¿Qué se puede esperar?
El relato de la matanza de los inocentes se muestra en la segunda parte, "la biblia buena", como una atrocidad, pero los relatos de la primera parte son con frecuencia tan espeluznantes como el que se comenta en este artículo. Ese Dios ególatra, profundamente narcisista hasta los casi inalcanzables niveles trumpianos, empeñado en que lo adoren, sea por el terror que infunde o más frecuentemente por el que practican sus agentes terrenales, ¿tiene tan poca perspicacia que no percibe lo falsos e interesados que son sus fieles?
Los creyentes a pies juntillas en la literalidad bíblica son cada vez más escasos, aunque en contrapartida hay sectas tan fanáticas como para reducir a 144.000 los que se salvarán del infierno, vendiendo a bajo precio el billete de ida al paraíso.
Merece la pena estudiar en profundidad la evolución de las ideologías religiosas, su génesis y acomodación a cada momento histórico y en función de qué intereses. Cómo surge el cristianismo dentro de la religión judaica, en qué momento van apareciendo los distintos dogmas, de qué forma se van modelando las jerarquías, siempre al amparo interesado de los poderosos...
Pero cuidado, pontífice, no te sientas impune. Si el cristianísimo emperador se cabrea tendrás que refugiarte en Sant'Angelo mientras él aprovecha y saquea a los romanos (ahí me las den todas).
Cuando la ideología de los derechos humanos parecía alcanzar cierto consenso, nos encontramos con la persistencia de bárbaros que acuden al taparrabos religioso para tapar su profunda inhumanidad. Lo más terrible será que acabemos normalizando la barbarie, una neobarbarie con tecnologías avanzadas, camino de difícil retorno que puede llevarnos a la extinción.
Pero ese Dios bíblico no es más que una gargantuesca marioneta. No es él el que conduce a "su pueblo" (sea quien sea el que lo maneja en cada momento) a la conquista y el exterminio. Más bien lo pasean en la procesión, como van las banderas y estandartes a la batalla.
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La matanza de los inocentes. Peter Paul Rubens |
Los acontecimientos en Gaza siguen sucediéndose y nada ni nadie parece querer poner fin a la violencia que Israel ha desencadenado de una forma intensa y cruel desde octubre de 2023. Pero con las siguientes líneas no quiero reincidir en los juicios de valor ni en el posicionamiento que ya he manifestado en otros artículos que he escrito para este mismo medio, tales como Hamas ¿terroristas?; o Memoria democrática, más allá del franquismo. Únicamente utilizaré esta tribuna para tratar de despertar la reflexión particular de cada lector a partir de un pasaje bíblico que considero fundamental conocer en este momento y que dice así:
Cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra donde vas a entrar para poseerla y haya echado de delante de ti a muchas naciones: los hititas, los gergeseos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos, siete naciones más grandes y más poderosas que tú, y cuando el Señor tu Dios los haya entregado delante de ti, y los hayas derrotado, los destruirás por completo. No harás alianza con ellos ni te apiadarás de ellos. Y no contraerás matrimonio con ellos; no darás tus hijas a sus hijos, ni tomarás sus hijas para tus hijos. Porque ellos apartarán a tus hijos de seguirme para servir a otros dioses; entonces la ira del Señor se encenderá contra ti, y Él pronto te destruirá. Mas así haréis con ellos: derribaréis sus altares, destruiréis sus pilares sagrados, y cortaréis sus imágenes de Asera, y quemaréis a fuego sus imágenes talladas.
Y continúa:
Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. El Señor no puso su amor en vosotros ni os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues erais el más pequeño de todos los pueblos; más porque el Señor os amó y guardó el juramento que hizo a vuestros padres, el Señor os sacó con mano fuerte y os redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda su pacto y su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que le aman y guardan sus mandamientos; pero al que le odia, le da el pago en su misma cara, destruyéndolo; […].
Y finaliza así:
[…]. Bendito serás más que todos los pueblos; no habrá varón ni hembra estéril en ti, ni en tu ganado. Y el Señor apartará de ti toda enfermedad; y no pondrá sobre ti ninguna de las enfermedades malignas de Egipto que has conocido, sino que las pondrá sobre los que te odian. Y destruirás a todos los pueblos que el Señor tu Dios te entregue; tu ojo no tendrá piedad de ellos; tampoco servirás a sus dioses, porque esto sería un tropiezo para ti.
[…] Y el Señor tu Dios echará estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas rápidamente, no sea que las bestias del campo lleguen a ser demasiado numerosas para ti. Pero el Señor tu Dios las entregará delante de ti, y producirá entre ellas gran confusión hasta que perezcan. Y entregará en tus manos a sus reyes de modo que harás perecer sus nombres de debajo del cielo; ningún hombre podrá hacerte frente hasta que tú los hayas destruido. […].
