¿Existen los intereses generales de toda la humanidad? O al contrario ¿hay solamente intereses individuales? Como ocurre con todas las dicotomías tan radicalmente planteadas, no se debe contestar sin analizar cuidadosamente ambas preguntas.
Parece claro, a poco que se piense, que a la primera pregunta habría que contestar Sí y a la segunda No, pero conviene detenerse en el entronque entre el interés particular de cada uno y el de todos en conjunto.
Entre el interés individual y el general, entendiendo por tal el que no excluye a nadie, hay un paso intermedio. El interés compartido por un grupo de individuos es claramente interés común para todos ellos, pero probablemente dejará fuera a los que no pertenezcan a él. Los partícipes de ese interés compartido tratarán de expresarlo, ideologizándolo, como interés general. De ello se encargarán especialmente los dirigentes de ese conjunto.
Los intereses generales son más amplios que esos intereses comunes, pero menos abordables, porque muchas veces chocarán con los del grupo, y como la ideología dominante es la de la clase dominante, tales intereses podrán ser aceptados ideológicamente como generales por muchos que están fuera. Esto se cumplirá sobre todo cuando el grupo en cuestión está bien asentado en la sociedad, como el clero y la nobleza en la Edad Media o en la actualidad los dueños de los medios de comunicación.
Hay una escala de prioridades en la defensa de los intereses. La búsqueda del interés particular no excluye ni el conflicto interno dentro del grupo ni la defensa del mismo frente a intereses externos. Los establecimientos de una calle comercial compiten entre sí, pero defienden también su éxito colectivo.
Los grupos con intereses comunes son variopintos. Desde las comunidades de vecinos y clubes deportivos o recreativos, hasta los Estados y organizaciones supranacionales, pasando por las empresas y organizaciones empresariales, sindicatos, partidos políticos... en todos ellos hay tanto intereses comunes como individuales, y según circunstancias internas o externas puede predominar la cohesión grupal o la lucha por la preeminencia. Desde fuera, especialmente desde organizaciones rivales, puede extenderse en su seno la ideología destructiva del desprestigio de los dirigentes, mejor o peor motivada.
Pero el individualismo no debe entenderse solo como pura ideología, sino también como práctica social, porque la ideología forma parte de la práctica o se transforma en conciencia práctica.
Nadie escapa a los conflictos entre el interés general, el comunitario y el particular, pues todos tenemos simultáneamente intereses individuales y sociales. El predominio de unos u otros depende de los factores que fomentan la cohesión y los que favorecen la disgregación.
La cohesión interna depende tanto de consideraciones ideológicas como de realidades objetivas. Entre estas es importante la relación más o menos fácil, directa y continua entre los miembros del grupo en cuestión. Lo expone claramente Francisco Umpiérrez en el texto que dejo al final de esta entrada:
Los grandes y medianos capitalistas han estatuido de manera poderosa sus intereses comunes, mientras que los intereses de los trabajadores se presentan como intereses individuales totalmente diseminados, porque la industria como lugar de concentración de grandes masas de trabajadores con intereses comunes ha dejado de ser predominante. Un trabajador puede estar empleado en una empresa con 250.000 trabajadores, pero en la práctica solo mantiene un contacto relativamente estrecho con no más de 100 trabajadores. ¿Qué implica esto? Pues un debilitamiento de los intereses comunes y una dificultad enorme, por no decir imposible, para que esos 250.000 trabajadores repartidos por todo el mundo constituyan y representen un interés común.
La realidad social está hoy más que nunca enmascarada por las apariencias. Lo virtual suplanta a lo real, como el capital ficticio supera en varios órdenes de magnitud al realmente existente. El espejo (speculum!) de la especulación refleja un mundo falso y confuso. Para quienes se consideran, con cierta razón, "clases medias", es difícil en muchos casos distinguir con claridad si sus intereses particulares (no hablemos ya de los generales) están con una u otra de las organizaciones en que conviven.
Dice Umpiérrez:
El mundo global es un mundo dominado fundamentalmente por los monopolios, esto es, un mundo donde la ley del valor es infringida una y otra vez y los precios distan mucho de expresar en términos cuantitativos el verdadero valor creado. Esto trastoca la ley del valor. cada vez más representado por lo aparente.
La forma económica constituida por las redes sociales desarrolla de forma masiva el individualismo de sus usuarios, pero con un escaso desarrollo; puesto que cuando los intereses individuales no se desarrollan hasta constituirse en intereses comunes, los intereses individuales apenas experimentan desarrollo.
