lunes, 30 de junio de 2014

Puede pensar

¡Ah, el factor humano...!

Un exempleado de la NSA decide seguir los pasos de Snowden


El exempleado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) Thomas Drake revelará datos mantenidos en secreto hasta ahora sobre el espionaje a los ciudadanos alemanes por parte de la inteligencia estadounidense.

Drake dará a conocer "información específica" sobre la cooperación entre la NSA y el servicio de inteligencia alemán el próximo jueves en Berlín ante un comité especial del Bundestag (Parlamento alemán), señala el diario 'Weltam Sonntag'.

Drake, de 57 años, habló con el rotativo acerca de las escuchas sobre el teléfono móvil de la canciller Angela Merkel y afirmó que no había necesidad de que los servicios secretos estadounidenses se involucrasen directamente en dichas intercepciones.

Asimismo, el especialista en software señaló al rotativo que la cooperación en asuntos de inteligencia a menudo tiene prioridad sobre otros asuntos y puede llegar a anular las restricciones impuestas por la Constitución.

Según el extécnico de la CIA Edward Snowden, Drake es un testigo clave en la investigación sobre el espionaje de la NSA en Alemania.

Drake trabajó como exalto ejecutivo de la NSA entre 2001 y 2008. Tuvo problemas con la agencia cuando se encontró en minoría en un debate acerca de dos nuevas herramientas para la obtención de datos de inteligencia a partir de fuentes digitales: un programa llamado Trailblazer y otro conocido como ThinThread. En 2010 fue acusado de "retención voluntaria" no autorizada de documentos clasificados. Se enfrentaba a 35 años de prisión por varios cargos, la mayoría de los cuales fueron después retirados. Finalmente, se declaró culpable de un delito menor y fue condenado a un año de libertad condicional y de servicio comunitario.


GENERAL, TU TANQUE ES MÁS FUERTE QUE UN COCHE 
Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.

General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante.
Pero tiene un defecto: 
necesita un piloto. 

General, el hombre es muy útil.

Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.

Poemas y canciones

 

miércoles, 25 de junio de 2014

Un mal ejemplo

Petras viene aquí a decir lo que intuímos otros: los llamados independentistas del este de Ucrania no son especialmente "prorrusos". La Rusia oligárquica prefiere un acuerdo con Occidente que a estas alturas evite simplemente que se extiendan las fronteras de la OTAN. Por eso no tendrá inconveniente en dejarlos en la estacada. 

Un levantamiento popular no conviene a ninguno de los poderes en presencia. Una república con poder del pueblo no agrada a Rusia. Sería un mal ejemplo.



La posición de Vladimir Putin es insoportable, dice que apoya el plan de paz pero el gobernante Poroshenko no tiene ninguna intención de implementar una paz con justicia, sino que quiere imponer la dictadura de Kiev, castigar a los líderes de la resistencia popular. La posición de Putin se entiende porque los oligarcas en Rusia quieren evitar sanciones de los gobiernos occidentales y presionan a Putin a aceptar cualquier propuesta de Poroshenko.

Lo que llaman fuerzas pro rusas, no son pro rusas, en realidad son pro independencia, pro federalistas, pro demócratas. Es una gran mentira llamar a la resistencia democrática del Este de pro rusas, son pro la democracia y contra la represión del ejército masacrador de Poroshenko, apoyado por la OTAN.

martes, 24 de junio de 2014

Los tabúes de "Podemos"


Hace varios días que publiqué una entrada en la que lamentaba el desgaste injusto de las palabras manipuladas por el poder. Unas son demonizadas y proscritas, otras banalizadas y anuladas, diluidas en significados vacuos. Por esta razón un equipo como el de Podemos ha utilizado un lenguaje vago pero cuidadosamente medido, dirigido a pescar en aguas indignadas y confusas, arrancando votos de caladeros dispares y en parte reaccionarios.

Por aquella publicación, algun amigo se me ha enfadado, creyendo tal vez que yo propugno esta táctica y que culpo a la Izquierda de no saber utilizarla.

En realidad se trataba de un análisis, que pretendía ser objetivo, de las razones del éxito de esta nueva formación, que ha logrado captar a esos indignados que en buena parte nunca habrían votado a Izquierda Unida y sus aliados.

Encuentro hoy un artículo que analiza mucho más detenidamente este hecho semántico. Y me convence de que más vale recuperar para los significantes vacíos aquellos significados plenos. ¿Qué fue de aquel término polisémico ("el cambio") del, no menos aquél, el encantador Felipe González?

No sale tampoco bien parada Izquierda Unida en este artículo. Como decía Julio Anguita, las dos almas encontradas de esta formación, heredadas de las del PCE, y antes de los partidos socialistas de la segunda internacional, han lastrado también sus mensajes por demasiado tiempo. Y aún no se ha podido desprender totalmente del lenguaje de Esopo. Pero es cierto que una época marca de algún modo a todos sus contemporáneos.

El mayor problema que plantea Podemos es una disyuntiva: si tiene éxito por su meliflua táctica, que ha ocultado tantas palabras, y con un lenguaje deliberadamente ambiguo presenta tan difusamente sus ideas, no logrará cambiar las mentes de sus votantes. Puede entonces cambiar ella misma o defraudarlos. O ambas cosas.

En cambio, si fracasa, puede arrastrar la esperanza que ha fundado en tanta gente, que volverá al tropo de que "todos los políticos son iguales" y al nihilismo. 

Podemos, aunque lo oculte, es un partido tradicional, o se dirige rápidamente a serlo. Mucho se ha criticado la forma partido, pero es difícil encontrar otra forma de organizar un grupo que haga politica. Eso sí, unos son más democráticos y otros menos.

Podemos tiene muchos tabúes. Pretende ignorar el tabú respetándolo, y pretende tomar posesión del vocabulario sin acabar con su flacidez.

Como en el mundo físico, la misma cantidad de movimiento supone mayor velocidad si la masa es ligera. Un movil liviano a gran velocidad, "como una moto", sufre más cuando choca contra una barrera.

También se puede avanzar menos velozmente, con mayor firmeza.


Rebelión
(...)

Los términos políticos que no utilizamos porque son tabú forman el rastro que deja el poder desnudo que funda un determinado orden social, sirviéndose normalmente de nuestra reacción contra él. Y existen varias vías por las que esas palabras nos gobiernan: nos gobiernan cuando las decimos y cae sobre nosotros el castigo esperado; nos gobiernan también cuando respetamos la prohibición o la quebramos con la boca chica, como el niño que acusa al otro de haber dicho “hijo-de-y-lo-que-sigue” para así decir y no decir “hijo de puta”; nos gobiernan, por último, cuando las empleamos colectivamente en los momentos permitidos, los carnavales de la izquierda (sean debates de televisión o manifestaciones anodinas).

