lunes, 29 de febrero de 2016

La izquierda y la nación

¿Se puede ser nacionalista y de izquierdas? ¿Se puede ser nacionalista e internacionalista a la vez? ¿Hay nacionalismos "buenos" y nacionalismos "malos"? ¿Todas las naciones deben llegar a ser Estados? ¿Todos los Estados deben aspirar a ser naciones?

Wallerstein cree que los estados construyen las naciones, y no al revés. Históricamente, los estados modernos tendieron a centralizar el poder, y una de las formas más seguras era homogeneizar a las poblaciones. Mientras en el Antiguo Régimen el rey podía ser el elemento de unión de varias estructuras nacionales, a partir de las revoluciones burguesas la pretendida igualdad de los ciudadanos requería una nivelación de sus derechos en una patria común, la nación de ciudadanos iguales, cuya construcción era labor del Estado. La nación francesa es el paradigma de esa construcción. Pero esa Igualdad nunca ha sido realmente alcanzada.

Inicialmente, ni siquiera la igualdad formal a través del sufragio alcanzaba a todos. Varones mayores de edad con cierto nivel económico, nativos del territorio, eran los únicos ciudadanos de pleno derecho. La exclusión alcanzaba en primer lugar a las mujeres, pero también a la mayor parte de la clase trabajadora, a minorías étnicas, a inmigrantes y en algunos lugares también a sus descendientes e incluso a otros grupos por razones culturales, religiosas u otras.

Progresivamente, muchos de estos grupos discriminados fueron alcanzando el derecho de sufragio, hasta que ha llegado en la mayor parte de los estados a ser (casi) universal. Pero el sufragio no lo es todo, porque además de los derechos políticos hay derechos económicos y sociales, y por debajo de todos ellos subyacen los derechos humanos, a veces difícilmente distinguibles de los privilegios, cuando la "igualdad" protege a los privilegiados.

Además, el sufragio universal, como otros derechos, se ha logrado a través de las luchas de los grupos excluidos, lo que contradice ese ideal de igualdad previa de los ciudadanos a través de la nación-estado, porque es la presión del grupo la que logra imponerse.

Es decir: ese estado imaginario que no tolera otra presión que la de los individuos, ante los que aparece como único mediador, no es capaz de evitar completamente la mediación de otros grupos menores, siendo a su vez él mismo un mediador poco eficaz ante algunos poderosos grupos supranacionales.

¿Es de izquierda ser internacionalista o mundialista, o es de izquierda ser nacionalista contra la intrusión de las poderosas fuerzas del mundo? ¿Es conciencia de clase oponerse al nacionalismo o respaldar la resistencia nacional contra el imperialismo?

En esta situación, la salida fácil es el inevitable "depende". Salir del debate sugiriendo que la respuesta varía de un lugar a otro, de un momento a otro, de una a otra situación. Pero esta indefinición es precisamente el problema. 

El nacionalismo es defensa de un grupo nacional frente a otros y el internacionalismo de la izquierda es también defensa de un grupo, el de los oprimidos, frente a poderosas fuerzas internacionales. En términos absolutos no se puede ser nacionalista sin traicionar los intereses de clase, pero hay ocasiones en que se puede apoyar a un nacionalismo frente a otros en nombre del internacionalismo.

Siendo el nacionalismo el compromiso emocional más fuerte de los pueblos, es difícil entrar en un debate que sea interno a la clase y a un tiempo nacional y global. Sin ese espíritu colectivo y solidario no se puede ser actor principal en la escena mundial. Ni siquiera dentro de un sólo Estado.

Aquí mismo y ahora mismo asistimos a un "corazón partío" en las izquierdas de las nacionalidades históricas, que pretenden a un tiempo ser y no ser nacionalistas. Eso produce divisiones tan flagrantes como la que ha presidido, convenientemente "mediada" por las instituciones del Estado y sus grupos de presión, en la dudosamente legal existencia de miembros de un mismo partido en grupos parlamentarios que ocasionalmente competirán entre sí.






El término nación ha tenido muchos y muy diferentes significados a lo largo de los siglos. Pero en los días que corren, y más o menos desde la Revolución Francesa, el término se ha vinculado al Estado, como en Estado-nación. Según este uso,nación se refiere a aquellos que por derecho son miembros de la comunidad localizada dentro de un Estado.

Si quienes forman una nación dan pie a la creación de un Estado, o si es el Estado el que crea la categoría de la nación y por tanto los derechos que operan dentro del Estado, es un debate que lleva mucho tiempo vigente. En mi caso, pienso que los Estados crean las naciones y no al revés.

Sin embargo, el punto es por qué crean naciones los Estados, y cuál debería ser la actitud de la izquierda ante el concepto de la nación. Para algunos de izquierda, el concepto de nación es el gran ecualizador. Es la afirmación de que todos (o casi todos) tienen el derecho a una plena e igualitaria participación en la toma de decisiones del Estado, en oposición a que solamente una minoría (por ejemplo la aristocracia) tenga derechos a una plena participación. Hoy, a esta visión de la nación la llamamos jacobina.

El jacobinismo da pie a la categoría de ciudadano. Las personas son ciudadanas por derecho de nacimiento y no por algún origen étnico particular o por una religión particular o cualquier otra característica que les atribuyan otros o se atribuyan ellas mismas. Los ciudadanos tienen los votos (desde cierta edad). Cada ciudadano tiene un voto. Todos los ciudadanos son por tanto iguales ante la ley.

Según esta percepción de la ciudadanía, es crucial considerar a todos los ciudadanos como individuos. Es crucial suprimir la idea de que hay grupos que podrían ser intermediarios entre el individuo y el Estado. De hecho, como lo podría sugerir una visión más rígida de la nación, es ilegítimo que esos otros grupos existan: todos los ciudadanos deben utilizar el lenguaje de la nación y ningún otro; ningún grupo político puede tener sus propias instituciones; no pueden ejercerse otras costumbres que las de la nación.

En la práctica, por supuesto, la gente es parte de muchos, muchos grupos que constantemente reivindican sus demandas de participación y lealtad por parte de sus miembros. También, en la práctica, y a veces a guisa de tratamiento igual para todos los ciudadanos, hay innumerables modos en que los derechos iguales para todos los ciudadanos pueden acotarse.

