He aquí un análisis que pretende conectar dos artículos con temas más relacionados de lo que a primera vista pudiera parecer.
En el primero de ellos se aborda el tema del colapso de las sociedades. Centrado en la situación actual, pone en primer término el colapso financiero, puesto que el Poder Financiero está sobrepasando con mucho al Poder de los Estados, pero el análisis de lo actual se fundamenta en la experiencia histórica de muchas sociedades desaparecidas en medio del caos, generalmente por agotamiento de los recursos materiales y humanos que las sostenían. En resumen, el colapso se produce en sucesivas etapas en las que las estructuras se derrumban, una tras otra. Y con ellas se rompen los lazos sociales.
El segundo aborda un tema que debería sorprendernos, aunque no reparemos mucho en ello, porque lo que es habitual y cotidiano embota los sentidos. Como dice Juan Ramón Jiménez en un pasaje de Platero y yo, "el canto del grillo, de tanto sonar, se ha perdido".
Se trata de los derechos humanos, y de cómo, por mucho que se los pregone, no existen en lo sustancial, porque son derechos, ante todo, de los ciudadanos, y al no existir una ciudadanía universal solamente se aplican en función de que algún Estado los defienda.
Por una parte, ningún Estado tiene una protección perfecta de sus ciudadanos, pero son muchos los que no ofrecen la garantía de una ciudadanía verdadera, esa que solemos relacionar con la palabra "democracia". Por otra, el reconocimiento de derechos suele basarse en un principio de reciprocidad entre Estados. Además de ello, dentro de los mismos el ejercicio real está sobre todo relacionado con el primero de los derechos, que, retórica aparte, es el de Propiedad.
La ciudadanía, además, suele fundamentarse en el ius sanguinis o en el ius soli, En ambos casos, los que no tienen nacionalidad reconocida, o no reconocida por el Estado en que se hallen, poseen en realidad un único derecho: el de no ser eliminados físicamente y de modo directo en el territorio en que se hallen.
En el artículo en cuestión se menciona el antiguo concepto de homo sacer, que era el individuo que, no estando considerado como sujeto por ninguna ley divina o humana, o habiendo sido expulsado de la protección de las mismas, carecía de cualquier consideración práctica como persona.
Las sociedades han evolucionado mucho desde entonces, pero como las leyes son esencialmente leyes de los Estados, por muchas convenciones que digan otra cosa y muchas proclamas de derechos universales que se emitan, el colapso de los Estados es sinónimo de colapso de la ciudadanía y los derechos que proclama. ¿Cuántos son actualmente los "Estados Fallidos"?
Por eso el colapso de una estructura protectora deja inermes a los "exciudadanos", y por eso un colapso generalizado, como el que amenaza en medio de la ruina previsible de la estructura productiva, y con ella de la financiera, a escala mundial, coloca, está colocando ya, a una parte creciente de la humanidad en la situación de personas sin derechos.
Ahí es donde está el nexo entre ambos artículos.
Paso a comentar ambos textos:
Prosigue la acumulación por desposesión como única forma de capitalizar cuando merma la riqueza del mundo. Si unos pocos acumulan cada vez más de lo poco que queda, otros muchos se encuentran en una situación insostenible. Cada vez menos de un lado, cada vez más del otro. Es inevitable pensar en un fallo sistémico.
La metáfora que viene a mi imaginación es la de un corrimiento de tierras. En suelos poco coherentes, el terreno no puede tener una inclinación mayor que la del llamado talud natural, el ángulo en que el rozamiento interno equilibra la tendencia del material a deslizarse pendiente abajo. Cuando la humedad disminuye ese rozamiento o una excavación imprudente socava la pared, se produce el desplome.
También para las sociedades, como para los terrenos, hay un límite en su coherencia interna. Es en condiciones de agotamiento de recursos cuando se alcanza la ruptura. No siempre ello conduce a una reacomodación o a un cambio organizativo que mejore la situación y restablezca el equilibrio. Es frecuente que la sociedad entera se derrumbe, que colapse.