Este es el mundo más aparente y, por tanto, el que mayor influencia tiene en la conformación de la ideología.
La apariencia forma parte de la realidad o la apariencia no es más que la manifestación de la esencia o la esencia en otra determinación. Pero los marxistas, en su inmensa mayoría, siguen ignorando el mundo aparente y solo se concentran en las esencias despojadas de su manifestación aparente.
Quienes ignoran la apariencia, en verdad no conocen de un modo relativamente completo la esencia. Si utilizáramos El Capital de Marx, diríamos: quien no conoce la ganancia, la apariencia, con sus diversas sustantivaciones y manifestaciones, no conoce por completo la plusvalía, la esencia.
Mientras tanto, se ignoran la mayor parte del tiempo los intereses humanos generales, que son más generales aún que únicamente humanos, para vivir más o menos felices en el mundo de la apariencia. Mientras tanto, aguardamos a que la realidad nos propine un buen sopapo.
Durante los últimos 20 años, periodo ascendente e imparable de la globalización, el individualismo no ha cesado de prodigarse, desarrollarse y afianzarse. El individualismo no debe entenderse solo como pura ideología, sino también como práctica social. Además, la ideología como sistema de creencias, de valores e ideales conforma la conciencia, y esta a su vez repercute en los modos de actuación. La ideología forma parte de la práctica o se transforma en conciencia práctica. De todos modos, habría que analizar los cambios de forma que se han producido en las relaciones económicas entre los seres humanos, y que han dado como resultado este efervescente y todopoderoso desarrollo del individualismo.
Expongamos primero la concepción de Marx al respecto con leves modificaciones. Marx plantea que las personas desarrollan los intereses individuales hasta constituirse en intereses comunes. Estos intereses comunes se institucionalizan en forma de organizaciones empresariales, sindicales y partidistas. Y después los dirigentes de estas instituciones expresan estos intereses comunes en forma de intereses generales. Y desde que llegamos a los intereses generales, llegamos a las idealizaciones. Esta idealización debe entenderse en dos vertientes: por un lado, como la diferencia entre el interés general que representan los líderes de la institución y los intereses individuales de sus miembros, y, por otro lado, como el intento continuado de los representantes de las instituciones de expresar los intereses particulares de la clase o grupo social que representan como interés general de toda la sociedad. En la primera vertiente la historia de cualquier institución está plagada de conflictos entre el interés general y el interés individual. Cabe mencionar que la contradicción entre los intereses individuales que pertenecen al grupo social que representa determinada institución y los intereses generales que expresan de forma ideal los líderes de dicha institución, se presenta también como contradicción entre teoría y práctica, entre concepto y percepción. También la contradicción entre los intereses comunes de ciertos grupos y clases sociales y los intereses idealizados de los representantes de las clases dominantes puede llegar a puntos críticos que generan revueltas, produciéndose crisis en los modos de representación y en los contenidos representados. Después sobrevienen cambios, que pueden ser más profundos o más superficiales.
Hay otro aspecto a tener en cuenta en la dialéctica de los intereses generales y los intereses individuales. La mayor parte de las instituciones tienen muchos años de existencia y por consiguiente los intereses comunes están muy bien estatuidos, y su expresión como intereses generales son considerados casi como sagrados. Sucede que cuando a esas instituciones se incorporan personas jóvenes muy dinámicas e independientes, el conflicto entre el interés general y el interés individual se aviva hasta el punto de que en muchas ocasiones se producen rupturas, que puede traducirse en cambios sustanciales en los liderazgos o en creaciones de nuevas instituciones. En la historia de la extrema izquierda, en la del PCUS y en la del PCCh, cuando predominaba en el socialismo real la economía planificada y la ausencia casi total de un Estado de derecho, los intereses individuales eran continuamente sacrificados en aras de los intereses generales. Produciéndose la anómala situación sociológica de que las personas recién incorporadas a dichas instituciones no podían desarrollar sus intereses individuales y, por tanto, su individualidad. Ha sido una deficiencia histórica en los partidos comunistas, marxistas leninistas y maoístas el poco desarrollo de la individualidad de sus militantes, no así el de sus dirigentes. Es conveniente saber que hay que tener paciencia y permitir a las jóvenes incorporaciones que de forma natural desarrollen sus intereses individuales hasta que adopten la forma del interés común de su clase o grupo social. Es un error imponer el interés general a las personas jóvenes con escaso desarrollo de sus intereses individuales. Esta práctica acaba por completo con la iniciativa y autonomía personales.
