viernes, 29 de enero de 2021

Excedente y plusvalía

He aquí una explicación sobre el excedente y la plusvalía al alcance de cualquiera. Se entiende perfectamente que una sociedad debe mantener a sus miembros improductivos, y para ello redistribuir un excedente. Lo de miembros improductivos nos lleva inmediatamente a pensar en zánganos, plutócratas, terratenientes o rentistas. La caricatura habitual del burgués gordinflón con su reloj en el bolsillo y la cadena de oro.

Pero aunque ellos no existieran siempre habría niños, discapacitados, ancianos... Además de eso estamos atrapados en un sistema económico que prioriza la eficiencia y optimiza la productividad ahorrando trabajadores. Hasta que no se desarrollen otras actividades (que buena falta hacen) habrá gente sin posibilidad de emplearse.

Por estas razones, el excedente es necesario. Si todos los que trabajan se apoderasen de la totalidad del producto, perecerían todos los que no trabajan, con independencia de la causa que motivase su inactividad.

Los impuestos son una parte inevitable de esa apropiación del excedente. Sin ellos ni siquiera podrían mantenerse las estructuras que sostienen al capitalismo.

Por eso, el problema no es la existencia de la plusvalía ("trabajo no pagado"), sino su apropiación por los dueños de los factores de la producción. El caso extremo es la esclavitud, en la que el amo no solo posee los medios de producción sino también la misma fuerza de trabajo.

Ni necesitamos ni podemos eliminar la plusvalía, sino redistribuirla con criterios distintos. El dueño de los medios de producción es dueño de la plusvalía y tiene sus criterios para emplearla. El problema es la propiedad privada frente a la pública, que naturalmente debe ser gestionada con democracia y transparencia.





 

El excedente 

Richard Wolff

Vídeo original completo aquí.

Pensemos en esto. Una de las cosas que hace toda comunidad, que normalmente desconoce, pero que la conforma, es lo siguiente. Toma una parte de sus miembros, –si es una comunidad de cien, toma 20, si se trata de una comunidad de 50.000, toma X–, y asigna a esas personas una función específica: usar su cerebro y sus músculos para hacer cosas, para tomar cosas de la naturaleza, digamos que un árbol para hacer una silla, una oveja para hacer una prenda de lana, o lo que sea. Pero en la sociedad hay muchas personas que no están obligadas a hacer nada de eso. Algunas de ellas son inmediatamente reconocibles: a un niño de dos años no se le va a pedir que haga eso que llamamos trabajo, y por por razones comprensibles, tampoco a otra de 89.

Lo cual significa que en toda sociedad, dice Marx, las personas que realizan el trabajo siempre han de producir más de lo que ellas mismas  consumen, de lo contrario, muchas personas que forman parte de esa sociedad no podrían sobrevivir. De alguna manera tiene que haber un excedente producido por quienes trabajan, para que a aquellas que no trabajan: niños, ancianos, enfermos y otros, se les proporcione alimento, ropa y vivienda, imprescindibles para vivir.

Marx dice. Lo que ocurre es que cada sociedad difiere en el modo de organizar y administrar este excedente que la clase trabajadora produce. (La palabra que utilizan los marxistas para denominar dicho excedente, en el cual centran su atención, es plusvalía).

Así pues, toda sociedad produce un excedente. En lo que difiere una sociedad de otra es en determinar quién produce el excedente, quién decide su cuantía y quién la manera de trasladar dicho excedente, de las personas que lo produjeron a las personas que lo necesitan para vivir, pero que no participan en su producción. Cómo se resuelven todas estas cuestiones y cómo moldean la política, la cultura, el arte y la música...

En otras palabras, si quieres entender la política, la cultura, el arte, la música, la historia, será mejor que entiendas algo tan básico como la producción y distribución del excedente. Eso se llama, en el marxismo, análisis de clase. La clase de las personas que producen el excedente, en relación con la clase de las personas que viven merced a su distribución.

Solo para daros una idea ilustrativa. He aquí una posible forma de hacerlo. Las personas que producen un excedente pueden, ellas mismas reunidas en asamblea, decidir qué hacer con él. Y lo distribuyen entre los bebés, los ancianos, los músicos y entre cuantos ellos piensen que ha de ser distribuido. ¿Que quieren tener a alguien que toque la mandolina mientras trabajan, alguien a quien habrá que alimentar y proveer de lo necesario?, pues destinan parte del excedente a ello.

Pero podríamos tener un sistema diferente. Podríamos tener un sistema en el que la gente que produce el excedente fuesen, vamos a darle un nombre: esclavos. Oooh… Entonces sabemos enseguida quién se apropiará del excedente ¿no? El amo. ¿Y quién decidirá qué hacer con el excedente? El amo, que es quien lo posee. Es una configuración muy distinta en la que, puedes estar seguro, el amo distribuirá ese excedente de manera diferente a como lo harían los trabajadores si dispusieran de él.

Una cooperativa obrera significa que los trabajadores que producen el excedente son las mismas personas que deciden qué hacer con él. Y eso establece la diferencia frente al capitalismo, la esclavitud o el feudalismo.

En la esclavitud, los esclavos producen este excedente que los amos se apropian y distribuyen. En el feudalismo, los siervos producen un excedente del que los señores se apropian y distribuyen. En el capitalismo, los empleados producen el excedente del cual el empleador se apropia y decide qué hacer con él.

