miércoles, 17 de febrero de 2016

Sobre convergentes, confluyentes y afluentes

Tomo prestados estos textos de Salvador López Arnal en un momento crucial. El arrastre del partido de los significantes vacíos quizá haya hecho entrar en pánico a una parte de la estructura de Izquierda Unida, aunque desconozco el alcance real que podría tener todo eso que se ventila de modo desaforado en los foros sociales (valga el retruécano).

Ciertamente, como recuerda el articulista: 
En unas coordenadas de crisis permanente ubicó Manuel Sacristán, hace más de 30 años, la situación que debería ser usual en un pensamiento que aspirase a la decencia. Añadió: en cuanto a la crisis del marxismo, por lo que a mí respecta, que dure años y años.
Porque la crisis es la situación natural de los críticos y la izquierda o es crítica o no es izquierda. Lo que es otra cosa es la gresca. Los calentones que produce el espectáculo de la política se reflejan interesadamente en los medios de (des)información (que siempre es hora de recordar a quién se deben) y más ingenuamente (o no) en las "redes sociales", donde la inmadurez y la nula responsabilidad de las opiniones engorda y disloca cualquier discrepancia.

Es cierto que la "sopa de letras" actual está condenada a desembocar en otra cosa o disgregarse en el caos. Buena parte de la culpa está en la dependencia de las organizaciones de sus marcas, que también tienen su importancia jurídica, desde luego, y mucha publicitaria.

Por eso es un tema que hay que analizar con cuidado.

Varios partidos, entre ellos el PCE, estén integrados en Izquierda Unida, que a su vez funciona prácticamente como un partido. Este pluripartido, a su vez, confluyó en su momento en la alianza parlamentaria Izquierda Plural, y ahora en una Unidad Popular, en parte fallida por cálculos de Podemos, que propugnó y logró unas negociaciones escindidas por comunidades.

En tres de ellas la confluencia se ha producido. En Marea, En Comú Podem
Compromís-Podemos-És el Moment, son coaliciones en las que participaron federaciones de IU.

Se ha llegado así a una situación insostenible, que está produciendo consecuencias indeseables. Evidentemente, algo sobra, o no está bien articulado. El peligro es que las confluencias se conviertan en afluencias hacia unas organizaciones indefinidas en las que, aunque se proclame lo contrario, los programas políticos son lo de menos, o están tan diluidos que, más que combatir al sistema, lo pueden apuntalar.

Parecen existir ahora mismo, más allá de la ideología (o tal vez más acá), varios candidatos a ser eliminados, IU por un lado, IU-UP por otro. Por no mencionar a los que, desde su proximidad, solapadamente (hace tiempo esto fue explícito) lo que quieren es que desaparezca el PCE. De las consecuencias que tendría esto último es un ejemplo muy claro la situación italiana.

Mientras tanto, Podemos, de incierta trayectoria programática pero notorio éxito electoral, tiende a fagocitarlo todo: en un principio, militantes aislados, especialmente cuadros importantes. De esto hay precedentes. Recordemos a López Garrido o Rosa Aguilar. Para la ocasión actual, prefiero no citar nombres.

De la afluencia de grupos enteros, las recientes alianzas han mostrado que desembocan, al menos en el nivel parlamentarios, en el supergrupo del "Gran Podemos". ¿Cómo defender programas propios en su seno? Habrá que esperar para verlo.

La confluencia, la convergencia, es necesaria, pero la afluencia puede ser suicida. Por eso me parece que Izquierda Unida no debe barajar su disolución, al menos mientras una verdadera Unidad Popular no asuma lo esencial de sus propuestas. En cualquier caso el nombre, pese a las implicaciones jurídicas, propagandísticas o presupuestarias, no es lo más importante.

Mientras "el viejo topo" no pasa por su mejor momento, la "vieja rata" mediática roe que roe...





Rebelión

Podríamos concluir, ahora con Bertolt Brecht: decir la verdad en política, y en tiempos menesterosos, es revolucionario y además difícil y costoso. Hará falta, una vez más, coraje para decirla, inteligencia para descubrirla, arte para hacerla manejable, buen juicio para decidir quiénes serán en nuestro tiempo sus mejores portadores y astucia par divulgarla.

Francisco Fernández Buey (2010)

Iba a escribir otra nota. La desinformación e intoxicación de El País me obliga a cambiar de planes. Sirvan estas breves líneas como preámbulo de una serie que vendrá a continuación. Por si se me olvida, recuerdo el titular de El País: “Garzón prepara un nuevo partido sin las siglas de IU” ¿Garzón, que puede dar lecciones de comportamiento democrático a muchos que se las dan de todo, es acaso una especie de dios omnipotente y autoritario que hace y deshace según el viento, las conexiones neuronales y el crecimiento del PIB en Australia?