Este fragmento se corresponde con el capítulo 7 del Deuteronomio, uno de los textos principales de la Torá, para los judíos; y del Pentateuco, para los cristianos. Y conocerlos, al margen del repudio que nos pueda generar su radicalidad, arroja luz sobre los posicionamientos del sionismo respecto a lo que significa el Estado de Israel en la actualidad y cómo deben actuar sus gobernantes en relación con Palestina. En ese sentido, su racionalidad no parece responder al Derecho Internacional ni apelar a la Declaración Universal de Derechos Humanos es un motivo de peso para convencerlos de que actúen de otro modo.
Expresiones similares también son comunes en discursos de organizaciones yihadistas como ISIS, que defienden de forma explícita que Dar al-Islam debe estar bajo su control, dado que se presentan a sí mismos como los “verdaderos musulmanes”, cuya principal responsabilidad es expulsar a los incrédulos y apóstatas de sus tierras e implantar un régimen político que se rija exclusivamente por la ley islámica. Sobre esta base defienden la legitimidad de su autoproclamado Califato y han tratado de que el resto de las naciones del mundo los reconozca como Estado.
Del mismo modo, en su día el nacionalsocialismo defendió la idea de la gran nación alemana, así como la superioridad de la raza aria, reclamando para sí amplios territorios de Europa con el fin de unificar bajo un mismo Estado a todos los pueblos germanos. Sobre esta base, se justificó la invasión de otros países y la discriminación y persecución de amplios sectores de población (judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, etc.), dando lugar así a uno de los periodos más oscuros de la historia reciente de la humanidad.
Siguiendo el rastro de este mismo discurso, hoy en día, en nuestra propia sociedad, movimientos como Núcleo Nacional sostienen que, en Europa, en general, y en España, en particular, se está llevando a cabo un plan de suplantación étnica y que, por tanto, debemos organizarnos para defender “nuestra tierra” de todos aquellos que son identificados como invasores. Fruto de ello, se están sucediendo en nuestro país manifestaciones como la de este fin de semana en Madrid bajo el lema, “patria, justicia, revolución” en contra de lo que ellos denominan “invasión migratoria” y a favor de la remigración.
Se podría continuar aumentando el número de ejemplos, pero todos ellos tienen en común la exaltación de un “nosotros” hermético y uniforme que, como en el pasaje bíblico antes referenciado, reclama un territorio para sí donde no se contempla la posibilidad de dar cabida a ningún tipo de mezcla ni diversidad. Algo que obstaculiza la posibilidad de que pueda existir una relación tolerante con el “otro” y que fortalece la exaltación de la violencia y la destrucción del que se considera diferente.
Por eso, aquellos que no compartimos estos principios, además de manifestar nuestro rechazo, también necesitamos anteponer y resignificar otros relatos en los que poder inspirarnos, como por ejemplo el de “La Torre de Babel”, un pasaje del Génesis que rescató el semiólogo Paolo Fabbri para argumentar a favor de la imperfección como fuente de creatividad en contraposición al ideal de alcanzar una lengua única y perfecta para todo el mundo. Porque para él la verdadera utopía se encontraba en lo babélico, en la exaltación de las diferencias, de las traducciones y de los errores, sin las cuales consideraba que no se podían articular nuevos sentidos y generar nuevos significados dentro de un determinado espacio social, concibiendo así la pluralidad como un valor positivo.
"Para quien abraza el sionismo no hay cabida para otro pueblo en lo que ellos mismos consideran como su territorio por derecho divino"
En contra de esta idea, la tierra prometida que dicen añorar y defender movimientos como los antes citados siempre se presenta como un espacio sin perturbaciones, idílico y seguro en el que, como apunta Tierra Santa en su tema musical Sodoma y Gomorra, su existencia tiende a estar ligada a un dios que “nunca supo aceptar su falso derecho a la libertad” y que a la mínima desobediencia está dispuesto a castigar y destruir a quienes lo desafían.
El gobierno de Israel parece actuar siguiendo estos preceptos y no da muestras de querer detener el aniquilamiento sistemático de la población palestina, especialmente de niñas y niños. Porque para quien abraza el sionismo no hay cabida para otro pueblo en lo que ellos mismos consideran como su territorio por derecho divino.
En estas circunstancias, ¿cabe que la UE siga manteniendo vigente su acuerdo de asociación con Israel? ¿Cabe que nuestros gobiernos sigan validando un marco jurídico de diálogo político y cooperación económica con quien no reconoce el derecho a la existencia de sus semejantes? La base misma de esta asociación, según lo acordado por ambas partes, es la observancia de los derechos humanos y de la democracia. Así se estipula en el artículo 2 de este documento: “Las relaciones entre las partes, así como todas las disposiciones del propio Acuerdo, se basarán en el respeto a los derechos humanos y a los principios democráticos, que orientan su política interna e internacional y constituyen un elemento esencial de este Acuerdo”. Saquen sus propias conclusiones.
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Miguel Martín es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valladolid, doctor en Semiótica por la Universidad Complutense de Madrid e investigador de Diacronía.