De nuevo cito a Juan Carlos Monedero, que siempre insistía: realmente tienes una idea clara de lo que quieres decir cuando puedes poner un ejemplo. La Guerra Civil y la represión franquista garantizaron que el término “comunista” estuviera proscrito, la Transición convirtió esa prohibición despótica en un tabú, que podía ser quebrado colectivamente por un PCE reducido a folclore mientras que el sistema político, en la práctica, convertía la represión despótica franquista en ley y resucitaba, con fondos de la CIA, el PSOE como buque insignia de la izquierda (tendremos tiempo de volver sobre el palabro). Y ahí comienza el largo desaprendizaje político que a duras penas comenzó a rehacerse, siempre a trompicones, cuando el insigne José María Aznar decidió que España podía declararle la guerra a Irak.

El reflejo verbalizable de los tabúes son los significante vacíos (salió, por fin, Laclau, referente intelectual explícito de los promotores de Podemos). Éstos son palabras que se han desgastado con el uso igual que las monedas y que pueden significar tantas cosas que realmente no significan nada. Son palabras que sirven, básicamente, para que uno diga lo que no quiere decir y crea llegar a un consenso cada vez que se produce una derrota. Los significantes vacíos son útiles políticamente en la medida en que los llenamos, y si no son como un barco de cáscara de nuez que no lleva dulce miel sino, en el mejor de los casos, nada.

Confundir este punto es uno de los grandes errores históricos de la izquierda tardo-franquista (desde 1975 hasta ahora) y por eso la Constitución de 1978 está llena de significantes vacíos que el PCE aplaudió con las orejas porque creía ver en ellos una posibilidad de transformación social al mismo tiempo que comulgó con ruedas de molino, a veces sin saberlo, cada vez que la derecha y los poderes fácticos nos colaban una palabra con connotaciones claras. Entre los primeros,Estado social y democrático” (art. 1), “pueblo” (ibid), “nación” (art. 2), “nacionalidad” (ibid), “autonomía” (ibid), “partidos políticos” (art. 6), “derechos fundamentales” (art. 15-29), “derecho al trabajo” (art. 35), “planificación” (art. 38), “vivienda digna y adecuada” (art. 47), etc.; entre los segundos, “Monarquía” (art. 1), “indisoluble unidad” (art. 2), “instrumento fundamental de participación política” (art. 6), “deber de trabajar” (art. 35), “los poderes públicos garantizan y protegen [la economía de libre mercado] y la defensa de la productividad” (art. 38), etc.

Mientras no llenamos de sentido los significantes vacíos, éstos contribuyen a reproducir los tabúes con los que conectan. El caso del término “partido” es muy ilustrativo. Durante el franquismo, y sobre todo a partir del declive de la “familia” falangista, “partido” era un término proscrito, asociado al PCE. En la Transición, sin embargo, se rescata vaciado de contenido para convertirlo en “instrumento fundamental de participación política” y, por esa vía, en aparato del Estado y válvula de control frente al descontento. El PCE no pudo o no quiso oponerse a ese vaciamiento y el término “partido” ha terminado convirtiéndose en tabú, haciendo aquí también que los descontentos asuman como ley los mandatos de la antigua voluntad despótica.

El tabú que recae sobre la palabra es un fetiche y por tanto funciona como una trampa. Igual que el viejo blasfemo de La Vida de Brian, podemos violar las prohibiciones creyéndonos muy radicales y sin evitar que nos lluevan piedras. Frente a eso siempre cabe la opción defendida por el difunto Agustín García Calvo: desprendernos de cada uno de los términos que el poder ha dejado inservibles por unos u otros motivos. Pero esa es una solución para iluminados. La otra vía, potente sin duda, es la de pelear los significados, y decir que democracia no es eso sino esto, donde “esto” puede no ser todavía un significado pero es un sentido acompañado de una práctica.

La justificación de esa estrategia es clara: allí donde hay un tabú o un significante vacío hay sin duda poder, pero el poder no está en el término sino en las relaciones que lo atraviesan. Quienes ocupan una posición privilegiada nos gobiernan con el lenguaje porque temen el significado de ciertas palabras (comunista, por ejemplo) y se benefician de la elasticidad de otras muchas (democracia, pueblo…). Con las primeras, viejas y nuevas, nos inventamos a nosotros mismos. Con las segundas disputamos la hegemonía (salió el término gramsciano, otra muleta teórica confesa de los promotores de Podemos) a quienes la detentan. Al hacerlo estamos, desde luego, rompiendo el tabú, pero de una forma muy peculiar: por una parte, es una ruptura colectiva, y no el absurdo brindis al sol de un viejo blasfemo; por otra, es una ruptura que se sale de los cauces establecidos y disputa los significantes vacíos llenándolos de contenido, diferenciándose por tanto de un estallido de carnaval. En resumen, lo que se hace es ignorar el tabú y tomar posesión del vocabulario.

Es por estos motivos que resulta tan interesante, tan crucial, prestar atención a los tabúes de Podemos, ya que éstos son prueba de que Podemos pretende ignorar el tabú respetándolo, y pretende tomar posesión del vocabulario sin acabar con su flacidez. Podemos tiene muchos tabúes, pero nosotros vamos a centrarnos, en lo que sigue, en los cuatro que consideramos fundamentales.

Primer tabú: “Partido”

Podemos no es un partido, es un método. Podemos no es un partido, es una multitud (primera muleta teórica implícita: Antonio Negri) de círculos ciudadanos. En rigor, Podemos ahora mismo es una nebulosa tras la cual se puede entrever cierta forma definida. Para analizar esa nebulosa debemos asumir que estamos tomando en consideración la información que ellos proporcionan sobre sí mismos, pero lamentablemente puede haber más que aquello que Podemos deja ver: en 1982 Felipe González también se recorrió España en autobús y también daba la impresión de ir con lo puesto. Hecha esa advertencia, lo cierto es que dar un voto de confianza a los promotores de Podemos en lo que se refiere a la transparencia no es suficiente para echar por tierra el análisis que aquí presentamos.

Por lo que sabemos, Podemos es en primer lugar sus promotores, bien organizados y con tareas bien distribuidas, apoyados en una red de contactos de tamaño medio (todos o casi todos se conocen en persona) que hacen el trabajo cotidiano. En segundo lugar, Podemos es un aparato y una base militante modestos (los de Izquierda Anticapitalista), que han sido fagocitados con a saber qué consecuencias negativas (las positivas son el salto de la irrelevancia a la notoriedad, yendo más allá de lo soñado en Francia por el NPA y Besancenot). En tercer lugar, Podemos es sus círculos, más o menos numerosos y más o menos homogéneos, más o menos solapados según el caso al remanente de las asambleas generadas por el 15M (todo depende del municipio y hasta del barrio), a las bases militantes de IA y a las distintas mareas. Por último, Podemos es sus votantes, un millón y pico, robados con más razón al PSOE (y hasta al PP) que a IU, y eso sin duda hay que celebrarlo porque contribuye, con sus múltiples límites, a inclinar la balanza institucional. Ahora bien, decíamos que esta nebulosa en realidad esconde una forma definida, que es sin duda la del partido.