La revolución, la idea marxista, dice: tenemos que deshacernos de esta dicotomía. No más de todo esto. No queremos esclavitud, no queremos servidumbre y tampoco queremos proletariado asalariado. Porque no queremos que una pequeña minoría, amo, señor o empresario, decida cuál es y qué se va hacer con el excedente, cuando las personas que lo han producido quedan excluidas de dichas decisiones. Esta es una cuestión fundamental.

Lo mismo para los agricultores. Por ejemplo, podríamos tener una agricultura realizada por esclavos y amos. Eso es lo que tuvimos en el sur de Estados Unidos durante mucho tiempo. Teníamos el algodón, por ejemplo, cultivado por esclavos, y amos, que se apropiaban del excedente e hicieron bellísimas mansiones que aún hoy podemos ver allá en Luisiana. Hicieron lo que les dio la gana con el excedente. Los esclavos lo produjeron, los amos decidieron cómo usarlo. O en el caso de Francia, donde los campesinos produjeron un enorme excedente del que los señores feudales se apropiaron y usaron para construir el Palacio de Versalles, que hoy puedes visitar como turista y maravillarte. ¿Y qué? ¿Creéis que los campesinos que se partieron el culo entonces habrían empleado el excedente en hacer un jardín como ese, para que tres personas se pasearan por él cada cuatro noches? No, no, no habrían hecho eso.

Jeffrey Bezos recolecta el excedente de cientos de miles de personas involucradas en la monumentalmente importante tarea de entregar paquetes. Es un repartidor de paquetes. Es la persona más rica del mundo porque, ¡obviamente, cualquier sociedad racional querría regalar una inmensa fortuna a alguien que entrega paquetes! Pero, seamos justos, entrega paquetes... ¡velozmente! Así pues, ¡por supuesto que debería tener ciento cincuenta mil millones de dólares! Es el número uno en la lista de multimillonarios de Bloomberg. Recientemente se divorció de Mackenzie, su esposa, y en virtud del divorcio ella obtuvo treinta y nueve millones, por lo que se convierte en la 22ª persona más rica del planeta por ser su ex esposa.

Dicho así, entre nosotros, ¿pensáis que si los trabajadores que producen el excedente para Amazon, toda esa gente que lleva tu paquete rápidamente a tu casa, se unieran para decidir qué hacer con ese excedente que su trabajo ha producido, creéis que se lo darían al señor Bezos para que...? Por cierto, una de las cosas que él, muy entusiasmado, está haciendo. Está organizando un viaje planetario, quiere ir a la luna y está gastando una fortuna para desarrollar los cohetes que lo llevarán hasta ella. Oooh...

¿Creéis que la gente que suda en sus talleres haría eso, gastar el excedente en la construcción de un cohete que lleve a ese hombre a la luna?

Mi esperanza es que los estadounidenses, testigos de esta situación, probablemente digan: ¡Sí¡ !Échenlo de aquí!

jueves, 28 de enero de 2021

"Estabilidad climática"

Del artículo que dejo para el final de estos comentarios me llamó la atención el dato de la anomalía térmica registrada unos días antes en el Ártico. ¡Muy cerca del polo se habían registrado +24 ºC en los primeros días del año! Mirando el gráfico entiendo que no es la temperatura registrada, sino la desviación de la temperatura media con respecto a la media de la serie, en este caso, la que normalmente sería de esperar un 8 de enero.

De estas brutales oscilaciones hemos tenido buena prueba estos días, cuando la oscilación en la península ha alcanzado la terrorífica cifra de 45 ºC. A cualquiera que observe las predicciones del tiempo le bastará una mirada a los mapas de isobaras. Verá que frente a la sucesión de borrascas atlánticas que era habitual, ahora hay un barullo caótico. El frente polar se ha roto. La corriente en chorro no solo ondula sus meandros: literalmente los estrangula.

Artículos como este, del año pasado, y muchísimos más desde hace décadas constataban que algo muy grave está pasando. Como la velocidad de los cambios se aleja de nuestra percepción inmediata, no se incide radicalmente y se llega tarde. ¡En plena pandemia exponencialmente creciente las medidas van casi siempre a remolque de los hechos, sin adelantarse a ellos!

Son muchas las consecuencias de todo esto, muy especialmente sobre la salud, como constata esta otra noticia:

La mortalidad por los efectos del cambio climático se incrementa en un cuatro por ciento por cada grado que aumenta la temperatura ambiente, según ha puesto de manifiesto una nueva investigación llevada a cabo por profesionales médicos y académicos de 27 organizaciones participantes, entre las que se encuentran la Organización Mundial de la Salud (OMS), el University College London Institute o el Banco Mundial.

Niegan el cambio climático los energúmenos que niegan que haya pandemia, que consideran falsas las noticias sobre ella, que afirman que las vacunas llevan "un chip" para controlarlos y otras sandeces. ¿Por qué no niegan aún que existe China?

Un documento del Sistema de Indicadores Ambientales de la Red de Información Ambiental de Andalucía expone gráficamente anomalías térmicas e índices de calentamiento, con datos registrados a lo largo de un siglo en Córdoba, Granada y Jerez.

Este es el mapa de anomalías térmicas en torno al Ártico de hace tres semanas:

Ártico 08.01.2021 ClimateReanalyzer.org

Y estos los gráficos relativos a las ciudades andaluzas:



















Adiós, estabilidad climática

Con este frío y tanta nieve ¿cómo va a haber calentamiento global? Pues sí. Contra las apariencias, y contraintuitivamente, el sistema climático de la Tierra ha sido definitivamente desestabilizado.

