. La concentración de desechos es “asombrosa”, reconocen los autores del trabajo, del Consejo Nacional de Investigación de Italia (CNR) y la Universidad de Roma La Sapienza. Si se extrapola la acumulación máxima de basura encontrada en esta zona —13 objetos en una línea recta de 10 metros— a un área de un kilómetro cuadrado, esta sería “1.000 veces mayor que la observada en cualquier cañón submarino del mundo”, resalta el estudio.

El trabajo alerta de un tipo de contaminación poco estudiado, explica Martina Pierdomenico, investigadora del CNR y coautora del estudio. “Las aguas costeras y las playas de países en desarrollo pueden tener más basura de la que hemos encontrado nosotros, pero se trata de entornos más accesibles. En cambio, nuestro conocimiento sobre la basura en los fondos marinos profundos es muy limitado debido a las dificultades técnicas de estudiarlo y el coste de las campañas marinas”, señala. “A medida que se han ido explorando nuevas zonas, este problema ha resultado ser mucho mayor de lo que pensábamos y ahora se piensa que los fondos marinos albergan la mayor acumulación de basura de la Tierra”, resalta esta investigadora posdoctoral en geología marina.



Un cangrejo con un trozo de plástico prendido


















La mayoría de los desperdicios han llegado desde tierra. El valle submarino de Mesina discurre entre dos cadenas montañosas, una al lado siciliano, otra al calabrés, que tienen un gran desnivel y por las que bajan corrientes de agua estacionales. En verano se secan y son usadas como vertederos ilegales. Las lluvias torrenciales ocasionales arrastran los desechos hasta el mar.

El robot sumergible POLLUX III recorrió 6,4 kilómetros del valle submarino a profundidades de entre 240 y 580 metros. Cuanto mayor era la profundidad, más desperdicios había. El límite operativo del vehículo es de 600 metros, pero los investigadores creen que la acumulación de basura puede ser incluso mayor en aguas más profundas. El desecho más abundante es el plástico (70%), seguido de material de construcción, ropa y metal. Las bolsas de plástico y los envoltorios blandos son de lejos el residuo más habitual (el 52% del total).



Una embarcación hundida rodeada de basura


















El equipo quiere ahora analizar el impacto que estos desechos pueden tener en la fauna. “El plástico puede durar hasta 500 años en el mar y es una fuente de contaminantes orgánicos persistentes que son tóxicos para la fauna marina y se pueden acumular en sus tejidos. Además, se ha observado que la acumulación de plástico en el fondo puede impedir el intercambio de gases con aguas más superficiales, lo que supone un riesgo adicional para la fauna béntica [del fondo marino]", señala Pierdomenico.



Un erizo se refugia en una lata de refresco



















La mala gestión de basuras en Sicilia y Calabria puede explicar buena parte del problema, dicen los autores del trabajo. A esto se suma que el Mediterráneo es un mar predispuesto a que se acumulen desechos bajo sus aguas. Es una cuenca casi cerrada con grandes ciudades e industrias en la costa, gran tráfico marítimo y un intercambio de agua limitado a través del estrecho de Gibraltar. La acumulación de basura a gran profundidad aumenta también porque la plataforma continental es estrecha y existen numerosos cañones submarinos. "Otras zonas de este mar presentan una geografía física similar”, como “el mar de Liguria [frente a las costas del norte de Italia] o el golfo de León, de hecho, en exploraciones recientes de los cañones frente a Niza [Francia] se han encontrado acumulaciones similares a unos 2.000 metros de profundidad”, comenta Pierdomenico.

En febrero se publicó un estudio similar en aguas españolas del Mediterráneo tras 11 años de muestreo. Los investigadores recogieron más de dos toneladas de basura —plástico en su mayoría— y comprobaron que las áreas más contaminadas son el mar de Alborán, el golfo de Alicante y las costas frente a la ciudad de Barcelona, según explicó a SINC Santiago García, coautor del estudio. La suciedad en el estrecho de Mesina es "una situación particular que no es generalizable", opina José Luis Sánchez, biólogo marino de la Universidad de Alicante. "Hay circunstancias que favorecen el transporte y la acumulación de residuos en determinadas zonas. Por otra parte, la comparación entre estudios es complicada porque las metodologías no son siempre comparables", añade.



 

lunes, 20 de mayo de 2019

Cambio climático y dinámica del capital

Aunque es exacto que el calentamiento es un fenómeno físico, no debería decir el autor que "no tiene nada de político". Precisamente han sido decisiones políticas las que han frenado por mucho tiempo, y siguen haciéndolo, el conocimiento del problema y la búsqueda de soluciones. 

Por lo demás, los datos aportados por el informe que se cita y su absoluta precisión causan escalofríos. Por dos razones:

En primer lugar, se trata de una hipótesis verificada: un hecho incontestable. Verificada por el enorme experimento que ha supuesto dejar, a sabiendas, que se cumpla. Experimentar con el propio planeta no es precisamente cumplir aquel dicho de que "los experimentos, con gaseosa".

