Pero hay una balanza, la romana, de brazos muy desiguales. Un pequeño peso en el brazo largo puede equilibrar la gran pesa del corto. En un primer momento el franquismo negaba (o glorificaba) sus crímenes. Eran horrendos en cambio los de sus enemigos. No había comparación posible. Más adelante su justicia histórica (católica, apostólica y romana) equilibraba los brazos desiguales de la balanza.
Las causas de la sublevación y los programas respectivos se ocultaron a golpes de propaganda y de silencio impuesto por el terror. Una generación creció en la ignorancia. La inmaculada transición, consagró una ley de amnesia que perpetuaba el olvido. Y sobre este olvido se tejió la idea de las tres Españas.
Antonio Machado habló de dos Españas, la que muere y la que bosteza, y añadió como tercera "la del cincel y de la maza". La que llaman tercera Paul Preston y otros equidistantes es la que bostezaba en los versos del poeta. Sigamos bostezando.
La única ruptura en un siglo que se ha producido en este país fue la sublevación fascista. La continuidad de los poderes reales ("fácticos") que consolidó luego la transición ha pretendido borrar detalles y causas de aquel conflicto, reduciendo el problema al "equilibrio romano" de las cifras de represión y muerte. Sin paliativos se puede culpar de la ausencia de memoria histórica a los gobiernos de la democracia.
De esas "terceras vías" hay muchos ejemplos, por lo general tan fraudulentos como el de Tony Blair. De "la culpa es tuya" aplicada al perdedor se pasa salomónicamente a "la culpa es de los dos". Solamente borrando los detalles importantes y ocultando la realidad de la lucha de clases se puede mantener esa ficción.
El modelado de la opinión pública se va construyendo poco a poco. Así, tras la Segunda Guerra Mundial se atribuía generalmente a las victorias de la Unión Soviética la derrota del Tercer Reich. La propaganda fue trasladando la opinión generalizada hacia el desembarco de Normandía. Así se escribe la Historia.
Este artículo nos recuerda la falsedad del planteamiento "equidistante".
Haber acabado con esa gran esperanza de reforma que implicaba la II República
Cándido Marquesán Millán
Fernando Hernández Sánchez profesor de Didáctica de la Universidad Autónoma de Madrid en un artículo Memoria e Historia del Presente: La asignatura en que España no progresa adecuadamente en la Revista Nuestra Historia 2 (2016) expone unos datos muy preocupantes del desconocimiento de nuestra historia presente. Tales datos los tomó del libro de Francisco Espinosa Lucha de historias, lucha de memorias 2002-2015.
Según el CIS de febrero de 2010, para el 40% de los españoles la culpa del estallido de la guerra civil se reparte en los dos bandos por igual. Para el 36% ambos bandos causaron las mismas víctimas. Para el 58% el franquismo tuvo “cosas buenas y cosas malas”. Y para un 35% “con Franco había más orden y más paz”, aunque a continuación admitieron, menos mal, un 80% y un 88% respectivamente, que se violaron los derechos humanos y no había libertad de expresión. Un 74% consideran con orgullo la Transición. El 56% no sabe cuándo se aprobó la Constitución. El 69% confirmaron que recibieron poco o ninguna información sobre la guerra civil en el instituto o colegio.
El mismo Fernando Hernández Sánchez, en un reciente artículo El presente en un país extraño, expone algunos hechos no menos preocupantes en relación al desconocimiento de acontecimientos de la historia de nuestro presente, como la Segunda República, la guerra civil y el franquismo. Menciona que hace unos años participó en un curso de verano de la Universidad Complutense sobre lecturas de la guerra civil española. Entre el público, numeroso y muy interesado en el estudio de la España contemporánea, abundaban los docentes de secundaria. En su intervención, que versó sobre el tratamiento de la guerra civil y sus consecuencias en los libros de texto, propuso al auditorio un supuesto. Ante el último ejercicio de la oposición de acceso al cuerpo de profesores de Secundaria y, habiendo obtenido una alta calificación en la primera fase del procedimiento, debían exponer ante el tribunal del que dependía su aprobado final uno de estos dos temas, extraídos al azar: el franquismo y el arte prerrománico. Invitados a responder con total sinceridad, ¿imaginan cuál fue la opción aplastantemente mayoritaria? Y también comenta que un reciente examen de prueba de acceso a la universidad (EvAU) en un instituto de Madrid la gran mayoría del alumnado rechazaba el tema de la Segunda República, la guerra civil o del franquismo, inclinándose por temas más complejos del siglo XIX. El temor a pronunciarse sobre el pasado reciente en situaciones de las que depende la promoción profesional o académica es más que una anécdota.