Ferran Puig Vilar

15 de enero de 2021 06:00h

Con este frío y tanta nieve ¿cómo va a haber calentamiento global? Pues sí. Contra las apariencias, y contraintuitivamente -como lo son los procesos sistémicos- el sistema climático de la Tierra ha sido definitivamente desestabilizado, cosa para la que, a estas alturas, caben ya pocas dudas. Las causas físicas no cesan ni con una reducción notable de la actividad económica inducida por la pandemia, y por tanto de las emisiones. Esta ola de frío es una consecuencia indirecta del calentamiento global, y directa del extremo calentamiento del Ártico. ¿Cómo es esto posible? Bueno, tal vez le haya sorprendido que el frío, que suele llegar desde el norte, en esta ocasión haya venido también del sur y haya sido hacia el norte adonde se ha ido desplazando.

El vórtice polar del Ártico (conocido más cerca de la superficie como jet stream, corriente en chorro), determinante del clima global, ha perdido una vez más la estabilidad que lo constriñe a la zona polar. Aunque desde la perspectiva meteorológica es todavía pronto para disponer de una explicación detallada, lo cierto es que, en el Ártico, las temperaturas han llegado a ser de +24 °C en pleno invierno (ver figura). Ello provoca que inmensas cantidades de aire polar pierdan su adherencia a la corriente y se precipiten más o menos libremente hacia el sur. Filomena, intensificada al oeste del golfo de Cádiz, tomó una ruta ascendente justo por encima de la península ibérica.

Si, ciertamente, las emisiones originadas en la quema de combustibles fósiles se han reducido un 7% en 2020. Pero el pasado año la temperatura global alcanzó el récord que se había registrado en 2016. Estos récords puntuales se han ido produciendo tradicionalmente en los años en que la corriente subtropical del pacífico, conocida por El Niño, contribuía al calentamiento. Pero en 2020 no solo no ha habido Niño, sino que fue un año de Niña, a saber, el fenómeno que produce el efecto contrario y debería haber contrarrestado el incremento que se hubiera producido sin él. Pero no ha sido así. Tenemos así récord de temperatura global en un año en que no tocaba. Menos todavía cuando la radiación solar ha sido levemente inferior a la normal. ¿Entonces?

Antes que nada conviene recordar que el sistema climático no responde a la intensidad de las emisiones, sino a la concentración de gases en la atmósfera. Más allá de que la respuesta del sistema climático no es, en términos de temperatura, inmediatamente consecutiva a una variación de esa composición –se produce un retardo de uno o varios lustros– unas emisiones un 7% menores equivalen a las que tuvieron lugar hace unos pocos años, con lo que la concentración de gases de efecto invernadero ha seguido aumentando de forma indeleble. Por lo demás, el ritmo de aumento de la temperatura, como muchos otros parámetros climáticos, lleva ya varios años acelerándose de forma persistente tras medio siglo de comportamiento proporcional, mientras que los forzamientos (GEI + radiación solar) no lo han hecho en la medida suficiente como para dar cuenta del comportamiento térmico registrado. ¿Qué está ocurriendo?

El sistema climático contiene otros elementos contraintuitivos. Este nuevo récord (o casi) parece tener una explicación particular. Sabemos que los aerosoles de azufre, esos que hacen que el cielo ya no sea el que era en mi juventud, producen un cierto apantallamiento de la radiación solar, de modo que la temperatura no aumenta tanto como cabría esperar por la composición de la atmósfera sin ellos. Estos aerosoles son emitidos por las centrales de generación de electricidad a base de carbón, material que contiene impurezas de azufre. Tanto los filtros que se están incluyendo en las centrales que no disponían de ellos (caso de China y otros) como, también, el menor consumo de electricidad resultante de la disminución de la actividad económica, hacen suponer que la concentración de estos aerosoles ha ido disminuyendo. Dado que el tiempo de residencia del CO2 atmosférico es de milenios, mientras que el de los aerosoles es de dos a cuatro semanas al precipitar al suelo en poco tiempo, el efecto invernadero se mantiene, pero el de apantallamiento no. Esta es, probablemente, la clave del comportamiento que se viene observando, y que en 2020 ha sido singularmente acusado debido a la pandemia. Así lo entiende James Hansen, quien fuera director de climatología de la NASA durante cerca de 30 años y que sigue en activo desde la Universidad de Columbia tras su jubilación forzada del organismo federal.

Solo probablemente porque, hoy por hoy, no es posible confirmar este extremo con la exactitud que sería de desear y hay que deducir su magnitud mediante aproximaciones indirectas con la ayuda de modelos y a un plazo bastante mayor. Esto es así porque, a pesar de la insistencia de sus cuadros científicos, la NASA decidió en su día, en tiempos de George W. Bush y sucesivos, no monitorizar directamente los aerosoles mediante satélites por ser demasiado caro. En todo caso parece claro que la concentración de estos aerosoles ha ido disminuyendo persistentemente en los últimos años. Si, dejar de quemar ciertos combustibles fósiles, o limitar la contaminación atmosférica, produce calentamiento. Casi nadie menciona este efecto, que por otra parte se conoce desde hace mucho tiempo.