El fenómeno catastrófico no suele producirse de una vez, sino en varias etapas, a lo largo de un tiempo en que los afectados van resolviendo su situación como pueden, apoyados en las estructuras sociales que aún no se han derrumbado. La progresiva pérdida de confianza en las instituciones hace que la población ponga sucesivamente su esperanza en otras que a su vez van siendo desbordadas. Así se producen, sucesivamente, el colapso financiero, el comercial, el del Estado, y luego el de grupos sociales menores, terminando incluso con el de la familia, en medio de una lucha de todos contra todos.
Este proceso en el tiempo tampoco es homogéneo en el cuerpo social. Algunas personas ya están en la última etapa mientras otros conservan la esperanza en la primera. Aunque a estas alturas no creo que los mismos financieros tengan otra perspectiva que la de aguantar mientras puedan.
Encuentro una descripción de cómo es un colapso en un escrito de Antonio Turiel en su blog The Oil Crash. Él la toma a su vez de Dimitri Orlov.
Sostiene Dimitri Orlov en un post de su blog que el colapso consta de cinco fases, a saber: colapso financiero, colapso comercial, colapso del estado, colapso de la comunidad y colapso de la familia.
Durante el colapso financiero (situación muy semejante a la que estamos viviendo hoy en día en la mayor parte del mundo occidental) los bancos y compañías tienen problemas para hacer frente a sus deudas y acaban en bancarrota.
Después viene el colapso del comercio: incapaz de pagar sus deudas a nivel corporativo, estatal e individual, el país colapsante deja de ser fiable y los demás países interrumpen sus tratos con él.
La siguiente fase, el colapso del estado, viene cuando la situación se deteriora, los servicios se interrumpen y las infraestructuras no pueden ser reparadas; el Estado pierde relevancia y la gente acaba haciendo su vida y organizándose a espaldas del mismo, basándose en comunidades de todo tipo, desde las asamblearias hasta las comandadas por un señor de la guerra.
En la siguiente fase, las comunidades no son capaces de ayudar a los individuos en problemas para ellos críticos, como el acceso al agua y a los alimentos, y se disgregan. La única unidad que persiste es la familia, entendida de forma extensa como clan familiar.
En la quinta y última fase del colapso, la escasez de recursos y la dureza de las condiciones hacen que la situación se convierta en un "sálvese quien pueda" y todos los individuos compiten con todos; el canibalismo es norma y la especie puede subsistir en pequeños grupúsculos aislados o extinguirse. (1)
Hasta ahora, el proceso desigual ha llevado a desaparecer a algunas sociedades. Otras se han fragmentado, sea en varias unidades estatales o en grupos mucho menores. Algunos de estos grupos existen a nuestro alrededor, en forma de comunidades más o menos aisladas, más o menos autosuficientes, más o menos legales. Sobran ejemplos, y la tendencia es que la desigualdad creciente conlleve a un depauperación creciente y una disgregación en alza.
Entre los más vivos espectáculos de un colapso ante nuestros ojos y entre nosotros, el que ofrece la actual crisis de los refugiados y las barreras que los Estados en decadencia alzan ante ellos.
