Mientras la burguesía pugnaba por liberarse del antiguo régimen, imaginaba liberar con ello "al hombre", aunque, como ya hemos visto, en la práctica su idea de "hombre" era muy poco universal.
Profundizando en esta idea, pero sobre un análisis mucho más sólido, Marx y Engels sostuvieron que el proletariado es la única clase que, al liberarse a sí misma libera, a la vez, a todas. Junto con la paz, el socialismo se propone traer al mundo la libertad, al liberar al hombre de la servidumbre de las necesidades materiales.
Formular esto como posibilidad real fue el primer paso para imaginar un futuro menos cruel, mientras que la mística liberal de las revoluciones burguesas no se había planteado siquiera suprimir "la explotación del hombre por el hombre". Esta sociedad posible (solamente "posible") incluiría necesariamente a todos los individuos y colectivos, siendo por ello inseparable de las demandas de igualdad racial, nacional, de género o de cualquier otra clase.
Los colectivos que se sienten privilegiados mantienen su "sentido común" apoyándose en ideologías que amparan sus ventajas. En el fondo son conscientes de que para que otros ganen algo ellos tienen algo que perder, pero la mayoría menos crudamente cínica se encuentra más cómoda en el seno de ideologías conservadoras.
Estas ideologías se apoyan en imaginarias superioridades, algunas de carácter supuestamente científico, basadas en la raza; otras, en la cultura, y muchas, en la religión.
No creamos que el "derecho divino" ha desaparecido del imaginario colectivo. ¿Qué otra cosa es la doctrina del destino manifiesto? Hunde sus raíces en la predestinación. "Dios lo quiere: ¡no se lo discutas que te machaca"! Y además sabrá que lo discutes.
Esta idea fatalista, aun despojada del fanatismo religioso, puede ser conveniente para las clases dominantes y muy perjudicial para el resto. "No hay nada que podamos hacer". La Religión del Capital, Dios Omnipotente: Extra Ecclesiam nulla salus; pero, ¿y si resulta que la salvación está fuera de este Moloch insaciable?
Para eso es necesario mantener una esperanza racional en la posibilidad de escapar del sistema. Aunque no tengamos la seguridad de lograrlo, aunque las experiencias iniciadas se vean truncadas, debemos recrear esa esperanza una y otra vez.
"El primer paso para pensar la transición es formular un objetivo socialista". Sin objetivo no hay proyecto, y sin proyecto no hay realización posible. Para pensar y discutir la transición del capitalismo al socialismo se abre este debate. Porque insistamos: una revolución nunca es un acto puntual, sino un proceso largo y lleno de dificultades, con avances y retrocesos. El proyecto socialista se gesta obviamente en el seno del capitalismo, pero, incluso una vez puesto en marcha, la transición de un sistema a otro encuentra obstáculos en unas estructuras sociales y económicas preexistentes y persistentes, y en unas formas de pensamiento y actitudes vitales difíciles de cambiar.
Atreverse a saltar |
Recreación de la esperanza en la transición
El derrumbe del socialismo, o de la transición socialista en el este de Europa impactó de forma negativa en el sentido social mayoritario, con expectativas en los procesos de transición. Por ello, cuando parecía desaparecido el imaginario socialista en el ámbito mundial, la luz de la esperanza volvió a encenderse desde Nuestramérica a comienzos del siglo XXI. A fines del 2004, Hugo Chávez sacudió el pensamiento al sostener que el orden capitalista no ofrecía soluciones a los pueblos del mundo, por lo que sostuvo su tesis por el «Socialismo del siglo XXI».
La sola formulación puso a futuro el objetivo de lo que se pretendía transitar, como el camino para llegar a la sociedad imaginada por la Revolución bolivariana, en un momento de fortaleza de un proyecto de integración regional, que alimentaba la expectativa de cambios profundos en la región, tanto en lo material como en lo simbólico y subjetivo que antes mencionamos. Tras el derrumbe reaparecía el objetivo por el socialismo, y con ello el desafío por el tránsito desde el capitalismo al socialismo.
Con Marx, Engels y la Liga de los Comunistas se presentaba en público el objetivo de la sociedad en contra y más allá del capitalismo. Con la formulación de Chávez se disputaba en el imaginario social mundial la recreación de la posibilidad por el socialismo que sustentaban «regímenes» que no podrían sostenerse, decían las usinas del poder, bajo las nuevas condiciones de funcionamiento del sistema mundial. Cuba era una anomalía, varias veces enterrada, sin éxito. Según opiniones desde el poder, China y Vietnam ya estaban colonizados en un rumbo de retorno al capitalismo. El mensaje del sentido hegemónico daba por desaparecido el objetivo socialista y con ello cualquier remedo de proceso de transición. Es de interés enfatizar que el «objetivo» socialista se mantiene, aun siendo discutidos los «logros» de esas experiencias en materia de construcción socialista.
La comparación con el Manifiesto (1848) y la formulación de Hugo Chávez (2004): son asimilables, ya que el primer paso para pensar la transición supone la formulación del objetivo socialista. Ese propósito no existía en la Liga de los Justos y cuando asumen Marx y Engels el desafío de la escritura del manifiesto, se procesa el comienzo de una dinámica teórica y práctica de revolución, para transitar desde el capitalismo al socialismo.
