25 años después de la reunificación alemana, Eric Toussaint, portavoz de la red internacional del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), hace un análisis de los eventos que desembocaron en la desaparición de la República Democrática Alemana y su absorción por la República Federal, a través de las opiniones de Ernest Mandel sobre los acontecimientos y su evolución.
25 años son ya un tiempo razonable para cierta perspectiva histórica. Por el espejo retrovisor vemos el camino recorrido hacia los problemas de hoy. De qué modo se han torcido caminos que, ingenuamente, parecían conducir a la libertad.
Aquellas revoluciones más o menos coloreadas no fueron conducidas por el pueblo trabajador. El poder real (económico) y la burguesía, con mucho más conocimiento y capacidad de maniobra que unas masas que suelen moverse por emociones e impulsos cambiantes, nos han traído hasta aquí.
Y jamas debemos olvidar que nada ocurre fuera de un mundo globalizado, con intereses y estrategias cruzadas pero cuyos dirigentes coinciden en la necesidad de mantener sus privilegios de clase. Por eso conviene insistir en que, en una formación política de la izquierda real, no es simple ceremonial, como algunos piensan, comenzar los informes por un análisis geopolítico y geoestratégico, para ir descendiendo, coherentemente, hasta el nivel en que nos movamos, so pena de no entender nada de lo que realmente importa, y de apoyar, en vez de lo que realmente debe ser apoyado, movimientos y acciones oportunistas, que no oportunas, con motivos frecuentemente inducidos por los medios de (in)comunicación de masas.
El papel de las vanguardias, si pretenden serlo realmente, es ayudar a los pueblos a situarse en este proceloso mundo, a formarse en todos los campos del conocimiento que les atañen, y atender a intereses duraderos, más allá de coyunturas efímeras y cortoplacistas.
Rebelión
La crisis que sacudió
la RDA en 1989-90 y su desenlace constituyen sin género de dudas un
momento importante de la historia del siglo XX.
Esta
contribución tiene por objeto formular comentarios sobre el análisis y
la acción de Ernest Mandel y de la IV Internacional respecto a la
reunificación alemana, o más bien respecto a la crisis política en
Alemania del Este y su desenlace bajo la forma de la reunificación
alemana.
Ernest Mandel y las luchas políticas en Alemania
Sin
querer escribir aquí la biografía de Ernest Mandel, hay que señalar que
siempre atribuyó a la lucha de clases en Alemania un papel de muy
primera importancia a escala europea y mundial. Fundaba esta convicción
en un análisis objetivo de la situación mundial, de las correlaciones de
fuerzas entre las grandes potencias, de la importancia de la clase
obrera alemana.
(...)
Ernest Mandel: la crisis alemana de 1989-90 como un comienzo de revolución política
Ernest
Mandel consideraba en el otoño de 1989 que una revolución política
había comenzado en Alemania del este. En la primavera de 1990 comprendió
que la situación había girado y, en octubre de 1990, tomó acta de la
unificación alemana como una derrota para la clase obrera de ese país.
De
forma muy esquemática, quiero intentar precisar en algunas frases lo
que Ernest Mandel entendía por “revolución política”. Se trata de un
proceso en el curso del cual la clase obrera en el sentido amplio
desarrolla su autoactividad, gana en conciencia de clase, se dota de
órganos de poder (lo que abre un período de dualidad de poderes) y acaba
por derrocar la burocracia que dirige el estado, sus diferentes
aparatos, el partido-estado, los sindicatos. La revolución política, a
diferencia de la revolución social, no implica un cambio fundamental de
las relaciones de propiedad (ver más adelante).
La salida
positiva de un proceso de revolución política implica que la clase
obrera en el sentido amplio se presenta como candidata al poder y lo
conquista. El ejercicio del poder se basa en una muy amplia autogestión
con órganos de poder popular estructurados de forma piramidal, un
control permanente de los delegados y delegadas por sus electores, con
posibilidad de revocación de los primeros por los segundos. El
pluripartidismo, el sufragio universal, son indispensables. Para Ernest
Mandel, no hay que oponer de forma alguna elección de consejos
(“soviets”) a la elección de una asamblea constituyente. Hay que
concebir un sistema político con varias cámaras de representación. Sobre
el debate que había opuesto a Rosa Luxemburg y la dirección bolchevique
a finales de 1917 a propósito de la disolución de la Asamblea
Constituyente y la necesidad del sufragio universal, Ernest Mandel
estaba del lado de Rosa Luxemburg.
Por volver a la crisis en
la RDA de octubre de 1989, Ernest Mandel consideraba que se había
puesto en marcha un proceso de revolución política, ni más ni menos.
(...)