Como la visión irónica y ácida de Miguel Brieva, ahora más real si cabe, nos presenta:
Hasta aquí, lo que me sugirió el primer artículo. Paso a extractar el segundo:
Rebelión
"El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos". Antonio Gramsci
1. Introducción
Encabezar este trabajo con esta cita del intelectual sardo no es casual. En esa frase se condensa de manera sustancial, el significado de crisis. Y es que vivimos en tiempos de crisis. “Crisis económica”, “crisis política”, “crisis mediambental”, “crisis europea”, “crisis energética”, y tras un largo etcétera, llegamos a la de carácter más reciente, la llamada “crisis de los refugiados”. Gramsci, nos habla de un mundo que se muere, que agoniza pero que no acaba de morir, porque lo nuevo es incapaz de llevarse a cabo. El claroscuro, el tiempo entre lo que muere y lo que nace, nos evoca a una especie de estado en stand-by, de no-tiempo, de excepcionalidad. Sin duda alguna, es hacia ese período de excepción, en el cual la mayor parte de la humanidad está sumida, a donde nos dirigimos. De esta forma, la actual “crisis” de los refugiados se entiende como otra de las manifestaciones sintomáticas de lo verdaderamente monstruoso de estos tiempos: un capitalismo agonizante cuya única salida lleva a la aceleración del mismo.
Slavoj Zizek (2009), nos habla así, de que vivimos en tiempos apocalípticos. Su análisis de la situación actual, gestada sobre todo en las cuatro últimas décadas, le lleva a hablar de cuatro contradicciones o “antagonismos” de nuestra era:
- la amenaza que se cierne de una catástrofe ecológica;
- lo inadecuado de la noción de propiedad privada en relación con la así llamada “propiedad intelectual”;
- las implicaciones ético-sociales de los nuevos desarrollos tecnocientíficos (especialmente en la biogenética); y por último, pero no menos importante,
- la creación de nuevas formas de apartheid, nuevos Muros y ciudades de miseria (p. 106).
Lo que se describe es un futuro cercano que refleja una mezcla de paisajes de películas como Mad Max, Blade Runner y distopías similares, organizado político-socialmente como en el largometraje de Alfonso Cuarón, Los hijos de los hombres (2). Cierto es, que la actual “crisis” de los refugiados, nos ha ofrecido algunas imágenes que bien podían formar parte de cualquiera de las distopías señaladas. Pero cierto es también, que algunos paisajes apocalípticos vienen siendo habituales en nuestro entorno, en nuestras vidas, donde las fronteras entre la inclusión y exclusión cada vez son más evidentes.
(...)
2. “...Ahora todos somos homo sacer”
Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo. Blade Runner
Nos centraremos ahora en la figura del refugiado, en lo que esta representa más allá de situaciones “coyunturales” actuales. Para ello cabe regresar a la obra de Hannah Arendt, una de las autoras primordiales en lo que respecta a esta figura. En sus obras “Los orígenes del totalitarismo” y “Nosotros, los refugiados”, Arendt, a través de su experiencia personal, pues ella misma conoció el exilio, el refugio, y el ser apátrida, escapando de la persecución nazi, mostró, no solo el significado del refugiado, sino los mecanismos que lo construyen.
La palabra “refugiado”, deriva del latín refugium, que significa cobijo. Dentro de la misma se encuentra otra que le da aún más sentido: fugium, que significa “huir”, “fugarse” (Ruiz, 2014). Re, sería el prefijo que recalca la acción de repetición, de “volver a”. La palabra cobra un significado un tanto significativo: aquel que huye dos veces, aquel que repite la huida, o incluso aquel relegado a una repetición continua de la huida. De este modo, la palabra refugiado, adquiere el sentido parecido al que Arendt (1998) nos remite cuando escribe
Lo que carece de precedentes no es la pérdida de un hogar, sino la imposibilidad de hallar uno nuevo. Repentinamente ya no había un lugar en la Tierra al que pudieran ir los emigrantes sin encontrar las más severas restricciones, ningún país al que pidieran asimilarse, ningún territorio en que pudieran hallar una nueva comunidad propia. (p.245)
(...)
