jueves, 28 de febrero de 2013

miércoles, 27 de febrero de 2013

Políticamente incorrecto (VI)


En entradas anteriores de este blog ("políticamente incorrecto", I, II, III, IV, V) me he referido a algunos frecuentes (y fatigantes) usos y abusos del lenguaje relacionados con la idea de corrección política. A veces el hablante quiere marcar sus señas de identidad, otras evitar el rechazo del oyente. Otras muchas el que habla sigue la corriente para no entrar en discusiones de menor cuantía.

Soslayando polémicas improductivas, tratamos de mantener la corrección política, temiendo que algunas expresiones o usos gramaticales nos hagan parecer machistas, reaccionarios o "enemigos de la patria", no importa cuál sea, grande o chica. Y procuramos evitarlo.

Como puntualizó Álvaro García Meseguer, la lengua no es sexista, pero pueden serlo el hablante o el oyente. Aunque el hablante no sea machista, los oyentes hipersensibilizados pueden interpretar que lo es. La confusión entre sexo y género gramatical llena los discursos de "a todos y a todas", los / las, etc, por no mencionar miembras y otras cosas raras. Y como el lenguaje se hace con el uso, con frecuencia ese empleo ideologizado acaba por convertirse en norma.

Muy recientemente hemos leído en La Voz de Galicia cómo "la Universidad de Santiago niega ayudas al hijo de una maltratada por ser varón". Se basa para ello en el texto del decreto que la Consellería de Educación publicó en julio con el fin de fijar los precios públicos para este curso. En esa norma se indica que «quedan exentas do pagamento polos servizos académicos regulados no presente decreto as alumnas que sufran violencia de xénero. Tamén quedan exentas no caso de que sexan as súas proxenitoras as que o sufran». Con este texto como fundamento, la USC concluye que «a exención só é de aplicación ás mulleres e fillas». La preocupación feminista por la igualdad llevó tal vez a considerar que si en el decreto se hablaba de "alumnos" se entendería que el género gramatical excluía a las alumnas.

No sólo la presión feminista provoca incomodidades lingüísticas. Cuando un movimiento identitario pasa a la ofensiva, de manera natural lucha contra términos que considera peyorativos, y con mucha razón, cuando efectivamente llegaron a serlo. Quienes desde fuera del movimiento simpatizan con él suelen evitar esos téminos. Se recurre a redundancias o palabras alambicadamente neutras, o se sustituye una palabra por un circunloquio que no se pueda malinterpretar. Ya no hay gitanos, sino personas de etnia gitana. No hay negros, sino gente de color. Personas sexualmente diferentes, emprendedores, productores, ¿recordáis aquella película titulada "Los económicamente débiles"? Pues esos eran "los pobres".

Ante este hecho semántico hay dos caminos: uno es renegar del término, otro reivindicarlo orgullosamente. La clase obrera que adquirió conciencia de sí hizo de su situación de objetiva inferioridad y sometimiento una bandera de lucha. Dentro del sombrío mundo de la prostitución algunas mujeres reivindican, con razón, la denominación de trabajadoras del sexo.

Así se hacen las lenguas, con sus ideologemas cambiantes, y por eso la lucha ideológica retuerce en distintos sentidos el significado de las palabras, e incluso la forma de las palabras. Resultado de esa lucha, cristalizan significados eficaces, pero no inocentes. De ahí el empeño de los movimientos políticos, nacionales o sociales organizados para insuflar sus significados preferidos en conceptos aceptados universalmente.

En cuanto a los significados, ya comenté el término "estado español" que emplean muchos "nacionalistas periféricos", incluso en un listado de países en que los demás no aparecen como estados. Es un modo de reconocer la situación de hecho que los incluye contra su deseo en una estructura política y un territorio llamado "España". Pertenecen a ese estado español, pero no a España. Pertenecer a un estado es una situación de hecho. Pertenecer a España es reconocerse españoles. Emplean sin embargo España cuando quieren contraponerla a su nación como algo ajeno a ella. Se trata de independentismo puro, sea explícito o velado. Observad cómo emplean estos dos conceptos la izquierda abertzale, o buena parte de los nacionalistas gallegos. Y de inmediato debo aclarar, para defender mi propia corrección política, que estoy haciendo análisis de significados y contraposiciones lingüísticas, no juicios de valor.

No solamente el significado de las palabras puede estar lleno de contenido ideológico. También su propia forma puede delatar una intención. Voy a detenerme un poco en la voz "Galiza" y su uso militante.

La palabra "Galicia" ha oscilado desde la edad media entre esta forma y "Galiza". Del mismo modo que la palabra "pazo", que en zonas orientales aparece como "pacio". Pacio es apellido y Pacios topónimo.

Cuando las lenguas carecen de escritura normalizada es natural que no sean un todo homogéneo, sino un conjunto de variantes locales. La escritura, y sobre todo su uso oficial en los documentos de las cancillerias reales, acabaron fijando una forma estándar, que se fue imponiendo en el uso, primero de las personas cultas y más adelante en la mayor parte de la población. Así, las lenguas oficializadas fueron eliminando la mayor parte de los localismos, que acabaron siendo considerados formas defectuosas y vulgares. "Tamién" es vulgarismo en Andalucía, pero "tamén" es forma normalizada en gallego, frente a "também" en portugués, paralela al "también" castellano. Lo que en Galicia es norma, en Andalucía no lo es.