Decid la verdad en política, coraje para transmitirla, inteligencia para investigar y a veces descubrir, praxis para hacerla manejable, juicio prudente para tomar decisiones, astucia bien entendida para divulgarla… nada de eso tiene que ver con las prácticas usuales de PRISA y sus propietarios, Cebrián, los bancos españoles y los fondos de inversión estadounidenses. Su norma: servilismo con los amigos, formas elegantes con los adversarios asimilados y caña y bajeza con aquellos que resisten y se atreven a decir que no.

Lo sucedido con la información que El País dio el pasado sábado 2 de enero sobre Izquierda Unida, recuerda otros momentos estelares del falsario global-imperial. Aparte del sabido caso de Julio Anguita y sus compañeros, hace treinta años en tiempos de Marcelino Camacho, tergiversó y ridiculizó hasta la náusea las posiciones críticas de los que ya entonces intentaron luchar contra la derechización del sindicato obrero de la lucha antifranquista. Agustín Moreno fue otra de sus víctimas. Nunca les tembló el pulso. Ni entonces ni seguramente ahora.

Sería absurdo preguntarnos la fuente real de la información, la comprobación, el control del diario, los responsables que han tomado la decisión, la finalidad de fondo de la intoxicación, etc. Para El País, para sus objetivos de cuidar, abonar y ampliar el sistema todo vale. Barra libre.

Pero desde luego no conseguirán que las gentes que no quieren claudicar claudiquen y se pongan a su servicio.

Los activistas de IU, que independientemente del resultado electoral han realizado una gran y admirable campaña política tienen todo el derecho del mundo a tomar sus decisiones con calma, en discusión abierta, con informaciones contrastadas y sin intoxicaciones interesadas. Es decir, lo más obvio, lo más evidente, lo más elemental. Y por supuesto, pueden pensar prudente y libremente en todas las direcciones y escenarios posibles. Como decía un maestro de muchos de nosotros, todo pensamiento decente debe estar en crisis permanente y por la misma razón toda organización debe avanzar con dudas y perplejidades a la búsqueda de los mejores procedimientos y los propósitos más nobles.




Rebelión


Milton escribió El paraíso perdido después de visitar a Galileo en Italia y tuvo una gran ocurrencia: poner a dialogar a Adán con el ángel en el Paraíso sobre las consecuencias morales de la nueva teoría heliocéntrica. La respuesta del ángel es sabida: eso no cambia lo esencial para nuestra forma de actuar aquí abajo, que dependerá siempre de nuestra conciencia moral. Siglos después, Bertolt Brecht dio la vuelta a la cuestión en su Galileo Galilei e inventó eso que, para abreviar, he llamado galileismo moral: para mejorar el mundo no basta con tener a disposición los medios científico-técnicos ni con decir podríamos. Mirar mejor el mundo es sólo el comienzo. Para ayudar a cambiarlo hay que pasar del podríamos al deberíamos.

Francisco Fernández Buey (2006)

Hay artículos que son un polémicos. Éste no pretende serlo. Lleno de dudas, argumentos no conclusivos, ideas imprecisas (y no suficientemente trabajadas) pretende aportar un granito de arena, seguramente errado y poco sustantivo, a ese deber al que se refería el maestro de muchos de nosotros, el autor de Leyendo a Gramsci. El asunto, de nuevo es el de la unidad popular y el de organizar nuestra capacidad de resistencia.

No oculto ninguna carta. En las elecciones del 20 D hubiera votado a IU-UP. No pude, no se presentaron en Cataluña. Voté a En Comú Podem, en la que figuraba EUA que, como es sabido, es cosa distinta de IU-UP. Voté con alguna dificultad. Un ejemplo: Podemos defiende una consulta en Cataluña, no sé si también en Galicia y Euskadi, y al mismo tiempo, como debería haber sido norma básica en la izquierda, una España federal. En Cataluña, En Comú Podem defiende lo primero pero no hay claridad sobre el segundo punto. En la candidatura no eran pocos los que defendían y defienden un proceso constituyente estrictamente catalán y una República catalana de la que ignoramos si tendría estructura federal y si estaría asociada o no con el resto de pueblos españoles.

Vayamos a nuestro asunto.

