Ben Winegard y Cortne Jai Winegard publicaron en DissidentVoice.org un interesante artículo. Entre otras observaciones que hacen quiero señalar esta, que ejemplariza lo insensato de la acumulación ilimitada:
Las patologías del neoliberalismo
La felicidad es el significado y el propósito de la vida, todo el objetivo y el fin último de la existencia humana.
Aristóteles
Los defensores del neoliberalismo a menudo destacan el aumento de la prosperidad, la libertad y la posibilidad de elección de los consumidores para justificar su fundamentalismo de mercado. La suposición inseparable de este argumento, hasta ahora notablemente no verificada, es que la riqueza y esas opciones del consumidor conducen, necesariamente, a la felicidad. Acudiendo a la investigación académica, es cierto que los niveles más altos de ingresos se asocian en todo el mundo a un aumento de felicidad. Por ejemplo, los investigadores han encontrado una relación entre moderada y fuerte (entre 50 y 70) entre el ingreso per cápita y el promedio de bienestar en el mundo (9). Sin embargo, una vez que el ingreso alcanza un nivel moderado (aproximadamente 10.000 dólares per cápita), los efectos de los ingresos adicionales sobre la felicidad son marginales o nulos (10), (11). Esto significa que en EE UU la felicidad ha permanecido nivelada desde el final de Segunda Guerra Mundial, mientras que el porcentaje de estadounidenses que se consideran muy felices permanece estancado desde los años 1960 (mirar el gráfico a continuación) (12), (13), (14).
Los defensores del neoliberalismo tienen razón cuando sostienen que la sensación de libertad aumenta el bienestar subjetivo. Pero están equivocados al suponer que las políticas neoliberales maximizan la percepción de libertad (15). Las políticas neoliberales aumentan la desigualdad que hace disminuir la sensación de libertad y que se encuentra relacionada con una multitud de enfermedades sociales (ver detalle más abajo). Más aún, las naciones que tienen niveles de vida más satisfactorios, Dinamarca, Holanda, Noruega y Suiza, son más igualitarias y colectivistas que los Estados Unidos (16). Esto coincide con las investigaciones que demuestran que las políticas más generosas de los estados de bienestar están asociadas con los niveles más altos de felicidad (17). Hay un par de razones por las que los países relativamente colectivistas con generosas políticas de bienestar tienden a ser más felices que los Estados Unidos. En primer lugar, en un ambiente social competitivo e híper-individualista, la ganancia se convierte en uno de los principales objetos de deseo y, en consecuencia, el individuo sobrevalora su importancia de generar bienestar y pierde de vista otros factores importantes (18). En segundo lugar, mientras la gente generalmente prefiere tener la posibilidad de elegir, hay pruebas de que demasiadas opciones son perjudiciales para el bienestar. Se ha dado a este fenómeno el feliz nombre de “la paradoja de elegir” (19). Como un ejemplo de la “paradoja de elegir”, piense en su última visita al supermercado. ¿Se sintió abrumado por los diversos dentífricos? ¿Cuál es la diferencia entre el que tiene flúor y es blanqueador y el que, teniendo flúor, protege contra la sensibilidad dental? ¿Debería usar el fluorado, el que contiene peróxido o el que contiene bicarbonato de sodio o los tres juntos? La “paradoja de elegir” ocurre porque deseamos hacer opciones racionales, pero tenemos tiempo y recursos limitados. Frecuentemente es imposible reunir suficiente información para hacer una elección óptima. De esta manera estamos saturados de bienes de consumo que proporcionan un pequeño aumento de la felicidad junto con un notable incremento de la ansiedad. En la medida que el neoliberalismo promueve el consumismo, es probable que disminuya la sensación subjetiva de bienestar.
El desequilibrio entre ricos y pobres es la más antigua y fatal de todas las enfermedades de la República
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