En segundo lugar, la ocultación consciente por parte de las empresas de la energía y la complicidad de los gobiernos norteamericanos constituyen, además de un inmenso crimen, la prueba palpable de que el capital, en su ansia de beneficios (su respiración, sin la cual muere) y sus servidores políticos son capaces de todo. Menos de suicidarse.





Un informe desvela que la mayor petrolera del mundo ya predijo hace décadas la magnitud que alcanzaría el calentamiento global en la actualidad. La concentración de dióxido de carbono y la temperatura son exactamente las que predijeron


El calentamiento global no tiene nada de político y mucho de física. Negar que la temperatura media de la Tierra aumenta como consecuencia de la actividad humana sería lo mismo que rechazar la Ley de la Gravedad. Y todo el mundo sabe lo que ocurre cuando se lanza un objeto al aire, que caerá de nuevo por una fuerza de atracción.

Los efectos que produce el dióxido de carbono en la atmósfera son bien conocidos desde hace mucho tiempo. La historia del cambio climático actual se remonta a finales del siglo XIX, cuando un científico sueco, Svante Arrhenius, descubrió los efectos de enfriamiento o calentamiento que producen los gases de efecto invernadero. Calculó que con la mitad de CO2 se obtendría una glaciación y duplicando el valor la Tierra se calentaría cinco grados. Desde entonces la ciencia ha ido progresando en su entendimiento sobre las causas y las consecuencias.

Durante los años 80 ya existía un conocimiento con una precisión de cirujano. Los climatólogos lanzaron el aviso: la quema de combustibles fósiles, carbón y petróleo está calentando la atmósfera. En 1985 la mayor petrolera del mundo, la estadounidense Exxon encargó un informe para conocer el alcance de la actividad de la industria. El documento, filtrado recientemente por Inside Climate News, informaba con una exactitud que sorprende sobre la evolución de la concentración de dióxido de carbono y la temperatura media durante los venideros años.

El estudio de Exxon estimaba que en el año 2019 la presencia de CO2 alcanzaría las 415 ppm (partes por millón) y que el aumento de la temperatura media global rondaría el grado centígrado. La semana pasada los principales observatorios del mundo que registran el CO2, situados en la montaña Mauna Loa, en Hawái, y el Izaña, en el Teide de Tenerife, registraron por primera vez desde hace tres millones de años la cifra de 415 ppm, tal y como había pronosticado la petrolera.

Por entonces, Exxon y otras muchas compañías petroleras invertían en investigación y conocían perfectamente el origen y las consecuencias devastadoras de su negocio. Aún así, decidieron no actuar. Lo que sí hicieron fue crear un lobby para desacreditar a la comunidad científica, que se acentuó da partir de la crisis de los precios en el 1987. La industria tuvo que ahorrar gastos y lo primero que suprimió fue la inversión en ciencia. Desde ese momento y hasta hoy, el negocio del petróleo se ha dedicado a inocular la duda en la sociedad estadounidense sobre el origen antropogénico del calentamiento global. Y mal no les ha ido. Estados Unidos es el país más escéptico del mundo.

viernes, 17 de mayo de 2019

Clase social


Antonio Olivé, en Marx desde cero, toma de la revista Nous Horitzons un artículo cuyo mayor interés es la reivindicación del concepto de clase social, concepto "viejuno" según algunos "modernos". La idea fundamental es considerar que las clases no son entidades cristalizadas en un momento histórico dado, sino realidades cambiantes en función de los cambios del modo de producción capitalista.

Se llamó "clase obrera" especialmente al proletariado de la industria fabril, y este fue en buena parte cooptado (en los países centrales, especialmente) por una socialdemocracia colaboracionista con el capital en tiempos de la guerra fría, de modo que en buena medida pasó a sentirse integrado en una heterogénea "clase media". Paradójicamente, se tildó de "reduccionista" el análisis de clase, cuando se sustituía por la tremenda reducción de hablar sin más de clases "alta, media y baja".

La ralentización y progresivo agotamiento de la maquinaria productivista y los cambios tecnológicos han trastornado esta simplificación interesada de la estructura social. Pero las transformaciones sociales dan nueva visibilidad a las clases explotadas, ampliadas ahora con nuevas categorías en las sociedades desarrolladas.

Sobre este punto llama la atención el artículo:
Durante mucho tiempo las clases se han definido según la ocupación laboral (...). El hecho de que las instituciones oficiales de estadística [...] utilicen todavía un concepto ocupacional de clase permite ver lo asentado que está dicho concepto. Pero este concepto ocupacional es, como hemos visto, una herramienta desafilada para explicar las relaciones de clase. Como también lo es para lidiar con realidades tan cotidianas como son los trabajos que no cabe catalogar como empleos [...], o como pueden ser las personas jubiladas o desempleadas. ¿Acaso no se ven igualmente afectadas por las relaciones desiguales de poder y distribución?

Copio aquí su parte final. El viejo de las barbas no se inventó la lucha de clases. Existe y existió, antes y después de él.