Tras la muerte de Franco y la implantación de nuestra democracia ejemplar, aún manteniéndose tal discurso de la dictadura, se fue abriendo paso el discurso no sin esfuerzo de una equivalencia maniquea: ambos lados fueron culpables del desencadenamiento de la guerra civil.
Todo lo expuesto por Hernández Sánchez nos tiene que provocar una serie de reflexiones. La primera es que todavía hay miedo en el aula, en los medios y en la sociedad a hablar sobre la Segunda República, la guerra civil y el franquismo. Y eso que estamos ya en una democracia moderna, producto de un proceso ejemplar de Transición democrática, que, para algunos, vendría a ser el segundo acontecimiento más importante tras la creación del mundo; proceso pivotado por el emérito, al que deberíamos por ello estar siempre agradecidos los españoles. Y quien tiene la osadía de cuestionar la ejemplaridad de la Transición y el papel del emérito sufre ataques por tierra, mar y aíre.
La sombra de Franco, o lo que es lo mismo el franquismo, es alargada. Muchos de nuestros abuelos por haberse significado políticamente fueron represaliados brutalmente. Y en el sumo de la perversidad les hicieron sentirse culpables. En el prólogo del libro, Desenterrar las palabras. Transmisión generacional del trauma de la violencia política del siglo XX en el Estado español de Clara Valverde, Montse Armengou dice que en su trabajo como directora de documentales sobre la represión franquista, le sorprendió que frecuentemente las víctimas adquieran conciencia de serlo en el marco de un programa televisivo. «Esa manía de papá de meterse en política, acarreó la desgracia a toda la familia, a él el primero, pero de rebote nos salpicó a todos. Mira que mamá se lo tenía dicho: ¡tú no te metas en política!» Le hicieron sentirse culpable. Las frases actuales «No te signifiques» o «No te des a notar» son una herencia de la dictadura. En definitiva miedo. Y ese miedo todavía persiste tras 45 años de la muerte del Funeralísimo, según denominación de Rafael Alberti.
Mas quiero referirme ahora a los datos del CIS del 2010 -no pienso que sean hoy muy diferentes los resultados- en los que una parte importante de españoles consideran que de la guerra civil ambos lados fueron culpables y que cometieron las mismas víctimas y que en el franquismo hubo cosas buenas y cosas malas, y que había más orden y más paz. Todas estas actitudes muy preocupantes en un sistema democrático, son producto de un desconocimiento de nuestra historia, cuyos efectos todavía siguen presentes. Todo tiene un porqué.
Para legitimarse la dictadura necesitó deslegitimar el régimen de la II República. Por ende, lo primero que hizo fue denigrar y desmontar totalmente la escuela republicana. Reorientó la enseñanza basada en el nacional-catolicismo, en la que la Iglesia tuvo un protagonismo fundamental, no en vano había apoyado a la dictadura en la Carta Colectiva de los obispos. Construyó un doble discurso escolar: uno catastrofista, del que era culpable la República; y otro heroico en beneficio de los sublevados, que no tuvieron otra opción que levantarse para que España no acabase en el abismo. La Enciclopedia Escolar Edelvives. Segundo Grado. Editada en Zaragoza en 1944 decía: «El Ejército en cumplimiento de su sagrado deber para con Dios y con España, decidió lanzarse a su salvación. Así empezó el Glorioso Movimiento Nacional».
Tras la muerte de Franco y la implantación de nuestra democracia ejemplar, aún manteniéndose tal discurso de la dictadura, se fue abriendo paso el discurso no sin esfuerzo de una equivalencia maniquea: ambos lados fueron culpables del desencadenamiento de la guerra civil. Discurso muy extendido en medios, en la sociedad, e incluso en las aulas. No tanto en la historiografía. Lo cual significa un desconocimiento de todo lo que supuso de modernidad el proyecto de la II República. La izquierda tuvo que hacer muchas concesiones y entre ellas la de asumir la idea de que la democracia se inició en España con la Constitución de 1978, y no en los tiempos de la II República. Lo malo del caso es que la forma en que se hizo la Transición a la democracia tendió a perpetuar los viejos silencios e impidió que se apoyaran desde arriba los esfuerzos que algunos investigadores estaban haciendo para recuperar la historia de la II República y de la Guerra Civil.