Ahora hablemos de la concepción burguesa del individuo. He advertido en varias ocasiones que hay una forma errónea de plantear la contradicción entre la concepción liberal del individuo y la concepción socialista. No se trata de que los liberales defienden los intereses individuales y los socialistas los intereses sociales, puesto que en todo sistema social siempre habrá intereses individuales e intereses sociales. Dicho de otro modo: toda persona además de intereses individuales también tiene intereses sociales. Un ejemplo: Hayek, que defiende el mercado capitalista, esto es, el mercado dominado por la propiedad privada, como el mejor mecanismo para defender los intereses individuales, está defendiendo los intereses sociales de todos los capitalistas. Recurriré al libro La tiranía del mérito de Sandel para exponer la concepción burguesa sobre el individuo. Sandel concibe los sistemas sociales como un conjunto de individuos que tienen intereses comunes. La crítica que realiza Sandel a las actuales sociedades dominadas por la meritocracia estriba en lo fundamental en la idea de que el bien común ha sido descuidado, y que, por consiguiente, es necesario tomar más conciencia del interés común y llevar a cabo una defensa férrea del mismo.
Esta tesis de Sandel tiene un error de fondo. Nos da a entender que en las sociedades actuales se han desatado los intereses individuales y se han socavado los intereses comunes. Pero la realidad lo desmiente. Pensemos en las grandes compañías que dominan hoy en el mercado mundial y que disfrutan de la mayor cotización bursátil. Todas esas instituciones han desarrollado y fortalecido de manera notable los intereses comunes de sus accionistas y de sus directivos. Y el poder de sus grandes personalidades dirigentes, el poder de sus individuales, es posible por el gran poder de los intereses comunes institucionalizados en esas empresas. Ahí no puede hablarse de debilitamiento o pérdida de atención de los intereses comunes frente al afán desmedido de los intereses individuales de los dirigentes. Todo lo contrario: el desarrollo y fortalecimiento de los intereses individuales de los dirigentes es directamente proporcional al desarrollo y fortalecimiento de los intereses comunes de los directivos y principales propietarios de las empresas mencionadas. Pero hay más. Esos dirigentes no solo se presentan como los defensores de los intereses comunes de las instituciones que representan, sino que también se dedican a expresar los intereses particulares de las empresas que representan como intereses generales de la sociedad. Por lo tanto, dichos dirigentes no se limitan a administrar y gestionar sus negocios, sino que también hacen ideología. Y todo aquello que quieren para sus empresas, estricta planificación de sus recursos e inversiones y buenos sueldos para sus directivos, no lo quieren para la sociedad, donde reclaman la más libre y espontánea acción de los individuos en el mercado. En sus empresas exigen la más estricta regulación, pero en el mercado no quieren que aparezca ni por asomo el Estado.
Otra cosa diferente es que se hayan debilitado los intereses comunes de los ciudadanos en tanto miembros del Estado. Pero en este caso el interés común de todos los ciudadanos siempre se presenta bajo el dominio y hegemonía de una clase social determinada. El error de Sandel y de la mayoría de los reformistas consiste en pensar que hay un interés común a todos los ciudadanos y que por medio del Estado este interés común puede asegurarse. No niego que haya intereses comunes a todos los ciudadanos de un mismo Estado, lo que niego es que los intereses comunes existan solamente como intereses de Estado. Puesto que como argumenté antes los intereses comunes también existen como los intereses de las grandes empresas que dominan el mercado mundial. Al igual que existen los intereses comunes de un sinfín de otras organizaciones, como son las religiosas, las deportivas, las altruistas y algunas más. Así que en todo caso lo que vivimos hoy día en el mundo globalizado es la contradicción entre los intereses comunes representados por el Estado y los intereses comunes de las grandes corporaciones que dominan el mercado global, entre las que cabe destacar las tecnológicas y los fondos de inversión.