Pero el año que hemos dejado ha sido pródigo no solo en otros récords (fuegonúmero de huracanes tropicalesdaños climáticosmigraciones) sino también en informaciones bastante pavorosas que siguen confirmando que la realidad supera a las previsiones y que las nuevas previsiones empeoran sustantivamente las anteriores, patrón al que nos tiene acostumbrados la comunidad del clima y también la de la energía y la biología.

Lo más destacado ha sido, sin duda, el hecho de que la sensibilidad climática –a saber, el incremento de temperatura que corresponde a una duplicación de la concentración de gases de efecto invernadero– resulta ser muy superior a lo que se ha tenido por cierto a lo largo de todo el último siglo. Si desde siempre se han considerado unos +3 ºC como mejor estimación, ahora este valor se situaría entre +4 ºC y + 5 ºC según la mayoría de los modelos que acaban informando al IPCC. Podría ser incluso mayor. Este organismo, cuyo próximo informe está previsto para abril de este año, tiene un auténtico papelón para justificar este cambio, que parece ser debido a una mejor resolución en la modelización de la nubosidad. Este nuevo valor de parámetro tan crítico tiene una incidencia directa en la velocidad a la que se produce el incremento de temperatura, haciendo aún más verosímil la posibilidad de +4ºC en 2060 que se había barajado a finales de la década de 2000 en el escenario de emisiones actual. Por si esto fuera poco, sabíamos ya que los impactos, a igualdad de incremento de temperatura, son peores de lo que se había anunciado.

Las cosas tampoco pintan nada bien en los océanos. Olas de calor en superficies marinas de enorme tamaño liquidan de un plumazo habitantes que, a diferencia de las especies terrestres, no soportan variaciones de temperatura de esas magnitudes. La hipoxia y la acidificación aceleradas, ayudadas éstas por los vertidos de fertilizantes, están generando auténticos desiertos marinos. Los arrecifes de coral están ya sufriendo especialmente, e incluso su reproducción resulta afectada al estar perdiendo su sincronismo. Esto es especialmente grave, pues el coral constituye la base de la cadena trófica de una gran parte de las especies marinas de todo el mundo.

Para el colapso ecológico final no hará falta esperar a 2060, pues un estudio reciente lo sitúa nada menos que en la década de 2040 si no cesa inmediatamente la desbocada deforestación de las selvas tropicales.

Groenlandia se da ya por definitivamente perdida, y la Antártida Occidental, muy probablemente, también. Habrían superado su tipping point. Las emisiones netas de CO2 y metano originadas por la fusión del permafrost no van a cesar: la Tierra ya emite por su cuenta de forma neta, tipping point donde los haya. Y más que lo hará, pues la Amazonia está a punto de iniciar esta senda por su cuenta. Y ahora sabemos que las explotaciones marinas de petróleo y gas abandonadas están provocando el vertido de metano del lecho marino a la atmósfera a manos llenas.

Los fríos y las nieves de estos días, que a punto han estado de colapsar la cadena de distribución alimentaria (en el primer confinamiento se estuvo al límite de esta situación, por lo menos en Cataluña) son solo un aperitivo de lo que está por llegar. A corto plazo podrían volver a repetirse si se cumple la previsión de temperaturas más extremas todavía en el Ártico a lo largo de las próximas semanas.

Podría continuar señalando situaciones de consecuencias muy graves, pero no hace ya demasiada falta y es verdaderamente agotador. Créame que escribir este tipo de textos le deja a uno completamente exhausto, cosa que intuyo que también le ocurre a usted al leerlo, estimado lector. Baste (encima) saber que, según insiders que siguen los hechos científicos día a día -todavía no publicados- las cosas parecen ser todavía peores (!) de lo que afirmamos quienes documentamos lo peores que son las perspectivas a cada nuevo trabajo, a cada nuevo informe, al conocer la medida más reciente o la última consecuencia que se hace (más o menos) pública.

Concluyendo. El clima estable del Holoceno (los últimos ∼10.000 años), ese que mantuvo un perímetro inalterado de las costas, el que facilitó una regularidad suficiente de las cosechas para poder generalizar la agricultura y permitir así la sedentarización, aquella en la que se han basado todas las civilizaciones conocidas, ha llegado a su fin. En tiempo geológico el Holoceno ha sido una auténtica rareza histórica, un regalo de los dioses. Y lo hemos echado a perder. Pensábamos, en nuestra arrogancia adolescente, que podíamos controlarlo todo. Ya vamos viendo que no. Por si faltara algo, la energía neta a disposiciónya menguante, limitará cada vez más nuestra capacidad de acción.

Ya no vale intentar apaños para lo que no tiene remedio. Los registros geológicos muestran que los cambios climáticos del pasado no han sido por lo general graduales sino abruptos, disruptores. Parafraseando a Winston Churchill, hemos entrado ya en la era de las consecuencias, y estas no van a ser agradables. Para nadie. Hay que ir preparándose para lo que viene.

Es necesario cambiar de una vez la forma de relacionarnos con la realidad. Físicamente, psicológicamente, también espiritualmente. Todo lo demás es pensamiento mágico.

sábado, 23 de enero de 2021

Así se autorregula el mercado

El mercado, como los seres vivos, es un sistema complejo adaptativo. Complejo porque es diverso y lo conforman múltiples elementos interconectados; adaptativo, porque tiene la capacidad de cambiar y aprender de la experiencia. Significa esto que el mercado se autorregula. Se puede decir que es, y más ahora, un sistema experto.