Hannah Arendt, ya señalaba que existía una especie de desajuste entre los derechos humanos y su aplicación, pues esta última versaba sobre la condición de ciudadano, es decir, la condición de pertenecer a un Estado. Este desajuste estaría ya reflejado incluso, en el mismo título de la declaración de 1789, Declaration des droits de l'homme et du citoyen (Ruiz, 2014), cuya ambigüedad presagia la idea de Arendt (1998), que señala que al vincular derechos humanos con ciudadanía, se produce una mutación de “humano” a “ciudadano”. “Ciudadano” es una figura jurídica vinculada a un territorio mediante nacimiento, por lo tanto, los derechos humanos, “sólo se atribuyen en la medida en que el ser humano se convierte inmediatamente en ciudadano, siendo la ciudadanía el único lugar en donde se pueden conservar y garantizar dichos derechos” (Luquín, 2014). Así expone Arendt, citado por Agamben (2006)
La concepción de los derechos del hombre basada sobre la supuesta existencia de un ser humano como tal, se vino abajo tan pronto como los que la propugnaban se vieron confrontados por primera vez a hombres que habían perdido toda cualidad y relación específicas, excepto el puro hecho de ser humanos. (Agamben (2006) p. 261)
De esta manera, el refugiado, convertido en una especie de apátrida, es decir, sin un estado que le proporcione ese “cobijo jurídico” –ya sea por negación de su condición de ciudadano o por la desprotección derivada de los “estados fallidos”– su condición y por ende, su vida, queda, como diría Zambrano (2004), “desnuda ante los elementos, que entonces muestran toda su fuerza”. (p.38)
Las palabras de María Zambrano nos llevarían a una (...) cuestión que en cierta medida, viene precedida por las cuestiones planteadas por Arendt, y que nos dirigen a otros terrenos. Se trata de la cuestión de la vida humana, y su gestión. No me refiero con ello al hecho de la manera de gestionar la “crisis de los refugiados” –que también– ni a las dramáticas consecuencias del mismo. Me estoy refiriendo a la situación de absoluta desprotección y desamparo no ya de la condición de refugiado, sino de la condición de la vida humana. Pero lejos de entrar en consideraciones filosóficas y morales sobre lo humano y de hacer cualquier llamamiento a la humanidad –lo cual nos situaría en uno de los lugares comunes y significantes vacíos más recurridos de los cuales queremos escapar– a lo que nos estamos refiriendo es al poder –y cuando hablamos de poder, hablamos de todo el entramado del capital representado por el binomio mercado/estado– que se vierte sobre la propia vida, el cual, también es humano, “demasiado humano”.
Para ilustrar este hecho nos valen los pactos establecidos recientemente por la UE y Turquía, a partir de los cuales (3), la UE “devolverá” a Turquía a cada sirio/a que entre de manera “ilegal” –el pacto únicamente alude a la población del Estado Sirio, eludiendo los demás países en conflicto, por no hablar del resto de nacionalidades, que igualmente huyen de la desesperanza económica de sus países (4)– a cambio de asentar otro proveniente de Turquía. El pacto se selló con la cifra de 3000 millones (5) de euros a Turquía, cifra que se suma a las “ayudas” previamente otorgadas con el mismo sentido al país otomano (6). La cuestión que subyace de todo ello, a parte de, como apunta Sami Naïr, atentar contra los derechos humanos y, en concreto, contra el artículo 19 de los derechos fundamentales de la UE, que prohíbe cualquier deportación colectiva, es esa desnudez de la vida, a la que alude Zambrano, abandonado por el derecho y por la ciudadanía (Ruiz, 2014), sobre la cual el poder soberano sigue vertiendo su poder.