Análisis de los acontecimientos por Ernest Mandel y comentarios
Quisiera,
en este estadio del trabajo, seguir la evolución del análisis que
Ernest Mandel presentó de la crisis alemana de 1989-90 a la vez que
expreso algunas opiniones personales. En un segundo momento, presentaré
estas opiniones personales de forma sistemática.
Fin de octubre de 1989, según Ernest Mandel, una revolución política ha comenzado
En
noviembre de 1989, a su vuelta de Berlín donde pudo participar en
manifestaciones masivas de la población de Alemania del Este, Ernest
Mandel considera que una revolución política ha comenzado. Titula un
artículo destinado a la prensa de su movimiento político internacional:
“La revolución política y los peligros que la amenazan” (ver
bibliografía). El artículo comienza diciendo que “el ascenso del movimiento de masas que sacude la RDA ha tomado la amplitud de una verdadera revolución”.
Características del movimiento en curso
Sus
puntos fuertes: es masivo, es de dominante obrera, es enormemente
creativo, la libertad de expresión reina en su seno, el nacionalismo
está ausente de él, rechaza el militarismo, algunos sectores de
manifestantes se abren al internacionalismo con el Tercer Mundo (“al
menos por el momento” -sic!-).
Sus puntos débiles: no constituyen órganos de autoorganización, no hay objetivo político claro que sea formulado por las masas.
Volvamos sobre los puntos fuertes: El movimiento es masivo: “Los días 4, 5 y 6 de noviembre de 1989, cerca de dos millones de personas salieron a la calle”.
Ernest Mandel enumera las principales manifestaciones que se produjeron
en las grandes ciudades. Para indicar la amplitud de la actividad de
los ciudadanos estealemanes, añade que “proporcionalmente a la población en su conjunto, esto equivale a 7 u 8 millones de manifestantes en Francia”.
Analiza la composición social de las manifestaciones: dominante obrera.
Para apuntalar esta afirmación, plantea la pregunta. “¿Cómo en una
ciudad como Leipzig -el principal centro industrial de la RDA- podría
haber 350.000 manifestantes de 500.000 habitantes si la casi totalidad
de la clase obrera no hubiera salido a la calle?”. Añade un segundo argumento: “El
carácter proletario de la revolución que ha comenzado en la RDA está
sobre todo atestiguado por la enorme ebullición en las empresas”. Señala que no hay formalmente huelgas “al contrario que en mayo del 68 y en el otoño caliente italiano”,
pero añade que en las empresas se desarrollan casi de forma permanente
asambleas seguidas masivamente por el personal. Cita un ejemplo: “En
el complejo químico Leuna, la mayor fábrica del país, estas asambleas
discutieron sobre proyectos de resolución que proclamaban una huelga
general de tres días, en el caso en que el Buró Político no dimitiera.
Éste ha tenido que dimitir”.
Otros sectores de la clase
obrera entran en acción: los enseñantes, el personal sanitario, los
periodistas. Ernest Mandel pone en evidencia la creatividad del
movimiento: abundan los eslóganes impertinentes, el humor está
sistemáticamente presente. Los manifestantes hacen sus pancartas con
imaginación.
Un elemento sobre el que insiste con fuerza
Ernest Mandel: la reivindicación de la reunificación alemana está
ausente. No prevé que esto pueda cambiar rápidamente. Señala también un
sentimiento pacifista entre la masa de ciudadanos en acción: el rechazo
del pasado militarista está profundamente anclado. Ernest Mandel adopta a
propósito de esto acentos líricos: “Los descendientes de Rosa
Luxemburg se han mostrado dignos de ella. Hoy, la historia proclama que
no luchó en vano y que no murió por nada”.
Ernest Mandel y la IV internacional en marzo de 1990: corrección parcial del análisis
La
resolución que preparó para el Secretariado Unificado de la IV
Internacional y que fue adoptada tras enmiendas (sesión del 5 de marzo
de 1990) constata de entrada que: “a partir de finales de octubre de 1989, la RDA había conocido un comienzo de revolución política”
(todas las citas que siguen provienen de esta resolución publicada en
Inprecor n. 305, ver bibliografía). La utilización del imperfecto es muy
importante, y toma acta del giro tomado por las masas. El documento
prevé que la evolución más probable será la siguiente: “Por el
momento, la tendencia más probable es la de una unificación rápida de
Alemania por la absorción de la RDA por la RFA. Las masas tienden así a
dar la prioridad a esta unificación independientemente de su contenido
económico y social concreto, en función ante todo de su situación
material presente”. La resolución menciona también como causa del giro hacia la reunificación “la fuerza del sentimiento nacional alimentado por una propaganda desenfrenada de los medios oestealemanes”.