Julio Martínez-Cava
“Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas”
(Marx, Carta a Joseph Weydemeyer, 5 de marzo de 1852)

(…)

Fue una triste paradoja que en los años en los que las fuerzas capitalistas acumularon más capital y poder se declarase muerta la lucha de clases. En esta historia merecen una especial mención los grandes partidos socialdemócratas, que después de su integración subordinada en el sistema político de posguerra se habían lanzado a procesos de transformación profunda y desnaturalizadora que los volvieron casi irreconocibles, especialmente por su abandono de las políticas de clase y su adopción de las llamadas identity politics [...]. Justo cuando los gobiernos impulsados por la doctrina neoliberal están llevando a cabo una guerra abierta contra las clases populares sin especial disimulo, los conceptos despolitizados y estáticos de clase no deberían gozar de mucho crédito.

La crisis de 2008 ha hecho que el asunto recupere la claridad de antaño: en las sociedades capitalistas el poder no está distribuido equitativamente por muchas razones. Una de ellas, básica, es que en el plano de la producción los capitalistas no sólo se apropian privadamente de lo producido en común, también deciden a quién contratan, qué le pagan, cuántas horas trabaja y a qué ritmo, etc. Otra, fundamental, es que los capitalistas concentran gran parte del poder político, en la medida en que históricamente han conformado a las clases políticas dominantes a través de prácticas como la financiación de los partidos políticos, del lobby, del soborno, etc. Las élites en el poder concentran tan brutalmente el poder y la riqueza que son capaces de disputar con éxito a los poderes públicos la capacidad para definir el bien común. Marx captó a la perfección y teorizó esa centralidad política de las relaciones de clase y del entramado jurídico-político que la sustentaba –especialmente en sus escritos históricos y periodísticos, y en su vida como militante del movimiento obrero internacionalista [...].

Pero si la riqueza de los capitalistas es su fuente de poder, también es su talón de Aquiles. Para poder conseguirla, necesitan extraerla de un proceso productivo que sólo tiene lugar si los trabajadores concurren diariamente a sus puestos de trabajo o de un proceso parasitario al que los sujetos desposeídos pueden oponer resistencia. En bastantes ocasiones, la izquierda socialista pivotó sus estrategias sobre la siguiente reflexión: en la medida en que una de las principales fuentes de enriquecimiento del capitalista dependía de la “colaboración” del trabajador, este hecho colocaba a los trabajadores en un lugar estratégico clave: si se paraliza la producción, los beneficios se evaporan [...]. Pero esto no implica que el lugar de la producción sea a priori el principal escenario para confrontar al capitalismo (aunque pueda seguir siendo uno de los campos de batalla claves [...]). Hay, sin embargo, un elemento que sobrevive de esta reflexión clásica sobre la centralidad del entorno productivo: cualquier movimiento progresista que busque triunfar en una sociedad capitalista tiene que resolver de alguna manera el cómo drenar la fuente de beneficios del capital que es a su vez la principal fuente de su poder político [...]. La New Left británica fue consciente de esto, y trató combatir una noción reduccionista de clase al mismo tiempo que mantenía la tensión del dilema. Thompson, por ejemplo, escribió en 1959:
No tenemos un antagonismo básico en el lugar de trabajo, ni una serie de antagonismos remotos o mitigados en la superestructura social o ideológica, que son, de alguna manera, menos reales. Tenemos una sociedad dividida en clases, en la cual los conflictos de interés y los problemas entre ideas capitalistas e ideas socialistas, valores e instituciones se dan a lo largo de toda la línea. Se encuentran tanto en los servicios de salud, como en los espacios comunes, y aún –en raras ocasiones– en las pantallas televisivas o en el Parlamento, así como en los centros comerciales. [...]
A pesar de manejarse con conceptos estáticos e identitarios de clase, planteamientos como el de Laclau tienen un punto de interés fundamental. No se trata de ideas que provengan del vacío, tienen un punto de verdad en la medida en que señala el ocaso de cierta figura social como principal agente transformador. Laclau partía de una imagen falsa pero recurrente, deudora del trabajador de la Segunda Revolución Industrial: a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, eran los trabajadores industriales –hombres en trabajos mayoritariamente manuales y organizados en torno a sindicatos y partidos de clase– los que solían llevar la iniciativa de las luchas anticapitalistas. Pero la cooptación y anulación de esa vieja clase obrera industrial durante la Guerra Fría, y la emergencia de nuevos sujetos políticos decisivos en el panorama internacional (especialmente las luchas por la descolonización) hicieron temblar ese paradigma. Posteriormente, la erosión del empleo industrial por la externalización, la automatización y el arbitraje salarial han supuesto el fin de esa figura como principal agente transformador [...]. ¿Supone esto también el fin de la centralidad de la clase? Una implicación evidente de la definición de clase que manejamos aquí es que no se debe confundir la división social del trabajo (que coloca a los individuos en situaciones de clase diferenciadas) con la división técnica del trabajo (la que exigen los requisitos de la producción). Y, por tanto, que los cambios en la estructura ocupacional como el que mencionábamos anteriormente no implican la desaparición de las relaciones de clase, sino lisa y llanamente su mutación. Ni el capitalismo en sus primeros años fue contestado por una clase industrial ya formada –más bien fueron asociaciones muy heterogéneas lideradas sobre todo por artesanos autodidactas herederos de los movimientos populares de la Revolución Francesa [...]– ni las nuevas formas que adoptan las clases sociales han asistido a la desaparición del capitalismo, sino más bien a su expansión sin límites y a su voracidad depredadora. ¿Quién podrá hacer frente hoy a la Bestia?