La idea de una ciudadanía puede llegar a definirse primordialmente como el sufragio. Y existen múltiples limitaciones al acceso al sufragio. La más obvia y numéricamente importante es el sexo. El sufragio, por ley, era sólo para los hombres. Con frecuencia se han puesto límites por ingreso, poniendo el requisito de un ingreso mínimo para votar. También se ha limitado el sufragio por raza y religión o debido al número de generaciones de ancestros que han residido en un Estado. El resultado neto, es que eso que fue concebido originalmente como el gran ecualizador de hecho no abrazó a todos; ni siquiera a la mayoría de las personas. Con frecuencia abrazó a un grupo bastante reducido.

Para los jacobinos que se piensan a sí mismos como la izquierda, la solución fue luchar en pro de la expansión del sufragio. Y con el tiempo, este esfuerzo rindió frutos. El sufragio sí se ha expandido a más y más personas. No obstante, de algún modo, esto no logró el objetivo de hacer que todos los ciudadanos, todos los miembros de la nación, gozaran de un acceso igual a los supuestos beneficios de la ciudadanía –educación, servicios de salud, empleo.

Debido a esta realidad de continuas desigualdades, surgió una visión contra-jacobina de la izquierda. Esta visión contra-jacobina no vio a la nación como la gran ecualizadora, sino como la gran hipnotizadora. La solución no era luchar por suprimir a los otros grupos, sino alentar a todos los grupos a reivindicar su valía como modos de vida y modos de una conciencia propia. Las feministas insistieron en que no se trataba solamente de que las mujeres obtuvieran el sufragio, sino de que las mujeres lograran el derecho a tener sus propias organizaciones y su propia conciencia. De igual modo se pronunciaron las comunidades de grupos étnicos o raciales, las llamadas minorías.

El resultado ha venido a ser que la izquierda no tiene una única visión de la nación. ¡Muy por el contrario! La izquierda está desgarrada entre visiones profundamente confrontadas de la nación. En la actualidad esto ocurre de muchos modos. Uno de ellos es el carácter explosivo de las demandas relacionadas con el género, la construcción social de lo que alguna vez se pensó que eran fenómenos genéticos. Pero una vez involucrados en la construcción social, no existen límites obvios a los derechos de las subcategorías, previamente definidas o en proceso de tener existencia social.

Si el género está estallando, también lo es la indigenidad. Lo indígena es también una construcción social. Se refiere a los derechos de aquellos que vivieron en ciertas áreas físicas con anterioridad a otros (los migrantes). Si lo empujamos lo suficiente, cada persona individual es un migrante. Si lo discutimos razonablemente, hay en la actualidad grupos sociales importantes que saben que viven en grupos significativamente diferentes de aquellos que ejercen el poder en el Estado, y por tanto buscan mantener a sus comunidades con sus actuales modos importantes de vida en vez de perder los derechos que les brindan sus fronteras debido a que la nación reivindica los derechos de una nación.

Una última ambigüedad. ¿Es de izquierda ser internacionalista o mundialista, o es de izquierda ser nacionalista contra la intrusión de las poderosas fuerzas del mundo? ¿Es conciencia de clase oponerse al nacionalismo o respaldar la resistencia nacional contra el imperialismo?

Uno podría salirse de este debate por la vía fácil sugiriendo que la respuesta varía de lugar en lugar, de momento a momento, de situación a situación. Pero éste es precisamente el problema. A la izquierda global le resulta muy difícil confrontar estos puntos directamente y arribar a una actitud razonada y políticamente significativa hacia el concepto de la nación. Dado que en la actualidad se supone que el nacionalismo es el compromiso emocional más fuerte de los pueblos del mundo, el que la izquierda global no pueda entrar en un debate interno colectivo de un modo solidario, le resta capacidad para ser un actor principal en la escena mundial.

La Revolución Francesa nos legó un concepto que se suponía iba a ser el gran ecualizador. ¿Acaso nos legó una píldora venenosa que podría destruir a la izquierda global y por tanto al gran ecualizador? Es muy urgente una reunificación intelectual, política y moral de la izquierda global. Requerirá un mucho mayor sentido del dar y recibir de lo que han estado mostrando los actores principales. Hasta ahora no hay una alternativa seria.

Traducción: Ramón Vera Herrera

sábado, 27 de febrero de 2016

El artículo que fue reformado con nocturnidad y alevosía (y veraneo)

Parecía intocable. Nunca se la había reformado, salvo algún "retoque dinástico". Y de pronto recibe un bajonazo con volapié incluido. (Para que se entienda mejor la imagen, en la fiesta de los toros el volapié es la suerte de matar en la que el torero avanza hacia el toro dándole salida con la muleta hacia la derecha y clavando al mismo tiempo el estoque).


Cuando se busca en documentos oficiales el artículo 135 original, cuesta a veces encontrarlo, porque aparece ya reformado. Merece la pena comparar las dos versiones, para ver el alcance de la reforma. En este suelto de EL PAÍS del 24 de noviembre de 2014 encontré la vieja redacción, paso necesario para comprender la profundidad de lo alterado.

El artículo 135 de la Constitución, antes de la reforma pactada entre PSOE y PP en 2011decía lo siguiente:

Artículo 135 (hasta 2011)
1. El Gobierno habrá de estar autorizado por Ley para emitir Deuda Pública o contraer crédito. 
2. Los créditos para satisfacer el pago de intereses y capital de la Deuda Pública del Estado se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de los presupuestos y no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la Ley de emisión.
El 2 de septiembre de 2011 el Congreso de los Diputados aprobó, con 316 votos a favor y 5 en contra, la primera reforma constitucional de calado, para introducir de forma urgente en la Carta Magna el principio de estabilidad financiera para limitar el déficit. Los síes de PP y PSOE superaron con creces los 3/5 de la Cámara o los 212 votos necesarios, pero la reforma salió adelante con el desplante del resto de grupos: CiU y PNV, presentes en el hemiciclo, no votaron, e IU, ERC, NBG, ICV y Nafarroa Bai directamente se ausentaron durante la votación.

Los cinco votos en contra correspondieron a Coalición Canaria, UPyD y dos diputados socialistas: Antonio Gutiérrez, que ya había anunciado su voto negativo, y José Manuel Bar Cendón, por error. Otros tres parlamentarios del PSOE se ausentaron en señal de protesta: De la Rocha, Pérez Tapias y Barrio de Penagos. Pedro Sánchez era entonces diputado socialista y, como la mayoría, votó a favor.

El PSOE justificó entonces la reforma en que no había otra opción, o la presión de los mercados obligaría a hacer más recortes. El portavoz socialista en el Congreso, José Antonio Alonso, le espetó al diputado de IU Gaspar Llamazares una nítida frase: "No hay peor sordo que el que no quiere oír, señor Llamazares, le digo que las tensiones en los mercados han llegado a un límite que pone en riesgo las políticas sociales. Esta es la realidad".