La
resolución precisa lo que significaría la absorción de la RDA por la
RFA en el marco de las correlaciones de fuerzas del momento. Se trataría
de “la restauración del capitalismo bajo un poder estatal burgués y
la sumisión de la economía al gran capital, es decir una
contrarrevolución social”. Hasta ahí, el contenido de la resolución
parece desprovisto de ambigüedad. Sin embargo, Ernest Mandel integró en
el texto pasajes que indican claramente que esperaba aún que la
tendencia más probable, la de la restauración capitalista por la
absorción rápida de la RDA, no se realizara. también, la resolución
enumera obstáculos para la absorción rápida. Citemos en particular:
“el coste demasiado elevado de la reunificación para el capital oestealemán”.
El capital oestealemán no puede simultáneamente soportar los gastos de
la creación de una moneda europea común (para la cual las reservas de
cambio del Bundesbank serían el fondo de garantía principal) y los
gastos de una absorción de la RDA financiada por el Deutsch Mark”;
el rechazo del Kremlin a la integración de la RDA con sus consecuencias militares. El Kremlin “no
puede aceptar una Alemania unificada miembro de la OTAN que implicaría
la posibilidad de ver a los militares de los países imperialistas o de
la Bundeswehr establecerse en el territorio actual de la RDA aunque
fuera a medio plazo”.
La enumeración de estos obstáculos
oscurece la perspectiva, deforma la resolución. La motivación de Ernest
Mandel es clara, un pasaje de la resolución lo indica: “Lo esencial es pues ganar tiempo para que las masas puedan hacer la experiencia (de los aspectos negativos de la unificación bajo la dirección del capital oestealemán ndlr) antes de que la naturaleza de clase del estado de la Alemania unificada sea zanjada para un período prolongado”.
La
resolución es por tanto manifiestamente ambigua: deja abierta la
posibilidad de un proceso lento de unificación que permitiría a las
masas retomar la vía de la revolución política. El error de perspectiva
es evidente. El carácter confuso y contradictorio de la resolución se
explica en particular por el hecho de que el texto adoptado fue fruto de
compromisos difíciles entre varias posiciones diferentes.
La
resolución contenía una importante sección consagrada a las tareas. El
elemento clave estaba constituido por el rechazo a la unificación bajo
la forma de la absorción de la RDA por la RFA.
“Las masas
populares de cualquier país tienen el derecho democrático a decidir por
si mismas sobre la pertenencia al estado que prefieran. Los marxistas
revolucionarios reconocen tal derecho. Pero tienen al mismo tiempo el
derecho y el deber de decir la verdad a las masas: la unificación de
Alemania, no fundada en la democracia socialista sino en la absorción de
la RDA por la RFA, implicando la restauración del capitalismo en la
RDA, incluso si estuviera apoyada por un voto mayoritario de las masas,
representaría una regresión social sensible para esas masas, debido al
reforzamiento del imperialismo y de la patronal alemana que derivaría de
ello. Debería por tanto ser rechazada por todo obrero o socialista
consciente”.
Seguía una veintena de reivindicaciones a plantear.
Otra
resolución era opuesta a la propuesta por Ernest Mandel, estaba
defendida por una minoría de la sección francesa de la IV Internacional.
La resolución minoritaria estaba de acuerdo con la mayoritaria en decir
que una revolución política había comenzado en octubre de 1989. La
“minoría” mantenía un planteamiento más optimista de la evolución del
movimiento de masas. La divergencia fundamental versaba sobre el
planteamiento de la cuestión de la reunificación alemana: “El derecho
a la autodeterminación y a la unificación para las dos partes del
pueblo alemán debe ser apoyado incondicionalmente (…). Estamos a favor
de la unificación, pero lucharemos a fin de que se realice sobre una
base socialista. Darle la espalda a la unificación porque el plan Kohl
domina actualmente el terreno político no conduciría más que a la
marginación completa de la izquierda marxista. No se puede detener la
reivindicación democrática creciente por la unificación alemana. La
pregunta política clave es qué clase la va a realizar: ¿la burguesía o
el proletariado? Por el momento, es la burguesía la que tiene todas las
cartas en la mano (…).
“Qué significa esto
concretamente hoy? Esto significa plantear reivindicaciones que permitan
a la clase obrera estar a la ofensiva sobre esta cuestión, y no dejar
este terreno político al imperialismo -o a sectores de la burocracia que
llevarían a la clase obrera a la derrota o al desastre”. (“La
crisis del estalinismo y la cuestión alemana. Proyecto de resolución
presentada por miembros del Secretariado Unificado y rechazada por la
mayoría”, Inprecor n. 305, 23.3.1990, 2p).
Un tercer
documento, no sometido a votación del Secretariado Unificado, pero cuya
orientación fue defendida en el curso de la reunión, fue remitido a los
miembros del SU y también publicado en la prensa de la Internacional.
