Pero al tiempo que se aleja la esperanza se acentúa la necesidad. El capitalismo no puede dejar de concentrar la riqueza, a la vez que se apoya en la pobreza creciente de países enteros y de las clases trabajadoras de cada país. Ahora que le es cada vez más difícil crecer perfecciona la explotación, lo que fomenta la lucha de clases por todas partes, aunque esta adopte formas muy diversas.
De diferentes maneras pervive la idea de que es necesario superar la actual estructura socioeconómica. Hay quienes piensan que el problema no es el capitalismo, sino esta última fase neoliberal. Siguen creyendo en la posibilidad de restaurar políticas socialdemócratas que mantuvieron en algunos países centrales un relativo bienestar social. Otros perciben que aquello no volverá y son abiertamente anticapitalistas.
Y a las visiones diversas de los individuos y grupos sociales se añaden las diferentes estrategias de los países en que se intenta una salida del sistema que los arruina.
Aunque los problemas de base sean los mismos, no es fácil armonizar estadios de desarrollo o soportes productivos diferentes. Algunos países conservan ciertas estructuras socialistas, en otros se intenta crearlas, con distintos niveles de concreción. La falta de una sólida coordinación internacional pone las cosas muy difíciles.
En el ámbito latinoamericano han surgido, siempre con el ejemplo de la resistente Cuba, distintas tentativas de transición al socialismo. Lo más difícil es coordinar esfuerzos, unificar objetivos y librar la batalla ideológica contra el sentido común dominante.
Siguiendo lo iniciado aquí e interrumpido aquí, se analizan a continuación algunas debilidades, materiales e ideológicas, que dificultan no solo los procesos sino el planteamiento mismo de metas compartidas.
Neoliberalismo |
El socialismo y la crisis de las alternativas
Aludimos antes a que lo distintivo en los procesos de transición al socialismo es la «modificación sustancial de las relaciones sociales de producción», involucrando tanto los aspectos materiales como la consciencia social. En este sentido, la categoría «socialismo» supone un concepto en disputa y de permanente revisión. Las prácticas e iniciativas de los últimos años, a nombre del «socialismo», tienen nuevos componentes y particularidades, los que responden a contextos diferentes, además de incorporar lo subjetivo de los nuevos liderazgos. Puede haber más acuerdo teórico o ideológico en torno al socialismo que en la comprensión en sí de cada proceso. Por ello se requiere ser muy específico a la hora de balancear avances, logros y/o limitaciones.
Entre los avances y logros se les puede vincular con políticas que contribuyeron o no a la modificación de las relaciones sociales. Puede ayudarnos en ese sentido la recuperación de El Capital de Carlos Marx para estudiar en forma crítica el régimen del capital y comprender el proceso de producción y reproducción capitalista. De allí la importancia de discutir la categoría de socialismo con los obstáculos en avanzar en contra y más allá del capitalismo, ya sea, por las políticas elegidas o en su defecto, por el peso del poder hegemónico de manera estructural, o de ambas a la vez. Esto es lo que genera, en parte, la crisis de las alternativas que es la característica esencial del momento actual.
La aseveración está asociada a que la contradicción durante la bipolaridad mundial –que confrontó desde 1945 al capitalismo y al socialismo– más allá de cualquier consideración sobre una categoría o la otra. Con la caída del socialismo en el este de Europa se instaló la ausencia de alternativa al capitalismo en el imaginario social mundial.
Por ello es que la transición del capitalismo al socialismo deber ser ubicada y analizada en simultáneo con la categoría «socialismo». Por transición se suelen tener diferentes visiones, en nuestro caso compartimos el análisis que hace Rajland, [11] quien señaló que «no existe una teoría de la transición. Hay prácticas de la transición que luego pueden hacerse teoría», agregando que «el tema es tener en claro si sabemos de dónde partimos y a dónde queremos llegar, por ende, discutir los niveles de ruptura que puedan procesarse».
La recreación de la esperanza por el socialismo se relaciona con la experiencia de los procesos de cambio político en la región latinoamericana y caribeña a comienzos del siglo XXI, y muy en especial con los que se identificaron bajo la denominación de «Socialismo del siglo XXI» o similar, en articulación con el ejemplo, constancia y fortaleza generadas por la Revolución cubana. Por eso nos interesa considerar la propuesta por el socialismo del siglo XXI o similar denominación y su gravitación regional.
Pensar la transición en Nuestramérica remite en primer lugar a la experiencia cubana, el proceso de más larga duración en la región, junto a otros procesos emergentes a comienzos del siglo XXI. Cuba y esos procesos articulados orientaron un nuevo tiempo en el debate de la crítica al capitalismo en Nuestramérica. Es un tiempo donde se recupera el debate por el socialismo y, por ende, la transición del capitalismo al socialismo. Se trata de una experiencia diversa y compleja, de cambio político en la región, lo que supuso procesos en confrontación con las políticas neoliberales hegemónicas en la región desde los setenta, las que fueron exacerbadas en los noventa bajo la inspiración del Consenso de Washington. Pero también, otros que se inspiraron en una prédica de contenido anticapitalista. Para algunos el problema era el neoliberalismo y para estos últimos el capitalismo.
Entre estos últimos identificamos aquellos procesos que instalaron las categorías del «Socialismo del siglo XXI» o del «Socialismo Comunitario», con un posicionamiento de contenido anticolonial, antiimperialista y anticapitalista. Venezuela y Bolivia en particular, aun cuando con matices, pueden asociarse a Ecuador con estos posicionamientos, en especial Bolivia y Ecuador con sus formulaciones constitucionales por el «vivir bien» o el «buen vivir». En un similar sentido puede incluirse en esta categoría a Nicaragua a partir del año 2007, con su antecedente del periodo 1978–1990.