La definitiva separación política entre Galicia y Portugal dividió en dos lo que todavía era un magma lingüístico no consolidado. La lengua literaria había ido evolucionando hacia la forma estándar escrita galaico-portuguesa. No podemos conocer, salvo los indicios proporcionados por la toponimia o los intentos de "arqueología lingüística" a partir de formas locales actuales, las distintas variantes entonces existentes, que, como ocurre con todas las lenguas, siempre estuvieron sujetas a continuo mestizaje y deriva.

En Portugal un reino unificado creó la forma moderna del portugués. En Galicia no ocurrió nada parecido. Los Siglos Oscuros (Séculos Escuros) XVI, XVII y XVIII son un tiempo suficiente para mantener atomizadas las variantes locales y contaminarlas progresivamente con formas tomadas del castellano, que pasó a ser lengua dominante en la administración y la cultura. La ruralidad casi general del territorio, con ciudades que eran meros enclaves en un mar de aldeas dispersas, y la relativa relación interna entre ellas, contrastante con la difícil comunicación hacia Castilla, salvaron aquel gallegoportugués, si bien de forma progresivamente alterada, muy influída por la lengua general española. Tanto por el uso oficial de ésta como por el complejo de inferioridad de las clases subalternas frente a la nobleza y la iglesia oficial.

Como hace notar el profesor William J. Entwistle en su libro "Las lenguas de España", el "galego" llegó a estar constituido por una base gramatical autóctona, unida a un vocabulario mixto, en el que la riqueza de términos relativos a la vida campesina contrasta con un empobrecimiento para casi todo lo demás, y el abandono de las formas "enxebres". La castellanización fue progresiva, y nos ha dejado una lengua hablada que se nota aún en el modo de expresarse (ritual, casi litúrgico, pero "acastrapado") de casi todos los políticos, aunque escriban más o menos correctamente. Eso sí, hablan y escriben siguiendo dos o tres normativas que pelean entre sí. (¿O son más de tres...?).

El renacer de la lengua gallega lo iniciaron algunos notables ilustrados, mayoritariamente eclesiásticos, como Feijoo y Sarmiento, que la recogen del pueblo tal como la encuentran e inician un camino de amorosa reconstrucción que eclosionó imparable en el siglo XIX, como ya sabemos. Primero el regionalismo y luego un pujante nacionalismo tomaron el idioma como herramienta de regeneración colectiva. La escritura fue poco a poco puliendo incongruencias y variantes dialectales en esta lengua maltratada, pero sólo tras la oficialización se plantea como necesario dotar de normativa a esa lengua a duras penas recuperada.

El franquismo y la televisión casi dieron la puntilla al gallego. La autonomía ha creado en parte una neolengua, al necesitar términos que nunca se emplearon en el habla popular. Primero se recurrió a dar forma más o menos galleguizada a expresiones castellanas, y se dijo por ejemplo "comisió(n)s campesiñas", o "xuventude". Luego se recurrió a préstamos del portugues, rechazando los de resonancias grotescas o que no resultaran incomprensibles, y se pasó a decir "comisió(n)s labregas" o "mocidade". Pero ni con la mayor devoción lusista un gallego diría "cabeleireiro", "brincadeira", "camponês", "alcatifa". A pesar de ello, algunos forofos dicen "greve", así en francés, porque los portugueses emplean ese galicismo para decir "folga", que sin serlo suena a castellanismo.

Vocabulario aparte, se plantea el tema de la norma ortográfica. Cuando la evolución fonética ha hecho perder sentido a modos anteriores de escribir, la ortografía ya no refleja sonidos inequívocamente. En portugués, como en catalán, como en castellano antiguo, puede tener sentido diferenciar una "s" sonora de una "ss" sorda. A veces ayuda la etimología, pero con muchas excepciones. Si pueblo deriva de "populus", debe dar "pobo", pero en portugués se escribe "povo", porque así se pronuncia. ¿Pronunciamos nosotros "povo", con "v" fricativa?

El gallego que se fue recuperando a lo largo de dos siglos lo hizo desde la ortografía del castellano, sin graves discrepancias, porque también se habían ido aproximando las pronunciaciones de ambas lenguas. La pronunciación portuguesa y su la ortografía, mientras tanto, habían divergido.

Regenerar una lengua tiene su miga. Es como hacer cirugía reparadora. A veces a algunas beldades las dejan sin nariz.

Además de las dificultades técnicas tenemos las estrategias políticas. Y aquí, despues de un rodeo, vuelvo al par "Galicia / Galiza". Probablemente hubo otras pronunciaciones, como "Galiçia" o "Galiça". El hecho es que en el gallego actual escribir, y pronunciar, "Galiza" suena muy diferente de la lectura de un portugués.

Por eso choca tanto al oído, porque seguramente nunca se ha dicho así, si damos a la "z" su valor actual tanto en gallego como en castellano. Sólo el voluntarismo lleva a hablar de esta manera. Voluntarismo presente en Castelao, que escribía "a Galiza". Seguramente por diferenciar el gallego del castellano, o por aproximarse al portugués. Ambas razones van muchas veces juntas.

Porque el portugués es lengua grande, por su extensión geográfica y demográfica y por su  cultura universal. Muchos ven, estratégicamente, la salvación de la lengua gallega en la confluencia con la portuguesa, o al menos en la mas fácil comunicabilidad que posibilitaría una mejor comprensión lectora. Suele ser el argumento que, haciendo abstracción de la historia, basa las naciones en las lenguas y sólo en ellas. Si esto se lleva al extremo de agrupar lenguas por su semejanza puede caerse en el absurdo de recomponer el mapa del mundo en base a los grandes grupos lingüísticos, sin otra consideración. Pero no puede sin más establecerse la ecuación "estado = nación = lengua", y mucho menos "estado = nación = grupo lingüístico". La historia es mucho más compleja, los pueblos son entidades cambiantes, mestizas, como las propias lenguas.