Provenía del VSP (Partido Socialista Unificado) de la RFA. El VSP era el
resultado de la fusión en 1986 de la sección oestealemana de la IV
Internacional (GIM) y del Partido Comunista de Alemania (KPD) de origen
maoísta. El VSP presentaba un planteamiento realista de la crisis
alemana: “El VSP no cree ni en la posibilidad de una revolución
política en la RDA solo, a corto o a medio plazo, en el sentido de una
conquista del poder por la clase obrera, ni en la probabilidad de un
período prolongado de confederación -en un pie de igualdad- entre la RDA
y la RFA, que podría de alguna forma ofrecer el tiempo necesario para
cambiar radicalmente la correlación de fuerzas y reabrir una perspectiva
en la RDA”.
El VSP tomaba además posición contra la unificación: “En
ausencia de una perspectiva socialista creíble en la RFA en el momento
actual, la única posibilidad de salvaguardar las conquistas de la clase
obrera y las mujeres de la RDA consiste en defender el Estado estealemán
como identidad soberana e independiente a todos los efectos” (“Posición del VSP”, Inprecor n. 305, 1990. p.1).
Ernest
Mandel y la IV Internacional en noviembre de 1990: un análisis crítico
sobre las posiciones anteriores y redacción de una resolución de
síntesis
Ernest Mandel redactó un proyecto de
resolución que era implícitamente autocrítico y ofrecía un análisis
pertinente del desarrollo de la crisis en Alemania del Este a partir de
octubre de 1989. El texto fue aprobado por amplia mayoría (“La
reunificación capitalista”, Inprecor n 322. 18/01/1991. p. 4-NB. Todas
las citas que siguen provienen de este documento).
La resolución levanta acta de la reunificación… “Desde
el 3 de octubre de 1990, la absorción de la RDA por la RFA es un hecho
consumado (…). Este resultado de la evolución emprendida en otoño de
1989 es la más negativa de las perspectivas posibles planteadas por la
resolución del SU de la IV Internacional el 5 de marzo de 1990: “No ha
habido revolución política victoriosa en el sentido de una democracia
socialista y de una planificación democrática. No ha habido tampoco
“procesos de convergencia por etapas” de las dos Alemanias que habría
permitido ganar tiempo para permitir a la clase obrera y a las masas
populares desarrollar perspectivas políticas emancipatorias rechazando a
la vez el enrolamiento burocrático y el del gran capital. Habíamos
subrayado los efectos gravemente negativos, tanto en Alemania como en el
plano internacional de la realización del Anschluss (anexión) para la
clase obrera y todos los oprimidos. Los hechos confirman lo bien fundado
de nuestra oposición resuelta a la unificación alemana capitalista y de
nuestras advertencias dirigidas a la clase obrera alemana e
internacional”.
La resolución hace entonces una relación
sintética de los efectos devastadores para la población de la RDA de la
unificación desde el punto de vista económico, social, político e
ideológico. La parte sobre las condiciones políticas de la reunificación
merece ser citada parcialmente:
“Tras la victoria de los
partidos burgueses gemelos de la RFA y de la RDA en las elecciones del
18 de marzo de 1990, todas las conquistas democráticas del movimiento
del otoño de 1989 han sido destruídas. El gobierno de la RDA no era más
que un fantoche del de Kohl. El nuevo estado es creado por simple
integración de la RDA a la RFA y a sus estructuras estatales.
La
mayoría de los electos en la RDA no está presente en el parlamento
común, constituido el 3 de octubre en el viejo Reichstag en Berlin. El
estado unificado alemán se ha constituido sin elecciones y sin
referéndum. Su Constitución es -ligeramente modificada- la de la RFA,
que no ha sido jamás sancionada por un voto popular. Ni se plantea una
asamblea constituyente o un voto popular sobre la Constitución y el
sistema político. Las “mesas redondas” de la RDA no son ya más que un
mal recuerdo para la burguesía”.
En el plano
internacional, la victoria de la burguesía oestealemana desemboca según
la resolución en particular sobre tres elementos de una importancia
crucial:
1. “La Alemania unificada aspira ahora a jugar
un papel de gendarme mundial al lado de las demás fuerzas imperialistas,
comenzando por la adquisición del derecho de intervenir con sus fuerzas
armadas, incluso fuera del territorio de la OTAN bajo la cobertura de
la ONU”.
2. “La Alemania unificada jugará un papel
predominante en el Mercado Único de 1992 en los planos económico y
político, reforzando todas sus tendencias reaccionarias contra el Tercer
Mundo, contra los inmigrantes y los refugiados políticos, reforzando la
represión política y las desigualdades sociales en el seno mismo de la
comunidad”.
3. “Al mismo tiempo,
esta Alemania unificada está bien colocada para jugar un papel
predominante en la conquista capitalista de los países del Este”.