De estos días, tras los estragos causados por la gran nevada, es esta noticia:

El precio de la berenjena sigue disparado porque “no hay” y siguen altos los del calabacín y las espinacasPortavoces de mayoristas y fruterías reconocen que ha habido alzas por la ralentización en la producción, sobre todo en las verduras. También achacan la subida a los efectos en invernaderos “por el peso de la nieve en sus estructuras”, pero consideran que la subida ha sido momentánea y en algo más de una semana los precios “se han vuelto a equilibrar”.

“Pasa todos los años, y es lógico que cuando hizo mucho frío los productos subieran entre un 30% y un 40%”, pero al cabo de unos días “ya se han regularizado”.

Es la maravillosa ley reguladora de la oferta y la demanda. La misma que justifica el mercado mayorista de la energía, y el argumento del reequilibrio lo hemos vuelto a oír en este caso.

Como se cantaba en una revista musical de hace muchos años, las cosas se arreglan solas.

Veamos como funciona el tal arreglo. Un agricultor ha perdido, sin culpa alguna, no solo la cosecha, sino toda la instalación. A él, totalmente arruinado, no le ayuda nada esa subida de precio. Otro, más afortunado, sin mérito alguno, no ha sufrido el problema. Según la famosa ley, la escasez le permite vender su producto más caro y ganar mucho dinero. No solo a él: toda la cadena de distribución se aprovecha de ese precio en origen para calcular sobre el mismo sus márgenes comerciales.

Dos partes han perdido: el infortunado agricultor y el consumidor. Otras dos han ganado, el agricultor con suerte y sobre todo los que manejan la cadena de distribución. Todo ello sin mérito que lo justifique, así como los perdedores no tenían ninguna responsabilidad en sus pérdidas.

Así funciona la "autorregulación" del mercado.

Recordemos que todos los sistemas se autorregulan, exista o no en ellos la conciencia de hacerlo. El cuerpo, ante una enfermedad, regula sus sistemas vitales para normalizar su situación. Si fracasa, el cadáver resultante, que es todo un ecosistema, regula sus interacciones, hasta degradar y reasimilar los componentes. Como un desguace, que también es un negocio autorregulado.

Como decía con cierto cinismo un amigo mío, "la vida es así: hoy te mueres tú, mañana me toca a mí la lotería..."

La situación no es nueva. Esto ocurría hace cuatro años:

Heraldo de Aragón

viernes, 22 de enero de 2021

¡A bailar!

Es inquietante que los edificios bailen cuando el movimiento lo provoca un seísmo. En sentido metafórico se habla de movimiento en la arquitectura, y en seguida nos vienen a la memoria las fachadas barrocas.

A grandes rasgos, es innegable la sucesión, en el arte, de periodos apolíneos y dionisiacos, carnavales y cuaresmas que se suceden como reacciones respectivas al aburrimiento y al hartazgo. Tras la arquitectura racionalista y el movimiento moderno aparece la arquitectura posmoderna, teorizada y practicada por Jenks y Venturi. Forma parte de la reacción posmodernista, liberación (más imaginaria que real) de anteriores cánones rígidos. Recordemos la movida. En su sentido estricto, se trata de un movimiento reaccionario.

Sobre todo ello cabalga el capital. El urbanismo progresista de los CIAM fue aprovechado para construir inmensos barrios dormitorio que poco tenían que ver con los inicios "redentores" del movimiento moderno. Ahora, la liberación posmoderna nos lleva a la arquitectura espectáculo, a mayor gloria de las grandes corporaciones, ninguna de las cuales puede quedarse sin "su torre".

De esta liberación del corsé funcionalista participan tendencias muy divergentes. Una de ellas "mueve" los edificios mucho más que los barroquismos anteriores, que se limitaban a mover las fachadas. Las técnicas constructivas actuales posibilitan estructuras menos sometidas a la verticalidad.

Frank Gehry es uno de los arquitectos más lanzados a este baile. El Museo Guggenheim de Bilbao es la muestra más representativa. Literalmente, quiso bautizar esta Casa Danzante de Praga como Fred and Ginger, por los famosos bailarines Fred Astaire y Ginger RogersEl carnaval que siguió a la cuaresma socialista incrustó esta danza entre la arquitectura barroca de la capital checa.

Casa Danzante, Praga. (*) Vlado Milunić y Frank Gehry





















Zaha Hadid fue también una conspicua participante de esta arquitectura movida, como demuestra su Pabellón Puente de la expo de Zaragoza, más en la línea de Calatrava. Ahora sus sucesores ponen a bailar una danza de una comedida elegancia, menos apasionada que la de Gehry, a este original rascacielos, prueba de que la potencia china también se apunta a esta arquitectura del símbolo y el espectáculo.

Otra vez, obligadamente, volverá la cuaresma.


Zaha Hadid Architects gana concurso para construir la Torre C en la Bahía de Shenzhen, China









Zaha Hadid Architects (ZHA) ganó el concurso de diseño para construir la Torre C en la Bahía de ShenzhenChina El proyecto ganador es una ciudad vertical multidimensional de dos torres con iluminación natural que responden a las intersecciones urbanas de la ciudad.