Las varias formas de intentar una norma ortográfica unificada en Galicia obedecen, entonces, a estrategias políticas diversas. Desde el reintegracionismo absoluto, que intenta la confluencia con el portugs, y dentro del cual encontramos formas maximalistas y otras atemperadas, hasta una castellanización, que, hay que reconocerlo, existe en las formas más habituales de la lengua coloquial. El camino fácil es este último, en el que basta dejar las cosas como están y que cada uno hable o escriba como le dé la gana.

El camino más difícil es el reintegracionista, que da a los no comulgantes la sensación de oir una lengua extraña, con el consiguiente rechazo. Con ello consigue resultados opuestos al fin pretendido, alejando a los hablantes. Pero a cambio, como todos los usos militantes, contribuye a la cohesión interna de los que lo practican. Tal vez por eso resulta tan fácil detectar por su forma de hablar a los fieles de la iglesia del BNG.

Reintroducir una lengua es difícil, pero posible. El caso extremo es una lengua oralmente desaparecida, el hebreo, en el estado de Israel, aunque en este caso es funcional, porque constituye una suerte de esperanto entre hablantes de lenguas diversas mutuamente incomprensibles. Algo así como el latín medieval en el mundo cultural europeo.

Pero modelar la forma de hablar habitual de la gente, redireccionarla hacia otra, es tarea mucho más ardua. Puede lograrse parcialmente, siguiendo el lema de la RAE, "limpia, fija y da esplendor". Siempre contando con la capacidad de convencer al hablante de las ventajas de corregir su discurso viciado. Esta es una labor esencialmete educativa y cultural. Si el pueblo detecta otros motivos y se siente manipulado, el fracaso es seguro.

Dedico esta larga y prolija entrada a compañeros que recientemente se sienten obligados por sus amistades nacionalistas (que no censuro) a parecerse a ellos en la forma de hablar.

¿Cómo explicar la pasividad de la mayoría social y especialmente de la juventud en un país como el nuestro


Jorge Riechmann. Tratar de comprender, tratar de ayudar
 
Siete factores explicativos:
  1. Profundización de la globalización capitalista con su consejo implícito de “no hagas frente, huye y comienza de nuevo en otra parte” (no luches, “reinvéntate”).
  2. Desaparición tendencial de la represión excedente y sexualidad desihinbida (lo cual no significa lo mismo que “sexualidad liberada”, claro está).
  3. Bienes y servicios low cost (posibles gracias a una masiva “externalización” de daños desde el centro a las periferias) que compensan parcialmente la pérdida de bienes públicos, derechos sociales, protección laboral, seguridad existencial…
  4. Virtualización de la experiencia, con la generalización de internet y los dispositivos móviles de conexión continua a la red (hoy, nos dice Marc Andreessen, co-inventor del primer navegador para internet, en el planeta hay más gente con móvil que con agua corriente).
  5. Progreso de la individualización anómica que dificulta la acción colectiva.
  6. Ahondamiento de la infantilización de la sociedad que dificulta los desafíos a la autoridad y la asunción de responsabilidades.
  7. Y last but not least, avance de esa cultura del capitalismo para la cual la vida humana consiste en compraventa de mercancías.

viernes, 22 de febrero de 2013

¿Quién podría negarlo?

El desempleo como forma de enriquecimiento capitalista

En lucha

Para competir y superar sus limitaciones, cada capitalista puede adoptar diferentes estrategias. Puede sumergirse, elevarse por encima de las barreras o, simplemente, romperlas. En todos los casos, crece a costa del trabajo, devaluándolo y pauperizando a los trabajadores.

 
El desempleo forma parte del proceso histórico de la acumulación capitalista. La lógica del sistema exige que los capitalistas compitan entre ellos, una mayor competitividad les concede mayor estabilidad y supervivencia dentro del sistema. El fin de cada capitalista individual es por tanto aumentar su tasa de beneficios para así mejorar su competitividad.

La introducción de tecnología que permita producir más con menos personas es una de las formas de llegar a este fin; pero también el aumento de las horas laborales, la reducción de salarios o el aumento de la intensidad del trabajo. Esta realidad explica cómo el objetivo del capitalista no es conseguir la distribución del trabajo y el aumento de la calidad de vida de las personas que trabajan, sino conseguir el máximo beneficio con el menor gasto laboral posible, bien sea reduciendo el número de personas empleadas o empeorando sus condiciones laborales.

Épocas de crisis como la actual, donde las empresas con menos beneficios entran en quiebra y los despidos masivos aumentan, profundizando así aún más la crisis, son y han sido históricamente aprovechados para empeorar la situación laboral y eliminar derechos conseguidos. Como Marx afirmó, "la condena de una parte de la clase obrera a la inactividad impuesta por el exceso de trabajo de la otra parte se convierte en un medio de enriquecimiento de los capitalistas individuales." El desempleo es pues una forma de enriquecimiento capitalista, no un problema individual.

La urgente necesidad del comunismo

¡Me lo habéis quitado todo! Reflexiones sobre la urgente necesidad del comunismo

Iohannes Maurus

Un término demonizado acaba teniendo una tenebrosa vida propia, ajena a su significado y a su historia.

La comunidad, lo común, lo comunitario, lo colectivo, lo público, los bienes comunes, lo que es de todos, comunalismo, comunitarismo, comunismo. Solamente este último, de toda la familia léxica, ha sido tabú. Su significado inicial se ha marcado negativamente.