Nuda vida que revela la figura del homo sacer , recuperada del derecho romano por el filósofo italiano Giorgio Agamben en su obra Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida (7). El homo sacer, es aquel sujeto que sufre una doble excepción, “tanto con respecto al ius humanum como al ius divinum, tanto en relación al ámbito religioso como al profano” (Agamben, 2006, p.107). Por lo tanto, en cuanto a que es excluido dos veces, le deja expuesto a una “violencia –el que cualquiera pueda quitarle la vida impunemente”– sin que sea “clasificable ni como sacrificio ni como homicidio, ni como ejecución de una condena ni como sacrilegio” (ibid, p.108). La figura del homo sacer es así una figura de excepción y su nuda vida “no son situaciones ajenas o previas a una comunidad política basada en el consentimiento o en el otorgamiento de poderes al soberano, sino su excepción, su antagonismo y, por lo tanto, su fundamento” (Iglesias, 2009, p.5) (8). De esta forma el homo sacer, sería una figura originaria en la cual se fundamenta el papel soberano: su abandono, su estado de excepción, forma parte de la constitución del ese poder. En línea con Delgado (1999), designaría a todas aquellas “figuras límite” cuya existencia supone la garantía del Estado-nación, pues en última instancia es garante de su poder. Por lo tanto, es una figura que está dentro del ordenamiento establecido a partir de esa excepción, es decir, que su inclusión se da a través de su exclusión (Ruiz, 2014).
(...)
No de forma desinteresada, se esta haciendo una distinción entre refugiado y migrante económico. El pacto de la Unión Europea con Turquía materializa políticamente esa distinción, separando a “ilegales” y “legales”, señalando quienes son “aptos” para vivir dentro de esos muros y quienes no como bien lo expresa el sacerdote palestino Carlos Khalil Jaar: “Europa quiere refugiados a la carta: un mercado de esclavos donde escoge a los que le conviene” (9). Es precisamente las figuras de los esclavos maniatados las que evocan las imágenes de las recientes deportaciones masivas que se han puesto en marcha el 4 de abril (10). Pero, como decíamos, es precisamente también ese pacto, el que significativamente mejor refleja la figura del homo sacer y la relación con el poder: son figuras en las que recae la excepción de los poderes por encima de cualquier norma, derechos humanos y legislación internacional (11).
Ambos, refugiados e inmigrantes económicos, son clases de lo que Bauman (2005) denomina “humanos residuales”. La diferencia estribaría en que, mientras que los solicitantes de asilo tienden a ser los productos de sucesivas entregas del celo puesto en el diseño y la construcción del orden, los inmigrantes económicos constituyen un subproducto de la modernización económica, que […] ha abarcado a estas alturas la totalidad del planeta. […] Refugiados, desplazados, solicitantes de asilo, emigrantes, sin papeles, son todos ellos los residuos de la globalización. (pp. 80-81).
Extrapolando las premisa de Arendt a la época actual, ellos conformarían “las vanguardias del pueblo”. Y, ¿qué hay de las otras vanguardias? Walter Benjamin en la octava tesis sobre el concepto de historia (1982) exponía que “la tradición de lo oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el cual vivimos es la regla”. La excepción pareciera convertirse en la norma en tiempos neoliberales. A los muros que separan diferentes mundos, se le unen los “tradicionales muros” existentes en nuestras sociedades. La aceleración del mundo capitalista, la globalización, el mercado desregulado y el retroceso de los sistemas de bienestar, producen cada vez más “humanos residuales” en los centros desarrollados. Basta mirar los actuales paisajes de los otrora centros industriales como Detroit para ver el resultado parecido a las ciudades como Homs en Siria o Sirte en Libia. Basta ver lugares como la Cañada Real en Madrid o “El Vacie” en el polígono norte de Sevilla, para ver la similitud con los campos de refugiados en Idomeni (Grecia). O baste también cómo incluso la norma –la Constitución del Estado español– fue cambiada en base a los intereses del capital, que a día de hoy justifican recortes de derechos y libertades, sumiéndonos en esa “sociedad del riesgo” retratada por Ulrich Beck (1998). Todo ello no refleja más que ese estado de excepción hacia el cual parecemos abocados. Sin duda alguna, todos estos procesos parecen dar la razón a Zizek (2009) en su afirmación de que “actualmente, todos somos potencialmente un Homo Sacer” (p. 108)
3 … Y si todos somos homo sacer, ¿qué hacemos? (12)
No basta con hacer (lo que consideramos) lo mejor para los refugiados: recibirlos con las manos abiertas, mostrar toda la simpatía y generosidad de que seamos capaces. El mismo hecho de que esa muestra de generosidad nos haga sentirnos bien debería despertar nuestro recelo: ¿no estaremos haciendo todo esto para olvidar qué es lo necesario? (Slavoj Zizek, 2016, p.56)
(...)