En unas coordenadas de crisis permanente ubicó Manuel Sacristán, hace más de 30 años, la situación que debería ser usual en un pensamiento que aspirase a la decencia. Añadió: en cuanto a la crisis del marxismo, por lo que a mí respecta, que dure años y años. ¿Y si en lugar de pensar en tradiciones emancipatorias pensamos en colectivos u organizaciones políticas? Crítica, autocrítica, discusión abierta, elogio de la disidencia, control de las burocracias, consistencia entre el decir y el hacer, pobres y desnudos luchando junto a gente pobre y desnuda, teoría y praxis, compromiso, ciencia y saber con conciencia. ¿Y también disolución sin restos? ¿No cabe otra? ¿Debe IU, no me refiero a las siglas, abonar su propia destrucción? ¿No cabe una refundación, esta vez en serio, que sea útil a la unidad de la izquierda? ¿Proseguir es ir en contra de los nuevos vientos de la historia y del éxito de Podemos? ¿Han sido horribles legislativamente hablando estos últimos cuatro años de Izquierda Plural? ¿Cerramos las sedes, pagamos deudas, nos dedicamos a la nueva cocina francesa, leemos a Gramsci con ojos posmodernos y pedimos de uno en uno, y con la mochila vacía, el ingreso en Podemos? ¿Desaparecemos sin dejar huella? En mi opinión no, en absoluto, no debemos obrar así y no debemos tratarnos de este modo. Por multitud de razones. Las tres primeras:

La primera: como a maestros míos en otra época y en otras circunstancias, esto de disolverse me recuerda a órdenes de cuerpos con poder y mando. Cualquier mirada sobre los 30 años de historia de Izquierda Unida, por crítica o muy crítica que ésta sea, no puede colegir un escenario semejante a un erial de despropósitos y desaciertos. Por ejemplo, algunas de las críticas a los años de la transición-transacción irrumpieron desde una Izquierda Unida que aspiraba a ondear con toda la consistencia posible lo mejor- que fue mucho- de la lucha y la cultura antifranquistas. Lo mismo puede decirse de los años en que Anguita y muchos de sus compañeros, atacados e insultados por babor y estribor, nos enseñaron a mirar la Europa neoliberal que se estaba construyendo ante nuestros ojos y que muchos contemplábamos con un papanatismo pueril cuyo recuerdo nos produce sonrojo y vergüenza. Hay más ejemplos que por supuesto no pretenden ocultar errores, dogmatismos, inconsistencias y alguna barbaridad. Po consiguiente, toda transformación en positivo es más que bienvenida.

El segundo motivo tiene que ver con un destello, un hallazgo filosófico, del gran lógico, ingeniero y filósofo Víctor Sánchez de Zavala, alguien que fue capaz de decir no cuando pocos, muy pocos lo decían. El texto que copio a continuación es de 1991 y la fuente es Kepa Korta y Fernando García Murga (compiladores). Palabras. Víctor Sánchez de Zavala in memoriam. Universidad del País Vasco servicio editorial, Bilbao, 2000, pp. 401-402:

“¿Estoy loco? No, en absoluto. Simplemente, cada vez estoy más decidido a no vivir en la realidad tal como aparece (tal como es, si nos atenemos a lo criterios usuales), sino en otra más jugosa y elástica, como más bella, de vuelo más alzado, atractiva mil codos sobre ella (¡abajo la ciencia, por mucho que haya una infinitud de instantes en que la curiosidad nos sofoca y hayamos de ceder a sus seducciones!). Dirás que esa traslocación sólo puede efectuarla la creación libre humana, el arte. Sí, desde luego (y por eso quisiera con todas mis fuerzas ser capaz de crear obras musicales - para eso justamente me puse a estudiar música- literarias, fotográficas..- y hasta voy a intentarlo osadamente); pero también la relación entre seres humanos dispuestos a ser libres es (en realidad, tiene que ser, no puede por menos de serlo) una obra de arte: un juego en que ambos se vayan transformando, haciéndose cada vez más distintos de lo que “la prosa de la vida” exige tan acremente, y su carne (pese a los ravages del tiempo) día a día más carnal y transparente a un mismo tiempo, como más tierna y aromática, más querible de cuerpo y corazón.”

Pues de eso también se trata, de un intento, de una vocación que ayude a crear relaciones entre seres humanos dispuestos a ser libres en un juego en que todos nos vayamos transformando. Una organización de izquierdas tiene ese nudo como atributo básico, como el pan nuestro de cada día, flor de aliso y la eterna ternura desgranada que según el poeta asesinado debíamos pedir a la tierra que da sus frutos para todos.

La tercera razón remite a un programa de fin de año de la Cadena Ser en el que intervino un representante de Podemos hablando sobre la vieja política, la del siglo XX, y la nueva política que él parecía atribuir a su propia organización, pero no sigo, me quedo aquí. Como dice un amigo mío, Enrique Ruiz-Capillas, si escribo poco las meteduras de pata no se notan tanto.

Así, pues hasta la próxima.

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