Finalmente el PP y el PSOE no introdujeron ninguna cifra en la Ley Fundamental. Los números fueron incluidos en una posterior ley orgánica que estableció un límite del 0,4% al déficit de las Administraciones Públicas, desglosado en un 0,26% en el caso de la Administración del Estado, el 0,14% para cada comunidad autónoma y el cero para los Ayuntamientos.

Tras la reforma, el artículo 135 de la Constitución quedó redactado como sigue:

Artículo 135 vigente (desde septiembre de 2011)
1. Todas las Administraciones Públicas adecuarán sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria.
2. El Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros.
Una Ley Orgánica fijará el déficit estructural máximo permitido al Estado y a las Comunidades Autónomas, en relación con su producto interior bruto. Las Entidades Locales deberán presentar equilibrio presupuestario.
La actual situación económica y financiera no ha hecho sino reforzar la conveniencia de llevar el principio de referencia a nuestra Constitución.
3. El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar autorizados por Ley para emitir deuda pública o contraer crédito.
Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta. Estos créditos no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la Ley de emisión.
El volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación al producto interior bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.
4. Los límites de déficit estructural y de volumen de deuda pública sólo podrán superarse en caso de catástrofes naturales, recesión económica o situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado y perjudiquen considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o social del Estado, apreciadas por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados.
5. Una Ley Orgánica desarrollará los principios a que se refiere este artículo, así como la participación, en los procedimientos respectivos, de los órganos de coordinación institucional entre las Administraciones Públicas en materia de política fiscal y financiera. En todo caso, regulará:
a) La distribución de los límites de déficit y de deuda entre las distintas Administraciones Públicas, los supuestos excepcionales de superación de los mismos y la forma y plazo de corrección de las desviaciones que sobre uno y otro pudieran producirse.
b) La metodología y el procedimiento para el cálculo del déficit estructural.
c) La responsabilidad de cada Administración Pública en caso de incumplimiento de los objetivos de estabilidad presupuestaria. 
6. Las Comunidades Autónomas, de acuerdo con sus respectivos Estatutos y dentro de los límites a que se refiere este artículo, adoptarán las disposiciones que procedan para la aplicación efectiva del principio de estabilidad en sus normas y decisiones presupuestarias.

Esta es la reforma que introdujo con rango constitucional la norma de la prioridad del pago de la deuda sobre el desarrollo de las políticas públicas, que se ha traducido en los recortes presupuestarios impuestos para pagar acreedores, sea cual fuere el origen de esas deudas. Reforma muy difícil de revertir mientras no se disponga de un consenso parlamentario suficiente.

Cosa muy difícil de conseguir porque esta constitución, mientras no se vuelvan a poner de acuerdo los partidos "constitucionalistas" es prácticamente irreformable. La propia portada original, luego discretamente alterada, mostraba cómo todo quedaba "atado y bien atado".


Dos veces hemos quedado bien atados. La primera, con aquella reforma en que desembocó la "ruptura pactada". Luego, con los tratados europeos que nos restringieron la soberanía económica, con el penúltimo acto de la moneda única y el Banco Central Europeo "independiente" (¿de quién, de la mañana, como decía El País hasta que se dieron cuenta?) El artículo 135, de tan fácil reforma como difícil reversión, es la prueba definitiva.

viernes, 26 de febrero de 2016

El sujeto del cambio global

Se abordan en esta entrevista, que reproduzco parcialmente, varias cuestiones de interés.

Por ejemplo, cómo el lenguaje no es inocente y es capaz de modelar el pensamiento. Así, cuando se habla de "neoliberalismo" se está ocultando que no es más que la última fase a la que el capitalismo ha llegado en su evolución, por su propia razón de ser, buscando, en pugna con los trabajadores, la mayor tasa de ganancia. Y si nos referimos al "capitalismo salvaje" introducimos subrepticiamente la idea de que puede haber otro "doméstico", que no busque el máximo beneficio.

Se trata de
"un adanismo necesitado de nombres nuevos. Pero los nombres importan. Parece que, por si no fuera de por sí difícil construir la revolución, además tenemos que lograr la acrobacia de cambiarle el nombre a las cosas para que mantengan el “interés”, y a la vez conservar tanto su sentido como su referencia. Y en política creo que no siempre es posible. El problema de la “cadena equivalencial de significantes” y las políticas construidas sobre ella es que las palabras no son artefactos tan simples".
Cuando inocentemente se habla de la necesidad de superar por caduca la "forma partido", el entrevistado nos recuerda al prematuramente desterrado Lenin, al que encuentra, aguardando con una sonrisa, en todos los caminos que acaban en un callejón sin salida. Lenin recoge de Hegel el concepto de "totalidad concreta".

En esta línea rigurosa, se afirma en la entrevista que hacer "teoría concreta" no es escribir ensayos políticos, porque
"la concreción real del binomio teoría-praxis no sucede dentro de los textos. Ni tampoco yendo a una manifestación anual. Hacer concreta a la teoría es militar. la militancia organizada tiene muchas declinaciones, pero tiene que ser organizada. Es posible pertenecer a un partido, y no intervenir como organización en una institución o ámbito social. Pero desde luego lo contrario es imposible".
Critica, como uno de aquellos caminos sin salida, a la socialdemocracia. Así, no cree que la tercera vía de Tony Blair fuera un simple continuismo thatcheriano, sino que ya estaba
"en el corazón de la socialdemocracia, porque es un epifenómeno de un mecanismo más profundo, que sale a la superficie en cada ciclo económico-político".
En la misma línea de rechazo a un adanismo necesitado de nombres nuevos:
"los nombres importan. parece que, por si no fuera de por sí difícil construir la revolución, además tenemos que lograr la acrobacia de cambiarle el nombre a las cosas para que mantengan el “interés”, y a la vez conservar tanto su sentido como su referencia. Y en política creo que no siempre es posible. El problema de la “cadena equivalencial de significantes” y las políticas construidas sobre ella es que las palabras no son artefactos tan simples".
Sobre la destrucción del mundo soviético:
"El colapso se explica de manera multifactorial, y sin duda tiene que ver con el enfrentamiento de una región mundial contra todo un sistema global. Desde tiempos antiguos sabemos que un asedio busca también producir y reproducir conflictos dentro de la ciudad asediada, no sólo el conflicto primario entre el interior y el exterior. Los errores internos también llevaron al colapso, pero su origen y peso también tienen que ver con ese asedio".
También hace una referencia a la disonancia cognitiva:
"como llaman los psicólogos a los conflictos internos que el individuo sufre para resolver o soportar. Pero para que se produzca esa tensión deben ser entre creencias (por ejemplo) que se vivan y conciban como (dolorosamente) contradictorias para el sujeto: sin embargo, los humanos somos máquinas inferenciales muy imperfectas, y podemos vivir con un pesado fardo de ideas absolutamente incompatibles".
Y la idea principal:
"El cambio global es el derribo del capitalismo, y su sujeto es esencialmente el proletariado global".
Porque es el que rema.