El primer indicio son las primarias cocinadas. No queremos decir que hubiera tongo, sino que no hacía falta. La elección de Pablo Iglesias como cabeza de lista era inevitable, y la inteligente abstención de Juan Carlos Monedero le dejaba de hecho sin el único rival de peso en lo escénico. Además, varios de los candidatos a las primarias gozaban de visibilidad previa dentro de los actos de presentación de la iniciativa y/o formaban parte de la selección propuesta por Pablo. Por último, el propio Pablo Iglesias reconoció en una entrevista con Público, y este ha debido ser uno de sus pocos renuncios, no solamente que conocía en persona a la mayoría de los candidatos que salieron sino además que lo que realmente le sorprendió es ¡que probaran suerte tantas personas!

El segundo indicio es el reciente anuncio de la creación de un equipo técnico que se encargará de sintetizar y elaborar las propuestas presentadas por los círculos de cara a la gran Asamblea Ciudadana que se celebrará en otoño. La carta de Pablo Iglesias dice: (1) que “le han pedido” que presente un equipo; (2) que hay una semana para presentar candidaturas; (3) que el equipo tiene que estar compuesto por 24 personas; (4) que el perfil de esas personas tiene que demostrar fehacientemente su capacidad para asumir la tarea que se enfrenta. Los entusiastas de Podemos aplaudirán el gesto de “democracia interna” y obviarán: (1) que se presenta como técnico un proceso de enorme enjundia política; (2) que la medida de lo que es un grupo fehacientemente capaz de asumir la tarea que hay que enfrentar la da precisamente el extraordinariamente eficaz grupo promotor; (3) que en una semana es imposible formar con seriedad un grupo alternativo de 24 personas, porque si lo hubiera ya se habría puesto a trabajar y, tal vez, otro Podemos hubiera surgido al mismo tiempo; (4) que por todo ello es evidente que hasta los que somos escépticos asumimos que el proyecto sólo puede funcionar como hasta ahora si el grupo promotor sigue allí, legitimado o no (es innecesario y hasta puede que torpe hacerlo así) por unas nuevas primarias. Deducimos de todo ello, al menos de forma provisional, que esto no es más que nada un chulesco desafío a los sectores descontentos de IA que creen, y seguramente se equivocan, que pueden hacerlo mejor.

El tercer indicio deriva del segundo, y es el papel reservado a los círculos por el momento. La idea de los círculos deriva de un excelente diagnóstico del límite de las asambleas: se genera mucha información, muchas ideas muy buenas, y no hay quien elabore todo ese flujo y, sobre todo, le dé un objetivo. Además hay mucha gente, demasiada, y la “muestra” de los sectores movilizados que proporcionan las asambleas es mucho más grande de lo necesario si de lo que se trata es de captar las mejores ideas gestadas en estos años de aprendizaje político y, al mismo tiempo, de ver hasta dónde puede llegar el leninismo flácido de los promotores. Los trescientos círculos son un excelente primer filtro natural que, por ejemplo, ha contribuido a dar forma al programa y también a medir la potencial reacción negativa, por parte de los votantes de Podemos ajenos a los círculos, al intento de dar a Jorge Verstrynge un papel visible. En suma, Podemos articula de forma notablemente eficaz la multitud de los círculos como un general intellect y es, para entendernos, la expresión práctica más acertada de las ideas políticas de ese Antonio Negri que decidió, y perdonen la expresión, pasarse a Marx por la piedra (estaba en su derecho, por supuesto).

Si, hasta donde sabemos, los círculos y las bases de IA con su aparato precario hacen el trabajo militante, la financiación deriva del crowdfunding (derivaba, porque ahora reciben dinero público y están financieramente atrapados por el Estado, como toda organización integrante del sistema de partidos), y hay una cúpula que tiene que asumir la tarea crucial de elaborar y sintetizar ese trabajo, ¿qué es lo que diferencia exactamente a Podemos de un partido? Alguien nos dirá que la ausencia de aparato, y responderemos que precisamente eso es lo que va a cambiar desde ahora hasta las elecciones autonómicas, ya que ese equipo técnico diseñado por los promotores de Podemos y refrendado por las primarias tiene que asumir la tarea de dar forma a los elementos esenciales de un esquema orgánico capaz de garantizar a nivel local y autonómico que las primarias sean tan vistosas, legitimadoras e inofensivas como en el caso de las elecciones europeas. Para entendernos: tendrán que garantizar (es lógico que así sea) que no se cuele nadie que no es bienvenido, es decir, nadie que no esté dispuesto a trabajar ciegamente en la dirección en la que diga el grupo promotor.

Podemos no emplea el término partido porque es un significante vacío que ha adquirido, en el régimen de la Transición, un significado aborrecible. Podemos no emplea el término partido, pero tampoco llena realmente de contenido “ciudadano”, ni “círculo”, ni siquiera “método de participación”. Podemos conseguirá demostrar que es posible hacer elecciones primarias abiertas sin poner realmente en peligro la estructura de poder de un partido si se tiene una buena estrategia de comunicación y los medios para llevarla a cabo (y la televisión juega un papel crucial). Esto no contribuirá a democratizar el espacio público sino que reforzará el papel de los medios de comunicación convencionales como instrumentos de control social.

Podemos se comporta como un partido sin decir que es un partido, y por tanto respeta el tabú en su lenguaje y lo reproduce en la práctica. Tal vez Podemos podría reconocer que es un partido y, a partir de ahí, disputar el significante partido para hacernos comprender por qué motivo, y con qué límites y variaciones, es necesario calcar los métodos de “la casta”. Es más, podrían tal vez decirnos por qué, con qué límites y hasta cuándo hemos de asumir que el grupo promotor ha de marcar el rumbo. Eso sería más honesto y audaz (no sabemos si más astuto) que el recurso perpetuo a las primarias cocinadas.