Privado, falto, carente, desprovisto, despojado, desposeído, desheredado, arrebatado, usurpado, expoliado, expropiado, apartado, vedado, denegado, prohibido, impedido. También en esta serie de términos el primero se ha separado de los demás, "privado" él mismo de su mezquino sentido.

Comunismo no es más que la posesión de bienes en común. ¡Cosa más natural!

La apropiación indebida de bienes comunes empezó hace siglos. Por eso surgieron comunistas para defenderlos. Por ejemplo en Inglaterra, cuando los poderosos comenzaron a cercar prados y bosques, impidiendo su uso comunitario, muy anterior a las
enclosures.

La toma de conciencia de Marx puede datarse. Cuando publicó un artículo sobre el robo de leña en bosques comunales usurpados
(1). Acumulación por desposesión, en palabras de David Harvey.

Como para la mayoría todo esto es historia olvidada, es por eso mismo historia repetida.


Que hable el autor:

"¡Mirad lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo!" Esto es lo que gritaba hace unos días una mujer cuando, en una sucursal bancaria se prendió fuego con gasolina. Cuentan los periódicos que es una persona de 47 años, con tres hijos y amenazada de desahucio. Ada Colau, la representante más célebre de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) afirmaba en el Congreso, en una de esas raras veces en que dentro de esa cámara de resonancia del poder se ha oido una verdad, que el representante de la banca que intervino antes que ella para oponerse a la dación en pago y al conjunto de la iniciativa legislativa popular (ILP) promovida por la PAH era un "criminal".

Los desahucios son actos de violencia extrema. La persona desahuciada, expulsada de su vivienda queda por ese mismo acto expulsada de la sociedad normal, marginada, en los términos precisos de Ada Colau, condenada a la "muerte civil". No olvidemos que la muerte civil, la incapacidad para tener una vida social y una vida pública coincidía en la antigüedad con el estatuto de los esclavos. Ahora bien, el esclavo es quien debe a alguien su vida y con su vida entera debe pagar su deuda. No muy alejado del estatuto antiguo del esclavo está el del moderno desahuciado quien no solo pierde su vivienda, sino que sigue teniendo -a pesar de su carencia de recursos- una deuda impagable con el banco. Alguien a quien se lo han quitado todo se convierte automáticamente en esclavo. La muerte civil propia del esclavo es ese periodo de tiempo anterior a la muerte física en el que ya no se está propiamente vivo, puesto que la potencia y el deseo propios se encuentran casi extinguidos, oprimidos por un poder exterior.



El capitalismo es la única sociedad basada en la relación comercial generalizada, aquella en la que, como decía Marx en los Grundrisse, el hombre "lleva sus relaciones sociales en el bolsillo", pues casi todas ellas dependen del dinero. Esto conduce, naturalmente al estado de guerra pemanente, de hostilidad generalizada entre los individuos que percibimos a diario. La relación que otras sociedades humanas consideraban tan violenta y tan reservada al trato con enemigos como la propia guerra se ha interiorizado en el capitalismo con efectos nefastos sobre la sociedad. En las sociedades capitalistas que se han "liberado" de toda barrera política o moral como las neoliberales, la relación social es sumamente tenue y precaria. Las sociedades se sostienen en la medida en que conservan una base mínima, ontológica, antropológica, de cooperación directa entre los individuos, al margen de las relaciones propiamente capitalistas. Cornelius Castoriadis insistió muchas veces en que es imposible que una sociedad basada en el mercado o en la jerarquía de fábrica, o en el control estatal, es decir una sociedad atomizada, pueda funcionar, si no intervienen otras dinámicas de cooperación. Puede parecer una paradoja, pero el capitalismo, para funcionar, presupone el comunismo: el comunismo del lenguaje al que Marx se refiere con frecuencia, el de la cooperación, el del conocimiento, el de los afectos, etc. Todo ese denso tejido de relaciones que el capital y sus dos instituciones fundamentales, el mercado y el Estado son incapaces de poner por sí mismas y que deben explotar, vampirizar, para poder funcionar.
(...)
Hoy mismo Mariano Rajoy intenta convencer a los ya convencidos de que es capaz de gobernar una crisis que ya se ha hecho inseparable del propio sistema. Propone como receta los "minijobs", que la Señora Merkel ya ha puesto en práctica en Alemania, esos puestos de trabajo ultraprecarios, sin derechos, y con remuneraciones muy inferiores a lo necesario para reproducir la fuerza de trabajo. Se trata de una medida más en el camino de la introducción tendencial, asintótica, de una nueva forma de esclavismo en la que se mantiene la libertad formal del trabajador, pero se estrecha al mínimo su capacidad de negociación. Cuando la curva de la variante salario alcance el valor cero y la curva del tiempo de trabajo tienda a infinito, habremos llegado a un restablecimiento del esclavismo. Lo que pasa es que esto no puede ocurrir del todo en el marco de un régimen que necesita imponer políticamente la ley del valor como fundamento de un régimen jurídico basado en la propiedad como el que hoy conocemos. El valor ya no se determina en tiempo de trabajo, sino mediante convenciones financieras basadas en apuestas sobre el valor que se producirá en el futuro, pero al mismo tiempo, el Estado mantiene incólume un entramado jurídico basado en la relación entre valor y trabajo, imponiendo sus efectos mediante la violencia.
(...)
Para evitar el nuevo esclavismo, es necesario disociar valor y trabajo, pero de otra manera, haciendo que los ingresos, el reparto del valor producido, se independicen del trabajo asalariado y de sus formas, practicando una disociación no orientada al neoesclavismo sino al comunismo, al acceso generalizado y libre a la riqueza común. No tiene sentido aceptar que esa disociación sólo valga para el 1% que ya la practica cobrando sobres y demás prebendas y no para el resto. El 1% ya vive en el comunismo del capital, tenemos que aprender a hacer que las relaciones comunistas se extiendan al conjunto de la sociedad. Hoy como en la época de Marx, sigue siendo válida la divisa saint-simoniana hábilmente desviada ( détournée , dirían los situacionistas...) por el Moro: "De cada cual según sus capacidades a cada cual según sus necesidades". Si queremos que no puedan "quitárnoslo todo", tenemos que garantizar la existencia de bienes y recursos comunes inalienables. No basta para ello que sean de titularidad estatal, pues los Estados pueden comportarse como cualquier propietario y privatizarlos (es lo que están haciendo): es necesario que los bienes comunes estén inscritos en la constitución, tanto en la constitución material como elementos fundamentales de las relaciones características de un modo de producción comunista que no tiene nada que ver con los socialismos de Estado, como en la constitución formal que debe establecer las instituciones políticas y las leyes de un mundo libre más allá de la propiedad. El comunismo hoy no es ninguna utopía, sino una ncesidad vital para las sociedades y los individuos.
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“Marx y el robo de leña: acumulación por desposesión y bienes comunes en los textos de 1842” 
José Gabriel Rovelli López 