Entrevista a Antonio J. Antón Fernández sobre Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior (I)


Rebelión


Filósofo y traductor, Antonio J. Antón Fernández ha traducido la castellano entre otros a S. Zizek, H. Laski, G. Vattimo, L. Canfora y D. Losurdo. Es autor de Miguel Hernández. La voz de la herida (junto a David Becerra, 2010 y Slavoj Zizek. Una introducción (2012). Está anunciada la publicación de un nuevo libro: Una introducción a la filosofía contemporánea.Nuestra conversación se ha centrado en Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior (Madrid, Akal, 2015).

(...)

¿Cómo definirías el neoliberalismo?

Se ha dicho tanto, que si me permites el posible error categorial, esta vez lo voy a intentar operacionalmente: “neoliberalismo” es eso que aparece en un texto o discurso, cuando para describir una fase concreta del capitalismo
1) No se tiene un grado suficiente de hegemonía cultural y política como para llamarlo “fase capitalista” y que conserve una connotación crítica (que sea, en términos de Ryle, una “failure word”).
2) Se ha pasado una crisis global de la tasa de ganancia y se gesta una crisis financiera; y
3) Se intenta describir una política socieconómica especialmente agresiva contra la clase trabajadora desde (deliberadas o no) premisas social-liberales: hay una política capitalista que es perjudicial, y “por tanto” hay otra que no lo es. Esto es: se presupone que este marco económico permite una política que no sea perjudicial.
Dicho de otro modo, al introducir el término neoliberalismo desaparece la cuestión del capitalismo, y sólo nos queda discutir qué variedad de keynesianismo queremos.

El problema que veo inmediatamente en este intento es que, si bien nos deja abierta la posibilidad de ver un hilo continuo desde el liberalismo salvaje del XIX hasta el actual, también dificulta analizar las características concretas de esta fase que (espero) hemos atravesado; y el problema, ahí, es que caben todos los monstruos (conceptuales)...
(...)

En la introducción, magnífica en mi opinión, citas a Lenin sin ningún problema. ¿No era un autor trasnochado, muy viejo y un pelín autoritario según algunos, incluso según muchos?

Tan trasnochado como que cada vez es más leído y discutido, y se descubren (especialmente en los últimos años) rincones de su pensamiento que habían quedado sepultados tras las citas talmúdicas. Tan viejo, que las encrucijadas democráticas y populares que afrontó siguen vigentes. Creo que lo que dijo Terry Pinkard sobre Hegel es más pertinente hoy para describir la importancia de releer a Lenin: “la gran ansiedad que sufre todo [activista] actual radica en que, sea cual sea el camino que tome, todos esos caminos acaban en un callejón sin salida, y en cada uno de ellos [Lenin] está aguardando con una sonrisa”. Aunque no apareciera en los medios y análisis a posteriori, lo que pasó antes y después del 15m llevó a muchos a una relectura frenética de los clásicos del pensamiento emancipador, entre ellos, Lenin. Basta ver las reediciones y estudios que se han publicado en los últimos años. Insuficientes, pero más de lo publicado en la década anterior.
(...)

(...) no me gusta fingir que al escribir ensayos políticos estamos haciendo “teoría concreta”. Sólo porque se hable de economía o sociología o crítica cultural, no significa que se esté haciendo teoría “concreta”: la concreción real del binomio teoría-praxis no sucede dentro de los textos. Ni tampoco yendo a una manifestación anual. Digamoslo de una vez, para todos los estudiantes (eternos u ocasionales) que nos leen: hacer concreta a la teoría es militar. No hay más vueltas que darle. Y la palabra sigue siendo polisémica: desde la lucha cotidiana en una despensa solidaria (un reto más difícil de lo que parece, lleno de sutilezas psicológicas) hasta la intervención en cualquier ámbito institucional, la militancia organizada tiene muchas declinaciones. Pero tiene que ser organizada. En los dos ejemplos, podemos acabar volviendo al punto de partida si se interviene en esos ámbitos aisladamente. Dicho de otro modo: trágicamente, es posible pertenecer a un partido, y no intervenir como organización en una institución o ámbito social. Pero desde luego lo contrario es imposible.

(...)

El sujeto del cambio global es esencialmente el proletariado global. Acabemos con el “mito de la desindustrialización” y el de la “desmaterialización del trabajo de servicios”. Si son mitos en el nivel regional y doméstico, más aún lo son a nivel global. Sé que aprecias el rigor, y no quiero pasar por experto. Me remito, por ejemplo, a los artículos de Chris Harman.

El cambio global es el derribo del capitalismo. Por supuesto, tengo que llamarlo socialismo, para indicar el carácter “progresivo” de ese derribo. Es decir, que el derribo no es para volver a formaciones pre-capitalistas en lo cultural, sexual, racial, de género, económico y político.

Lo sé. Es una respuesta aburrida. Sobre todo para quien venga de un adanismo necesitado de nombres nuevos. Pero los nombres importan. Mucho más de lo que creemos, a veces. En esta sociedad del TDAH, parece que, por si no fuera de por sí difícil construir la revolución, además tenemos que lograr la acrobacia de cambiarle el nombre a las cosas para que mantengan el “interés”, y a la vez conservar tanto su sentido como su referencia. Y en política creo que no siempre es posible. El problema de la “cadena equivalencial de significantes” y las políticas construidas sobre ella es que las palabras no son artefactos tan simples. Ese proceso social que llamamos “nombre” no es unidimensional. No son cuentas de un rosario, con sólo dos puntos de enganche, y cuya única característica distintiva sea la posición dentro del engarce.

(...)

Citas a Zizek en este capítulo, no es la única vez por supuesto. ¿De dónde tu afición por este marxista tan mediático? ¿Qué valoras especialmente de su obra?

A Zizek (aquí no puedo colocar bien las tildes eslovenas) lo descubrí hace ya unos cuantos años, como un autor que aunaba (en aquel momento, con los libros que yo tenía a mano en España) un interés por releer y desbordar la “french theory”, una posición política marxista y anticapitalista, y el retorno a Hegel, con un sorprendente respeto por las ciencias cognitivas y la filosofía analítica… más que nada teniendo en cuenta lo anterior.

