El texto que copio apareció en la revista Sinpermiso en 2006, cuando se cumplían cincuenta años de la muerte de Bertolt Brecht. Es la parte final de un discurso pronunciado por Wolfgang Harich en la Casa Brecht de Berlín, en una reunión de la Comisión de Encuesta que entonces presidía.
Harich, discípulo de Brecht, tuvo serios conflictos con las autoridades de la República Democrática Alemana. Por su obra ¿Comunismo sin crecimiento?, en la que propuso un "comunismo homeostático", es considerado precursor del ecosocialismo y de las teorías de decrecimiento.
Aquella Comisión de Encuesta era una alternativa a la que nombró el Parlamento federal alemán con el fin de ajustar, sin más, cuentas con la experiencia de la RDA. Con esta comisión alternativa la izquierda alemana trataba de hacer un balance del pasado de un modo analítico, ecuánime y no sectario.
El himno nacional alemán fue antes himno del Sacro Imperio, compuesto por Joseph Haydn en honor de su último emperador. Se lo relaciona con el himno del Imperio Británico, tanto por su forma musical como por las loas al respectivo monarca. Fue adoptado (y adaptado) después por el nuevo estado alemán, con una letra de avasalladora ideología. Como tantos otros himnos.
El texto de Brecht fue propuesto como letra para el de la República Democrática Alemana, manteniendo la música. Aunque finalmente se eligió otro diferente. Algunos lo recordamos, de oírlo en los Juegos Olímpicos, cuando tantas veces subieron al podium atletas de la RDA.
Sigue el final de la intervención de Harich.
Brecht y el himno nacional
(...) Y ahora, déjenme volver de nuevo al genius loci,
al señor de esta Casa, a Bertolt Brecht. Yo me siento en la obligación
de dar a conocer algo que tal vez ni los mismos servicios secretos
occidentales y orientales conocían. [Risas]
Cuando en 1949 se fundaron los dos
Estados alemanes, es decir, primero la República Federal de Alemania el
23 de mayo, y luego la República democrática alemana el 7 de octubre, a
la dirección de la SED [Partido Socialista Unificado de Alemania, el
partido en el poder] se le planteó la necesidad de un nuevo himno
nacional alemán. Bertolt Brecht era de la opinión de que los alemanes,
tanto en el oeste como en el este, tenían que conservar esa hermosa,
maravillosa melodía que Joseph Haydn compuso en 1793 para el texto de
entonces: “Dios salve a Franz, el Káiser, nuestro buen Káiser Franz” –se
trataba de Franz II, el último Emperador del “Sagrado Imperio Romano de
la Nación Alemana”—. El Cuarteto del Kaíser que Haydn escribió acorde
con esa melodía es una joya de la cultura musical de todos los tiempos.
Pero Brecht versificó para la canción un texto completamente diferente,
que no consiguió imponerse a las resistencias de Wilhelm Pieck [el
entonces presidente de la RDA], de Otto Grotewohl y, sobre todo, de
Walter Ulbricht [el entonces secretario general del partido]; todos
ellos prefirieron el texto de Johannes R. Becher: “Levantados de las
ruinas y orientados al futuro”, con una melodía de Hanns Eisler. Brecht
no quería organizar una gran polémica al respecto, así que le quitó
importancia a su ocurrencia y rebajó su texto a mero “Himno para niños”,
incluyéndolo en su volumen de Canciones para niños. Eisler compuso su melodía, que no tenía absolutamente nada que ver con la Haydn. Y la cosa cayó en el olvido.
Yo quiero presentarles hoy ese texto de
Brecht, pero quiero también, para que tengan ustedes un punto de
referencia comparativo, hacerlo preceder del texto de Hoffmann von
Fallersleben del año 1841 [el texto del que sale el actual himno
nacional alemán], porque probablemente no lo conozcan en su totalidad.
Conocen, seguro, la primera estrofa, con ese comienzo no precisamente
rebosante de tacto: “Alemania, Alemania por encima de todo, por encima
de todo en el mundo”. Pocos entre ustedes conocerán seguramente la
segunda estrofa, que dice así: “Mujeres alemanas, lealtad alemana, vino
alemán y canto alemán tienen que mantener en el mundo su antiguo y
hermoso buen nombre. A un noble hacer durante toda la vida nos enardecen
las mujeres alemanas, la lealtad alemana, el vino alemán y el canto
alemán”. También, diría yo, algo monstruosamente penoso, esta segunda
estrofa. La tercera, en cualquier caso, es inocua, pero sólo porque,
según la entiendo, está compuesta de locuciones abstractas, y sin
embargo no deja de tener también ella algo sospechoso, pues no dice
“Unidad y Derecho y Libertad en la Patria alemana”, sino “para la Patria alemana”, una diferencia que en todo caso a mí me resulta inquietante.
Y ahora escuchen ustedes a Brecht,1949:
El
donaire no ahorra el esfuerzo
Ni la pasión, el entendimiento
Que
florezca una buena Alemania
Como cualquier otro buen país
Que los pueblos no palidezcan
Como ante una ladrona
Sino que nos tiendan sus manos
Lo mismo que a otros pueblos
Y no por encima y no por debajo
De otros pueblos queremos estar
Desde el mar hasta los Alpes
Desde el Oder hasta el Rin
Y porque hacemos mejor a este país
Lo amamos y lo protegemos
Y nos parece el más amable
Como a otros pueblos el suyo
Nunca ha sido representada esa
canción en un acontecimiento público, tal como había pensado Brecht. Y
si hoy la escuchamos, según me he permitido organizar yo, cantada por el
Coro de los Pedagogos de Berlín bajo la dirección de Hans Eckhard
Thomas, aquí, en la Casa de Brecht, cumpliendo sus deseos, se tratará
por así decirlo de un estreno mundial. [Largos aplausos]
[Al canto de los versos de Brecht con la melodía del Himno al Káiser de Haydn sigue un largo aplauso.]
Gracias por esta digna clausura de nuestra asamblea. Les agradezco de nuevo su asistencia. ¡Hasta la vista!
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