Al principio de este artículo, a partir de Zizek (2009), exponíamos cuatro contradicciones: la catástrofe ecológica, la cuestión de la propiedad privada en relación con la propiedad intelectual, los problemas éticos derivados del desarrollo biomédico y biogenético y la brecha que separa a incluidos y excluidos, materializada en muros cada vez más presentes en el interior de las metrópolis, que nos dirige, decíamos, a un paisaje similar al de la película Los Hijos de los hombres.
De estos cuatro antagonismos, de acuerdo con el esloveno, el cuarto, es el verdaderamente decisivo. La diferencia estribaría en que mientras los demás antagonismos se pueden resolver mediante un “régimen autoritario-comunitario”, incluso dentro de la propia lógica capitalista apelando al desarrollo sostenible, a leyes que den un sentido más amplio al de propiedad, o afrontando los desafíos éticos planteados por la biogenética; es en el cuarto antagonismo, entre Incluidos y Excluidos, donde verdaderamente reside la carga revolucionaria –sin éste los demás perderían “el filo subversivo” (Zizek, 2009). En este sentido, si la realidad actual refleja un proceso de proletarización creciente, donde cada vez más población está en aras de convertirse en homo sacer o en población superflua (Bauman, 2005), lo que tenemos es cada vez más población que engrosa las filas de esas “vanguardias del pueblo” que diría Arendt. Contrariando a esta autora, los refugiados en sí, no constituyen una vanguardia de por sí: su situación desprendida de cualquier derecho no es lo que les da el carácter subversivo. No hay nada de subversivo en el sufrimiento. De esta forma, Zizek (2016) apunta, a partir de los campos de concentración nazis, que
[…] hemos de abandonar la idea de que hay algo emancipador en las experiencias extremas, como si nos permitieran abrir los ojos y ver la verdad definitiva de una situación.
[…] Ésta es, quizá, la lección más deprimente del horror y el sufrimiento: que no hay nada que aprender de ellos. La única manera de salir del círculo vicioso de esta depresión es pasar a un terreno de análisis económico y social concreto.(pp. 28-29)
Así, la máxima de Walter Benjamin de que “Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza” no es suficiente. Aquellos que ven a los refugiados como un sujeto revolucionario de por sí que puede hacer colapsar los cimientos del capital, pecan de mesianismo (Zizek, 2016). La “sin esperanza” si no es articulada en el plano de la lucha económica, política y social no sirve. Es más, lo único que puede ofrecer sin esa articulación, es una espiral de violencia sin sentido que pueda acabar sirviendo de justificación de algo peor.
El paso estaría entonces, en pasar del humanitarismo alienante al espacio político-económico, aislando lo emocional para llegar al pensamiento como proponía Oscar Wilde, lo que significa el abandono de lo “dramático” para pasar al análisis “épico” en términos brechtianos. Lo que separa a los tres antagonismos con el último, siguiendo con Zizek (2009), es que mientras los tres primeros se pueden leer en tanto que afectan a la supervivencia, el ultimo –el muro entre Incluidos y Excluidos– se debe leer en clave de justicia. Es el punto universal que recupera la noción de lucha de clases. El capitalismo planetario, produce el homo sacer, ya sea en forma de refugiados, explotadas, inmigrantes o paradas. Es en ese punto, reconociéndonos en la exclusión donde se sitúa el inicio –y no el fin– de esa lucha.
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(1)
Stages of Collapse
Stage 1: Financial collapse. Faith in "business as usual" is lost. The future is no longer assumed resemble the past in any way that allows risk to be assessed and financial assets to be guaranteed. Financial institutions become insolvent; savings are wiped out, and access to capital is lost.