La
resolución vuelve a continuación sobre los obstáculos a una unificación
rápida que habían sido sobrevalorados en el documento adoptado por el
Secretariado Unificado el 5 de marzo de 1990:
“El
obstáculo principal a esta evolución negativa habría sido una clase
obrera estealemana capaz de presentarse como candidata al poder, dotada
de un nivel elevado de autoorganización democrática y con suficiente
confianza en sus propias fuerzas para aspirar a gestionar ella misma la
industria según las necesidades de la población. Las condiciones
subjetivas para una salida así no estaban reunidas”.
La
resolución menciona entonces lo que ha impedido a la clase obrera
plantearse como candidata al poder y contiene un elemento de autocrítica
explícita: “Es porque no habíamos medido suficientemente estos
retrasos y estas carencias por lo que hemos subestimado los ritmos
posibles de la ofensiva y de su éxito”.
Entre los
factores que habían sido en gran medida subestimados en la resolución de
marzo de 1990, hay que mencionar la cuestión del sentimiento nacional: “En
estas condiciones, para la mayoría de los alemanes, dadas la existencia
de un sentimiento nacional frustrado por la partición punitiva y la
tutela humillante de Alemania impuesta al final de la guerra por los
imperialismos victoriosos y la burocracia soviética, la unidad a
cualquier precio parecía ofrecer la única perspectiva inmediata, sin
discutir su coste social. Este viraje de la conciencia de las masas de
la RDA se ha producido en el curso de la segunda semana de noviembre de
1989”.
La resolución vuelve a valorar también otros
obstáculos a la unificación rápida mencionados en el precedente
documento: la dificultad para la burguesía alemana de pagar rápidamente
el precio de la unificación y las supuestas resistencias del Kremlin.
Explica
porqué estos obstáculos no han funcionado. No es posible en los límites
de este trabajo resumir otras partes importantes de la resolución en
particular las referidas a las tareas.
Quiero terminar esta
parte del trabajo con una cuestión dejada abierta por la resolución de
noviembre de 1990: los efectos sobre la clase obrera de la parte
occidental de Alemania y las reacciones de ésta. El documento adopta la
prudencia necesaria para prever posibles resistencias parcialmente
“victoriosas” por parte de los trabajadores de la parte occidental de la
Alemania unificada: “La burguesía espera imponer todos los costes de
la unificación y del Mercado único de 1992 a los asalariados. Esta
prueba no está aún zanjada, evidentemente, puesto que implica que la
burguesía gane las probables luchas sociales, sobre todo en Alemania del
Oeste donde la clase obrera está altamente organizada y muy apegada a
sus conquistas de nivel de vida. Pero la burguesía ha optado por correr
el riesgo”.
Veinticinco años más tarde, el diagnóstico es límpido, “cristal clear”
como diría Ernest Mandel: la burguesía alemana ha alcanzado sus
objetivos en particular gracias al concurso del SPD alemán y las
contrarreformas Schröder-Hartz que realizó en 2003-2005.
Los retrocesos sociales impuestos a Alemania
Los
patronos alemanes, ayudados por el gobierno socialista de Gerhard
Schröder en 2003-2005, lograron imponer importantes retrocesos a los
trabajadores. El estudio Acabar con la competitividad publicado
conjuntamente por ATTAC y la Fundación Copernic resume así las grandes
etapas de ataques a las conquistas de los trabajadores de Alemania y a
sus derecho sociales y económicos: “Las leyes Hartz (del nombre del
exdirector de Recursos Humanos de Volkswagen y consejero de Gerhard
Schröder) se han escalonado entre 2003 y 2005. Hartz I obliga a los
parados a aceptar el empleo que les sea propuesto, incluso por un
salario inferior a su subsidio de desempleo. Hartz II instituye
mini-jobs a menos de 400 euros mensuales (exentos de cotizaciones
sociales asalariadas). Hartz III limita a un año el pago de subsidios de
paro para los trabajadores mayores y endurece las condiciones de
atribución. Hartz IV fusiona el subsidio de desempleo de larga duración y
las ayudas sociales, les pone un techo de 345 euros por mes. A las
leyes Hartz se añaden las reformas sucesivas de las jubilaciones y del
sistema del seguro de enfermedad: jubilación por capitalización
(jubilaciones Riester); subida de las cotizaciones, retraso de la edad
legal de jubilación (objetivo 67 años en 2017”. Los autores del estudio subrayan: “El
conjunto de estas reformas ha conducido a un impresionante ascenso de
las desigualdades sociales. Es un aspecto a menudo olvidado del “modelo
alemán” y vale por tanto la pena dar algunas cifras detalladas. Alemania
se ha convertido en un país de enormes desigualdades: un anteproyecto
de informe parlamentario sobre la pobreza y la riqueza acaba de establecer que la mitad más pobre de la sociedad posee solo el
1% de los activos, contra el 53% para los más ricos. Entre 2003 y 2010,
el poder de compra del salario medio ha bajado un 5,6%. Pero esta
bajada ha estado muy desigualmente repartida. -12% para el 40% de los
asalariados peor pagados; -4% para el 40% de los asalariados mejor
pagados. Los datos oficiales muestran que la
proporción de bajos salarios ha pasado del 18,7% en 2006 al 21% en 2010 y
esta progresión de los bajos salarios -es algo a subrayar- se hace por
lo esencial en Alemania del Oeste”.