Tachán tachán... ¡las trompetas de la fama!

La letra, en francés y español, de esta canción de Georges Brassens os la dejo en este enlace, donde también se oyen su voz y su guitarra.

Voz, imagen y espíritu de un Brassens ya viejo quedan aquí:

jueves, 21 de febrero de 2013

Ecosocialismo en diez rasgos (y veinte propuestas)

Los diez rasgos:
1. Frente al nihilismo contemporáneo, el ecosocialismo propugna una moral igualitaria basada en valores universales, arrancando en el primero de ellos: la dignidad humana. Más allá de la moral capitalista de poseer y consumir, más allá de su moral, la nuestra: vincularse y compartir. El pensador marxista franco-brasileño Michael Löwy, uno de los teóricos del ecosocialismo moderno, ha argumentado la necesidad de una ética ecosocialista con los siguientes rasgos: social, igualitaria, solidaria, democrática, radical y responsable.

2. Frente a la deriva biocida de las sociedades contemporáneas, el ecosocialismo apuesta por vivir en esta Tierra, “haciendo las paces” con la naturaleza. El socialismo, como sistema social y como modo de producción (sobre la base de la producción industrial), se define esencialmente por las condiciones de que el trabajo deja de ser una mercancía, y la economía se pone al servicio de la satisfacción igualitaria de las necesidades humanas. El valor de uso ha de dominar sobre el valor de cambio: esto es, la economía ha de orientarse a la satisfacción de las necesidades humanas (y no a la acumulación de capital). El ecosocialismo añade a las condiciones anteriores la de sustentabilidad: modo de producción y organización social cambian para llegar a ser ecológicamente sostenibles. (No mercantilizar los factores de producción –naturaleza, trabajo y capital—, o desmercantilizarlos, es la orientación que un gran antropólogo económico como Karl Polanyi sugirió en La Gran Transformación).

 
3. Frente a la pérdida de horizonte alternativo (tanta gente que ya sólo concibe la vida humana como compraventa de mercancías), el ecosocialismo es anticapitalista en múltiples dimensiones, incluyendo la cultural, y está comprometido con la elaboración de una cultura alternativa “amiga de la Tierra”. Hablaremos de “socialismo” en el sentido propio e histórico del término, un socialismo radicalmente crítico del capitalismo que busca sustituirlo por un orden sociopolítico más justo (y hoy hay que añadir: que sea sustentable o sostenible). No nos referimos, por tanto, a la profunda degeneración de la corriente política socialdemócrata que ha terminado desembocando en partidos políticos nominalmente “socialistas” aunque practiquen políticas neoliberales.


4. Frente a la tentación de refugiarse en los márgenes, el ecosocialismo mantiene la lucha por la transformación del Estado. Me impresionó, hace no mucho, un artículo de Ignacio Sotelo donde, tras decretar la inviabilidad de la revolución –“mitología decimonónica de una clase obrera supuestamente revolucionaria”− y también de la mera reforma –ya que “la rebelión y la protesta no van a cambiar el capitalismo financiero establecido”-- el catedrático de sociología –que se supone representa de alguna manera la izquierda del PSOE, no lo olvidemos− concluye que “no queda otra salida que trasladarse a otro país –la emigración vuelve a ser el destino de muchos españoles– o bien encontrar acomodo en la economía alternativa, saliéndose del sistema” . Es llamativa la coincidencia de esa propuesta de supervivencia en los márgenes, altamente funcional al desorden establecido, con la tentación de una parte considerable de los movimientos alternativos indignados: organicémonos por nuestra cuenta al margen del Estado (si destruyen la sanidad pública, creemos cooperativas de salud autogestionadas, etc.). Frente a esa tentación, el ecosocialismo afirma: no renunciamos a la transformación del Estado, de manera que llegue a ser alguna vez de verdad social, democrático y de Derecho.


5. Frente a la dictadura del capital que se endurece a medida que progresa la globalización, el ecosocialismo defiende la democracia a todos los niveles. Desmercantilizar, decíamos antes: y también democratizar. El ecosocialismo trata de avanzar hacia una sociedad donde las grandes decisiones sobre producción y consumo sean tomadas democráticamente por el conjunto de los ciudadanos y ciudadanas, de acuerdo con criterios sociales y ecológicos que se sitúen más allá de la competición mercantil y la búsqueda de beneficios privados. 