Segundo tabú: “Izquierda”

Podemos no dice que es de izquierdas aunque lo sea evidentemente. Podemos utiliza significantes vacíos y dice “ciudadanos”, “sentido común”, “patriota” (cada vez menos), “decente” (como la gente a la que Monedero dedica su curso de política)… Podemos habla de “arriba” y “abajo”. Recientemente en televisión Pablo Iglesias habló de “casta” y un tipo del PSOE se rebotó, negó que hubiera casta, y terminó, con tono siciliano, dándole a Pablo la bienvenida y pidiéndole respeto. Podemos habla de “arriba” y “abajo” porque “izquierda” y “derecha” son palabras que remiten, es verdad, a la lógica parlamentaria. Tomar en consideración el eje de poder es imprescindible. Añadiríamos que, desde su lenguaje, también hay un “arriba” y un “abajo” entre esos que se presentan como “los de abajo y a la izquierda”, y si tal cosa es inevitable estaría bien que se explicara.

Podemos tiene entre sus apoyos a célebres intelectuales de la izquierda (sí, izquierda) que critican el “error histórico” que cometió la izquierda (sí, izquierda) al regalarle palabras como “Estado de derecho” a la derecha. Al mismo tiempo decide regalarle al PSOE el término “izquierda”. ¿No sería más importante intentar llenar de contenido ese significante vacío en vez de camuflarlo, en el mejor de los casos, con el plural “izquierdas”? Lo de ser plurales, por cierto, sí podíamos regalárselo a la derecha, y nosotros trabajar por no serlo; tal vez así conseguiríamos dejar atrás los tiempos en los que la derecha vota unida y las izquierdas a sus partidos (nótese que todo son plurales).

Podemos ha obviado el término izquierda y se lo ha regalado al PSOE precisamente para poder disputarle terreno al PSOE. Alguien considerará por eso mismo que la maniobra ha sido un éxito, y nosotros le responderemos que hasta ahora Podemos lo único que ha hecho, en rigor, es ganar cinco diputados en el Parlamento Europeo. Todo lo demás, todas las victorias cotidianas, son hasta ahora fruto del esfuerzo realizado por otros y que Podemos quiere fagocitar. Podemos ha ganado cinco diputados y le ha disputado terreno al PSOE precisamente en las instituciones, en ese espacio partidista que pervierte inicialmente el término izquierda. Podemos esquiva el término izquierda y con ello puede creer que se lo apropia, cuando lo que hace es legitimar las instituciones que lo vacían de contenido.

Tercer tabú: “Ideología”

Lo dicho en el punto anterior nos lleva al tercer tabú, que es la ideología. Podemos no tiene ideología, sino “sentido común”. Podemos no tiene ideología sino círculos y una reivindicación genérica de los derechos humanos. Podemos responde a los puños en alto con las palmas abiertas porque Podemos quiere “pueblo detrás” (las palabras nos gobiernan, querido Juan Carlos). Podemos quiere “pueblo detrás” pero no hace un sólo esfuerzo por definir qué es el pueblo o por organizarlo como sujeto político. Podemos no organiza un sujeto político sino círculos: grupos de discusión espontáneos que recogen ellos solos transcripciones abreviadas de sus discusiones y las ponen al servicio de científicos sociales técnicamente competentes.

Podemos piensa que la ideología es sólo una cuestión de conciencia y que los significantes vacíos ayudan a transformarla. Podemos cree que la ideología es sólo una cuestión de conciencia y no presta apenas atención a los hábitos concretos (también en nuestra forma de hablar). Podemos cree que la forma de avanzar en la apropiación del significante “democracia” son las primarias cocinadas y el general intellect. Podemos quiere combatir la ideología de la clase dominante con una ideología fofa que ha convencido a votantes del PSOE y del PP. La ideología que Podemos pretende no tener tiende a parecerse a la ideología de la clase dominante. A eso Podemos lo llama contrahegemonía.

Podemos no cree que la gente sea tonta. Podemos se ha dado cuenta de que la gente es lista y no lo sabe, y defiende con su práctica que es mejor así porque el “pueblo” vota en primarias cocinadas (lo astuto, por supuesto, es que las primarias estén cocinadas) y se reúne en asambleas que funcionan como grupos de discusión. Podemos busca, más allá de los círculos, votantes a los que no les importe la revolución, siempre y cuando se la hagan otros, que de momento no son realmente ni Podemos ni los círculos que piensan en voz alta, sino otros sujetos a los que Podemos interpela indirectamente. El pueblo va detrás.

Podemos critica a IU y pretende hacer lo mismo que IU: subir como la espuma a cuenta del descontento. Podemos es más astuto y ágil. A IU, en las instancias donde importa, le sobra grasa y le falta materia gris. IU tiene la ideología poco más que en el nombre; Podemos, en el nombre, tiene la traducción libre del eslogan de Obama, el lema de la campaña de promoción de la selección española en el último mundial y una respuesta inteligente, firme, al “sí se puede” coreado en las pequeñas victorias cotidianas en las que Podemos, como tal, no participa, pero de las que Podemos quiere alimentarse a través de las personas implicadas en movimientos sociales que participan en los círculos. El pueblo, ya lo dicen, va detrás.

Podemos es una marca. IU aspira a ser marca. Los dos aspiran a ser homologables con otras “marcas” tras las cuales puede que no haya nada o puede que sí (Syriza, Front de Gauche, ¿un NPA o un Movimiento 5 Estrellas, pero bien hecho?), pero para ambos son sólo eso: marcas. Podemos no tiene ideología sino “ilusión”; la del 82, para ser más exactos.

Podemos es una marca magnífica y prometemos invitar una cerveza a quien nos revele cuáles eran las otras opciones. Es más: si nos confirman o desmienten (es sólo una suposición) que hubo un mínimo de trabajo de campo (encuestas o grupos de discusión, por ejemplo) para tantear qué nombres tenían la mejor valoración, serán dos cervezas. Si nos lo cuenta uno de los alumnos que han estado picando datos para los sondeos, ofrecemos una cerveza más. También Carolina Bescansa, que es la máxima fuente autorizada, puede decidir respondernos.

Cuarto tabú, “Clase” 

Podemos es de izquierdas y no lo dice. Podemos no dice que es comunista porque probablemente no lo es. Podemos tampoco es anarquista y desde luego no dice serlo. Podemos es una iniciativa de politólogos que no comprenden de qué manera sus conocimientos son una herramienta de control social. O de politólogos que lo comprenden demasiado bien. Podemos es intelectual pero sin pasarse. Podemos, desde luego, no es marxista, pero ni siquiera marxiano. Podemos es un Antonio Negri atravesado. Podemos no comprende el punto de vista de la clase obrera, ni siquiera cuando quien lo explica, con mucho cariño, es el Nega.