La torre propuesta responde a la intersección de la ciudad entre el eje verde norte-sur y el eje urbano este-oeste. La arquitectura conecta con el parque y las plazas adyacentes, transformándose en un paisaje escalonado que se extiende hacia arriba entre sus dos torres. Esta ampliación invita al visitante al centro del edificio, donde se encuentran las instalaciones culturales y de ocio. Las torres están conectadas por puentes que brindan vistas panorámicas de la ciudad.





















Los arquitectos detrás del proyecto deseaban conectar el paisaje urbano, por lo que ampliaron la red de metro de Shenzhen e integraron una base escalonada en el parque adyacente para crear un nuevo espacio público unificado. Como la prioridad son los peatones, los arquitectos incluyeron amplios espacios de estacionamiento para bicicletas y para recargar autos eléctricos.

Basándose en las innovadoras herramientas de modelado 3D desarrolladas por ZHA, los arquitectos pudieron optimizar la eficiencia en la masa arquitectónica, las orientaciones y las proporciones de fachada a piso. El diseño final mide casi 400 metros, envuelto con muros de vidrio con doble aislamiento. El diseño del edificio y los canales verticales incorporan ventilación natural e híbrida con control ambiental para cada piso.´













En coordinación con los sistemas de gestión inteligente del distrito y la ambición de incrementar la eficiencia y el bienestar, el proyecto será monitoreado constantemente, evaluando las condiciones externas e internas, ajustándolas en tiempo real para reducir el consumo energético. El proyecto también incorporará recolección y reciclaje de agua, además de energía fotovoltaica. Todos los jardines acuapónicos ubicados en las terrazas filtrarán biológicamente la atmósfera circundante. También se instalarán materiales orgánicos de baja volatilidad para minimizar los contaminantes internos.









El edificio propuesto será un importante centro económico en la ciudad china, al servicio de Guangdong, Hong Kong y Macau. El proyecto, que funcionará como un centro tecnológico global que incluye grupos de sedes corporativas, está previsto para albergar a 300.000 empleados por día. Además de las instalaciones comerciales, Torre C incluirá varios lugares para albergar conferencias internacionales, exposiciones y programas culturales, así como desarrollos residenciales, un departamento de transporte y jardines.








Diseño: Zaha Hadid Architects

Arquitecto a cargo: Patrik Schumacher

Directores de proyecto ZHA para el concurso: Satoshi Ohashi, Paulo Flores

Arquitectos asociados ZHA para el concurso: Jingwen Yang, Karoly Markos, Michail Desyllas

Líder del proyecto ZHA: Xuexin Duan

Equipo de concurso ZHA: Xiaoyu Zhang, Lida Zhang, Bogdan Zaha, Gaoqi Lou, Huiyuan Li, Jiaxing Lu, Leyuan Jiang, Mariana Custodio dos Santos, Martin Gsandtner, Nastasja Mitrovic, Rui Zhao, Sebastian Andia, Xiangfan Chen, Yuan Feng, Zhiming Wang, Boyan Hristov, John Kanakas, Enoch Kolo, Karina Linsen

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La casa danzante de Praga, también conocida como  "Ginger e Fred" o como Tančící dům. 
Dino Quinzani - publicado originalmente en Flickr como Case danzanti

miércoles, 20 de enero de 2021

Habitar, trabajar...

...recrearse, circular.

La Carta de Atenas, manifiesto esencial para entender la ideología urbanística del siglo pasado, apostaba por la zonificación de la ciudad, en función de los usos y necesidades de la sociedad moderna, sintetizados en cuatro actividades: habitar, circular, trabajar y recrearse. 

La última de ellas, referida al cultivo del cuerpo y del espíritu, incluyendo aspectos como la salud, la educación o el esparcimiento, no puede dejar de sustentarse en las otras tres. A su vez, la circulación establece el nexo necesario entre el lugar en que se vive y aquel en el que se trabaja.

Mientras las actividades predominantes fueron la agricultura y la artesanía, era inmediata la relación entre la vivienda y la haza o el taller. La llegada de la industria moderna colectivizó ambas funciones, y en lugar de relacionarse cada vivienda con su correspondiente actividad productiva, fue un conjunto de ellas, poblado minero o barriada obrera, lo inmediatamente conectado al tajo, cuando no era el propio dueño de la fábrica el que proporcionaba habitación dentro de una colonia industrial.

Este agrupamiento en la fábrica y en la vida social propició la comunicación entre los trabajadores. Esa fue la base de la solidaridad, manifestada en la ayuda mutua, sostén de las reivindicaciones obreras y la coordinación de sus luchas.

Así como en el paso de la sociedad agrícola a la industrial hubo un cambio de escala, otro mucho mayor se ha dado cuando la modernidad ha ido transformando aquellas colonias próximas al lugar de trabajo en ciudades dormitorio. Quienes habitan en ellas se dispersan para ir a trabajar. En sentido inverso, quienes trabajan juntos viven luego dispersos.

Se ha desacoplado el trabajo de la vida fuera de él, lo que se une a otras circunstancias hechas a la medida del interés capitalista (deslocalización, reparto de la fabricación de los componentes del producto entre diversos centros de producción, en localidades y países alejados, subcontratación...). Si añadimos la manipulación de la cuarta actividad, que de un carácter formativo y perfectivo ha pasado a ser sobre todo distractor y dispersivo, no es de extrañar el individualismo autista que sustituye en la escala de valores a la cooperación y la cercanía.

Quienes antes se agrupaban con una meta común ahora lo hacen para protestar contra cualquier medida que estorbe su hedonismo primario.