6. Frente al patriarcado, ecofeminismo crítico. Como ha señalado Alicia Puleo, el ecofeminismo no se reduce a una simple voluntad feminista de gestionar mejor los recursos naturales, sino que exige la revisión crítica de una serie de dualismos que subyacen a la persistencia de la desigualdad entre los sexos y a la actual crisis ecológica. El análisis feminista de las oposiciones naturaleza/ cultura, mujer/ varón, animal/ humano, sentimiento/ razón, materia/ espíritu, cuerpo/ alma ha mostrado el funcionamiento de una jerarquización que desvaloriza a las mujeres, a la naturaleza, a los animales no humanos, a los sentimientos y a lo corporal, legitimando la dominación del varón, autoidentificado con la razón y la cultura. El dominio tecnológico del mundo sería un último avatar de este pensamiento antropocéntrico (que sólo otorga valor a lo humano) y androcéntrico (que tiene por paradigma de lo humano a lo masculino tal como se ha construido social e históricamente por exclusión de las mujeres). La negación y el desprecio de los valores del cuidado, relegados a la esfera feminizada de lo doméstico, ha conducido a la humanidad a una carrera suicida de enfrentamientos bélicos y de destrucción del planeta. Un ecofeminismo no esencialista y decidido a realizar una “ilustración de la Ilustración”, como el que propone Alicia Puleo , hemos de considerarlo imprescindible aliado del ecosocialismo que aquí se propugna.


7. Frente a la idea de un “capitalismo verde”, el ecosocialismo defiende que no tenemos buenas razones para creer en un capitalismo reconciliado con la naturaleza a medio/ largo plazo, aunque en el corto plazo sin duda serían posibles reformas ecologizadoras que permitirían básicamente “comprar tiempo” con estrategias de ecoeficiencia (“hacer más con menos” en lo que a nuestro uso de energía y materiales se refiere) . La razón de fondo de tal incompatibilidad es el carácter expansivo inherente al capitalismo, ese avance espasmódico que combina fases de crecimiento insostenible y períodos de “destrucción creativa” insoportable. Hoy ya estamos más allá de los límites, y por eso suelo decir que “el tema de nuestro tiempo” (o al menos, uno de los dos o tres “temas de nuestro tiempo” prioritarios) es el violento choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta. (y hoy “sociedades industriales” quiere decir: el tipo concreto de capitalismo financiarizado, globalizado y basado en combustibles fósiles que padecemos). Si se quiere en forma de consigna: marxismo sin productivismo, y ecologismo sin ilusiones acerca de supuestos “capitalismos verdes”.

 
8. Frente a la quimera del crecimiento perpetuo, economía homeostática. Una economía ecosocialista rechazará los objetivos de expansión constante, de crecimiento perpetuo, que han caracterizado al capitalismo histórico. Será, por consiguiente, una steady state economy: un “socialismo de estado estacionario” o “socialismo homeostático”. La manera más breve de describirlo sería: todo se orienta a buscar lo suficiente en vez de perseguir siempre más. En los mercados capitalistas se produce, vende e invierte con el objetivo de maximizar los beneficios, y la rueda de la acumulación de capital no cesa de girar. En una economía ecosocialista se perseguiría, por el contrario, el equilibrio: habría que pensar en algo así como una economía de subsistencia modernizada, con producción industrial pero sin crecimiento constante de la misma.


9. Frente al individualismo anómico y la competencia que enfrenta a todos contra todos, frente a la cultura “emprendedora” que convierte a cada cual en empresario de sí mismo presto a vender sus capacidades al mejor postor, el ecosocialismo defiende el bien común y los bienes comunes. Esta consigna apunta a priorizar los intereses colectivos (¡no solamente los de los seres humanos, y no solamente los de las generaciones hoy vivas!), y a gestionar las riquezas comunes más allá de las exigencias de rentabilidad del capital. Educación, sanidad, energía, agua, transportes colectivos, telecomunicaciones, crédito –ninguno de estos servicios básicos deberían ofrecerlos empresarios privados en mercados capitalistas. Tendrían que proveerse mediante empresas públicas y cooperativas gestionadas democráticamente.


10. Frente a la fosilización dogmática, ecosocialismo es socialismo revisionista. Pero es que, como decía Manuel Sacristán, “todo pensamiento decente tiene que estar siempre en crisis” . Aquí también es de utilidad la categoría pasoliniana de empirismo herético que le gustaba recordar a Paco Fernández Buey. Yendo a lo nuestro: lo esencial del marxismo, como repetían estos grandes maestros, es el vínculo de una idealidad emancipatoria con el mejor conocimiento científico disponible. Cada elemento teórico concreto del pensamiento socialista es revisable en función de lo que hayamos logrado saber recientemente: lo que resulta irrenunciable es la moral igualitaria que aspira a acabar con el patriarcado y con el capitalismo.


Las veinte propuestas:
Veinte elementos para un programa de transición poscapitalista
En cierto momento de El socialismo puede llegar sólo en bicicleta (Los Libros de la Catarata, Madrid 2012), hacia el final del capítulo 8, me atreví a esbozar lo que podrían ser líneas maestras de un “programa de transición”. Lo completo y actualizo aquí.
1. Reforma ecológica de la Contabilidad Nacional, para disponer de indicadores adecuados que permitan evaluar la economía en su comportamiento biofísico (más allá de la esfera del valor monetario). 