Podemos no habla de clases (en plural) sino de casta (en singular). Podemos dice “capitalismo” puntualmente y en voz baja, como si estuviéramos en 2007 y la palabra correcta todavía fuera “sociedad post-industrial”. Podemos considera revolucionario reducir la jornada laboral de 40 a 35 horas semanales, como si las 40 no fueran como mínimo 45 y las 35 no fueran a ser 40 o 45. Podemos no entenderá que digamos que como poco habría que plantear las 20. El lenguaje económico de Podemos está lleno de significantes vacíos y conceptos con carga ideológica (del enemigo): “I+D”, “nacionalización”, “productivo”, etc. Podemos cuenta con al menos un economista competente y eso tampoco nos inspira necesariamente demasiada confianza.

Podemos no ha visto un sindicato en su vida. Muchos afiliados a los sindicatos tampoco han visto en su vida un sindicato. Nosotros tampoco lo hemos visto, pero sospechamos que el sindicato de verdad va, igual que el pueblo en Podemos, “detrás”, y la única diferencia es que la cúpula del sindicato, esa que tomamos erróneamente por el sindicato, en contadas ocasiones representa al sindicato. Podemos, por contra, sí representa a sus votantes. O tal vez no, puesto que en realidad Podemos no es un partido, no es de izquierdas, no tiene intención de representar al 15M y no tiene ideología. La ideología que Podemos pretende no tener le hace criticar a Izquierda Unida y le regala el término “comunista” al PCE. A eso Podemos también lo llama contrahegemonía.

Podemos quiere utilizar el significante vacío “pueblo” y no hace apenas nada por conseguir que “pueblo” signifique “clase”. Entre otras cosas, porque regala la “clase” a los sindicatos (a los de mentira) y a un léxico económico que no significa apenas nada. Podemos no ha visto en su vida un sindicato pero ni siquiera sabe por dónde empezar a buscar (o tal vez es que no le interesa). Podemos quiere nacionalizar las grandes empresas y no sabría por dónde empezar. Podemos podría encontrarse a partir de 2015 con una situación como la de la Corrala Utopía en Sevilla y podría tomar una decisión parecida a la que tomó la Consejera de Vivienda, pero si las cosas no cambian mucho el resultado será el mismo: cuando tome esa decisión, independientemente de que la consideremos acertada o no, lo más probable es que no haya ni pueblo ni clase detrás. Mejor dicho: no habrá pueblo porque no habrá clase. Y no estará detrás porque nunca estuvo realmente delante. Y seguirá habiendo casta.

Conclusión: la amenaza del politólogo-fontanero 

Partido”, “izquierda”, “ideología”, “clase”. Cuatro tabúes del régimen en descomposición. Cuatro tabúes de la casta acongojada. Cuatro tabúes de un Podemos exultante en una sociedad neurótica perdida. Nuestra responsabilidad, dada nuestra capacidad de hacer una crítica política no mediada por intereses de aparato, era señalarlos.

Podemos ha obtenido hasta el momento victorias tácticas que, más allá de sobrevaloraciones o minusvaloraciones interesadas, sin duda hace a los promotores merecedores de reconocimiento y a sus votantes de nuestra felicitación y nuestro respeto. Esas victorias tácticas dependen de las virtudes de Podemos, que son varias, pero están limitadas por sus defectos, algunos de los cuales hemos intentado apuntar en estas páginas. Pablo Iglesias lo hace fenomenal en la televisión si “fenomenal” significa robarle votos al PP sin hacer nada para cambiar el hecho de que esos votantes son “sociológicamente del PP”.

Podemos se enfrenta, como solución política potencial, a una triste paradoja: sólo puede funcionar correctamente si durante un largo período de tiempo sus promotores actuales marcan el rumbo como hasta ahora, pero eso mismo significa que hay muchas posibilidades de que Podemos sufra un descalabro supino en cuanto tenga que hacerse cargo de las consecuencias de un juego institucional cuyas reglas no están en condiciones de cambiar ni tampoco de seguir.

El gran problema, y la repercusión que eventualmente tenga este texto tal vez dará sobrada prueba de su existencia, es que los principales promotores de Podemos no van a querer o poder ver cuál es el problema porque llevan toda su vida actuando de la misma manera frente a las instituciones, por interés o por negligencia. Los promotores de Podemos no han conseguido adquirir jamás una conciencia crítica acerca de las repercusiones políticas que tienen sus conocimientos técnicos cuando los ponen en juego en su militancia. Podemos es un fontanero frente a un sistema político en declive visto como una tubería rota. Podemos cree que ese punto de vista le dota de un poder extraordinario, y es cierto, pero no se da cuenta (queremos pensar bien) de que el ejercicio de ese poder tiene efectos reaccionarios. La pervivencia interesada pero profundamente equivocada de estos tabúes revela que Podemos es, cuesta creerlo pero es cierto, una solución autoritaria, represiva, a las catástrofes políticas sufridas durante el último siglo.

El reto, repetimos, tiene un enunciado simple pero una solución tan compleja que diríamos que es imposible: Podemos tiene que dejar de ser Podemos si realmente quiere contribuir a la transformación política radical de nuestro país. Mientras eso no suceda, o mientras no nos convenzan de que estamos equivocados (y ojalá fuera así), nuestra posición es clara: si no hemos trabajado gratis para otros partidos no vamos a trabajar gratis (ni cobrando) para ellos, que ya nos conocemos.

domingo, 22 de junio de 2014

Ver para creer. Creer para ver

El pasado mes de mayo fue asesinado en Venezuela Eliécer Otaiza. Había sido uno de los fundadores del movimiento bolivariano, y era un representante significado en el poder municipal de la capital. Con su hermano mellizo acompañó a Hugo Chávez desde que salió de la cárcel en julio de 1994.

Este y otros "asesinatos selectivos" no son hechos ni aislados ni casuales. De nuevo apelo a los mapas y a la geopolítica, al imperialismo como un hecho incuestionable, y a la lucha de clases en medio de este marco, como elementos para comprender lo que pasa en cualquier parte.

Y quien no analice estas circunstancias no entenderá nada. ¿Será que prefiere creer a saber?




aporrea.org

(...)

El punto de partida para cualquier aproximación a lo que pasa en Venezuela es el grado de incompatibilidad absoluta entre Venezuela como Estado-nación, como gobierno y sistema político y como movimiento social, frente al dominio hemisférico estadounidense. En ese contexto se desarrolla el complicado dilema interno de saber cómo terminar lo comenzado.

Ese distanciamiento del dominio yanqui explica que la sociedad venezolana esté sometida desde el año 2002 a la más cruel de las presiones externas e internas para descalabrar su gobernabilidad, frenar su desarrollo y derrotar sus fuerzas sociales. En 12 años ha sufrido un golpe de Estado en abril de 2002, aunque derrotado en las siguientes 47 horas, luego tres intentonas golpistas en 2003, 2004 y 2005, además de un paro industrial y petrolero. También se cuentan por lo menos cuatro intentos de magnicidio a Chávez y alrededor de 250 agresiones a funcionarios gubernamentales. La suma de los chavistas asesinados entre 2002 y 2014 aterroriza: 357. Incluye los siete médicos cubanos asesinados o heridos y los 256 campesinos acribillados desde 2003.

