jueves, 5 de junio de 2014

Portugal, un país sin abrigo

Portugal, como Grecia y nosotros mismos, está en una encrucijada de muy difícil salida. De haber sido centro, pasa a ser periferia discriminada. Europa siempre fue muy celosa de sus centros, que idolatró, y desdeñosa de las periferias, que demonizó.

Primero hubo un centro mediterráneo. Duró siglo y medio, suplantado por otro que duró mucho más y con un mayor impacto estructural. Enraizado en la Liga Hanseática y orientado hacia el Atlántico norte, hacia el mar del Norte y el Báltico, abarcó el norte de Italia, Francia, Países Bajos y más tarde, Alemania. Rodeado de periferias: en el norte, los países nórdicos; en el sur, la Península Ibérica; en el sureste, los Balcanes; en oriente, el Imperio Otomano y Rusia. Después de cinco siglos, únicamente las periferias del norte accedieron al centro que hoy es el corazón de la Unión Europea.

Boaventura de Sousa lanza una mirada melancólica al pasado tratando de vislumbrar las posibilidades del futuro. Y analiza las dificultades que las ideologías secularmente arraigadas en la idiosincrasia europea añaden al problema económico y financiero. Porque a éste se une el cultural y sociopsicológico. El dualismo centro-periferia y su visión etnocéntrica y discriminatoria, que ahora sufrimos, es una marca europea permanente.

Cultura discriminatoria compartida, en la que cada cual tuvo y tiene sus "negros". Recuerda el autor cómo los relatos de viajeros del norte de Europa de siglos pasados sobre portugueses y españoles les atribuyen las mismas características que, por la misma época, los colonizadores portugueses y españoles atribuían a los pueblos “primitivos” y “salvajes” de sus colonias:
“El portugués es perezoso, nada industrioso, no aprovecha las riquezas de su tierra, ni tampoco sabe vender las de sus colonias”; “los portugueses son altos, agraciados y robustos, en su mayor parte muy morenos, lo que resulta del clima y más aún del cruce con negros”.
El mestizaje, que los portugueses consideraban parte positiva de su colonización, se volvía en su contra mediante el prejuicio colonial y racista. Pero eso no es cosa del pasado: hoy mismo leemos en la prensa alemana noticias y comentarios sobre el sur de Europa que demuestran la presencia actual del prejuicio colonial y racista.

Portugal, hoy, y nosotros, y los griegos, y cuando se den cuenta cabal, también los italianos, tienen como destino ser periferia, atados a un centro que los desprecia, y que como mucho ofrece una "sopa humanitaria". Atados por la cuerda del euro y del tratado presupuestario, no iremos lejos. Recurre el autor portugués a la metáfora de otro gran portugués, Saramago; la balsa de piedra ibérica se desprende del continente y navega libre.
 
Es la esperanza de que podamos romper la cuerda, o al menos haya fuerza para aflojarla, y tengamos margen de libertad.

Todos los países de esa periferia, juntos, tenemos más posibilidades de lograrlo.

Tal vez un principio de esa unidad sea un renacimiento del "iberismo", difícil hoy por hoy, por esa misma inercia cultural y sociopsicológica de que hablamos antes. No estaría mal, y que a nadie asuste el nombre que le doy, una "Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas". Como un paso federal o confederal a la construcción de otra Europa.

Cuando las fuerzas centrífugas que los centros desean para las periferias aparecen por todas partes (¿cuántos estados se están disolviendo ante nuestros ojos, con fracturas a veces incurables?), no sería mala idea empezar a unirnos por las periferias.

Y esto no es nacionalismo, ni españolista ni de ninguna clase.



Página 12

Portugal sale seguro de Europa sujeto por la cuerda del euro y del tratado presupuestario. No puede ir muy lejos. Ocupará un pequeño lugar en el umbral de las puertas de Europa, un país sin abrigo por donde pasarán regularmente las furgonetas de la sopa humanitaria. ¿Es digno de nosotros, como portugueses y europeos, que no haya alternativas a este estado de cosas? Por supuesto que no. ¿Está el actual sistema político-partidario en condiciones de explorar estas alternativas? Claro que no. Como en democracia siempre hay alternativas, ¿el actual régimen es democrático? No. ¿Hay alternativas democráticas, ya sea a escala nacional o europea, a este régimen autoritario? Claro que . Para ello, es necesario que la “Balsa de piedra” de Saramago, tan premonitoria, se desvíe lo suficiente para romper la cuerda o forzarla a dar más margen de libertad al movimiento de la balsa. No hay que olvidar que los perros son los mejores amigos del hombre. El perro de Saramago, Constante, en el momento crucial de decidir, optó por la Península Ibérica.

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