Con el Manifiesto se dispara el proceso teórico y político cultural de construcción de las premisas materiales y subjetivas para la transformación social. La crítica al socialismo pre-existente es evidente en el Manifiesto, por lo que la denominación será por el comunismo. El objetivo por el comunismo identifica a la Liga, que será desde el Manifiesto la «Liga de los Comunistas». Con ello aparece el programa para la disputa del poder y del Estado, con el objetivo de estatizar y al mismo tiempo comenzar el proyecto de destrucción del Estado. Son las premisas teóricas y políticas de la transición del capitalismo al socialismo. Chávez enuncia el proyecto socialista en crítica también, pues su expresión remite al «siglo XXI», algo que pudo molestar a quienes eran tributarios del socialismo en el «siglo XX».
El Manifiesto Comunista y la formulación por el Socialismo del siglo XXI tienen en común la instalación del objetivo de la sociedad necesaria en dos momentos diferentes del desarrollo capitalista. La formulación actual, a comienzos del siglo XXI, se hace en tiempos de un brutal despliegue de la ofensiva del capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad. Es un tiempo de auge de la liberalización, en la víspera de la gran crisis desatada entre 2007/09 y que continúa en nuestros días. Visto en perspectiva, a fines del 2004 y de la reformulación del objetivo socialista, se recrea la posibilidad de la transición del capitalismo al socialismo, en el camino del Manifiesto, la Asociación Internacional de los Trabajadores, la publicación de El Capital y la Revolución rusa.
La importancia del objetivo socialista en el siglo XXI constituye en sí misma una premisa para pensar en la transición. La «democracia» es una categoría sustancial en la formulación chavista, que está como logro instalado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, pero que hace una de las principales características de la construcción del poder popular en Venezuela en la dinámica desde 1989 a 1999 con el ascenso a la presidencia de Hugo Chávez, y desde entonces en la recomposición del imaginario socialista, que no pudo sustentarse en una Reforma constitucional, de hecho, la única elección que perdió Hugo Chávez en vida.
Hemos recuperado en varias ocasiones al Che en su concepción sobre el socialismo [3], asumida como la inmensa capacidad de producción material para satisfacer necesidades históricas de la población, y la conciencia de solo consumir lo necesario para la reproducción de la vida cotidiana. Son premisas que deben acompañarse del cuidado de la reproducción de la naturaleza, de la vida en general, en una concepción biocéntrica más que antropocéntrica.
La coyuntura económica social de Venezuela entre 1999 y 2004, con importantes ingresos petroleros y el aliento a una nueva dinámica de integración regional en confrontación con la lógica y el proyecto de la política exterior de EE.UU., alimentaba la premisa de la producción necesaria para resolver la demanda de ingresos y riquezas de la mayoría de la sociedad venezolana, y con ello la potencia de vínculo virtuoso con Cuba. Diciembre del 2004 es el momento del surgimiento del ALBA en contraposición al ALCA. En 2006, ya con Bolivia, la integración transitará por el ALBA-TCP.
Esa formulación para construir el Socialismo del siglo XXI agudiza la contraofensiva del imperialismo contra Venezuela y su vínculo con Cuba, tanto como el potencial contagio de otros procesos políticos en la región. Por ello, aun cuando identificar el rumbo por el socialismo no supone la construcción de una experiencia, la respuesta imperialista identifica el peligro de extender un mal combatido por más de medio siglo en Cuba. Por las políticas de EE.UU. es que puede pensarse en los logros de la expresión «Socialismo del siglo XXI», más allá de un análisis pormenorizado de la continuidad de una experiencia, ahora bajo otras circunstancias a las que suponía el liderazgo de Hugo Chávez hasta 2013.
Las complejidades del rumbo político en Nuestramérica con los golpes de Honduras, Paraguay, Brasil o Bolivia, más el viraje a la derecha de Ecuador, Uruguay e incluso Argentina entre 2015 y 2019, en sintonía con el resto de la región, requiere precisar un balance de época, de manera especial en lo atinente a los procesos de cambio político y cuánto contribuyeron a sustentar un periodo de transición del capitalismo al socialismo. Es un tema a pensar, no solo en la dimensión geográfica que involucra a más de un país para pensar la transición, sino también discutiendo que la transición es un proceso que incluye la disputa del consenso social mayoritario sobre el rumbo social a construir.
No se trata de la unívoca relación entre revolución política y transformación, sino en una lógica dialéctica en la producción del sujeto consciente en la lucha por la conquista del poder y la transformación social. Las dificultades para construir la transición deben asociarse a los resabios del capitalismo en la generación de la nueva sociedad, entre ellos, la aspiración a determinado nivel de vida individual, base objetiva para pensar los problemas de la corrupción. La búsqueda de la «solución» individual es sustento de la práctica corrupta que subsiste al interior de los proyectos por el socialismo. Solo la conciencia social colectiva puede erradicar el problema.
Resulta imprescindible ahondar en estas líneas de razonamiento para pensar de manera crítica la experiencia regional de reciente cambio político y en ese sentido, la transición cubana aportó lo propio en el imaginario por la revolución en Nuestramérica. Pero también, la nueva dinámica social, política y cultural del cambio político expresado en buena parte de la región al comienzo del siglo XXI, aportó a la renovación del proyecto socialista cubano, entre otros, en los aspectos económicos de los lineamientos del 2011. El estudio realizado por Elorza [4], producto de un viaje de estudios a Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela, contribuye a la discusión y análisis, como también de otros autores pertenecientes a los colectivos de SEPLA, REDEM, CLACSO, entre otros.
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Notas:
[3] Julio C. Gambina. La Argentina contemporánea y el legado del Che. Revista Paradigma del Centro de Estudios Che Guevara, La Habana, Cuba, número 5, 2016, en: http://cheguevaralibros.com/web/uploads/40034324.pdf
[4] Enrique Elorza (2019). Economía Política en la Transición. Ir hacia una mesa servida para todos. Argentina, FISYP. Segunda edición. https://fisyp.org.ar/
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