La propuesta por el Socialismo, bajo nuevas concepciones a comienzos del siglo XXI, articula en un sentido transformador a este conjunto de iniciativas, insistamos, con especificidades y diferencias. Entre los temas a destacar por lo que se insinúa como transformación estructural está el proceso de «nueva integración», de carácter alternativa y no subordinada. Recuperemos que el eje de los ochenta y los noventa está marcado por la propuesta del ALCA, que excluía a Cuba y condenaba a la región a la hegemonía estadounidense en una concepción de «libre comercio», tendencia hegemónica de la ofensiva capitalista desde los 80´s del siglo pasado.
Destacamos en ese sentido que una nueva relación internacional emerge en la región con la construcción del ALBA-TCP entre fines del 2004 y comienzos del 2006, entre Cuba y Venezuela primero, y luego, la incorporación de Bolivia, tanto como las propuestas de articulación energética promovidas desde Venezuela, caso de Petro-Caribe. Son intentos con un grado de materialidad que instalaron un programa posible de relaciones internacionales de nuevo tipo en la región, que hoy constituyen programa de acción a futuro.
En ese camino se escriben varios «Foros» de debate y articulación, con intentos de organizar una nueva institucionalidad de la integración donde se destacan, con matices, Unasur o la Celac, que excluyen del proceso integrador a Norteamérica.
Más allá de los mencionados matices, lo común fue el intento por poner límites a las políticas hegemónicas de corte neoliberal, habilitando un debate que bajo ciertas condiciones se proponía en contra y más allá del capitalismo.
La ampliación de derechos y de la política social fue un elemento común en la perspectiva anticapitalista como en la antineoliberal, tanto como una revalorización de la intervención en la economía del sector estatal.
Recordemos que la prédica neoliberal se concentró en el desarme del Estado en su actividad económica directa vía privatizaciones.
El mayor aporte en materia de política económica en estos procesos de cambio político está en la recomposición del sector público, de manera especial en la apropiación estatal de la renta energética, válido de forma significativa para Venezuela, Bolivia y Ecuador. Fue la base material para el desarrollo de propuestas económicas de orientación alternativa.
Dos menciones especiales haremos con la inclusión de la «economía comunitaria» como parte de la «economía plural» en la nueva Constitución de Bolivia, como el caso de las «misiones venezolanas» para atender problemas específicos de salud o educación, entre otros.
Ambas cuestiones trascienden al sector estatal y confluyen en búsquedas de transformación social que recuperan formas de organización social en la economía y de satisfacción de necesidades sociales para acceder a derechos.
Son aspectos que actúan más allá de la lógica mercantil tradicional y apuntan a transitar rumbos y búsquedas por la desmercantilización.
Estos elementos comentados generan desafíos y tensiones, ya que somos conscientes que el socialismo es una asignatura pendiente en el ámbito mundial, por lo que nos interesa el proceso de transición, o toda búsqueda con ese propósito.
Por eso nos centramos en considerar aspectos generales que condicionan el proceso de transición con relación a las experiencias que intentaron recientemente asumir el proyecto del socialismo. Son consideraciones que excluyen al caso cubano.
Entre ellas se destacan:
a) el escaso espacio dejado a la construcción ampliada de una subjetividad que se permita reflexionar la posibilidad de concebir otro orden social;
b) baja prioridad en el sistema educativo, cultural y científico como parte del proceso de cambio;
c) inconsecuencia a la hora de definir las alianzas regionales o extraregionales;
d) subestimación de la fuerza y accionar del poder hegemónico.
Varios fueron los conflictos manifestados entre las relaciones mercantiles existentes y el desarrollo de las nuevas políticas. En un inicio podemos señalar al menos tres niveles de conflictos:
a) el grado de dependencia tecnológica y limitaciones de insumos básicos para la reproducción de la vida cotidiana;
b) la magnitud de la exclusión social preexistente en el seno de estas experiencias, con la presencia ininterrumpida y renovada de la política global de bloqueo económico, financiero y comercial de parte de EE.UU. y sus países asociados;
c) la insuficiencia de espacios regionales o mundiales en los cuales se puedan articular políticas asociativas, de cooperación y solidaridad, que sean sostén de procesos de desmercantilización.
Vale remarcar que este tipo de relaciones mercantiles, son parte de un proceso sustancial de las relaciones de producción y reproducción del capitalismo, teniendo una dimensión que traspasa a lo económico y lo nacional.
Las relaciones mercantiles ampliadas son la base constitutiva y primaria del capitalismo, siendo el neoliberalismo la política de avanzada y más representativa del poder hegemónico mundial en la actualidad. Es decir, los tres aspectos señalados integran parte de este conflicto, conformando el núcleo de la dependencia y debilidad al que están sometidos todos aquellos procesos que pretendan la transición anticapitalista en tiempos de dominación transnacional de la economía mundial capitalista.
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Nota:
[11] Beatriz Rajland (2018). «Relación Estado-derecho desde el pensamiento crítico». Intervención en video conferencia para el Programa de Actualización de Posgrado Crítica y Transición. Fundamentos para la Crítica de la Economía Política. Teoría y Práctica de la Transición, en el marco del bicentenario de Carlos Marx. Realizado en el segundo semestre del 2018 en la Universidad Nacional de San Luis, por la Especialización en Estudios Socioeconómicos Latinoamericanos.
Me sorprende un tanto que en este análisis no se mencione siquiera a China.
ResponderEliminarhttps://www.nodal.am/2020/08/venezuela-y-su-exitosa-lucha-contra-la-pandemia-por-fernando-bossi-rojas/
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