Según el mismo
estudio, en 2008, el número de asalariados ha aumentado en 1,2 millones
en relación a 1999, pero esta progresión corresponde a un aumento de 1,9
millones del número de empleos precarios, y por tanto a una pérdida de
medio millón de empleos CDI a tiempo completo. Un cuarto de los y las
asalariadas ocupa hoy un empleo precario, y esta proporción (la misma ya
que en los Estados Unidos) sube al 40% entre las mujeres. “Los empleos asalariados precarios son mayoritariamente (al 70%) destinados a las mujeres.
La proporción de parados indemnizados ha caído del 80% en 1995 al 35%
en 2008 y todas las personas en el paro desde hace más de un año han
pasado a recurrir a la ayuda social”.
Como señala Arnaud Lechevalier, esta evolución se inscribe “en
un contexto más general de erosión de la protección de los asalariados
por los convenios colectivos: la parte de los asalariados cubiertos ha
bajado del 75% al 62% en diez años y estos convenios no abarcaban ya más
que al 40% de las empresas alemanas en 2008. Además, los sindicatos han
debido conceder múltiples derogaciones a los convenios colectivos
sectoriales a nivel de las empresas”.
Cuando
se intenta explicar la actitud actual de los dirigentes alemanes frente
a la crisis de la Eurozona, se puede emitir la hipótesis de que una de
las lecciones que sacaron de la absorción de la Alemania del Este a
comienzos de los años 1990 es que las importantes disparidades entre
trabajadores pueden ser explotadas para imponer una política propatronal
muy fuerte. Las privatizaciones masivas en Alemania del Este, los
ataques a la seguridad del empleo de los trabajadores de la exRDA
combinados al aumento de la deuda pública alemana debida a la
financiación de esta absorción (que ha servido de pretexto para la
puesta en marcha de las políticas de austeridad), han permitido imponer
retrocesos muy importantes a una parte de los trabajadores de Alemania,
tanto del Este como del Oeste. Los trabajadores en Alemania han sido
fuertemente divididos entre quienes trabajan en las grandes ramas
industriales donde están preservadas una serie de conquistas y los
sectores muy precarizados de los servicios y de las PYME.
Se
encuentra en un texto de uno de los principales sindicatos alemanes, el
IG Metall, el sindicato de la metalurgia, una defensa de la zona euro
que dice mucho sobre el abandono de una perspectiva de unidad de los
trabajadores frente a la patronal. Se encuentra en él una defensa de los
intereses de la economía alemana y de la moneda única. En este
documento titulado “10 argumentos en favor del euro y de la unión monetaria” y fechado el 19 de agosto de 2011, se puede leer: “La
economía alemana depende más que cualquier otra economía de sus
exportaciones. Nuestros clientes en el extranjero están en el origen de
millones de empleos en Alemania. Los más importantes compradores de
productos alemanes son los europeos (…). La moneda única ha contribuido
enormemente a la competitividad de los productos alemanes. Si los países
endeudados son excluidos de la moneda única, devaluarán sus monedas
para mejorar su competitividad. El euro restante, que estará compuesto
exclusivamente de los países más fuertes en el plano económico de la
Unión Europea, sufrirá entonces una presión considerable para
reevaluarse. Una vuelta al deutsche mark implicaría como poco una
revaluación del 40%”.
Para los dirigentes
alemanes actuales y la patronal, la crisis de la zona euro y los
brutales ataques impuestos al pueblo griego y a otros pueblos de la
periferia son la ocasión de ir aún más lejos y de reproducir de una
cierta forma a escala europea lo que hicieron en Alemania.
En
cuanto a los demás dirigentes europeos de los países más fuertes y a
los patronos de las grandes empresas, no se quedan atrás. Se felicitan
de la existencia de una zona económica, comercial y política común en la
que las transnacionales europeas y las economías del Norte de la zona
euro sacan beneficio de la debacle del Sur para reforzar las ganancias
de sus empresas y marcar puntos en términos de competitividad en
relación a sus competidores norteamericanos y chinos. La intervención de
la Troika y la complicidad activa de los gobiernos de la periferia les
ayudan a ello. El gran capital de los países de la periferia es
favorable a esas políticas pues cuenta obtener él mismo una parte del
pastel de las privatizaciones de empresas que desea desde hace muchos
años.
Conclusión
Es fácil a
posteriori emitir una serie de opiniones sobre hechos que han conocido
su desenlace. Hagamos sin embargo el ejercicio.
