viernes, 19 de febrero de 2016

Delirio en el entorno "deconstruccionista"



Que «todo lo sólido se desvanece en el aire», es una metáfora de la trituradora implacable que es la sociedad burguesa. Su vigor plástico la convierte en una de las ideas-fuerza que mejor describen la desestructurada realidad en que vivimos. Esta frase del Manifiesto Comunista es hoy mucho más actual de lo que pudo ser en el momento en que fue escrita.

Marx debió tomarla de la lamentación de El Rey Lear, y algo semejante debió ver Fausto al final de su vida. Expresada de uno u otro modo, ha sido, antes y después de estos ejemplos, una idea recurrente en momentos críticos de todas las sociedades, tal como a veces lo vislumbra cada uno en su balance vital.

Mi melancólica reflexión puede aplicarse a estos vertiginosos tiempos (¿finales?) de nuestra sociedad.

Es también el título de una obra de Marshall Berman.en la que analiza la dialéctica entre modernidad y modernismo.

La espiral de la modernidad nos ha traído al lugar sin salida de la posmodernidad. Como no podía ser menos, dada su magnitud física, es en la arquitectura donde esta inmensa banalidad se muestra, por lo menos, con mayor tamaño:



Ya nos pesa, y más que nos pesará, el despilfarro que este culto a la imagen, y especialmente a la imagen corporativa, hace en unos momentos de crecimiento físico imposible.

Esto es verdaderamente lo que debemos "deconstruir". ¡Un poco de iconoclastia, por favor!


Entrevista al profesor de Filosofía Renaud Gracía y post scriptum



La Décroissance
Traducido del francés para Rebelión por Andrés Prado

Actor de su propia sumisión a la nada contemporánea, el "ser humano" de esta nuestra civilización tardía ya no tiene historia. Sólo pertenece a su tiempo, un tiempo lineal, sin pasado ni porvenir, un tiempo abocado a sobrepasar sus límites sin parar, un tiempo desesperadamente privado de cualquier potencialidad verdaderamente emancipadora, es decir, a la vez revolucionaria y conservadora.

Ese tiempo es el presente perpetuo que conocemos y cuyo ritmo lo marca infinitamente un capitalismo "lampedusiano" que comprendió, hace ya tiempo, que para que nada cambiara, era necesario que todo se moviera sin cesar. Para amarrar el deseo nómada del sujeto posmoderno a sus proyectos mercantes, la fuerza del capitalismo consistió en apoyarse en los devastadores aportes conceptuales que le suministró, desde finales de los años 1970, una "vanguardia de la retaguardia" (Annie Le Brun), que se esforzaba en deconstruir metódicamente, a la "izquierda" del capital, los puntos de referencia de un pensamiento crítico elaborado desde hacía siglos entorno a cuestiones tan esenciales como la alienación o la explotación, para reducirlas a vulgares máscaras de la dominación blanca y "heteronormada". Convertida en ideología dominante, la "ideología de la nada" (Miguel Amorós) constituye, sin duda hoy en día, uno de los obstáculos ideológicos mayores para la necesaria reelaboración de un proyecto emancipador digno de este nombre, es decir, apto para crear vínculos con su pasado, capaz de unificar resistencias frente a "lo que está mal en el mundo" (Chesterton) y que el común de los mortales pueda entender y asumir. Hay que crear, pues, una resistencia intelectual contra el dispositivo de la deconstrucción y la eficacia de sus mentiras. A partir de nuestros fundamentos, con nuestras armas y sin vacilar. Esta es la misión que ha emprendido de manera inteligente Renaud García en su Désert de la critique, obra muy favorablemente reseñada en este sitio web (1). La entrevista que concedió en octubre del 2015 a la revista La Décroissance, merecía, a nuestro parecer, que la reprodujéramos aquí. La sigue un post scrimptum que Renaud García nos rogó incluir. À Contretemps.

[A la entrevista precede la entradilla siguiente: "En los años 1970, los intelectuales aún podían hablar de lucha de clases y de alienación. En el año 2015, estas antiguallas ya no están de moda. En la universidad, en Libération, en el Partido Socialista o en la extrema izquierda, el lema de los intelectuales modernos es el de "deconstrucción". Hay que deconstruirlo todo, los "estereotipos de género", las "normas", las "representaciones"... En su libro Le Désert de la critique. Révolution et polique, (ed. L'échappée), el filósofo Renaud Garcia demuestra que las teorías de la "deconstrucción" debilitan la crítica social, fomentan el mercantilismo y la invasión tecnológica y se adaptan perfectamente a una sociedad liberal y atomizada (2)]

(Sigue la entrevista en el enlace del título)

 

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