Comprender las clases en el siglo XXI

Durante mucho tiempo las clases se han definido según la ocupación laboral (algunas de las razones de por qué fue así ya han sido señaladas, una explicación más completa requeriría un análisis más largo y tedioso del que podemos ofrecer aquí). El hecho de que las instituciones oficiales de estadística [...] utilicen todavía un concepto ocupacional de clase permite ver lo asentado que está dicho concepto. Pero este concepto ocupacional es, como hemos visto, una herramienta desafilada para explicar las relaciones de clase. Como también lo es para lidiar con realidades tan cotidianas como son los trabajos que no cabe catalogar como empleos [...], o como pueden ser las personas jubiladas o desempleadas. ¿Acaso no se ven igualmente afectadas por las relaciones desiguales de poder y distribución?.

Un estudio reciente del equipo de investigación dirigido por el sociólogo e historiador británico Mike Savage [...], considerando una multitud de variables y con una muestra estadística de un tamaño cuanto menos asombroso, analizó la configuración actual de las clases sociales en el Reino Unido [...]. Savage nos muestra cómo la sociedad británica ha quedado dividida en siete grandes grupos que, por economía expositiva, podemos agrupar en tres: en la cima encontramos una élite en el poder, los que se han beneficiado del comercio globalizado y de las redes financieras y profesionales del capitalismo financiarizado, que acumula las mayores concentraciones de riqueza (especialmente en bienes raíces). En el escalafón más bajo, por el contrario, aparece un precariado desprovisto de seguridad en los ingresos y sin propiedades, afectados por la desindustrialización y las diferentes formas de proletarización y precarización (trabajos pobres, desempleo, condicionalidad de las ayudas sociales que estigmatizan, etc.) [...]. Finalmente, los estratos intermedios, que muestran complejos patrones de agrupación, y que en ningún caso pueden simplificarse apelando a una más o menos homogénea “clase media”. La movilidad prácticamente no existe para la élite, que se reproduce con facilidad, y para el precariado, incapaz de salir de su miseria; mientras que puede encontrarse con facilidad entre los estratos intermedios, si bien fuertemente condicionada y, en cierto sentido, proporcional a los recursos acumulados.

Uno de los principales hallazgos del equipo de Savage es que ni la renta se explica ya principalmente por la ocupación que tengamos, ni los empleos pueden dar cuenta de las enormes desigualdades en la riqueza (ahorros, activos, deudas) que han polarizado las sociedades, y que son ahora los principales determinantes de clase [...]. Entre los bienes que conforman esa riqueza, la vivienda ha pasado a ocupar un lugar central (como principal coste de vida y como fuente de acumulación de capital); lo cual implica una espacialización de la desigualdad (porque los valores de las viviendas no dependen sólo de su tamaño y su estado, también del estado del vecindario en el que se ubican); y acentúa su dimensión generacional (porque la riqueza sólo se acumula en períodos largos de tiempo). Los resultados de Savage están en plena concordancia con los estudios del economista francés Thomas Piketty o del norteamericano Michael Hudson, que explican las formas rentistas de enriquecimiento de esa súper-élite financiera.

Sin lugar a dudas la financiarización ha reestructurado las relaciones de clase, permitiendo el ascenso de ciertos grupos sociales a costa de otros, o incluso inflando la posición social por el acceso al crédito para después sumergir a los individuos en el sobrendeudamiento y la pobreza. La financiarización ha desplazado muchos conflictos al terreno de la dominación financiera: el pago de la deuda soberana, los ataques especulativos de las grandes finanzas sobre países considerados “peligrosos”, el conflictos en torno a las hipotecas no pagadas o las operaciones rentistas en el mercado del alquiler –los hiper-inflados mercados inmobiliarios pueden ser algunos ejemplos de ello. Es por esto que el estudio de la financiarización permite comprender las transformaciones en las fronteras de clase, e inversamente, el análisis de clase pone luz sobre los mecanismos que operan en los procesos de financiarización [...].