¿Estaba la revolución política en marcha en la RDA en 1989?
No,
pues la clase obrera no se presentó como candidata al poder. Se
desarrolló una crisis social y política aguda con participación masiva
de los ciudadanos estealemanes.
Los de arriba: la burocracia
fue incapaz de gobernar como antes. La solución represiva le estaba
cerrada por la dirección soviética. Fue incapaz de poner en marcha
rápidamente reformas políticas y económicas a la altura de las
aspiraciones del movimiento de masas. Los de abajo no querían ya ser
gobernados como antes. La autoactividad fue poderosa. La clase obrera,
la juventud, la intelligentsia deseaban profundas reformas en el
marco de la RDA durante la mayor parte del año 1989. Pero la situación
cambió rápidamente cuando las autoridades oestealemanas decidieron pasar
a la ofensiva proponiendo la unificación rápida pagando un precio
relativamente elevado: una tasa de cambio del marco ofrecía la
perspectiva de una mejora inmediata de las condiciones de vida de la
población estealemana.
Para que un verdadero proceso de
revolución política se desarrollara, habría sido preciso que hubiera
disputa por el poder. Habría sido preciso que los y las de abajo se
presentaran como candidatos al poder, pasaran de la autoactividad a la
autoorganización, se dotaran de órganos que crearan una situación de
dualidad de poder que se resolviera en favor de uno de los tres campos:
el campo de los oprimidos de Alemania del Este (con la clase obrera
jugando un papel central vista la estructura social de la RDA), el campo
de la burocracia de la RDA, el campo de la clase capitalista de
Alemania del Oeste.
La crisis política y social no alcanzó
el estadio en el que los y las de abajo se plantearan la cuestión del
poder. El problema no residió en que el nivel de las reivindicaciones de
las masas habrían sido demasiado bajas. Las revoluciones comienzan con
un nivel de reivindicaciones elementales: igualdad, justicia, paz, pan,
“independencia”.
Para que un proceso de revolución política
se hubiera desarrollado (cualquiera que hubiera sido su desenlace),
habría sido preciso que los y las de abajo sacaran de sus experiencias,
lecciones que hicieran hacer un salto en su conciencia y que
desembocaran en la creación de órganos de autoorganización. Habría sido
preciso que se plantearan en positivo la cuestión del poder.
La cuestión de la duración en el análisis de Ernest Mandel entre octubre de 1989 y la primavera de 1990
Ernest
Mandel estaba preocupado por la cuestión de la duración necesaria para
la acumulación de experiencias por las masas. “Esperaba” que el ejército
soviético con su rechazo de absorción de Alemania del Este por la
República Federal ralentizara el proceso de unificación, apostaba
subsidiariamente por la hipótesis de que las autoridades oestealemanas
no estarían dispuestas a pagar a un ritmo acelerado el precio de la
reunificación. El curso de la historia ha sido diferente. Tomó acta a
partir del otoño de 1990 (cf. la Resolución mencionada más arriba
-adoptada por el Secretariado Unificado de la IV Internacional en
noviembre de 1990 - “La reunificación capitalista” (...).
Otros elementos que deben ser puestos en evidencia
Ernest
Mandel, siendo consciente de la devastación producida por el
estalinismo, el nazismo y por la socialdemocracia sobre la conciencia de
los trabajadores alemanes, creyó poder contar con las fuerzas de la
memoria colectiva de los mejores momentos de la historia de la clase
obrera alemana, en particular la educación masiva socialdemócrata de
antes de la primera guerra mundial y de la experiencia
espartakista-comunista de antes de la estalinización del KPD (Partido
Comunista alemán).
Se puede señalar una contradicción real
entre la agudeza con la que percibía la crisis de credibilidad del
proyecto socialista y su convicción de ver resurgir lo mejor de la
experiencia de la clase obrera alemana. Hay a este nivel del pensamiento
de Ernest Mandel una debilidad indudable.
Ernest Mandel era
consciente de los límites de las capacidades de la burocracia para
hacer concesiones a las masas, pero, un momento, pensó que en un reflejo
de supervivencia de la burocracia, ésta utilizaría todas sus reservas
en divisas para dar satisfacción a ciertas aspiraciones económicas de
los ciudadanos estealemanes con el fin de retrasar o encauzar el ascenso
irresistible de las masas en favor de la reunificación. Un
reavituallamiento masivo en bienes de consumo de estandard occidental
era materialmente posible: la burocracia no tomó esa vía.
Ernest
Mandel apostaba, por un lado, en el marco de un proceso prolongado de
crisis política por la evolución a la izquierda de una parte del PDS que
habría podido convertirse en un partido centrista de izquierdas, por
otro, por la construcción de una organización marxista revolucionaria
afiliada a la IV Internacional. No ahorró esfuerzos para contribuir a
estos dos desarrollos políticos. Consideraba que tal evolución política
era vital para que las masas pudieran sacar las lecciones de sus
experiencias e ir adelante hacia una revolución política. Esta tensión
extrema de sus fuerzas no resultó.