Esa estadística macabra acerca a Venezuela a escenarios de violencia política aguda como el de Colombia, donde la burguesía impuso su paz social a balas, persecución y desplazamientos. Para ser precisos, sus promotores tienen el proyecto de convertir al país en algo similar a lo que estamos presenciando desde un año atrás en Siria, o hace tres meses en Ucrania. Venezuela se enfrenta al riesgo de una guerra civil provocada, dirigida y financiada por grupos de poder de EE.UU., por gobiernos de la derecha latinoamericana, usando para ello a sectores de la oposición venezolana que se han desprendido para actuar como la caballería, la vanguardia necesaria que actúa en nombre de todos los capitalistas.  
(...)

sábado, 21 de junio de 2014

Los motivos del lobo

Desde su fortaleza inexpugnable (pigmeos políticos al norte y al sur, sus océanos mediterráneos a este y oeste, controlados el mar y el aire) los Estados Unidos siempre han ganado con los problemas de Europa.

Además sus aparatos ideológicos y su dominio del espacio de la información les posibilitan presentar sus provocaciones reales por ataques de otros (no voy a hacer aquí una lista de hechos que es larguísima). Esto les permite (siempre lo han hecho) presentarse, bien como atacados, bien como defensores altruístas de los agredidos.

Pero para entender lo que hay debajo de los hechos, hay dos procedimientos infalibles: el primero es mirar los mapas, el segundo analizar quién gana y quién pierde con sus nefastas intervenciones.





Argumenty Nedeli
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Las guerras: la fuente del ascenso de los EEUU

La experiencia histórica testimonia que las guerras en Europa fueron fuentes fundamentales para el ascenso económico y el poder político de los EEUU. Estos últimos llegaron a ser una superpotencia como resultado de la 1ª y la 2ª Guerras Mundiales, que supusieron un gigantesco drenaje de capitales y mentes de los países europeos enfrentados entre sí a América. La Tercera Guerra Mundial, que se quedó en fría, terminó con el hundimiento del sistema socialista mundial, lo que dió a los EEUU un flujo de más de un billón de dólares, cientos de miles de especialistas, toneladas de plutonio y otros materiales valiosos, y multitud de tecnologías únicas. Todas estas guerras fueron provocadas con la activa participación de una "quinta columna" norteamericana en la figura de espías, oligarcas, diplomáticos, funcionarios, empresarios, expertos y figuras públicas controlados, financiados y apoyados por los servicios especiales norteamericanos. Y hoy, enfrentados a dificultades económicas, los EEUU intentan desencadenar en Europa la siguiente guerra para conseguir los siguientes objetivos.

En primer lugar, la acusación a Rusia de agresión permite llevar a cabo sanciones financieras con el objetivo de congelar (cancelar) las obligaciones norteamericanas ante las estructuras rusas por valor de algunos cientos de miles de millones dólares para alivio de la increíble deuda de los EEUU.

En segundo lugar, la congelación de los activos rusos en dólares y euros supone la imposibilidad para sus propietarios de cumplir sus obligaciones ante los principales bancos europeos, lo que crea a estos últimos serias dificultades, susceptibles de llevar a la bancarrota a alguno de ellos. La desestabilización del sistema bancario europeo estimulará el flujo de capitales a los EEUU para sostén de la pirámide de dólares de su deuda.

En tercer lugar, las sanciones contra Rusia provocan un daño a los países de la UE por una suma cercana al billón de euros, lo que empeora la ya mala situacion de la economía europea y debilita su posición en la competencia con los EEUU.

En cuarto lugar, las sanciones contra Rusia facilitan la exclusión del mercado europeo del gas ruso, con el objetivo de su sustitución por gas de esquisto norteamericano. Lo mismo sucede con los elementos combustibles del multimillonario mercado de Europa oriental de centrales atómicas, que están orientadas tecnológicamente para el abastecimiento desde Rusia.

En quinto lugar, arrastrar a los países europeos a la guerra con Rusia fortalece su dependencia política de los EEUU, lo que facilita la última decisión de obstrucción en la zona UE del libre comercio en condiciones ventajosas para los EEUU.

En sexto lugar, la guerra con Europa da ocasión para la expansión de los ingresos militares al complejo militar-industrial de los EEUU.

Los mismos EEUU en una guerra desatada por ellos en Europa no pierden casi nada. A diferencia de los países europeos, comercian poco con Rusia, y sus mercados casi no dependen del suministro ruso. Como en otras guerras europeas, serán ganadores limpios.
 

Por tanto, al incitar a la junta nazi contra Rusia, los EEUU no arriesgan nada y muy probablemente ganan. Los consejeros norteamericanos arrastran a sus protegidos en Kiev al uso de las armas más crueles contra su población: proyectiles de fragmentación, bombas de aviación, minas. Pero cuantas más víctimas haya, más alto será el deseo de interposición del ejército ruso para la defensa de la población rusa, más alto será el riesgo de una nueva guerra europea y mayor será el triunfo norteamericano. Este triunfo no solo se mide en dinero. El premio principal, por el que los EEUU provocan una nueva guerra mundial, es el mantenimiento del dominio mundial en una situación de cambio estructural global, causado por el cambio de modos tecnológicos.
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viernes, 20 de junio de 2014

Ucrania oriental, la lógica de una revuelta

Lo que he seleccionado es sólo una parte del largo artículo. Esta revuelta, sobre todo en sus comienzos, se entrelaza con la previa de Kiev. En ambos casos el malestar social tiene una base patente en el sufrimiento masivo producido por políticas impuestas, como en otras partes, por la oligarquía financiera globalizada.

Al enredarse con otras cuestiones, que en condiciones de normalidad no ocasionarían mayores problemas, como las lingüÍsticas o religiosas, producen respuestas dispares, e incluso opuestas.

El señuelo en la Ucrania occidental fue el espejismo, para clases medias venidas a menos, de una próspera Europa occidental, vista como una esperanza. En medio de una disputa entre oligarcas corruptos (se ha dicho que era la pugna entre los millonarios y los multimillonarios), y por razones en parte sociales y en parte de memoria histórica, la insatisfacción se plasma en una sublevación que desplaza a unos oligarcas e instala a otros mediante un verdadero golpe de estado, y a la que se ha superpuesto la actuación de grupos fascistas como punta de lanza. La clase media empobrecida es parte importante, tanto en el movimiento como en la ideología que lo sustenta.