Este discurso de igual culpabilidad en ambos lados fue reafirmado tras la publicación del
libro de Manuel Chaves Nogales A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, publicado ya en Chile en 1937 y en España en el año 2001. Está compuesto de un impresionante prólogo, y nueve relatos, a cual de ellos más truculento, que son todo un paradigma del nivel de crueldad al que pueden llegar los seres humanos en determinadas circunstancias. Del primero titulado ¡Masacre, masacre!, ubicado en el Madrid sitiado por las tropas fascistas es este: "Es inútil --arguyó el miliciano del pistolón-- con los aviones de Italia y Alemania no podremos. No hay más táctica que el terror. Por cada víctima de los aviones, 5 fusilamientos, 10 si es preciso. En Madrid hay fascistas de sobra para que podamos cobrar en carne". Del segundo De la gesta de los caballistas es este, que no le anda a la zaga: "De Sevilla ha salido el Algabeño con su tropa de caballistas con los mejores jinetes de la aristocracia sevillana y los hombres de su cuadrilla, sus banderilleros y picadores, capaces de lidiar lo mismo una corrida de Miura como un ayuntamiento del Frente Popular." Por ello, en el prólogo escribió: "De mi experiencia personal había contraído méritos para haber sido fusilado por los unos y por los otros. Sé de buena tinta que antes de la guerra civil, un grupo fascista de Madrid había decidido asesinarme, sin perjuicio de que los revolucionarios, comunistas y anarquistas, considerasen que yo era perfectamente fusilable". Esa es la palabra clave “yo era perfectamente fusilable”. Por ello, decidió huir, y pasó a convertirse en paradigma de la Tercera España. Supone un reduccionismo injustificado, el convertir la guerra civil en un enfrentamiento entre comunismo y fascismo. Lo cual es una falacia, del lado de gobierno legítimo de la República había otras fuerzas políticas.
Sobre este libro y su contribución al fortalecimiento de la “Tercera España” es muy interesante el artículo de Francisco Espinosa “Literatura e historia. En torno a Manuel Chaves Nogales y la “Tercera España”. Nos dice “a esta concepción maniquea, de ambos lados fueron culpables, se ha incorporado también la literatura. Ahí tenemos a Muñoz Molina con La noche de los tiempos y a Trapiello con Ayer no más y a otros más intentando convencernos de que Manuel Chaves Nogales y algunos de sus escritos nos dan las claves de la guerra civil, al menos de la que imaginan gente como Muñoz y Trapiello, que ya sabemos que aunque escriben novelas son casi historiadores. El objetivo final, como el de los revisionistas, es ofrecer una visión negativa y caótica de la República y hacernos creer que la guerra, en la que todos fueron iguales, fue inevitable. Tienen mucho terreno ganado, porque lo que se nos viene diciendo desde la Transición es precisamente eso. Chaves, al que llevan camino del santoral de la “Tercera España”, les permite no ya lo que nunca les permitirán sus admirados escritores fascistas, sino lo que jamás podrán extraer de las obras de gente como Aub, Machado o Cernuda. Y ese concepto de la “Tercera España” viene perfecto para la equivalencia maniquea. La “Tercera España” no existe. La realidad es más simple. En 1936 había dos Españas: la del Gobierno legal surgida de las elecciones generales de febrero y la del golpe militar del 18 de julio. La terrible agresión fascista conmocionó y quebró el Estado, que vio cómo en cuestión de semanas más de medio país caía en manos de los sublevados, que estaban aplicando un calculado plan de exterminio. Sin embargo, allí donde el golpe fracasa o es sofocado por el pueblo en armas se abre un proceso revolucionario de consecuencias imprevisibles que tardará varios meses en ser controlado por los gobiernos republicanos que afrontaron la nueva situación. Debería estar claro ya que los responsables primeros de lo que pasó fueron los que iniciaron la agresión abriendo la cadena de violencia. La República fue la víctima de ese ataque, al que tuvo que responder entre múltiples dificultades. Al respecto resulta muy interesante el último libro de Ángel Viñas ¿Quién quiso la guerra civil? En él demuestra cómo desde el mismo 14 de abril de 1931 los monárquicos, encabezados por Goicoechea, jefe nominal de Renovación Española, estuvieron en contacto con el fascismo de Mussolini para derribar el régimen republicano. Está claro quién quería la guerra civil. La huida de Manuel Chaves Nogales fue humana y no merma en nada su categoría personal ni la calidad de su obra, pero lo que no podemos hacer en modo alguno es convertirla en modelo ejemplar. Chaves Nogales, como otros muchos, optó por quitarse de en medio. Y por otro lado durante los 5 meses que estuvo en Madrid nadie lo molestó, sí que hubiera tenido problemas de haber estado en Sevilla el 18 de julio. Sin embargo, hay que decir que la “operación Chaves”, para reafirmar la “Tercera España” encierra un desprecio absoluto por todos aquellos españoles que, desde diferentes posiciones ideológicas, defendieron la República hasta la derrota final. Hubo muchos otros periodistas que permanecieron hasta el final del lado del gobierno legítimo de la República, y por ello, algunos se exiliaron y otros fueron represaliados por la dictadura.