Stage 2: Commercial collapse. Faith that "the market shall provide" is lost. Money is devalued and/or becomes scarce, commodities are hoarded, import and retail chains break down, and widespread shortages of survival necessities become the norm.
Stage 3: Political collapse. Faith that "the government will take care of you" is lost. As official attempts to mitigate widespread loss of access to commercial sources of survival necessities fail to make a difference, the political establishment loses legitimacy and relevance.
Stage 4: Social collapse. Faith that "your people will take care of you" is lost, as local social institutions, be they charities or other groups that rush in to fill the power vacuum run out of resources or fail through internal conflict.
Stage 5: Cultural collapse. Faith in the goodness of humanity is lost. People lose their capacity for "kindness, generosity, consideration, affection, honesty, hospitality, compassion, charity" (Turnbull, The Mountain People). Families disband and compete as individuals for scarce resources. The new motto becomes "May you die today so that I die tomorrow" (Solzhenitsyn, The Gulag Archipelago). There may even be some cannibalism.
(2) Esta película quizás refleje de manera más directa los tiempos pre-apocalípticos en la línea del análisis del filósofo esloveno. Situada en el Londres de 2027, las guerras, el terrorismo, la crisis medioambiental y una enfermedad que impide la procreación, muestran a la mayor parte de la sociedad sumida en el caos, donde la población pobre e inmigrante es recluida y apartada manu militari de las clases más pudientes.
(3) “La Unión Europea confirma su portazo a los refugiados en 24 horas”
(consultado el 23 de marzo de 2016)
(4) Sin querer entrar en un debate acerca de las diferencias entre refugiados e migrantes económicos en cuanto a desplazamiento forzoso, nosotros entendemos que ambas categorías parten de una misma matriz que atiende a causas estructurales, que hacen que ambas adquieran carácter forzoso.
(5) El pacto también incluía otras cláusulas, como expone Iosu Perales (2016) “ Ahora, la manera democrática de afrontar la crisis de los refugiados consiste en patrocinar y financiar un mapa de campos gigantescos de concentración, desde donde se deportan, devuelven y reprimen a refugiados, a cambio de 6.000 millones de euros, la anulación de los visados para los ciudadanos turcos y la promesa de acelerar el ingreso de Turquía a la UE”. En
(consultado el 6 de abril de 2016)
(6) Por otro lado, es conveniente recordar que este hecho no es una novedad. Mucho menos en el Estado español, donde la externalización de la frontera y el control de los flujos migratorios ha sido una constante con Marruecos y posteriormente, con demás países africanos sobre todo a partir del desarrollo del Plan África, donde los proyectos de cooperación al desarrollo esconden los verdaderos intereses político-económicos que están presentes.
(7) Agamben, G. (2006). Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-Textos.
(8) En esta línea Agamben (2006) expone lo siguiente: Se ha hecho notar agudamente que el Estado no se funda sobre un lazo social, del que sería expresión, sino sobre su desligadura (déliaison), que prohíbe (Badiou, p.125). Podemos ahora dar un nuevo sentido a esta tesis. La déliaison no debe ser entendida como la desligadura de un vínculo preexistente (que podría tener la forma de un pacto o contrato): más bien el vínculo tiene de por sí originariamente la forma de una ligadura o de una excepción, en que lo comprendido, en él es, al mismo tiempo, excluido; la vida humana se politiza solamente mediante el abandono a un poder incondicionado de muerte. (p.117-118)
(9)
(consultado el 4 de abril de 2016)
(10)
(consultado el 5 de abril de 2016)
(11)
(consultado el 27 de marzo de 2016)
(12) El título deriva de uno de los recurridos encabezamientos de Slavoj Zizek a lo largo de su obra, que a su vez deriva de la obra de Lenin ¿Qué hacer?
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