El tiempo ha corroborado sólo las tres primeras sensaciones, y de hecho la tercera, ese retorno al estudio de Hegel, no se ha llegado a producir con la exhaustividad exegética que yo esperaba (realmente no sé si ha llegado a alejarse lo suficiente de Kojève).

Lo positivo: que la segunda posición no era coyuntural, y su marxismo se ha profundizado en cierta dirección leninista. Un leninismo muy de salón, desde luego; muy au dessus de la melée -es decir, un leninismo muy poco leninista- pero eso se puede llegar a comprender en un intelectual que vive prácticamente en tres o cuatro países extranjeros a la vez, y que agotó su ciclo político en su propio país. Se comprende (biográficamente); no se justifica praxeológicamente, pero se debe agradecer el intento, pese a todo. Zizek y otros han colocado de nuevo a Lenin en los estantes de muchos estudiantes que lo consideraban tabú.

¿Mister Blair es el mejor alumno, hasta el momento, de Miss Thatcher?

Niego la mayor (incluso a mí me cuesta no caer en esto). La oposición, el contraste que buscamos al acusar al nuevo laborismo de haberse convertido, como decía ella, en su mejor creación, es un velo que nos ciega. No: la blairista tercera vía (pace Ota Sik) no es una tentación que trajo la serpiente thatcheriana. El blairismo ya estaba en el corazón mismo de la socialdemocracia. O si se quiere, el blairismo es un epifenómeno de un mecanismo más profundo, que sale a la superficie en cada ciclo económico-político.

¿Qué papel juega el social-liberalismo en estos primeros decenios del siglo XXI? ¿Qué papel puede jugar?

No sé si habría que entenderlo como un actor más, o como el medio en el que los actores se mueven y se van a mover. Creo que nadamos en social-liberalismo: lo respiramos. Está en nuestro vocabulario, en nuestras nucas. Caray, es incluso el recurso discursivo inmediato cuando la izquierda se ve acorralada en los debates públicos. El barro nos llega hasta las rodillas, y de ahí hasta el cuello, el resto, es social-liberalismo.

Me estoy extendiendo mucho. Dos preguntas sobre cada uno de los capítulos restantes. Sobre el segundo. ¿Ronald Reagan fue uno de los ejes centrales que destruyó el mundo soviético? ¿Iba de farol lo de las guerras de las galaxias?

Ni Ronald Reagan, ni Kissinger, ni Thatcher. No creo que su carrera política tuviera una influencia considerable en derribar un proyecto civilizatorio que duró, tambaleante, tantos años. El colapso se explica de manera multifactorial, y sin duda tiene que ver con el enfrentamiento de una región mundial contra todo un sistema global. Desde tiempos antiguos sabemos que un asedio busca también producir y reproducir conflictos dentro de la ciudad asediada, no sólo el conflicto primario entre el interior y el exterior. Los errores internos también llevaron al colapso, pero su origen y peso también tienen que ver con ese asedio.

(...)

Citas el caso de su mujer, de Nancy Reagan. Partidaria de investigar en células madre y seguidora de la astrología. No es el único caso. ¿Cómo casan esos casos aparentemente contradictorios?

Esto entra más en el terreno de la psicología. Disonancia cognitiva, llaman los psicólogos a los conflictos internos que el individuo sufre para resolver o soportar. Pero para que se produzca esa tensión deben ser entre creencias (por ejemplo) que se vivan y conciban como (dolorosamente) contradictorias para el sujeto: sin embargo, los humanos somos máquinas inferenciales muy imperfectas, y podemos vivir con un pesado fardo de ideas absolutamente incompatibles. Simplemente porque tenemos ¿la suerte? de no ser capaces de desarrollarlas todas simultáneamente y hasta la última consecuencia... Hay muchos científicos reputados que creen en la mano invisible del mercado; o por poner un ejemplo fascinante de allende los mares: en estos días hay gente que realmente cree que puede decirse delante de decenas de micrófonos y en directo en televisión que se está en una dictadura sin libertad de expresión.

(...)

Libertad, la de no elegir lo que se hace

Es la conclusión de este breve e indignado artículo. Libertad para poder "no elegir".

Realmente es monstruosa la perspectiva socialdemócrata a la que se refiere: mantener un mecanismo infame de generación de beneficios para ponerlo "al servicio de la sociedad".

Porque nos aboca a no elegir lo que hacemos. Si lo que hacemos es inevitable, aunque nos repugne, no somos libres. Es el dilema moral (pero ni siquiera es dilema) de los trabajadores forzados a producir lo contraproducente, lo nocivo.

Situación semejante a la del pasajero de un vehículo que atropella a alguien: aunque no quiera, con su solo peso contribuye a aplastarlo. Es el problema de esos gobiernos socialdemócratas obligados a "hacer lo que no querían hacer".

Como Zapatero y el artículo 135 de la Constitución. Como Tsipras...






Tomado del editorial de un reciente suplemento de economía de El País, titulado El beneficio de la catástrofe –se agradece que eviten la retórica–: "la enfermedad engorda los beneficios de las farmacéuticas, la muerte siempre es un negocio seguro, los delitos multiplican la avidez por la protección pagada, la obsesión por la apariencia (belleza, obesidad) se ha convertido en una mina de oro", etcétera.

En alusión a la salud mental se habló también en estos días de cómo la búsqueda de beneficio induce la producción de medicamentos que cronifican enfermedades, pues la adhesión al tratamiento es más rentable que la cura.

Un día este concepto de rentabilidad resultará equivalente a la idea de que sacrificar a niños y beber su sangre mejorará las cosechas. Hoy, sin embargo, parece lógico. "Desde una perspectiva socialdemócrata", continúa el editorial, "lo relevante es poner este mecanismo de generación de beneficios" –en alusión a crear enfermos, matar, hundir ciudades, generar angustia y dolor– "en disposición de beneficiar al conjunto de la sociedad", lo cual es como decir que sacrificar niños y beber su sangre podría además servir para remediar el hambre de un par de familias si se cocina la carne de los niños muertos.

Habrá quien juzgue el ejemplo exagerado. Pero quien haya padecido la herida en gentes amigas o en la propia vida y haya visto cómo la misma organización que la causaba venía presta a poner la venda y cobrarla, y a ocuparse de que no terminara de cicatrizar para seguir cobrando el precio de las vendas, sabrá que no hay exageración posible.