Al coste social se une un brutal coste ecológico. Cuántos desplazamientos disparatados, energía y tiempo se desperdician, no solamente en el transporte de mercancías por todo el mundo, sino en viajes diarios para ir a trabajar. Cuántas infraestructuras para sostener esa actividad de circular, justo ahora, cuando las fuentes energéticas que soportan este enorme tinglado están en pleno declive.

Circulemos menos, y más cerca. Produzcamos lo esencial y reduzcamos la escala.

Colonia industrial Rusiñol en el municipio barcelonés de Manlleu | Foto: museudelter.cat/













Trabajo, habitación y vida

La convivencia en el trabajo y en la vida cotidiana produjo una cultura obrera, digna y solidaria. Ahora, al no vivir donde se trabaja, se acabaron las experiencias colectivas, la solidaridad y los valores compartidos

GREGORIO BENITO BATRES

Durante una larga etapa industrial, los espacios y los tiempos para la vida del empleado y para su trabajo estuvieron estrechamente conectados, incluso confundidos. La necesaria proximidad del lugar de trabajo al lugar de habitación influyó decisivamente en las formas de socialización.

Los poblados mineros son un ejemplo antiguo. Ubicados en lugares no urbanizados, aunque en muchos casos acabaran convirtiéndose en ciudades y pueblos, eran autosuficientes en algunas necesidades básicas.

Las Colònies Industrials en Catalunya son otra construcción social obrera con los mismos orígenes y características. La necesidad de utilizar directamente la energía hidráulica procedente de las corrientes fluviales en los sistemas de norias, volantes y poleas y después para las turbinas que movían la maquinaria textil exigió la ubicación de familias y fábricas en lugares propicios despoblados. Todo ello conllevaba la creación de una serie de servicios imprescindibles para la vida cotidiana de las familias, dotándolas de una relativa autosuficiencia y también de aislamiento y dependencia del patrón.

Arquitectura e ideología

En Europa, los arquitectos y los estudios empezaron a trabajar en proyectos de casas baratas y viviendas unifamiliares para obreros durante la primera mitad del siglo XX. Se fundaron cooperativas obreras y algunas grandes empresas se las ofrecieron a sus trabajadores a precios asequibles y en lugares próximos a la actividad. Hoy todavía se reconoce el modelo de casas de ferroviarios construidas por la Cooperativa de Casas Baratas de la Asociación General de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles de España.

El modernismo arquitectónico, con instituciones como la Bauhaus y figuras como Le Corbusier o Gropius, pero también arquitectos conocidos de ideología socialista y de los estudios de arquitectura de la URSS, trabajaron en proyectos de casas baratas para familias obreras, funcionales, dignas y próximas a sus lugares de trabajo. Hasta hace poco tiempo, el lugar del empleo fue el referente necesario para la vivienda del trabajador y de su familia.

Movilización obrera y movilización ciudadana

Coincidía el rol de obreros con el de vecinos. Se fue construyendo una cultura a partir de unas costumbres, unas experiencias, unas necesidades comunes. La solidaridad natural y la organización espontánea fue el resultado lógico de esa convivencia en el trabajo y en la vida cotidiana. De todo ello fue surgiendo una cultura específicamente obrera, solidaria, cohesionada, digna, inclusiva. Y, ¿por qué no decirlo?, con fuertes vestigios procedentes de la cultura campesina, artesana, religiosa, sexista.

De esa convivencia nacieron los movimientos vecinales y las asociaciones de vecinos en las zonas industriales de nuestro país que posteriormente cambiaron las políticas locales: participando en las elecciones municipales, democratizando la vida ciudadana y desarrollando políticas sociales desde lo local.

En la ciudad se pasó del taller gremial a la pequeña y después a la gran industria que creció ocupando los arrabales y las coronas exteriores con los pueblos agrícolas circundantes convertidos en pueblos industriales y polos de atracción para las grandes empresas. La red ferroviaria ubicaba sus muelles en los grandes núcleos industriales. Eran las arterias y venas para el transporte masivo de insumos y productos, fundamental para la nueva industria y la producción y el consumo en masa. Eran grandes zonas con miles de obreros y sus familias, cohesionadas por los mismos problemas, las mismas formas de vida, las mismas culturas, que se fueron cocinando a fuego lento durante años.

Las migraciones interiores

Lugares de aluvión de sucesivas oleadas de inmigrantes, la despoblación y el abandono del campo español que se iba convirtiendo en un desierto económico, demográfico y social. El destino fueron las zonas de la periferia industrial de Barcelona y su cinturón industrial, Bilbao, Asturias, Valencia. En menor medida Vigo, Valladolid, Cádiz, El Ferrol.

A finales de los 70 la crisis industrial se focalizó en esas zonas y destrozó riqueza y sociedad. La construcción, las administraciones públicas y el pujante sector servicios paliaron en alguna medida el paro. Y se fueron cambiando el tipo de trabajos, las formas de vida, las relaciones y los valores de convivencia y solidaridad desde abajo. Los antiguas cinturones industriales se reconvirtieron en ciudades dormitorios. El crecimiento demográfico en las grandes ciudades, que concentraron la actividad económica, convirtió a Madrid y Barcelona en verdaderas megalópolis y objetos del deseo para partidos políticos y especuladores oportunistas. Un crecimiento no planificado del que ahora pagamos las consecuencias, con desequilibrios estructurales y sociales graves.

