Manuel Ciges Aparicio |
Han pasado ochenta y siete años y medio desde que asesinaron a Manuel Ciges Aparicio. Era entonces gobernador civil de Ávila. Pocos tendrán hoy noticias de este escritor, aunque todos recordamos a su hijo Luis Ciges, el que en La Corte de Faraón oía a escondidas la Pirenaica y al que inflaban luego la cara a hostias.
El recordatorio que dejo más abajo no cita su principal obra como historiador, España bajo la dinastía de los Borbones. Nunca se ha reeditado, que yo sepa, pero sería muy oportuno hacerlo ahora, cuando de nuevo está en cuestión la legitimidad de esta monarquía.
La Guerra de Sucesión, los reinados de José Bonaparte y Amadeo de Saboya, las guerras carlistas o las dos repúblicas no impidieron su vuelta una y otra vez. El rey plebeyo Francisco Franco la colocó otra vez como pieza fundamental del Estado bien Atado. Y aquí sigue.
El libro puede encontrarse, siempre de segunda mano, en internet. Vale la pena leerlo. Los más de dos siglos y medio que abarca, contando en ellos las postrimerías de la Casa de Austria, nos trasladan desde una arcaica monarquía hasta una esperanzadora república. Para los más jóvenes, nacidos tras la última restauración borbónica, la II República es algo remoto y brumoso, que casi se pierde en la noche de los tiempos, amontonada en la mala memoria sobre la decrépita dinastía que la precedió. Una hagiografía ahistorizante falsea y blanquea el complejo proceso que acabó afianzando a los poderes sublevados en 1936.
El tiempo historiado por Ciges padre significó nada menos que el tránsito desde un país-mosaico unificado por aquella monarquía de los Austrias, de estructura medieval (aún conservo un "sepancuantos" que dedica páginas enteras a nombrar los reinos y señoríos del rey), hasta el absolutismo ilustrado, deslizándose luego al constitucionalismo, lastrado siempre por los vicios que muy bien describe el libro.
La Nación, en su sentido moderno, surge y se afianza en estos siglos. Con ella aparece el nacionalismo centralizador, y como reacción nacen también los nacionalismos periféricos.
Este libro se lee como una crónica viva de este tiempo, en varios planos que van desde las grandes líneas de la Historia hasta detalles anecdóticos, pero altamente significativos, de los distintos ambientes sociales, de la plaza pública a la alcoba regia.
La brillante trayectoria artística de Ciges hijo es bien conocida. Luis Ciges Martínez era sobrino de Azorín, aunque no se habla mucho de sus antecedentes familiares. Porque, aunque conozcamos bien su trayectoria posterior, hay, como era de esperar, un difícil intermedio oculto entre el fusilamiento de su padre y sus triunfos cinematográficos. Haber iniciado su carrera en plena dictadura corrió un velo sobre esta etapa tormentosa. Según esta nota biográfica de marzo de 2010:
LUIS CIGES EN LA DIVISIÓN AZUL
El gran actor Luis Ciges nació en Madrid en 1921. Cuando tenía 15 años grupo fascista fusiló a su padre, el gobernador republicano de la ciudad de Ávila, D. Manuel Ciges Aparicio.
Luis, junto con su madre y sus tres hermanos fueron recluidos en un convento. En una entrevista dijo a este respecto: "mi madre y mi hermana se fueron a un convento de clausura, y yo y mis hermanos, a uno de frailes castigados". "No comíamos, nos trataban fatal, era una cosa horrorosa. Cuando acabó la guerra, nos dieron a elegir: seguir allí o entrar en el Tercio de Orden y Policía. Así que nos fuimos, mi hermano pequeño y yo, a Elizondo, con los requetés, a andar las vías del tren por si había petardos, y a cerrar los burdeles que viéramos abiertos".
Terminada la guerra Luis Ciges se ve obligado a alistarse como mercenario en la División Azul, enviando su sueldo a su madre, hermana del gran escritor Azorín: "Estuvimos de octubre a octubre, en Polonia, Leningrado... Yo era el despistado número dos y me mandaban las cosas más raras. Cruzar el campo de batalla con una carretilla. Subir una montaña en trineo...".
Fue en la División Azul donde Ciges conoció al que más tarde sería director de cine D. Luis García Berlanga, hijo también de otro destacado republicano, forzado también a alistarse en la División. "Nos unía el pasado", dijo ayer Berlanga. "Nuestros padres fueron amigos, habían estado encarcelados, aunque corrieron diferente suerte".
El director de cine dijo de Luis Ciges: "Tenía una actitud ante la vida muy escéptica y descreída, pero nunca se dejaba ver si estaba mal, era un hombre tragicómico, cuando viajamos a Rusia para el rodaje de Extranjeros de sí mismos estábamos en medio de su drama y él se reía y desdramatizaba más que nadie".