"El 15M", dice César Rendueles, "se quedó a las puertas de los centros de trabajo". Es un problema grave que no se soluciona hablando del paro, el precariado, la renta básica o las formas de vida alternativas, pues todo eso hoy no está al margen de lo que sucede en los centros de trabajo donde se fabrica y destroza nuestra supuesta realidad.

El problema de en qué condiciones se trabaja va unido a qué es lo que se hace cuando se trabaja. Oh, sí, pero esto ya se conoce; un poco más de lírica, por favor.

Levantad, carpinteros, la viga del tejado, haced sonar los cables de la luz como si fueran arpas, que retumben los cielos porque el trabajo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe, porque la democracia obrera yace a las puertas de la ciudad, porque libertad no conocemos sino la libertad de no elegir lo que se hace

jueves, 25 de febrero de 2016

Volatilidad

Si habéis notado los vaivenes del precio del petróleo, capaz de subir hasta las nubes para caer rápidamente al abismo, y sospecháis que el equilibrio que supuestamente debería establecer el mercado está muy lejos de alcanzarse, debéis leer este artículo de Antonio Turiel. Su fecha, 15 de enero.

La oferta y la demanda se equilibran cuando se dan unas condiciones que no por ser bastante habituales dejan de ser imprescindibles.

El mercado se autorregula siempre, desde luego. Las crisis, largas o cortas, propician nuevas situaciones, alcanzadas catastróficamente y "reequilibradas" a su manera.

Cuando se trata de bienes de fácil producción y consumo, tanto el productor como el consumidor regulan sus stocks abriendo y cerrando más o menos sus reservas respectivas. Cuando el almacén de cada uno se vacía, se aumenta el ritmo del intercambio. Cuando se llena, se enlentece. Hasta un cierto punto ambas partes pueden manejar sus colas, Producir y consumir más o menos.

Lo que funciona a escala microeconómica, en la macroeconomía tiene efectos mucho menos deseables. Cierres de fábricas, quiebras de empresas, revelan puntos de ruptura mucho más serios, y con efectos más traumáticos.

Pero es el mercado de la energía el que soporta las mayores tensiones, porque ni la oferta ni la demanda son elásticas. La demanda es muy rígida: no se puede reducir el consumo de un día para otro y las reconversiones son costosas y difíciles. Claro que donde está el mayor problema es en la oferta: cuando el único suministro barato y abundante de energía procede de una fuente no renovable que además se aproxima al agotamiento, el mercado instantáneo sólo puede conducir a la especulacion y la incertidumbre, y acaba desincentivando una inversión muy necesaria, siquiera sea para establecer un puente hacia energías renovables, que por otra parte no podrán sostener a una sociedad tan poco sobria.

Un punto que llama la atención es la persistencia en aplicar el viejo pensamiento a nuevas situaciones, como señala Turiel: 
"Lo más triste de este proceso es que nadie mirará a la producción de petróleo, al hecho de que ya está decayendo para nunca más recuperar los niveles actuales y para seguir una tendencia general a la baja con pequeñas repuntadas transitorias. La obsesión economicista por el precio hará que se ignore la variable que es en realidad fundamental, pues la energía es el verdadero motor de la economía, en tanto que el dinero (entre otras cosas) es sólo representación del valor y no el valor en sí mismo. Las raras veces que se comente que la producción ha bajado los economistas saldrán diciendo que se debe a la recesión y que cuando salgamos de ésta la producción volverá a subir, poniendo así el carro delante de los bueyes, ignorando que el problema es que está disminuyendo la cantidad de energía asequible para propulsar este sistema, incapaces de comprender que hay que cambiar el paradigma económico completo para adaptarlo a una realidad en la que ya hemos chocado contra los límites del planeta."
Algo tendrá esto que ver con lo que publiqué aquí en una entrada reciente, reacciones psicológicas ante el colapso.

El primer paso para evitarlo es conocer la situación, para actuar antes de que sea turbulento, repentino... e inevitable.



Queridos lectores,

Este año 2016 ha estado marcado por una noticia que ha ocupado una porción apreciable del siempre disputado tiempo telenoticiado: la volatilidad de la bolsa de valores china. En el Imperio del Medio se han vivido días de grandes bajadas, hasta el punto que la sesión se tuvo que suspender en un par de jornadas, al superar las caídas el 7%. La bolsa china venía de tener una evolución bastante mediocre en 2015, y por lo que parece todos los problemas acumulados son cada vez más evidentes en 2016. Las bolsas occidentales han acusado el impacto con caídas acumuladas que son la mitad de las chinas, pero demostrando que la evolución del gigante asiático tiene mucha influencia en lo que pasa en el mundo.

Pero, ¿qué pasa en China? Simplemente, que China, la fábrica del mundo, está acusando con fuerza la caída de la demanda mundial de todo tipo de bienes. Cosa lógica, si se tiene en cuenta que el desapalancamiento de la deuda iniciado en 2008 ha ido progresivamente minando la renta disponible de las clases medias (vía disminución de prestaciones y vía degradación de la calidad del trabajo asalariado). Y esa clase media, cada vez más empobrecida, compra menos cosas y consume menos.

Durante los primeros meses de 2015 la planificación del flujo de mercancías a escala mundial siguió los patrones dictados casi al unísono por cuanta consultoría económica de este mundo: la demanda seguiría creciendo, la demanda de bienes seguiría por los cauces previstos. Sin embargo, la demanda bajó y los productos y materias primas empezaron a almacenarse, porque lo que salía era menos que lo que entraba. Es un fenómeno generalizado en todo el mundo. Eso ha llevado a una drástica disminución del comercio mundial. El Baltic Dry Index (un índice que mide la cantidad de materias primas que se desplazan por el mar) está en mínimos que no se habían visto en un par de décadas (ni siquiera en 2008), y en general el comercio por carretera, tren, avión, etc está en valores muy, muy bajos (por ejemplo, el comercio entre China y África, su principal suministrador de materias primas, cayó un 40% el año pasado). Indicio de que el comercio mundial está sufriendo un gran bajón, y que estamos entrando en una gran recesión global.