Los factores que en el oeste ocasionan esta segunda revolución naranja tensan la situación en el este. Aquí el malestar, dado el mayor peso de la clase obrera tradicional, aunque mezcle elementos étnico-lingüístcos o religiosos, es indudablemente otra cosa. Señalaré este párrafo para mostrar algunas diferencias:
"Ante nosotros está la clase obrera real tosca, atolondrada y falta de corrección política. A cualquiera que le desagrade el estado ideológico y cultural actual de la clase debería ir y trabajar con las masas. Lo bueno es que nadie impide a la gente ir a esta multitud con banderas rojas y panfletos socialistas (a diferencia del Maidán, donde las banderas se hacían trizas y los agitadores de izquierda eran golpeados y arrojados fuera de la plaza)." 
Revuelta mucho más difícil de digerir, tanto por Occidente como por la Rusia actual. Por eso es probable que las transacciones entre potencias, con razonamientos esencialmente geoestratégicos, desemboquen en acuerdos que dejen abandonados a los insurrectos orientales de la primera hora.

Cuando la realidad proletarice y precarice a esas clases medias esperanzadas pueden unificarse mucho más ambos movimientos. En la mayoría de los países los sectarismos de base cultural ocultan y neutralizan la lucha de clases que sin embargo es subyacente en ellos. Se atisban sin embargo señales de que empiezan esas masas a entender lo que las une por encima de lo que las separa.

Es hora ya de que los intelectuales de una izquierda desconcertada recojan de nuevo sus herramientas de análisis y las adapten a nuevas situaciones que son viejísimas.


Y mucho cuidado con el perro...




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Las olas de lucha que han barrido las ciudades del este y el sur de Ucrania, igual que las protestas de Bosnia, han alterado abruptamente la sociología de la vida política. Al frente han estado las masas, con sus demandas, intereses, esperanzas, ilusiones y prejuicios. Son categoricamente diferentes de los héroes románticos de los libros infantiles y su conciencia de clase estaba inicialmente a nivel embrionario. Pero una vez empezaron a actuar estaban destinados a aprender y comprender la ciencia de la lucha social.

Debe reconocerse que la experiencia del Maidán no se ha desperdiciado. Levantados contra las autoridades de Kiev, los habitantes del sudeste ucraniano hicieron uso de los mismos métodos con cuya ayuda los radicales del ala derecha forzaron el régimen anterior para someterlo a su voluntad. Las manifestaciones callejeras progresaron rápidamente a la toma de edificios administrativos. Pero los activistas en Donetsk y Lugansk, al rechazar limitarse a la toma de edificios de las administraciones provinciales, anunciaron la creación de sus propias repúblicas populares. Mientras la república popular en Lugansk a mediados de abril seguía siendo básicamente un eslógan del movimiento de masas, en Donetsk pronto empezó a tomar las características de un régimen alternativo. Ayudaba a ello la toma de comisarias de policía y otras instalaciones estatales. Algunas de las tomas las llevaron a cabo multitudes rebeldes, pero en muchos casos también estuvieron implicados grupos armados disciplinados -antiguos miembros de las fuerzas especiales de la policía Berkut y otros órganos de órden público que habían sido despedidos por el nuevo gobierno de Kiev o que habían desertado (algunas unidades abandonaron el servicio prácticamente con toda su fuerza, llevándose con ellos sus armas y municiones).

La propaganda de la Kiev oficial respondió describiendo a los antiguos oficiales de sus propias fuerzas de órden público como fuerzas especiales spetsnaz rusas. Pero entre la población del sudeste ucraniano, con simpatías por Rusia, estas acusaciones no sirvieron para desacreditar la revuelta sino que más bien le hicieron propaganda. Cuanto más las autoridades en Kiev y sus partidarios hablaban de intervención directa rusa en la región e incluso de su "ocupación", más se unía la gente de las localidades implicadas en las protestas.

El principal desencadenante de la revuelta, sin embargo, no fue la simpatía pro-rusa de la población local, o incluso la declarada intención de los gobernantes de Kiev de revocar la ley que había dado al ruso el estatuto de "lengua regional". El descontento se había estado formando durante mucho tiempo en el sudeste, y la gota final que causó que se desbordase el vaso fue el grave empeoramiento de la crisis económica que siguió al cambio de gobierno en Kiev. Tras firmar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional las autoridades decretaron grandes subidas en el precio del gas y las medicinas y la explosión social se hizo inevitable. En el oeste del país y en la capital, la indignación creciente se frenó durante un tiempo mediante el uso de la retórica nacionalista y la propaganda antirusa. pero cuando se aplicó a los habitantes del este este método tuvo el efecto contrario. Al intentar apagar el fuego en el oeste, las autoridades lanzaron petróleo a las llamas en el este.

"Me resulta difícil creer el cambio en mis compatriotas", escribe el residente en la ciudad de Gorlovka Yegor Voronov en el site ucraniano Liva. "Hace solo seis meses eran gente normal y corriente que veía la televisión y se quejaba por el mal estado de las carreteras y de los servicios comunales. Ahora son luchadores. Tras varias horas junto al edificio de la administración provincial no me encontré ni a una sola persona que viniese de Rusia. La gente era de Mariupol, Gorlovka, Dzerzhinsk, Artemovsk, Krasnoarmeysk. De pie junto a mí había residentes normales de Donbass -la gente con la que viajamos cada día en el autobús, con la que coincidimos en las colas, con la que nos peleamos cuando dejan la puerta del descansillo abierta-. No eran la clase media de Kiev, separada de la gente por sus "circunstancias" especiales, sino trabajadores normales. Y no hay que negarlo, hay un montón de desempleados en estos sitios. Ahí estaba toda esa gente a la que en el último mes y medio se le había estado "implorando" en las oficinas privadas y las empresas estatales un recorte en sus miserables salarios. Así que esta es otra conclusión: cuanto más se recortan o estrujan los salarios de los residentes de Donbass hoy, más opositores se encontrará Kiev en el este".

La gente que ha estado protestando contra las autoridades en Donetsk, Lugansk y muchas otras ciudades ucranianas no tenía un conocimiento particular de la política o incluso un programa claro de acción. La confusión de sus eslóganes junto al uso simultáneo de símbolos religiosos y soviéticos o revolucionarios debe ofender sin duda a los estrictos connoisseurs de la ideología proletaria. El problema es que esos mismos ideólogos han estado tan inconmensurablemente alejados de las masas no solo como para ser incapaces y reticentes a insuflar la "conciencia correcta" en sus filas, sino incluso para ayudarles a dar sentido a las cuestiones políticas actuales. Mientras el movimiento ha encontrado a tientas su camino espontáneamente y con dificultad durante su recorrido político, elaborando una expresión general del sentimiento antioligárquico y de la protesta social, los miembros de la izquierda, excepto unos cuantos activistas en Donetsk y Kharkov se han dedicado a abstractas discusiones en los grandes espacios de internet.