Frente a los discursos anteriores: la República fue culpable de la guerra civil y el de la equivalencia de la culpabilidad entre ambos bandos, se ha abierto paso no sin dificultades el de la revalorización de la II República, coincidiendo en parte con el Movimiento por la Recuperación de la Memora Histórica. Se ha trabajado en tal sentido a nivel historiográfico, tanto en el ámbito universitario, como en el de las enseñanzas medias. Personalmente publiqué en el 2001 el libro La Segunda República en Híjar, periodo que para los hijaranos suponía el caos, la violencia y la revolución, producto de su desconocimiento y su tergiversación. En el 2006 otro titulado José Gálvez Oliver. El Tío Rullo. Vida y exilio de un socialista hijarano. Luego publiqué algunos artículos sobre el mismo periodo Las Misiones Pedagógicas en Híjar; Las dificultades del republicanismo en Híjar en 1931; Un página poco conocida de la II República: la primera vez que votaron las mujeres españolas, publicado en este mismo medio. Además de otros sobre La represión franquista en Híjar. Todos estos trabajos me generaron problemas con algunos conciudadanos, llegando a algún enfrentamiento personal o retirada del saludo. Igualmente lleve a cabo con los alumnos del instituto de Alcañiz trabajos de “historia oral”, metodología de investigación que pude conocer a través de otro profesor de secundaria y gran especialista en el tema, Herminio Lafoz. En uno de los trabajos de uno de mis alumnos, pude conocer el bombardeo terrible sobre Alcañiz por parte de la aviación italiana. Bombardeo que documentó en un gran libro José Mari Maldonado, también profesor de secundaria, “Alcañiz 1938: el bombardeo olvidado”. En mis clases no tuve reparo alguno en explicar las atrocidades y represalias del régimen franquista, por lo que en cierta ocasión el director del instituto me presentó las quejas de algunos padres. Todo se debía por haber dicho en clase que Franco había sido el mayor genocida de la Historia de España. En definitiva, en mi trabajo profesional he tratado de explicar la II República, la guerra civil y el franquismo, desde una perspectiva muy diferente a las de los dos discursos anteriormente mencionados. Lo que ya no pongo la mano en el fuego que otros colegas de profesión hayan hecho lo mismo, quizá por falta de compromiso y no querer problemas. Allá cada cual con sus razones.
No puedo sino terminar con una reivindicación de los valores de la II República. Para ello utilizaré las palabras del maestro ya fallecido Josep Fontana de su conferencia de 2009 Los historiadores son gente peligrosa. La Interferencia de los políticos en la enseñanza y divulgación de la historia: “De 1975 para acá –y eso son ya muchos años no se haya hecho nada desde arriba para alentar el trabajo de recuperación de la historia de la II República, algo que ha habido que hacer desde abajo, y con demasiada frecuencia al margen de las universidades, que no se han sumado a esta preocupación hasta hace muy pocos años. El retraso con que se ha abordado esta tarea tiene una consecuencia negativa, como es la de habernos dejado atrapados en la trampa que nos tendió el franquismo, contando muertos y haciéndonos olvidar que el mayor de sus crímenes, mucho mayor que las ejecuciones en las cunetas, los descampados y las cárceles, era el de haber acabado con esa gran esperanza de reforma que implicaba la República, relegando al olvido los esfuerzos realizados en aquellos años en terrenos tan diversos como son los de las libertades democráticas, los derechos sociales o, sobre todo, en el de la educación, entendida como un medio para convertir a los súbditos en ciudadanos. Hemos estado elaborando hasta ahora el censo de los numerosos maestros asesinados en los primeros días de la guerra civil. Tal vez haya llegado el momento de ponernos a explicar qué enseñaban estos maestros y de qué modo contribuían a un proyecto de transformación de la sociedad española que algunos temieron que podía afectar a sus intereses y mermar sus privilegios, lo que les llevó a condenarlos a muerte”.
En la introducción del libro “Enseñar Historia con una Guerra Civil por medio” (1999) el mismo Fontana nos dice: “Vivimos en tiempos de revisionismo en que se pretende sostener que en la contienda civil española ambos bandos fueron igualmente culpables y que la sublevación militar de julio de 1936 fue una consecuencia inevitable de los errores y abusos del régimen republicano. Pienso, por el contrario, que un análisis de lo realizado por cada uno de los dos bandos muestra que les movían razones muy distintas. Y que es imposible entender lo que significó la Segunda República Española, y los motivos por los que la combatieron los sublevados de 1936, si se pasan por alto diferencias tan fundamentales como ésta: la República construyó escuelas, creó bibliotecas y formó maestros; el "régimen del 18 de julio" se dedicó desde el primer momento a cerrar escuelas, quemar libros y asesinar maestros”.
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