Conclusión

Las fuerzas democráticas han confiado durante mucho tiempo en una apelación a las clases explotadas definidas según su ocupación laboral, porque durante décadas este esquema parecía funcionar más o menos bien (no sin invisibilizar y postergar injustamente a otros sujetos oprimidos). Desde el declive del trabajador industrial como actor protagonista, y al calor de las grandes luchas que abrió el final del pacto social de posguerra, se ha confiado en apelar a la pluralidad y heterogeneidad de la sociedad civil, acusando de “reduccionista” a todo aquel que hablase de clases sociales. Hoy en día, no se producen alineamientos políticos tan claros según las ocupaciones, y la descarnada crudeza que hemos conocido tras la crisis de 2008 ha mostrado los límites de los enfoques desclasados.

El reto para las fuerzas democráticas del siglo XXI es hacer frente al rentismo financiero y su voracidad mercantilizadora. Pero su éxito seguirá dependiendo de cómo sepan despertar las energías dormidas y movilizar las aspiraciones y deseos de las personas que viven diariamente la compulsividad de unas relaciones de clase que bloquean sus capacidades creativas. Para esa lucha es necesario actualizar los análisis de clase, evitando los errores del pasado y visibilizando todos mecanismos de explotación y las fuentes de injusticia social por más sutiles que estas sean, un análisis que recoja la realidad histórica cambiante en todas sus dimensiones (que aborde la centralidad de la riqueza como principal determinante de clase y que proponga como sujeto transformador a los afectados por las múltiples dinámicas desposeedoras del capitalismo [...]), en suma, que pueda servir como una topografía social para orientarse políticamente. En esa tarea, el pensamiento de Karl Marx sigue siendo uno de nuestros mejores aliados.

martes, 14 de mayo de 2019

Adam Smith & Karl Marx

La inspiración de la obra económica de Marx se encuentra en textos de Adam Smith, hasta el punto de que cuando escribió los manuscritos de 1844 sobre economía y filosofía comenzó partiendo de las tres "fuentes de riqueza" señaladas por este autor: trabajo, capital y renta del suelo. Incluso comenzó subdividiendo las páginas del primer manuscrito en tres columnas, con la idea de tratarlas en paralelo.

Esta selección de textos que hizo Eric Toussaint demuestra que Adam Smith está más cerca de Karl Marx que de los neoliberales que actualmente lo ensalzan. Siempre aluden a "la mano invisible" del mercado que regula milagrosamente la economía. Pero solo tres veces aparece esta metáfora en la obra de Smith. En cambio, está mucho más presente la idea de la lucha de clases. Elementos esenciales en su pensamiento, más que la famosa mano, son sistemáticamente pasados por alto por el pensamiento económico dominante.

Claro que hay una diferencia fundamental entre Adam Smith y Karl Marx: el primero, si bien era consciente de la explotación del obrero por el patrono, apoyaba a los patronos mientras que el segundo estaba por la emancipación de los obreros.

Lo que Smith declaraba abiertamente es ocultado por la pudibundez hipócrita de nuestros economistas oficiales.

Sigue la clara exposición del problema por parte de ambos autores:




















Dice Adam Smith:

«Por lo general, el trabajador de la manufactura añade, al valor de los materiales sobre los que trabaja, el de su propio mantenimiento y el beneficio de su patrono.»

«Aunque el patrono adelante los salarios a los trabajadores, en realidad éstos no le cuestan nada, ya que el valor de tales salarios se repone junto con el beneficio en el mayor valor del objeto trabajado.»

«Los salarios corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos, los segundos para rebajarlos.

»No es difícil, sin embargo, prever cuál de las partes vencerá en la disputa y forzará a la otra a aceptar sus condiciones. Los patronos, al ser menos en número, pueden unirse fácilmente; y además la ley lo autoriza, o al menos no lo prohíbe, mientras que prohíbe las uniones de los trabajadores. No tenemos leyes parlamentarias contra la asociación para rebajar los salarios; pero tenemos muchas contra las uniones tendentes a aumentarlos. Además, en tales confrontaciones los patronos pueden resistir durante mucho más tiempo. Un terrateniente, un colono, un comerciante o un fabricante pueden, normalmente, vivir un año o dos con los capitales que ya han adquirido, y sin tener que emplear a ningún trabajador. En cambio, muchos trabajadores no podrían subsistir una semana, unos pocos podrían hacerlo durante un mes, y un número escaso de ellos podría vivir durante un año sin empleo. A largo plazo, el trabajador es tan necesario para el patrono como éste lo es para él, pero la necesidad del patrono no es tan inmediata.

