Íñigo Errejón, doctor e investigador en Ciencia Política en la UCM, en Kaosenlared.
Reproduzco íntegramente:
Esta Huelga General la vamos a tener que librar junt@s dos contingentes política y biológicamente muy diferentes, y hasta ahora con escasas experiencias de convergencia: Por una parte, un ejército envejecido y a la defensiva de trabajadores sindicalizados; por otra, uno en formación, recién nacido y aún poco articulado, generado fundamentalmente en la ola de movilización del 15M, y compuesto mayoritariamente por gentes que no hemos conocido el régimen laboral del pacto social fordista.
La contienda se desarrolla además en el terreno sindical-laboral, allí donde este último actor no tiene apenas presencia, en contraste con el uso del espacio público y la defensa de contenidos democrático-radicales que le caracterizan. No obstante, los subalternos rara vez eligen el terreno y las condiciones del enfrentamiento. Parece claro que éste se libra cuando y como quería el Gobierno de la Patronal, que busca un golpe disciplinante de la mayoría empobrecida que va a soportar el programa de ajuste que impone la Troika.
Ese es el sentido del ataque a los sindicatos: no sólo la agresión a la posibilidad misma de agruparse en los lugares de trabajo, sino como una reestructuración hacia la derecha de los aparatos del Estado que elimine la mínima capacidad de contrapeso de las instituciones del trabajo dentro del Régimen. Una verdadera transformación oligárquica de la constitución material del Estado español, con la que los de arriba buscan un efecto ejemplarizante.
Seguramente los motivos de ambos contingentes para concurrir a la Huelga General tienen diferentes contenidos particulares: la defensa de unas condiciones laborales que parecen en peligro de extinción un@s; la revuelta contra un presente bloqueado por los recortes y la precariedad otr@s. Pero hay que anudar un sentido general compartido: la construcción de un pueblo contra el chantaje de la deuda y las medidas de ajuste estructural.
Con lo que no termina de morir y lo que no termina de nacer, tenemos que comparecer en una batalla cuyos términos no hemos escogido, pero que no podemos esquivar, en la que hay que batirse, y de la que se puede ganar impulso para el futuro inmediato. La Huelga, en consecuencia, debe ser pensada y librada como un hito fundamental en un enfrentamiento prolongado con la ofensiva que las élites han desatado contra los trabajadores y las capas subalternas, que persigue modificar unilateralmente el pacto social fundante del Régimen, en beneficio de una redistribución aún más regresiva de la riqueza de abajo hacia arriba. Una ofensiva directa y esencialmente política, que como tal debe ser enfrentada.
La contienda se desarrolla además en el terreno sindical-laboral, allí donde este último actor no tiene apenas presencia, en contraste con el uso del espacio público y la defensa de contenidos democrático-radicales que le caracterizan. No obstante, los subalternos rara vez eligen el terreno y las condiciones del enfrentamiento. Parece claro que éste se libra cuando y como quería el Gobierno de la Patronal, que busca un golpe disciplinante de la mayoría empobrecida que va a soportar el programa de ajuste que impone la Troika.
Ese es el sentido del ataque a los sindicatos: no sólo la agresión a la posibilidad misma de agruparse en los lugares de trabajo, sino como una reestructuración hacia la derecha de los aparatos del Estado que elimine la mínima capacidad de contrapeso de las instituciones del trabajo dentro del Régimen. Una verdadera transformación oligárquica de la constitución material del Estado español, con la que los de arriba buscan un efecto ejemplarizante.
Seguramente los motivos de ambos contingentes para concurrir a la Huelga General tienen diferentes contenidos particulares: la defensa de unas condiciones laborales que parecen en peligro de extinción un@s; la revuelta contra un presente bloqueado por los recortes y la precariedad otr@s. Pero hay que anudar un sentido general compartido: la construcción de un pueblo contra el chantaje de la deuda y las medidas de ajuste estructural.
Con lo que no termina de morir y lo que no termina de nacer, tenemos que comparecer en una batalla cuyos términos no hemos escogido, pero que no podemos esquivar, en la que hay que batirse, y de la que se puede ganar impulso para el futuro inmediato. La Huelga, en consecuencia, debe ser pensada y librada como un hito fundamental en un enfrentamiento prolongado con la ofensiva que las élites han desatado contra los trabajadores y las capas subalternas, que persigue modificar unilateralmente el pacto social fundante del Régimen, en beneficio de una redistribución aún más regresiva de la riqueza de abajo hacia arriba. Una ofensiva directa y esencialmente política, que como tal debe ser enfrentada.
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