Los cambios en las migraciones

Cuando la industria redujo la demanda de trabajadores del campo no especializados, el empleo se desplazó hacia la construcción en alza y el turismo estacional. En los dos casos la formación profesional ha sido nula y las expectativas profesionales de futuro también.

La despoblación rural se empezó a cubrir con la inmigración ilegal, explotada en condiciones esclavistas. Miles de trabajadores y trabajadoras, marroquíes, subsaharianos, de países del este de Europa, acuden temporalmente en períodos de recolección y se unen a los que ya están fijos en tareas agrícolas durante la mayor parte del año. La pandemia ha sacado a la luz todas las deficiencias en infraestructuras y servicios para estos trabajadores. A la vez, trabajadoras y trabajadores españoles acuden anualmente a la vendimia o a la recolección de la manzana en Francia. Al mismo tiempo, jóvenes licenciados e investigadores españoles encuentran su oportunidad en el extranjero, con lo que hemos invertido en su formación y la necesidad que tenemos de su trabajo.

En el sector de la construcción sucede lo mismo. El pistolerismo ha seguido nutriéndose de cargar furgonetas en plena calle y el porcentaje de trabajadores inmigrantes en este sector también ha crecido significativamente. La cadena de subcontrataciones de las grandes constructoras terminan en autónomos, pistoleros y mano de obra mal pagada, desprotegida, con baja formación y con fraudes a la Seguridad Social y a la Hacienda Pública. Las políticas clientelares a nivel político se deben revisar radicalmente.

Los nuevos empleados del sector servicios ya no viven dónde trabajan. Se tienen que desplazar todos los días a kilómetros de distancia. Lugar de trabajo y lugar de habitación dejaron de tener una vida en común y dejaron de existir las experiencias colectivas, la convivencia, la solidaridad y los valores compartidos. De la habitación en el campo y el poblado minero, pasando por las colonias industriales, a los barrios obreros en los arrabales de la gran ciudad. De los cinturones industriales a las ciudades dormitorio. Un camino lleno de interrelaciones dialécticas entre el trabajo y la vida conformaron culturas en escenarios que cambiaron drásticamente.

Esa relación empezó a desaparecer con el crecimiento del sector servicios y la mejora radical de las infraestructuras de transportes, de los medios de desplazamiento, del abaratamiento de la energía, las medidas medioambientales sobre las fábricas contaminantes y el desplazamiento de los espacios industriales de los grandes núcleos urbanos hacia coronas exteriores. El suelo industrial en las antiguas zonas se ha recalificado en suelo residencial, con las plusvalías correspondientes para sus propietarios, la pérdida de empleo para los residentes de la zona, su obligado desplazamiento o movilidad y con las pérdidas correspondientes para la arqueología industrial. Se aleja la producción y se acerca el consumo con todas sus consecuencias para el tipo de trabajo, la forma de vida y la cultura de lo cotidiano.

La movilidad del trabajo y del trabajador

Junto a la crisis industrial y al traslado de las industrias supervivientes a zonas nuevas, con las consiguientes plusvalías obtenidas de la recalificación y venta de los antiguos terrenos de uso industrial, el crecimiento de los nuevos sectores de servicios, por su fácil movilidad y la crisis de la contratación fija e indefinida, modificaron sustancialmente la relación entre lugar de trabajo y espacio habitacional del trabajador.

Al decaer el empleo fijo e indefinido, el trabajador no podía ya encadenarse a un lugar de vivienda fijo de por vida próximo a la fábrica. Sin embargo, la tradición en nuestro país de la vivienda en propiedad conlleva una rigidez mayor en el lugar de residencia del trabajador. Tampoco la localización de la empresa de servicios estaba sujeta, como la planta industrial, a permanecer indefinidamente en el mismo lugar. El trabajador y el trabajo se vieron abocados a ser móviles. El uso del coche y los transportes colectivos con motivo del trabajo se incrementaron exponencialmente. El mantenimiento de horarios laborales irracionales unidos a lo anterior obligó a la comida fuera de casa y sus desastrosas consecuencias para la salud y la vida personal y en familia. En todo ese ámbito se mueve el sector de la construcción, tanto residencial como de grandes infraestructuras de obra civil. Es obvia la relación que existe entre especulación, burbuja inmobiliaria, corrupción, deslocalización empresarial, recalificación de terrenos, movilidad, mercado hipotecario, gentrificación y políticas municipales.

El capitalismo ha ido modelando y adaptando el mundo a sus necesidades, exprimiendo sus recursos hasta el agotamiento, frecuentemente de forma brutal y sin escrúpulos. Y la clase obrera es parte de su mundo.

El capitalismo ha esclavizado, ha matado, ha torturado, ha reprimido, ha expoliado, ha explotado, ha engañado a cientos de millones de personas durante siglos y lo sigue haciendo todos los días y en todo el mundo. Hoy, ahora mismo, somos contemporáneos de personajes rigurosamente representativos de lo que acabo de escribir.

Es camaleónico y adapta sus actuaciones desde lo más general a lo más concreto, a las distintas fases históricas, lugares y características sobre las que actúa. Se reinventa permanentemente y su única ética es la del dinero y el poder para incrementar su dinero.

Recordemos el “yo sé y tengo las pruebas” de Pier Paolo Pasolini y Roberto Saviano. Hoy, todos sabemos y tenemos las pruebas.