»Se suele decir que la unión de los patronos es muy rara y que la de los trabajadores es muy frecuente. Pero los que, de acuerdo con estos dichos, piensen que los patronos raramente se unen, son tan ignorantes de lo que pasa en el mundo como de este asunto. Los patronos están siempre y en todas partes en una especie de acuerdo tácito, pero constante y uniforme, para no elevar los salarios por encima de su nivel actual. La violación de dicho acuerdo es, en todas partes, impopular, y somete a quien así procede al reproche de sus vecinos e iguales. De hecho, oímos poco de estas uniones porque es lo normal, incluso se puede decir que es el estado natural de cosas de las que nunca se oye hablar. Los patronos constituyen, a veces, incluso uniones específicas para reducir los salarios por debajo de aquel nivel. Estos acuerdos se llevan a cabo siempre con el más absoluto silencio y secreto hasta que se ejecutan, y nunca se hacen públicos cuando los trabajadores se someten, como a veces ocurre, sin resistencia. No obstante, estas uniones se encuentran a menudo frente a uniones defensivas de los trabajadores, quienes en ocasiones, sin existir siquiera una provocación de este tipo, se unen para elevar los salarios. Las razones que esgrimen estriban a veces en el alto precio de los bienes de subsistencia y, a veces, en los grandes beneficios que los patronos sacan de su trabajo. Ahora bien, sean sus uniones defensivas u ofensivas, se suele hablar mucho de ellas. Para precipitar una solución recurren siempre a grandes alborotos y a veces a la violencia y a los atropellos más sorprendentes. Están desesperados y proceden con el frenesí propio del hombre en ese estado, cuya alternativa es morirse de hambre o forzar a sus patronos a que, por miedo, cumplan sus exigencias. En estas ocasiones los patronos reclaman tanto como ellos y exigen la ayuda de los magistrados civiles y el cumplimiento riguroso de las leyes establecidas con tanta severidad contra la asociación de sirvientes, trabajadores y jornaleros.»

«El único motivo que mueve al poseedor de cualquier capital a emplearlo en la agricultura, en la manufactura, o en alguna rama del comercio mayorista o detallista, es la consideración a su propio beneficio particular. Las diferentes cantidades de trabajo productivo que puede poner en movimiento y los diferentes valores que puede añadir al producto anual de la tierra y trabajo de la sociedad, según se emplee de una u otra forma, nunca entran en sus pensamientos.»

«Todo el producto anual de la tierra y el trabajo de cualquier país o, lo que viene a ser lo mismo, el precio conjunto de dicho producto anual, se divide de un modo natural, como ya se ha dicho, en tres partes: la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital, constituyendo, por tanto, la renta de tres clases de la sociedad: la que vive de la renta, la que vive de los salarios y la que vive de los beneficios. Estas son las tres grandes clases originarias y principales de toda sociedad civilizada, de cuyas rentas se deriva, en última instancia, la de cualquier otra clase. [...]»

[Hablando de la clase de los rentistas, o sea, de los terratenientes]: «Es la única de las tres clases, que percibe su renta sin que le cueste trabajo ni desvelos, sino que la percibe de una manera en cierto modo espontánea, independientemente de cualquier plan o proyecto propio para adquirirla. Esa indolencia, consecuencia natural de una situación tan cómoda y segura, no sólo convierte [a los miembros de esta clase] a menudo en ignorantes, si no en incapaces para la meditación necesaria para prever y comprender los efectos de cualquier reglamentación pública.

»El interés de la segunda clase, la que vive de los salarios, está tan vinculado con el interés general de la sociedad como el de la primera. [...] Sin embargo, aun cuando el interés del trabajador está íntimamente vinculado al de la sociedad, es incapaz de comprender ese interés o de relacionarlo con el propio. Su condición no le deja tiempo suficiente para recibir la información necesaria, y su educación y sus hábitos son tales que le incapacitan para opinar, aun en el caso de estar totalmente informado. Por ello, en las cuestiones públicas su opinión no se escucha ni considera, excepto en las ocasiones en que los patronos fomentan, apoyan o promueven sus reclamaciones, no por defender los intereses del trabajador, sino los suyos propios.

»La tercera clase la constituyen los patronos, o sea, los que viven de beneficios. El capital empleado con intención de obtener beneficios pone en movimiento la mayor parte del trabajo útil en cualquier sociedad. Los planes y proyectos de aquellos que emplean el capital regulan y dirigen las operaciones más importantes del trabajo, siendo el beneficio el fin perseguido con todos aquellos planes y proyectos. [...] Dentro de esta clase, los comerciantes y fabricantes son las dos categorías de personas que habitualmente emplean los mayores capitales, y que con su riqueza atraen la mayor parte de la consideración de los poderes públicos hacia sí. Como durante toda su vida están ocupados en hacer planes y proyectos, frecuentemente tienen mayor agudeza y talento que la mayor parte de los terratenientes. [...] Los intereses de los comerciantes que trafican en ciertos ramos del comercio o de las manufacturas siempre son distintos de los generales, y muchas veces totalmente opuestos. El interés del comerciante consiste siempre en ampliar el mercado y reducir la competencia. La ampliación del mercado suele coincidir con el interés público, pero la reducción de la competencia siempre está en contra de dicho interés, y sólo sirve para que los comerciantes, al elevar los beneficios por encima de su nivel natural, impongan, en beneficio propio, una contribución absurda sobre el resto de los ciudadanos. Cualquier propuesta de una nueva ley o reglamentación del comercio que provenga de esta clase deberá analizarse siempre con gran precaución, y nunca deberá adoptarse sino después de un largo y cuidadoso examen, efectuado no sólo con la atención más escrupulosa sino con total desconfianza, pues viene de una clase de gente cuyos intereses no suelen coincidir exactamente con los de la comunidad y que tienden a defraudarla y a oprimirla, como ha demostrado la experiencia en muchas ocasiones.»

