domingo, 13 de septiembre de 2020

La libertad es otra cosa

El ejercicio de la libertad no puede basarse en el simple rechazo a la autoridad. Debe seguir a un análisis de la situación en que se ejerce, superando la concepción escolástica de libertad, basada en el libre albedrío, para situarse en la concepción de la libertad como conciencia de la necesidadUna libertad basada en el dominio consciente de la naturaleza, de la sociedad y de uno mismo. 

Este análisis concreto de la situación concreta debe llevarnos a entender que no todas las imposiciones son malas. Aunque en un principio sentimos el impulso de rechazar cualquier limitación, hay que entenderlas siempre en su contexto.

En la práctica, ¿cuántas veces renunciamos a ejercer esa libertad abstracta, si una fuerza concreta se nos impone? A veces, una simple multa de tráfico protege nuestra vida mejor que la conciencia del peligro.

No toda coacción es injusta, ni en todas las situaciones es válida la rebeldía instintiva.

Siguen dos ejemplos que nos ayudarán a dar un par de vueltas al tema. El primero sobre la oposición a la imposición, sea la que sea. No es lo mismo una imposición destinada a mantener la opresión de un grupo privilegiado en contra de toda la sociedad que la imposición de una norma que beneficia a la sociedad en su conjunto. Precisamente, y lo estamos viendo ahora mismo, hay un componente claramente reaccionario en las actuales protestas negacionistas, que objetivamente son promovidas para defender a las clases dominantes que se sienten amenazadas en sus privilegios. Y eso conviene tenerlo muy claro.

El segundo ejemplo, sobre el respeto a una norma general de seguridad vial cuando podemos hacer racionalmente una excepción, es más difícil de encajar. Pero el autor nos hace ver que hay circunstancias que no pudimos prever y que por lo tanto lo más razonable es seguir la norma, siempre que, como he dicho, responda al interés general, porque si es una norma injusta creada para perpetuar una situación injusta, habrá que buscar la forma más eficaz de derogarla.

Porque no son defendibles igualmente las normas sanitarias que la reforma de la Constitución para priorizar el pago de la deuda o las sucesivas reformas laborales que hemos sufrido. ¿Por qué tantos que se manifiestan por la libertad de no respetar las primeras no lo hacen para defender el ejercicio real de otras libertades, las buenas libertades -de conciencia, de expresión, de reunión, de asociación, la libertad de elegir el trabajo- amenazadas en su verdadera esencia por la primacía de las malas libertades de los poderosos?.












Se sabe que usar cinturón de seguridad o tapabocas ayuda a salvar vidas. Entonces, ¿por qué alguna gente se niega a usarlos o incluso protesta contra las leyes que los vuelven obligatorios?

"Yo sencillamente los odio", dice una mujer cuando le preguntan por qué se niega a usar uno. "Creo que los odio porque uno tiene que usarlos, es como que 'tienes que ponértelo', por eso no lo quiero".

"Creo que, sin importar si eres hombre o mujer, es una tema de dominancia", contesta un hombre que está a su lado. "Yo estoy a cargo y tú no me dices qué tengo que hacer".

Este es el tipo de razonamiento que puedes esperar de manifestantes que se niegan a usar mascarilla cuando están en un espacio público durante la pandemia.

Su objeción no tiene que ver solo con la comodidad o con el escepticismo acerca de que puedan salvar vidas. Es también un resentimiento porque las autoridades les dicen qué tienen que hacer.

Salvo que estos entrevistados no estaban molestos por las leyes que obligan el uso de mascarillas en en muchos países.

Estaban hablando de los cinturones de seguridad.

Eran conductores británicos que admitieron no usar cinturón de seguridad en el auto en 2008, a pesar de que es un requisito legal utilizarlo en los asiento delanteros desde 1983 y en el asiento trasero desde 1991.  (...)



Francisco Umpiérrez

Las leyes y las normas tienen la condición de ser generales, no contemplan las particularidades ni las excepciones. Los latinos estamos acostumbrados a incumplir las normas o burlar las leyes cuando podemos hacerlo. Pero lo cierto es que el incumplimiento de las normas siempre lo realizan las minorías. Y lo peor: quieren justificar su incumplimiento. La base socio-psicológica de este comportamiento es la siguiente: poner los intereses individuales por encima de los intereses sociales.

Les pongo dos ejemplos elementales. Un amigo del mundo del trabajo me dijo una vez que en Viena lo habían multado con nada menos trescientos euros por cruzar un paso de peatón estando el semáforo en rojo. Argumentó que en ese momento no estaba pasando ningún automóvil. Pero la policía local no atendió a sus razones. Yo comprobé por propia experiencia cuando estuve en esa ciudad que cuando el semáforo estaba en rojo aunque no pasaran automóviles nadie cruzaba. A ese comportamiento lo debemos catalogar como civismo y cultura urbana. Yo he tenido a este respecto dos comportamientos erróneos: uno, cruzar la calle y hacerlo no por el paso de peatones, y dos, cruzar un paso de peatones cuando el semáforo estaba en rojo y cuando veía a los automóviles relativamente lejos. Dejé de hacerlo por dos razones: uno, mientras una madre o un padre educaba a su hijo a no cruzar el paso de peatones cuando el semáforo estaba en rojo yo lo hacía –dando un malísimo ejemplo– y dos, una vez crucé el paso de peatones en rojo corriendo porque se aproximaban los coches y un niño de siete años me secundó.

Las leyes y las normas no pueden analizarse ni valorarse atendiendo a las excepciones sino a las condiciones generales. La libertad, y esta idea se la debo a Hegel, es la libertad objetiva. Y la libertad es objetiva solo por medio de la existencia del Estado y de la ley. Analizar las leyes y las normas bajo el punto de vista de las condiciones particulares y excepcionales –puesto que siempre en todos los hechos sometidos a leyes y normas hay un sinfín de casos donde la ley no los refleja –implica caer en el error grave del individualismo y del subjetivismo. La pandemia ha puesto de manifiesto dos cosas: una, la necesidad de que en momentos de grave crisis  es necesario cambiar de manera profunda, y dos, que es necesario más Estado y, por consiguiente, más ley. La ley, repito, tiene el carácter de la generalidad y de la idealidad. Así que no ha lugar los casos particulares y accidentales. Debemos luchar en estos momentos por el triunfo de lo social y el arrinconamiento de las posturas individualistas y subjetivistas.

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