Como pasó durante la última gran recesión, en 2008, el precio del petróleo ha bajado mucho, cotizándose en la actualidad el barril de Brent por debajo de los 30 dólares, menos incluso de a lo que llegó en 2008. Tal caída precipitada traerá consecuencias muy negativas para el sector, pues al contrario de 2008, cuando el precio del petróleo cayó fuertemente de julio a diciembre para luego ascender relativamente rápido y estabilizarse en unos 100 dólares el barril a finales de 2009, en esta ocasión la bajada hace más de un año que dura y está minando la economía de los países productores de materias primas y no sólo de petróleo. Por ejemplo, en los EE.UU. acaba de quebrar la segunda mayor empresa productora de carbón de ese país, y no precisamente porque los EE.UU. se estuvieran descarbonizando sino porque sigue la tendencia contractiva general. Pero donde se huele a sangre en los EE.UU. es en el sector de la producción de petróleo, y especialmente en aquellas empresas que habían apostado fuerte al fracking. Aparte de la próxima quiebra de Chesapeake, una empresa de mediana importancia, que muchos analistas descuentan para principios de 2016 (sus acciones han caído un 80% durante el último año, en paralelo a sus ingresos), otras importantes empresas del sector podrían quebrar durante 2016. Aún no se apunta a ninguna de las grandes, pero obviamente van a sufrir durante este año y en paralelo reducen sus gastos para intentar sobrevivir el mayor tiempo posible.

El problema no se circunscribe a los EE.UU.; por ejemplo, BP acaba de anunciar que despedirá al 15% de su personal ocupado en la división de exploración y desarrollo, unos 4.000 trabajadores. Y el problema no sólo afecta las compañías privadas; por ejemplo, hace poco que supimos que Pemex despedirá a 13.000 trabajadores. Algunas compañías, sobre todo las más grandes y diversificadas, recurren a la venta de los activos más dudosos, consiguiendo así el doble beneficio de hacer efectivo y disminuir el riesgo, y se centran a partir de ahí en sus activos más seguros; generarán menos dinero, eso es verdad, pero con mucho menor riesgo. Sin embargo, compañías como las que se dedican al fracking no tienen nada bueno que ofrecer y buscan desesperadamente más financiación con la que mantenerse a flote, en tanto que algunas contratan vergonzantes campañas de relaciones públicas para hacer creer al público general que el fracking aún es rentable (cuando, en realidad, nunca lo fue).


Es en este contexto de lucha por la supervivencia que se tiene que entender el reciente anuncio de que Arabia Saudita hará una oferta pública de acciones de su compañía nacional de petróleos, Aramco, la más grande del mundo. Mientras se dilucida el marco de esta privatización (se habla de que sólo saldría a la venta la división que se encarga de las refinerías), crece la tensión bélica en la zona. Dejando al margen lo que está pasando en Siria e Irak, ya no es sólo el creciente enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán: la guerra que Arabia Saudita mantiene en Yemen no tiene visos de acabar (y en ocasiones los rebeldes yemenitas tienen la osadía de golpear a Arabia Saudita en su propio territorio); al tiempo, Arabia Saudita mantiene la situación de protectorado de facto en Bahrein (país que "liberó" manu militari en 2011). Toda esta carga militar de Arabia Saudita agudiza peligrosamente los problemas económicos derivados de descenso de ingresos por la venta de petróleo, lo que le ha obligado a reducir prestaciones sociales y a aumentar el coste del carburante en el reino. El potencial desestabilizador de estas medidas es enorme; ¿se imaginan Vds. qué consecuencias tendría que estallase una revuelta en Arabia Saudita?

Desde una perspectiva meramente económica, lo grave de la situación actual es la pertinaz contracción de la inversión en exploración y desarrollo de nuevos yacimientos petrolíferos, y no sólo en los no convencionales. Justo en este momento, cuando más que nunca se tendría que aumentar la inversión en exploración y desarrollo (upstream) porque cada vez los yacimientos son más difíciles de encontrar y de explotar, encadenamos una racha de años de contracción en la inversión muy fuerte en el sector petrolero. De acuerdo con la Agencia Internacional de la energía, la inversión en upstream se redujo un 15% en 2014 con respecto a 2013, y un 20% adicional en 2015 con respecto a 2014. Y aquí no se acaba la mala racha, sino que la propia AIE está proyectando un nuevo descenso del 15% en 2016. A nivel mundial cae el conteo de rigs (cabezas perforadoras); el problema ya no es la catastrófica caída del número de rigs activos en los EE.UU., sino que la caída comienza a ser monumental (un 50%) al nivel del mundo entero.

Imagen de http://peakoilbarrel.com/international-rig-counts-2/


















Aunque la mayoría de los analistas económicos no lo perciben, es bastante obvio que nos estamos encaminando a marchas forzadas hacia una escasez de petróleo que no sólo es inminente, sino que será irreversible. La combinación entre desinversión en la hoy en día imprescindible reposición de pozos y las quiebras de las empresas que explotan los recursos de hidrocarburos líquidos más caros de producir (cuyo porcentaje sobre la producción mundial es ya del 10% y debería crecer durante los próximos años simplemente para mantener la producción total constante) garantizan no sólo que nunca recuperaremos el nivel de producción de 2015 (esto es, el peak oil se produjo el año pasado), sino que el descenso a partir de aquí será bastante rápido.

La quiebra de las empresas que explotan yacimientos de hidrocarburos diversos no hace desaparecer el recurso, naturalmente. Sin embargo, sí que nos habla de la difícil viabilidad de la explotación de ese recurso a los precios que realmente la economía se puede permitir. Pero es que además esas quiebras sí que hacen desaparecer algo fundamental: inversores dispuestos a arriesgar su dinero en un negocio que, de repente, ya no parece tan seguro como siempre había parecido. Por eso, de manera real, la quiebra de empresas petroleras implica la desaparición efectiva de toda la producción actual que se estaba produciendo antieconómicamente, simplemente porque se tenían muy buenas perspectivas para el futuro. Y ése es un porcentaje creciente de todo el petróleo que se puede producir...

Estamos delante, por tanto, de un rápido descenso de la producción de petróleo que se irá evidenciando en los próximos años. ¿Y qué es lo que se cuentan en los medios sobre la situación actual? Poca cosa. Pocas veces se atreven a advertir que de mantenerse los bajos precios actuales habrá una fuerte escasez a la vuelta de un par de años. La inmensa mayoría de los análisis económicos que podemos leer apuestan a que el precio se mantendrá bajo en el medio plazo, es decir, durante los próximos 2, 5 o incluso 10 años. Es obvio que no entienden nada de lo que está pasando (¿serviría de algo recomendarles, una vez más, nuestra guía?). E incluso algunos se permiten de vez en cuando hacer chanzas sobre la "ridícula teoría del peak oil", a su entender desmentida por los bajos precios del petróleo.