«Nuestros comerciantes se quejan con frecuencia de los altos salarios del trabajo británico como la causa de que sus manufacturas no se vendan tan baratas en los mercados foráneos, pero no dicen nada de los altos beneficios del capital. Se quejan de las generosas ganancias de otra gente, pero no dicen nada de las propias. No obstante, los altos beneficios del capital británico pueden contribuir a elevar el precio de las manufacturas británicas, tanto, y en algunos casos quizá más, que los altos salarios del trabajo.»


Y esto dice Marx:

Preámbulo de los estatutos de la Asociación Internacional de Trabajadores

«Considerando:

Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos;

Que la lucha por la emancipación no ha de tender a constituir nuevos privilegios y monopolios, sino a establecer para todos los mismos derechos y los mismos deberes; y a la abolición de todos los regímenes de clase;

Que el sometimiento del trabajador a los que monopolizan los medios de trabajo —o sea, la fuente de la vida— es la causa fundamental de la servidumbre en todas sus formas: miseria social, degradación intelectual y dependencia política;

Que por lo mismo la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo al que debe subordinarse todo movimiento político;

Que todos los esfuerzos hechos hasta ahora han fracasado por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes profesiones en cada país, y por la ausencia de una unión fraternal entre los trabajadores de diversas regiones;

Que la emancipación de los trabajadores no es un problema local o nacional, sino que, al contrario, es un problema social, que afecta a todos los países donde exista una sociedad moderna; estando necesariamente subordinada su solución al concurso teórico y práctico de los países más avanzados;

Que el movimiento que resurge entre los obreros de los países más industriosos de Europa, al engendrar nuevas esperanzas, advierte solemnemente que no se incurra de nuevo en antiguos errores, y llama a la coordinación de todos los movimientos hasta ahora aislados;

Por estas razones,

se funda la Asociación Internacional de Trabajadores.

Y declara:

Que todas las sociedades y todos los individuos que se adhieran a ella reconocerán como la base de su conducta hacia todos los hombres, sin distinción de color, creencia o nacionalidad, la Verdad, la Justicia y la Moral,.

Y por lo tanto, ningún derecho sin deberes, ningún deber sin derechos.»


sábado, 11 de mayo de 2019

Geografía horizontal e Historia vertical

En el mapa físico de España que estamos acostumbrados a ver se hace difícil prescindir del corte que supone la frontera portuguesa. Los ríos que nos resultan familiares nos abandonan y se pierden en tierras mal conocidas, como si la raya tuviera existencia física más allá de las abandonadas aduanas. Es la fuerza de los mapas sobre nuestra conciencia del territorio. Los Estados (España y Portugal) alteran nuestra percepción de la península (Iberia).




Vemos la meseta central aislada del mar. Por el norte, el sur y el este, cadenas montañosas la limitan. Y no nos planteamos siquiera con cuanta suavidad desciende hacia el oeste. Los ríos no lo saben y bajan plácidamente hacia el Atlántico.

Incluso en este otro mapa, que omite la línea fronteriza, la imagen oficial y la memoria conceptual nos la impone.













El mapa político enmascara y escamotea al físico en nuestras cabezas.

Seguimos e
l curso de un río fronterizo. Por una de las orillas permanecemos en el mismo país. Por la otra, de pronto, nos sentimos en tierra extraña.


Los Estados modernos, al consolidarse, han deslindado rígidamente sus territorios. No siempre fue así, y no en todos los campos lo han logrado por completo.

En este sentido fue muy ilustrativa la conferencia de Francisco Rodríguez Sánchez en la reciente Semana de Filosofía sobre "el mundo gallego-portugués medieval: dos reinos y una frontera inexistente". Los dominios feudales, sus imprecisas y cambiantes relaciones con las diócesis cristianas y las dinastías reales fueron convirtiendo lo que fue un único pueblo en dos entidades separadas, formando parte de reinos cada vez más definidos, pero no por ello menos casuales.

La historia creó una realidad de norte a sur que cruzó y enmascaró las realidades  geográficas de este a oeste. Revelando, una vez más, la tendencia de los Estados a convertirse en naciones, pocas veces coincidente con la de las naciones a cristalizar en Estados.

L
a conquista, saltando las cordilleras que discurren de este a oeste como fronteras naturales, creó tres grandes entidades, Portugal, Castilla y Aragón. El primero resistió la unificación. Galicia, separada de su primera identidad  por el azar de las políticas dinásticas, ya se ha diferenciado demasiado para volver a ser galaicoportuguesa. Las divisiones políticas, aunque condicionadas por la geografía, se le imponen, creando las identidades que hemos aprendido. De ahí la importancia de los mapas como referencia ideológica de las patrias.