¿Qué cambios se han producido en las formas económicas que ha llevado aparejado el desarrollo del individualismo? Muchos marxistas siguen planteando la contradicción entre capital y trabajo con las representaciones del siglo XIX. En un lado están los que viven de un salario y en otro lado los que viven de las rentas de capital. Pero ese mundo ya no existe o solo existe para el mundo de la pequeña empresa. Hoy día muchos trabajadores tienen acciones, y cobran dividendos, y tienen pisos en alquiler, y cobran rentas del suelo. Hoy día en la mayoría de las grandes empresas hay más accionistas que trabajadores y la industria como lugar de concentración de grandes masas de trabajadores con intereses comunes ha dejado de ser predominante. Un trabajador puede estar empleado en una empresa con 250.000 trabajadores, pero en la práctica solo mantiene un contacto relativamente estrecho con no más de 100 trabajadores. ¿Qué implica esto? Pues un debilitamiento de los intereses comunes y una dificultad enorme, por no decir imposible, para que esos 250.000 trabajadores repartidos por todo el mundo constituyan y representen un interés común. La clave aquí, en el mundo de hoy, estriba en que son los grandes y medianos capitalistas quienes han estatuido de manera poderosa sus intereses comunes, mientras que los intereses de los trabajadores se presentan como intereses individuales totalmente diseminados.
Los marxistas siguen sin prestarle atención a las redes sociales y cómo sus formas económicas representan cambios sociales más profundos de lo que a primera vista parece. Facebook en 2021 tenía 2.740 millones de usuarios y sus ingresos por publicidad ascendieron a 21.684 millones de euros. ¿Qué vende Facebook a las empresas que hacen publicidad en sus espacios virtuales? La percepción visual y auditiva de sus usuarios sin que haya un contrato de por medio. Mientras que los intereses de Facebook se presentan como firmes intereses comunes de sus directivos y accionistas, los intereses de sus usuarios de presentan como intereses individuales dispersos. Los usuarios de Facebook carecen de intereses comunes. Mejor: es casi imposible que los intereses individuales de los usuarios de Facebook se desarrollen hasta constituirse en intereses comunes. Luego la forma económica constituida por las redes sociales desarrolla de forma masiva el individualismo de sus usuarios, pero con un escaso desarrollo; puesto que cuando los intereses individuales no se desarrollan hasta constituirse en intereses comunes, los intereses individuales apenas experimentan desarrollo.
En la actualidad Netflix está emitiendo una serie sobre la vida de Georgina Rodríguez. Por este concepto la pareja de Cristiano Ronaldo ingresará 100 millones de euros. Georgina Rodríguez tiene 29 millones de seguidores en Instagram, -yo tengo 102 seguidores en mi blog- e ingresa anualmente más de 4 millones de euros. Se habla de que las marcas se la rifan y que ha creado un imperio. Pero su imperio son sus seguidores. Y sus seguidores carecen de derechos. Y sucede lo mismo que cuando hablábamos de Facebook. ¿Qué vende Georgina para que las marcas se la rifen? La percepción visual y auditiva de sus seguidores. Y lo hace sin el permiso de sus seguidores y sin que estos sean conscientes de que Georgina vende una parte de sus fuerzas esenciales subjetivas. Y con respecto al individualismo se produce lo siguiente: por un lado, se desarrolla el individualismo de Georgina hasta el extremo de la idolatría, y por el otro lado, sus seguidores se presentan como individuos diseminados con un debilitado y escaso desarrollo individual en el marco de esta experiencia. ¿Y por qué es importante prestarle atención a este mundo? Porque es el mundo más aparente y, por tanto, el que mayor influencia tiene en la conformación de la ideología. Y mientras tanto muchos marxistas, alejados como están del mundo aparente, reflexionan sobre esencias, donde una de las predilectas es hasta qué grado tenía razón Marx sobre su manoseada ley de la tendencia decreciente de la ganancia. Cuando resulta que el mundo global es un mundo dominado fundamentalmente por los monopolios, esto es, un mundo donde la ley del valor es infringida una y otra vez y los precios distan mucho de expresar en términos cuantitativos el verdadero valor creado.
Recordemos a Hegel o pensemos como Hegel: la apariencia forma parte de la realidad o la apariencia no es más que la manifestación de la esencia o la esencia en otra determinación. Pero los marxistas, en su inmensa mayoría, siguen ignorando el mundo aparente y solo se concentran en las esencias despojadas de su manifestación aparente. En vez de descubrir mediante el análisis la esencia en la apariencia, ignoran o apartan la apariencia y van directamente a la esencia. Y cuando solo pensamos en esencias, da lo mismo vivir en el siglo XIX que en el mundo actual. De proceder así, dejando de lado la apariencia, las particularidades de la época actual terminan por desaparecer de la mente. Y si como dice Hegel la apariencia es solo la esencia en otra determinación, entonces quienes ignoran la apariencia, en verdad no conocen de un modo relativamente completo la esencia. Si utilizáramos El Capital de Marx, diríamos: quien no conoce la ganancia, la apariencia, con sus diversas sustantivaciones y manifestaciones, no conoce por completo la plusvalía, la esencia.