Era completamente predecible que la intelligentsia liberal, tanto la ucraniana como la rusa, respondiese a las protestas de las masas con un estallido de odio y desprecio. Los trabajadores que tomaron las calles recibían muchísmos nombres despectivos. Eran ridiculizados como "lumpen", "basura", "hooligans", y esto es lo más curioso, como vatniki ["chaquetas acolchadas"]. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la figura caricaturesca del vatnik, copiada del personaje de los dibujos animados estadounidenses Bob Esponja, sugería precisamente un individuo absolutamente leal a las autoridades estatales y completamente dominado por la propaganda gubernamental. En este sentido, la gente en Ucrania que más se merece ser vista como vatniki son los intelectuales, quienes repiten acríticamente cualquier propaganda del nuevo gobierno, hasta la más absurda.

Hay que destacar que en la competición de mentiras librada por los servicios de propaganda de Moscú y Kiev, fueron los ucranianos quienes ganaron con claridad el primer premio. No es que los rusos mintiesen menos, pero los de Kiev mentían más temerariamente y con más inventiva, sin mostrar la menor preocupación por la verdad y sin ni siquiera tener en cuenta si las imágenes de televisión que mostraban tenían alguna relación con el comentario. La última consistía solamente de apasionados relatos sobre vehículos armados repeliendo multitudes de tropas de las fuerzas especiales rusas que estaban intentando forzar a los hambrientos soldados a alimentarse con jamón y pepinillos caseros.

No sorprende en absoluto que la intelligentsia liberal haya visto a la gente normal de Donetsk, o de cualquier otro sitio, como enemigos y una amenaza para el "progreso" (tal como lo entiende la intelligentsia ). Es mucho más interesante ponderar las razones por las que un cierto sector de la izquierda en ambos lados de la frontera hablaba igual que los liberales. A medida que se desarrollaban los acontecimientos los liberales de izquierda ucranianos al menos refinaron sus puntos de vista y reconocieron que algunas de las demandas del Donbass estaban justificadas (lo que se puede calibrar a partir de los materiales de la conferencia en Kiev "La izquierda y el Maidán"). Pero los pensadores rusos y occidentales tomaron una posición completamente irreconciliable, solidarizándose completamente con el gobierno de Kiev y los líderes de la Unión Europea. Importantes cantidades de "euroizquierdistas" expresaron también esos puntos de vista, especialmente aquellos entre ellos que previamente habían insistido en la necesidad de situar el foco sobre temas como el multiculturalismo, la tolerancia y la corrección política.

Al observar todo esto, el especialista en ciencias políticas de Kiev Vladimir Ishchenko dijo con desaliento: "Es una extraña sensación cuando el ejército ya está con el pueblo y muchos izquierdistas (¡¡¡anarquistas!!!) todavía siguen con las autoridades."

Obviamente, esta situación no se puede explicar puramente sobre la base de la lógica ideológica. La gente y los grupos aquí implicados buscan trazar su pedigrí político hasta una mitologizada y petrificada revolución de 1917. Es significativo que en muchos casos empleen los mismo argumentos contra la revolución que se está produciendo actualmente en el sudeste de Ucrania que los que usaban contra los bolcheviques sus oponentes hace algo menos de cien años.

Hemos asistido a un cuarto de siglo de hegemonia reaccionaria, con el colapso político y moral del movimiento de izquierda (no solamente en el territorio de la antigua URSS, sino también en otros países). Durante muchos años, la actuación según lo políticamente correcto y la observancia de los derechos de las minorías se supone que ocuparon el lugar de la política de clase y de masas. Nada de esto, por supuesto, ha pasado sin que haya tenido algún efecto. En el nivel de la conciencia social hemos sido arrojados un siglo y medio atrás. Parte de la responsabilidad corresponde a la intelligentsia, quien hace mucho olvidó su misión popular y se ha dedicado a refinados juegos culturales e ideológicos en lugar de trabajar con las masas y para las masas.

Precisamente por esta razón el movimiento en Donetsk con todas sus contradicciones e incluso absurdos, como los iconos y las banderas tricolor junto a la bandera roja, ha proporcionado una imagen excelente del estado de desarrollo a partir del cual surgieron las acciones de los trabajadores del siglo XIX. Mientras tanto, la República de Donetsk, si lo examinamos con atención, recuerda más que nada las formaciones políticas espontáneas que los trabajadores creaban "antes del advenimiento del materialismo histórico".
 

Ante nosotros está la clase obrera real -tosca, atolondrada y falta de corrección política-. A cualquiera que le desagrade el estado ideológico y cultural actual de la clase debería ir y trabajar con las masas. Lo bueno es que nadie impide a la gente ir a esta multitud con banderas rojas y panfletos socialistas (a diferencia del Maidán, donde las banderas se hacían trizas y los agitadores de izquierda eran golpeados y arrojados fuera de la plaza).
 

El futuro de la República de Donetsk sigue indeciso y esto supone una enorme oportunidad histórica de la que no había ni rastro en las manifestaciones del Maidán, cuyos líderes no siempre podían controlar a la multitud pero matenían un control rígido y efectivo de la agenda política. Por contraste, la República de Donetsk formula su agenda desde abajo, literalmente sobre la marcha, en respuesta al estado de ánimo público y al curso de los acontecimientos. Estrictamente hablando, esta república ni siquiera es un estado -más bien equivale a una coalición de comunidades diversas, la mayor parte de ellas autoorganizadas. En esencia, es la perfecta encarnación de la idea anarquista del orden revolucionario. Curiosamente, los anarquistas rechazan tener nada que ver con ello, prefiriendo repetir la retórica estatal y patriótica de los nuevos gobernantes de Kiev.
 

No es difícil entender que la razón por la que la auto-organización de la República de Donetsk funciona relativamente bien es porque los restos del viejo aparato administrativo siguen con sus actividades cotidianas como si nada fuera de lo común estuviese sucediendo, mientras todas las cuestiones del gobierno se reducen en última instancia a la organización de la defensa. ¿Pero es esto tan diferente de la Comuna de París (no la comuna idealizada y romántica, sino la que realmente existió)? Si la república popular en Donetsk sobrevive mucho más, inevitablemente cambiará y está lejos de ser cierto que lo haga para bien. Pero al guerrear su primera batalla, la república ya ha demostrado el enorme potencial de la auto-organización de las masas. Gente desarmada consiguieron detener unidades del ejército ucraniano y llevar a cabo agitación entre los soldados, reventando la "operación antiterrorista" que había iniciado Kiev. Esta resistencia pacífica no solo pasará a la historia sino que será una parte importante de la experiencia social colectiva de los trabajadores ucranianos y rusos
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