2. Socialización del sistema de crédito. Banca pública fuerte que canalice la inversión necesaria para la transición económico-ecológica.


3. Entre los mecanismos más interesantes para la planificación indirecta no burocrática de la inversión en economías con sectores de mercado importantes se hallan los descuentos y recargos en los tipos de interés. La banca pública presta dinero a las empresas con ciertos descuentos o recargos en el tipo de interés, decididos para cada sector de bienes de consumo en función de criterios sociales y ecológicos.

 
4. Reforma fiscal ecológica, para “internalizar” una parte de los costes externos que hoy provoca nuestro insostenible modelo de producción y consumo. La figura central sería un fuerte ecoimpuesto sobre los combustibles fósiles. Se haría en el marco de una


5. Distribución más igualitaria de la riqueza y los ingresos. “Nuevo contrato fiscal” que globalmente aumentaría la tributación de las rentas altas y del capital, y pondría más recursos en el sector público (y desde luego eliminaría los paraísos fiscales).


6. Intensa reducción de las disparidades salariales.

 
7. Reducción del tiempo de trabajo, de manera que se pueda disfrutar de mucho más ocio (entendido no como consumismo en el tiempo libre, sino como actividades autotélicas –aquellas que se buscan por sí mismas, no como medio para otros fines--, que son una de las claves principales de la vida buena)…


8. …y buscando las condiciones para que la reducción del tiempo de trabajo se traduzca en nuevo empleo (ello dista de ser automático). El pleno empleo volvería a ser un objetivo esencial de las políticas económicas. Trabajar menos (solidaridad social) y consumir menos bienes destructores de recursos escasos (solidaridad internacional e intergeneracional) para trabajar todos y todas, y consumir de otra forma.


9. Políticas activas de empleo; formación continuada a lo largo de toda la vida laboral; sistemas renovados de recalificación profesional.

 
10. “Tercer sector” de utilidad social, semipúblico, para atender a las demandas insatisfechas (por ejemplo las que se refieren a la “crisis del cuidado”).


11. “Segunda nómina” que el Estado abonaría a los asalariados que no trabajasen a jornada completa o lo hicieran por debajo de un salario mínimo decente.


12. Fiscalidad sobre el consumo lujoso, ya sea por medio de impuestos sobre el gasto (tipos impositivos crecientes por encima de cierto nivel de gasto), ya mediante tipos altos de IVA a los bienes de lujo.


13. Estrategia de fomento de los consumos colectivos para mantener un alto nivel de satisfacción de necesidades con mucho menor impacto ambiental.


14. Provisión de bienes y servicios públicos de calidad por parte de un sector de la economía socializado: energía, transporte, comunicaciones, vivienda, sanidad, educación...


15. Infraestructuras para la sustentabilidad: energías renovables, transporte colectivo, ciudades y pueblos sostenibles...


16. Fuertes restricciones a la publicidad comercial. Para empezar, una reforma impositiva: no permitir a las compañías declarar la publicidad como gastos de empresa desgravables.


17. Reducción de la escala física de la economía hasta los límites de sustentabilidad. Economía “de estado estacionario” en ese sentido (no necesariamente en cuanto a la “creación de valor”). Yo prefiero la expresión economía homeostática, una economía dinámica que deja de expandirse materialmente (y estabiliza su “flujo metabólico” de materiales y energía en niveles de sustentabilidad).


18. Aplicación del principio de biomímesis (reconstruir los sistemas humanos imitando algunos rasgos importantes de los sistemas naturales, de forma que los primeros sean más compatibles con los segundos), generalizando estrategias que ya han dado sus frutos en algunos sectores y disciplinas (agroecología, química verde, ecología industrial, etc.)


19. Estrategia de ecoeficiencia.


20. Desglobalizar y relocalizar lo esencial de la producción.



Jorge Riechmann es profesor titular de filosofía moral, Universidad Autónoma de Madrid

Jorge Riechmann
Fuhem Ecosocial



Ideología y óptica

Cuesta abandonar pre-juicios. Desde la niñez la propaganda dominante nos hace ver lo que interesa a sus patrocinadores mientras oculta otras realidades. Por eso hay que contrarrestar los fallos de nuestra memoria recurriendo a la de otros. Contar con otros puntos de vista.

Para percibir el relieve, el aparato visual dispone de dos ojos, dos puntos de vista. Cuando la lejanía dificulta la visión binocular nos movemos para cambiar el punto de vista. Captar el objeto desde distintos ángulos destruye muchas ilusiones ópticas, muchas apariencias.

En la investigación científica este método es fundamental. Se llama triangulación (1).

Para conocer la historia, los hechos de otro tiempo, poco cuenta nuestra propia vivencia. Nos basamos en relatos ajenos, y hay que tomarlos con cuidado, porque "la historia la escribe el vencedor". Consideremos quien es, por ahora, el vencedor en nuestro entorno.

No perdamos (o más bien recuperemos) la perspectiva.

Triangulemos un poco para topografiar mejor la historia.


En Leningrado y la soledad de un internacionalista relata Andre Vltchek recuerdos de su familia en épocas ya lejanas.

Su narración no ignora los peores aspectos de los años de plomo en la Unión Soviética, pero tampoco deja de considerar como se amplifican los crímenes de Stalin, mientras quedan en la sombra atrocidades mayores cometidas por el occidente cristiano y civilizado.