Don Luis Ciges murió en diciembre de 2002 a los 81 años de edad. Participó en unas 130 películas. Hijo del Gobernador de Ávila en 1936 y sobrino del escritor Azorín.
Luis Ciges, premio Goya por «Así en el cielo como en la tierra», de José Luis Cuerda |
Me sorprende que el libro de Ciges Aparicio sobre los Borbones, que para mí es una obra maestra de conocimiento y divulgación histórica, no sea siquiera citado en la nota siguiente, y lo sea muy de pasada en otras referencias de internet:
Es probable que la fama del hijo oscureciera la del padre, algo que suele ocurrir con frecuencia. Ahí está el caso de Rafael Sánchez Ferlosio, el autor de El Jarama, que casi borró del mapa a su progenitor, el periodista y escritor Rafael Sánchez Mazas, que firmó esa deliciosa novela titulada La vida nueva de Pedrito Andía. Si entonces la suerte le fue esquiva, unos años después, con la aparición de Soldados de Salamina, de Javier Cercas, la figura de Sánchez Mazas, presente en esas páginas, se reactivó y fueron muchos los que le prestaron —al personaje, fiel falangista que acuñó la consigna de ¡Arriba España!, y al escritor— su atención y pusieron sobre él un mayor interés.
Pero aquí me quiero referir a Manuel Ciges Aparicio y a su hijo, el actor Luis Ciges. La fama de este último como uno de los mejores secundarios del cine español de todos los tiempos, fue bien ganada por sus magistrales interpretaciones en películas como El bosque animado y, sobre todo, Amanece que no es poco. Es inolvidable aquella escena en la que padre e hijo —Luis Ciges y Antonio Resines— se ven obligados a compartir lecho, y el padre, no fiándose del todo, le pide un respeto porque “dos hombres en la misma cama son dos hombres en la misma cama, ¿eh?”
"Ahora, más de un siglo después de su primera publicación, sale a la luz uno de los libros más destacados de Ciges Aparicio, Los vencidos"
En los últimos años de la vida de Luis Ciges, que finiquitó un once de diciembre de 2002, en alguna que otra ocasión, lo vi en zapatillas y bata de casa, paseando por la acera de la Gran Vía madrileña, ante la mirada atenta de quien lo cuidaba, con ese rostro enjuto de viejo cómico que se sabe al dedillo el papel que le fue asignado en la vida.
Ahora, más de un siglo después de su primera publicación, sale a la luz uno de los libros más destacados de Ciges Aparicio, Los vencidos, obra, entre periodística y puramente ficcional, ambientada en las minas de Riotinto en Huelva, la California del cobre, en un tiempo en el que a los perros se les ataba con longaniza, mientras que los trabajadores se morían de asco y hambre. En la obra asistimos a una escena muy cruel en la que un trabajador le asegura a Ciges, que anda husmeando por la zona a la caza de un buen reportaje periodístico, que prefería morir en un derrumbe de la mina antes que en su propia cama, enfermo, porque, de esa manera, la compañía inglesa, propietaria de la explotación, se vería obligada a indemnizar a la familia, según el convenio estipulado.
"Ciges Aparicio fue un hombre inquieto al que jamás le tembló el pulso a la hora de llamar a las cosas por su nombre, aunque con ello se jugara la vida"
Ciges Aparicio, nacido en 1873, tuvo muy poca fortuna en la vida. Fue un respetado regeneracionista español de los tiempos de Baroja, Unamuno, Machado y compañía, que tuvo la mala suerte de estar al frente de la delegación del gobierno de Ávila justo en el momento del golpe militar de Franco. Fue uno de los primeros en caer, el cuatro de agosto del 36, fusilado, sin juicio alguno, por los sublevados. Se ve que le tenían ganas. Había sobradas ansias de revancha contra un tipo fiel y honrado cuyos precedentes gustaban muy poco tanto a republicanos como a nacionales. A finales del siglo XIX, en un artículo que escribió con el pseudónimo de Escipión y que publicó en El País, defendía, sin ambages, la autonomía de Cuba. A pesar de su ideología republicana, aunque era amigo de Manuel Azaña, denunció desde la prensa las manipulaciones políticas y las injusticias generalizadas del sistema canovista. Ciges Aparicio fue un hombre inquieto al que jamás le tembló el pulso a la hora de llamar a las cosas por su nombre, aunque con ello se jugara la vida.
Mientras que Amanece que no es poco se convirtió en la película más icónica de Luis, el brillante y eterno segundón del cine español, a su padre, al bueno de Manuel Ciges Aparicio, se le hizo de noche para siempre aquel nefasto cuatro de agosto del maldito 36.
Luis Ciges en «Amanece que no es poco» |
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