Patrias casi siempre conflictivas, cambiantes como las fuerzas en presencia. Identidades que los Estados quieren consolidar, y a menudo lo logran, imponiendo lenguas y banderas. Como dijo Nebrija, "siempre fue la lengua compañera del imperio". Lengua "oficial" que reduce todas las variantes a formas defectuosas de hablar.

Así que la visión actual de la frontera cristalizada históricamente dista mucho de la cambiante e incierta del pasado. Si Portugal ha consolidado en gran medida el ideal de ser un Estado-nación, en España la situación es más compleja, aunque el paso del tiempo y las políticas institucionales tiendan a homogeneizar la situación.

En esta conferencia se pone de manifiesto lo erróneo de trasladar a tiempos pasados el pensamiento de hoy, creando artificialmente "esencias patrias" que hace unos siglos nadie podía siquiera imaginar. Estas es la tesis que sostiene:


El mundo gallego-portugués medieval: dos reinos y una frontera inexistente

El análisis a desarrollar tiene como objetivo evidenciar hasta qué punto la existencia del Estado español y del Estado portugués actuales contaminan y determinan la visión de la historiografía académica sobre el pasado medieval en el relativo a la relación Galicia/Portugal. Esta retroproyección de la realidad actual sobre el pasado esconde que entonces, aun existiendo dos reinos, había una unidad gallego-portuguesa que se sentía como tal, en el aspecto social, en el cultural y en el lingüístico, e incluso en la forma de entender el futuro por parte de las clases dirigentes. Haciendo una indagación basada en los hechos, en las relaciones y en los comportamientos, comprobaremos hasta qué punto no se puede hablar de frontera en el sentido actual del termino, y menos de frontera estable o fijada con criterios de soberanía política nacional entre Galicia y Portugal en la Edad Media. Detectaremos como, incluso después de la independencia del reino de Portugal, existe una clase dirigente común a ambos reinos con una estrategia política galegoportuguesa. De esta manera llegaremos a comprobar como su familiaridad e identificación respecto a Portugal era mucho mayor que con León y con Castilla, aunque el poder monárquico del que dependía el reino de Galicia fuera el que regía en estos dos últimos reinos también. Además, explicaremos como afectó la que se viene conociendo como crisis bajo medieval, representada en el contexto europeo por la conocida como Guerra de los Cien Años, para destruir esta ósmosis y comunidad gallego-portuguesa, con el inicio de la construcción de una frontera fija, estable e indicativa de la existencia de dos Estados, en uno de los cuales, el español, quedaba Galicia subordinada. Para acabar se harán algunas cavilaciones y conclusiones sobre la diferencia Estado/Nación, la división de la Galicia histórica en dos, sus repercusións negativas y cual fue su causalidad. También contrastaremos el pasado con el presente para indagar de donde vienen los impedimentos para que, desapareciendo en apariencia las fronteras entre los Estados de la UE, Galicia y Portugal vivan hoy mucho más de espaldas que en la etapa medieval en todos los aspectos.



 
Esta otra conferencia aborda la frontera desde la misma frontera. Los habitantes inmediatos no la perciben como separación del mismo modo que los más distantes. para ellos es más una relación entre territorios próximos y gentes cercanas.

La diferente percepción que los núcleos y las periferias tienen de la frontera, especialmente las periferias marginales, es motivo de análisis en esta otra charla:

Límites y fronteras: pensar el territorio desde los márgenes

Desde la publicación, en 1897, de la famosa Geografía Política de Friedrich Ratzel, considerado habitualmente cómo uno de los padres de la geopolítica y de la geografía política contemporáneas-, la frontera convencional apareció una y otra vez en todos los manuales y tratados de esta subdisciplina geográfica. Se trata, sin duda, de un fenómeno de carácter geopolítico de enorme importancia que, de nuevo y para nuestra sorpresa, vuelve a marcar la agenda política de este mundo globalizado y a la vez polarizado en el que nos tocó vivir. Con todo, la conferencia no sólo se refiere al auge inesperado de esta frontera geopolítica de todos conocida, sino que reflexionará alrededor de la idea más amplia de límite territorial, es decir el perímetro, la franja que delimita y a la vez actúa de punto de contacto entre dos -o más- entidades geográficas diferenciadas. La frontera geopolítica es una más de estas delimitaciones territoriales, quizá a más conocida y lacerante, pero no la única. He ahí una tradición mucho más antigua aunque la anterior, que se remonta a los primeros geógrafos griegos, hay ya bastante más de dos milenios. Una tradición riquísima, sin duda, pero que condicionó históricamente y culturalmente nuestra mirada sobre el territorio, siempre focalizada en el corazón de los espacios conformados por límites a menudo arbitrarios; una mirada atenta la como era el núcleo de las regiones que previamente delimitáramos sobre un mapa, pero que obvió lo que sucedía en los límites, en los umbrales, en las fronteras, siempre híbridas, mestizas, heterogéneas y, justo a cuyo objeto, escurridizas. Definitivamente, llegó la hora de pensar el territorio desde los márgenes.