Cualquiera con un ápice de objetividad tendría que admitir (a menos que esa persona quiera negar el principio básico del humanismo que declara que todos somos iguales sin importar la raza o la nacionalidad, que la Unión Soviética comunista cometió muchos menos crímenes que los países occidentales bajo la bandera de ‘monarquías constitucionales’ o ‘democracias multipartidistas’.
Mientras los soviéticos estaban ocupados sacando a decenas de millones de personas de la pobreza (y hablamos, por ejemplo, de los musulmanes de Medio Oriente, las áreas donde el nivel de vida finalmente alcanzó el de partes europeas de Rusia, así como las demás incontables minorías que habitan ese enorme país), aproximadamente en la misma época los belgas se las arreglaron para matar a unos 10 millones de personas en el Congo (2), cortando manos y quemando vivos en sus chozas a mujeres y niños (3).
Ahora la imagen parece algo rancia. En mi niñez, no. Algo habrá quedado en el subconsciente. Así se representaba al peligroso bolchevique el occidente cristiano:


Y esta es la noble efigie con que todavía nos representamos al pulcro rey de los belgas, sobre cuyos crímenes se empieza a hablar ahora, aunque ya Mark Twain los denunciara:

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(1) Partiendo de las aportaciones de Denzin (1970,1975,1989), Morse (1991), Cowman (1993) o Creswell (1994,2002),  se puede afirmar que la triangulación en el campo de la educación consiste en una estrategia de investigación mediante la cual un mismo objeto de estudio pedagógico es abordado desde diferentes perspectivas de contraste o momentos temporales donde la triangulación se pone en juego al comparar datos; contraponer las perspectivas de diferentes investigadores; o comparar teorías, contextos, instrumentos, agentes o métodos de forma diacrónica o sincrónica en el tiempo.

(2) King Leopold's legacy of DR Congo violence. Mark Dummet, Former BBC Kinshasa correspondent

miércoles, 20 de febrero de 2013

La revolución desde arriba y la contrarrevolución desde dentro

En este enlace encontraréis una reseña de Jesús Aller sobre el libro "La revolución alemana de 1918-1919", de Sebastian Haffner, una apasionada y lúcida crónica de una revolución poco conocida.

Quiero hacer algunas consideraciones, a raíz de su lectura.

La reciente moda de volver a leer a los clásicos lleva a repetir mucho que "los hechos históricos se dan como si dijéramos dos veces", y se añade que "unas veces como tragedia y otras como farsa". Yo diría más bien que las situaciones parecidas se dan, no dos, sino muchas veces, y generalmente todas contienen una parte de tragedia y otra de farsa.

Hay momentos decisivos en la historia. Situaciones en que el futuro, en el filo de la navaja, puede caer a uno u otro lado. Se personaliza el resultado en figuras luminosas o sombrías, cuyo planteamiento estratégico o su actuación fueron determinantes. Complejos y dependientes de muchos factores son los fenómenos históricos, pero hay pocas dudas sobre el papel resolutivo de esos dirigentes.

En cierto momento (1), el artículo sugiere la comparación entre dos situaciones conflictivas, desigualmente trágicas. La estrategia de "control de daños" que acabó con el imperio alemán le recuerda al autor una estrategia parecida al final de la dictadura de Franco.

Si el estratega reconocido de la "transición" alemana fue Ludendorff, se cita a Torcuato Fernández-Miranda como principal artífice intelectual de la española. En los dos casos la ruptura posible quedó en reforma. Si en Alemania la república de Weimar cargó con el estigma de la rendición, en España un cambio más superficial que de fondo condenó al PCE a aparecer como corresponsable de una mellada democracia. Pero las heridas cerradas en falso acaban supurando. En Alemania fue el nacismo quien recogió los podridos frutos. Ahora que se prepara una segunda transición, esperemos no repetir como farsa aquella tragedia. Los farsantes ya están preparados.

Erich Ludendorff
Torcuato Fernández-Miranda y Hevia

Si Fernández-Miranda hizo el papel de Ludendorff, artífice gatopardiano de mantener lo esencial de un régimen, Felipe González fue en la farsa española lo que Ebert en la tragedia alemana.

Hasta hace poco, una mayoría no identificaba claramente su papel de liquidador de un proyecto socialista al final de la transición.

Friedrich Ebert y Felipe González, en tiempos y situaciones diferentes, jugaron parecidos papeles, propiciando cambios de trayectoria que destruyeron expectativas para muchos años. Pero "nunca" no es nunca para siempre.

Tragedia y farsa. En estos dos casos al menos, Alemania fue país de tambor. España, de pandereta.

Friedrich Ebert
Felipe González Márquez

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(1) El 29 de setiembre de 1918 es una de las fechas cruciales de la historia alemana. Ese día el jefe adjunto del Estado Mayor General, Erich Ludendorff, que ejercía prácticamente de dictador sobre sus superiores en escalafón, Hindenburg y el káiser, pone en marcha un plan de una complejidad diabólica. Ante la inminencia de la derrota militar, el general decide realizar una reforma de la constitución que instaure un gobierno parlamentario. Este será el encargado de negociar la inevitable rendición, y con el estigma de ella cargará para siempre. Es un buen ejemplo de la famosa “revolución desde arriba” que encontrará otro hito importante en la autodisolución de las cortes franquistas en la España de 1976 

(2) No hay duda alguna sobre quién sofocó la revolución: la dirección del SPD, Ebert y sus hombres. Tampoco existe ninguna duda de que los líderes del SPD, para poder derrotarla, se pusieron primero a su cabeza y luego la traicionaron. En palabras del incorruptible y lúcido testigo Ernst Troeltsch, «esta revolución que los dirigentes socialdemócratas no habían hecho y que para ellos era una especie de aborto, fue adoptada para no perder su influencia sobre las masas, como si se tratase de la adopción de un niño largamente deseado».