Desde una perspectiva economicista, el peak oil debería traducirse en precios permanentemente altos. Ésta es una visión simplista, propia del pensamiento económico liberal, que no entiende el papel de la energía en la economía. Lo más curioso es que no pocos de los estudiosos del peak oil llevan años afirmando que la llegada al máximo de producción del petróleo lo que genera es volatilidad en el precio (yo mismo lo decía en el quinto post que escribí en este blog, el 3 de febrero de 2010). En mi caso concreto y para más inri, cuando la fase de precios altos se prolongó un poco más de lo esperado me criticaron porque no acababa de llegar la bajada de precios que pronosticaba (ver post del 28 de marzo de 2014, seis meses antes de que empezase del actual episodio de precios bajos).  Lo volveré a repetir, una vez más: el problema de la escasez de petróleo no es que el precio suba mucho de manera permanente. Para que el precio se mantenga permanentemente alto el petróleo tiene que convertirse en un artículo de lujo y dejar de ser lo que es ahora, es decir, el motor de la economía, y aunque algún día llegaremos a esa situación, aún estamos lejos de ese momento. En los próximos años lo que caracterizará al precio del petróleo es una volatilidad brutal, a medida que profundicemos en la espiral de destrucción de demanda - destrucción de oferta. No es simplemente decir que el precio del petróleo a veces sube y a veces baja, no. La cuestión es que durante ciertos períodos se mantendrá demasiado alto, de manera que dañará la economía en general, y después se mantendrá demasiado bajo, dañando a las compañías productoras. Esta oscilación salvaje, sin término medio (la mayor parte del tiempo el precio o será muy alto o será muy bajo, situándose en valores intermedios sólo en su rápido camino hacia arriba o hacia abajo), es lo que caracterizará la evolución del precio durante los proximos años, con un período de repetición típico que en el post de 2010 estimábamos en unos 3 o 4 años, aunque a medida que se acelere el descenso de producción los ciclos de subidas y bajadas serán cada vez más rápidos. Fíjense en la gráfica (completamente cualitativa) que Dave Cohen dibujaba ahora hace 8 años:














Y fíjense qué ha hecho el precio del petróleo en los últimos 10 años:




Como ven, hasta el 2011 la forma cualitativa de ambas gráficas era muy similar. En 2011 se introduce masivamente el fracking en los EE.UU., y a pesar de ser un negocio ruinoso se consigue mantener los precios un poco por encima de los 100$/barril pero sin romper el techo de 149$/barril de 2008. Sin embargo, 100$/barril es un precio demasiado alto para no acabar perjudicando a la economía en general en el medio plazo. Con la forzada estabilización del fracking hemos postergado la caída de precios unos 3 años, pero ahora nos encontramos con una economía dañada (como muestran los datos que doy al comienzo delpost) y unas compañías petrolíferas sobre-endeudadas y quebrando (como ya alertábamos en septiembre de 2014). Así pues, nos hemos ahorrado uno de los ciclos de 3 años, pero lo hemos hecho a costa de poner en una situación precaria a nuestras empresas petroleras y por tanto en este momento estamos teniendo a la vez una fase de destrucción de demanda y de oferta.

Es importante resaltar que desde el punto de vista de la evolución del peak oil no hemos ganado absolutamente nada: produciendo a pérdidas hidrocarburos subprime como el LTO de fracking o el de las arenas bituminosas hemos mantenido el nivel total de hidrocarburos durante estos años, pero ahora la caída será más abrupta y nos iremos directamente al punto de la curva donde deberíamos estar si se hubiera explotado solamente lo que era económicamente rentable; o quizá más abajo, porque en el proceso hemos dañado el balance de empresas y explotaciones que podían ser viables. Y lo que es peor: lo abrupto de los cambios hace más probables los conflictos geopolíticos y las guerras por los recursos, porque los economistas que asesoran a los gobiernos de todo el mundo no comprenden la situación y ven fantasmas de "guerras de precios" e "intentos de desestabilización" donde lo que hay es fundamentalmente el imperio de la pura y dura termodinámica y una mala comprensión de la realidad económica por quienes se dicen sus especialistas.

Por ese motivo, todos los que predicen escenarios de precios bajos del petróleo a 5 años vista se equivocan sin duda: los precios se mantendrán bajos este año hasta que estalle una nueva guerra o quiebren suficientes empresas del sector, y al bajar la oferta el precio se disparará, agravando la crisis económica global en ciernes (recuerden que el año pasado el PIB global se contrajo un 5%). Se iniciará así el siguiente ciclo de la oscilación del precio, que será más duro que el anterior porque los inversionistas, escaldados, no volverán tan rápido a invertir en las petroleras.

Lo más triste de este proceso es que nadie mirará a la producción de petróleo, al hecho de que ya está decayendo para nunca más recuperar los niveles actuales y para seguir una tendencia general a la baja con pequeñas repuntadas transitorias. La obsesión economicista por el precio hará que se ignore la variable que es en realidad fundamental, pues la energía es el verdadero motor de la economía, en tanto que el dinero (entre otras cosas) es sólo representación del valor y no el valor en sí mismo. Las raras veces que se comente que la producción ha bajado los economistas saldrán diciendo que se debe a la recesión y que cuando salgamos de ésta la producción volverá a subir, poniendo así el carro delante de los bueyes, ignorando que el problema es que está disminuyendo la cantidad de energía asequible para propulsar este sistema, incapaces de comprender que hay que cambiar el paradigma económico completo para adaptarlo a una realidad en la que ya hemos chocado contra los límites del planeta.

Pues sí, señores, las consecuencias del peak oil eran éstas, lo que hace tiempo que yo denomino el oil crash:  la imposibilidad de nuestra sociedad de mantener el sistema actual, una vez que hemos llegado al cenit de producción de petróleo. Es a esto a lo que se parece, es a esto a lo que huele y a lo que sabe. Y esto sólo es el comienzo: si no lo entendemos y no comenzamos a tomar desde ya medidas para adaptarnos vendrán guerras, escasez, desabastecimiento... Yo personalmente hace tiempo que apuesto por que España se meterá en aventuras militares en varios países y particularmente en Argelia, cuando allí estalle la guerra civil actualmente en ciernes; guerras que agotarán más rápidamente a España y que nos hundirán con mayor celeridad en el fango.

Pero, repitámoslo una vez más: nada de eso es necesario, no necesitamos hundirnos en la miseria, no está escrito en piedra que nuestro destino inevitable sea el colapso. No es verdad. Aún podemos cambiar el rumbo de las cosas. Debemos decir y decirnos la verdad a la cara, pasar de la idea a la acción, hacer propuestas de futuro. Es posible. Hagámoslo.

¿No lo oyen? Es el rumor del peak oil. Apresurémonos, antes de que sea un fragor, antes de que la previsible avalancha nos arrastre.


Salu2,
AMT