Tengo la convicción,
basada en mis contactos con Ernest Mandel, de que la idea de ayudar a
crear una vanguardia autoproclamada era completamente extraña a su
método. La idea de que un partido pudiera hacer que las masas dieran a
luz una revolución aún a costa de utilizar forceps, era extraña a su
planteamiento de la emancipación. De ahí, su insistencia en el
pluripartidismo, incluso su defensa de la multiplicidad de
organizaciones revolucionarias. De ahí su insistencia en la
autoorganización. En sus escritos del último período, hay insistencia
sistemática en el postulado de Marx: “La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”.
Este método no puede ser reducido a espontaneísmo primario. Ni
espontaneísmo primario, ni dirigismo vía una vanguardia omnisciente.
Tomo como prueba las dos citas siguientes. La primera remite a las
debilidades del movimiento de octubre-noviembre de 1989. La segunda
redactada dos meses más tarde aborda la cuestión del poder
revolucionario.
Primera cita, con fecha de noviembre de 1989: “No
hay que dejarse llevar por una euforia espontaneísta y creer que este
magnífico movimiento revolucionario va a durar y triunfar debido solo a
su amplitud. La explosión revolucionaria está marcada por dos
debilidades graves que corren el riesgo de condenarla, a medio plazo, al
fracaso. En primer lugar no hay más que embriones de verdaderas
estructuras de autoorganización. Manifestaciones, incluso más amplias,
no pueden, a la larga, reemplazar a tales estructuras. (…) Por otra
parte, el movimiento popular y la oposición no tienen objetivo político
preciso ni una idea clara de las instituciones a crear para ejercer el
poder. Son esos los dos principales handicaps para la salida victoriosa
del movimiento de masas”. (“En Alemania del Este, los de abajo se han
puesto en marcha”, La Gauche, 21/11/89).
La segunda cita
remite a la relación autoorganización de masas / organizaciones de
vanguardia. Preciso que la cita proviene de un texto de alcance general
que no se refiere directamente a la crisis alemana: “Autoorganización
de la clase -que desemboca en el poder de los consejos libre y
democráticamente elegidos- y la organización separada de la vanguardia
revolucionaria forman una unidad dialéctica, mediatizada por la
pluralidad de los partidos. El poder de estado debe ser ejercido por los
consejos, no por el partido. El (los) partido (partidos) intenta
(intentan) ganar la mayoría en el seno de los consejos por persuasión y
no por la administración, y aún menos por la represión.
Sus
únicas bazas deben ser: un grado de actividad más sostenido, más
continuo, mas entregado al servicio de su clase, un estilo de vida
desprovisto de todo privilegio, una capacidad para poner su práctica
constantemente en conformidad con sus principios. Para esto, deben ir a
fuentes no contaminadas: los escritos de Marx y de Engels sobre la
Comuna de París, los escritos de Rosa Luxemburg, del Lenín de El estado y la revolución que
tuvo la audacia de desarrollar un proyecto de estado soviético “sin
ejército permanente, sin policía, sin burocracia” y sobre todo los
escritos de Trotsky de los diez últimos años de su vida y los documentos
programáticos de la IV Internacional pero toda esta riqueza teórica
debe ser considerada no como una verdad revelada definitiva, sino como
sujeta al test de experiencias revolucionarias y contrarrevolucionarias
nuevas” (Ernest Mandel, “El futuro del comunismo” Inprecor, n. 305).
Ernest
Mandel era consciente desde finales del año 1989 de los riesgos de una
evolución del movimiento de masas en la RDA hacia la reunificación en un
marco capitalista. “Los riesgos de derrapes de la revolución hacia
la derecha están alimentados en el plano político por la idealización de
las condiciones bajo la primera República -el régimen Masaryk-Benesj en
Checoeslovaquia-, por el espejismo en la RDA de una reunificación
incondicional -es decir, capitalista- de Alemania” (Ernest Mandel, “Socialismo de mercado? No, gracias!” La Gauche, 26/12/1989).
Pero
lo que es innegable es que mantuvo un juicio más favorable de la crisis
en la RDA al menos hasta marzo de 1990 cuando el giro estaba tomado
desde la segunda mitad de noviembre de 1989.
Más allá de los
errores de apreciación realizados en el fuego de la acción cuando se
carece de perspectiva, fundamentalmente Ernest Mandel tuvo constante y
firmemente como brújula los intereses del pueblo. Siempre intentó
favorecer la lucha por la autoemancipación de los y las de abajo. Nunca
fue favorable a compromisos penosos realizados en detrimento de la
lucha.