viernes, 22 de julio de 2011

¿En qué sentido es el tiempo una sucesión infinita? (XX)

 

Decir que el tiempo es irreversible es una simpleza. Cuesta más comprender plenamente hasta qué punto, al establecer su flecha dirigida, establece también la persecución sin posibilidad de alcance de los efectos respecto de sus causas, el retraso. Consecuencia de ello, todos los procesos son irrepetibles, al menos completamente. Devolver una situación a su estado original es imposible sin algún tipo de pérdida. Esto es lo que legisla la termodinámica.

 

Puede imaginarse el tiempo como un gran archivador. Con el paso del presente, todo lo pasado queda sometido a un orden implacable. Me viene a la cabeza la imagen de una plancha bien caliente que se abre camino y va dejando bien “planchado” lo que queda atrás. Los fatalistas creen que ese pasado ya estaba ordenado desde y para siempre, y que sobre un futuro ya creado “desde siempre” seguirá corriendo el presente del mismo modo lineal. La tela aún no estaba planchada, pero estaba. El presente sería un vehículo encarrilado férreamente en una vía. Pasado y futuro serían solamente una apariencia de nuestra conciencia.

 

Sin embargo, la práctica nos demuestra que nadie cree de verdad eso. Todos somos conscientes de labrarnos el futuro, si no por completo, al menos en cierta medida. Y de que nuestras decisiones importan. El mundo no es un mecanismo de relojería, como creyó Descartes. Ningún “relojero omnisciente” lo ha previsto todo. ¿Qué capacidad computacional podría manejar infinitas ecuaciones con infinitas incógnitas? Recurrir a un ser infinito no sirve de nada. Únicamente aleja el problema, que es una manera de quitárselo de encima. El primer motor inmóvil de los escolásticos es un recurso para explicar lo que no tiene explicación. No olvidemos que el mundo no es un conjunto, sino “el conjunto de todos los conjuntos”: todas las organizaciones posibles de todas y cada una de sus partes, incluido el propio todo, lo que ya implica un grave problema lógico.

 

Frente a esta idea de la mecánica exacta, la mecánica cuántica considera un principio de incertidumbre. El matemático Roger Penrose supone que la incertidumbre cuántica juega un papel importante en el propio funcionamiento de la mente, que no es la clásica máquina de Turing, materializada hasta hoy por los sistemas operativos de la computación. (¡Pero ahora ya se trabaja en el horizonte de los ordenadores cuánticos!)

 

Lo cierto es que del determinismo hemos pasado a la indeterminación, y de la seguridad matemática a la indecidibilidad.

 

La prueba de nuestra capacidad de influencia en el futuro es que el solo hecho de creer o no en ella lo modifica. Con independencia de que sea una creencia cierta o errada, establecerá la diferencia entre actuar y no actuar. Esa bifurcación de la conducta es decisiva para todo lo que venga después.

 

Con esta idea de tiempo irreversible, con un pasado cerrado y un futuro abierto y sin límite conocido, prevemos los eventos y los colocamos en ese futuro previsible. Esto es importante. Sin ello no podríamos hablar de conducta.

 

El tiempo, se muestra así como un espacio asimétrico (irreversible), prolongable (prorrogable, aunque ignoremos hasta cuándo), subdivisible y, como todo espacio, “rellenable” con cuerpos, que en este espacio llamamos eventos.

(sigue)

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