Ya es un lugar común que el crecimiento exponencial es un suicido a medio plazo. O no tan medio. Ante el inevitable frenazo económico, los que están al timón aprovechan para recomendar austeridad. Y al mismo tiempo buscan estímular el crecimiento.
No es una contradicción. Es su crecimiento, a costa de nuestra austeridad. Último intento de salir a flote mientras hunden a los trabajadores y a la naturaleza. Antes tocó zanahoria, ahora palo.
No nos confundamos. Esa austeridad de los más para el beneficio de los menos no es lo que sería austeridad racional en una sociedad justa.
Las experiencias socialistas también han buscado el crecimiento. Cosa natural, cuando se parte de un gran subdesarrollo. Lo hizo la Unión Soviética y lo adoptó el conjunto de países socialistas. Y el socialismo del siglo XXI, enfrentado a la pobreza, busca incentivos para aumentar la producción. Como en nuestros estados neoliberales, muchos estímulos siguen siendo ventajas para las empresas, ayudas a la inversión, estímulos fiscales, en suma, atracción de capitales. Y hay también incentivos para los trabajadores. Aquí se sustituye el palo por la zanahoria.
La diferencia fundamental es que, mientras el liberalismo económico planifica automáticamente con el exclusivo criterio de la máxima ganancia, la dirección socialista de la producción debe planificar para lograr una buena vida, la mayor igualdad y un futuro sostenible.
Pero si el productivismo capitalista avanza devorando el mundo y sus habitantes, la acomodación de los trabajadores a una vida más segura en el socialismo puede paralizar la producción y hacer inalcanzables las metas proyectadas. Aunque sepamos que el progreso indefinido es mortal, la comparación entre ambas rutas y el escaparate de prosperidad de los países capitalistas, aunque sea una prosperidad insostenible, desigual e injusta, desmoraliza a las poblaciones. En un mundo globalizado y en competencia esto lleva a la ruina.
Además de dirigir la producción a objetivos racionales, es necesario estimularla.
Hay dos formas de hacerlo. Si la conciencia de la clase trabajadora es alta, mientras la esperanza de un mundo nuevo permanezca viva, el entusiasmo colectivo puede, durante un tiempo, ser estímulo suficiente.
Pero ante las dificultades y el aplazamiento para más adelante de los frutos de este trabajo, el entusiasmo se enfría. Y vuelve a aparecer la necesidad de estimular directamente a los trabajadores con incentivos, que si son exclusivamente materiales. tienen dos efectos contraproducentes: por una parte, al enfrentar entre sí a los productores, minan la solidaridad; por otro lado, reproducen la desigualdad y la posibilidad de acumulación privada.
Estímulos no materiales, como "cuadros de honor", menciones y consideración social, tienen un efecto limitado. Una cultura popular un tanto cínica puede incluso hacer burla de las buenas personas honradas y generosas. El sistema ha fomentado un feroz individualismo y llevará tiempo crear una conciencia cívica suficiente.
La toma de conciencia debe surgir de un lúcido conocimiento de la realidad. En la actual situación es urgente sustituir los estímulos productivistas a un imposible crecimiento material por estímulos morales para el desarrollo humano.
Considerando esto, en un artículo publicado en Rebelión bajo el título "Los lineamientos de Cuba a la luz de la crítica de El Che a la economía de la URSS", Sirio López Velasco extrae algunas citas de este autor.
Los textos de referencia son:
- Apuntes críticos a la economía política, La Habana, 2006.
- Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, Praga, 1966.
(...)
“El interés material individual era el arma capitalista por excelencia y hoy (N.B. en la URSS) se pretende elevar a la categoría de palanca del desarrollo, pero está limitado por la existencia de una sociedad donde no se admite la explotación” (ACEP, p. 10). Como sabemos, el Che pensaba que el estímulo material individual en la construcción del socialismo debía ser indirecto (en su crítica al Manual soviético insiste varias veces en este punto, defendiendo la idea de que el trabajador que superase la norma establecida debería recibir como premio un curso de capacitación, que luego le permitiese reinsertarse en la actividad laboral en un puesto donde recibiría un salario mayor al hasta entonces percibido; el estímulo material individual directo, consiste, por el contrario, en el simple hecho de que el trabajador que sobrecumple una meta o norma, recibe una cantidad mayor de dinero que el que corresponde a su salario habitual). En su carta dice Guevara que dos son las líneas fundamentales para llegar al comunismo: la conciencia, y la técnica. “El comunismo es un fenómeno de conciencia y hay que desarrollar esa conciencia en el hombre, de donde la educación individual y colectiva para el comunismo es una parte sustancial de él” (ACEP, p. 12).
(...)
En su crítica al Manual, tras registrar la afirmación de Stalin de que ‘La NEP instaurada con vistas al triunfo de las formas socialistas de la economía, había conseguido el fin que se proponía’, retruca el Che: “ La referencia a la NEP es escueta pero constituye uno de los pasos atrás más grandes dados por la URSS. Lenin la comparó a la paz de Brest-Litovsk. La decisión era sumamente difícil y, a juzgar por las dudas que se traducían en el espíritu de Lenin al fin de su vida, si este hubiera vivido unos años más hubiera corregido sus efectos más retrógrados. Sus continuadores no vieron el peligro y así quedó constituido el gran caballo de Troya del socialismo, el interés material directo como palanca económica. La NEP no se instala contra la pequeña producción mercantil, sino como exigencias de ella” (ACEP, p. 112). Y a propósito de Stalin, dirá el Che en sus críticas finales al Manual: “…el tremendo crimen de Stalin: el haber despreciado la educación comunista e instituido el culto irrestricto a la autoridad” (ACEP, p. 195). En nuestras reflexiones acerca del socialismo del siglo XXI en perspectiva ecomunitarista hemos alertado una y otra vez contra la tentación del culto a la personalidad (visible en países latinoamericanos que intentan avanzar hacia aquel socialismo), y hemos abogado incansablemente en favor del papel central que debe caberle a la educación en la construcción de la nueva sociedad poscapitalista.
(...)
Una sección muy interesante de esas reflexiones es la que el Che dedica, en el contexto de su crítica al Manual, al tema del valor de la fuerza de trabajo, cuestionando nada menos que el llamado principio de distribución socialista que reza “A cada uno según su trabajo”; y dice: “…¿Cuánto trabajo invierte un mariscal y cuánto un maestro?, ¿cuánto un ministro y cuánto un obrero? Lenin en El Estado y la Revolución tenía una idea (marxista) que luego desechó de la equiparación de sueldos de funcionarios y obreros pero no estoy convencido de que su marcha atrás sea correcta” (ACEP, p. 103). Por nuestra parte y sin saberlo, coincidíamos con el primer cuestionamiento del Che cuando (en López Velasco 2010, p. 71-72) observábamos: “…Marx sostiene que el valor de la fuerza de trabajo está determinado por el valor de los medios necesarios para su reproducción; y cuando advierte que las ‘fuerzas de trabajo’ son muy disímiles según las especialidades y estudios requeridos por cada labor, avanza la hipótesis de que el valor de la fuerza del ‘trabajo complejo’…sería reductible/calculable a/en unidades de ‘trabajo simple’ (el no calificado, realizado por cualquier obrero sin especialización, como por ejemplo, por aquél que debe levantar y bajar una manivela para hacer funcionar o parar una máquina)…; ahora bien, que yo sepa, Marx nunca nos legó una fórmula precisa que nos permitiera realizar esa reducción/cálculo”. Comentando las diferencias salariales que el Manual reconoce y justifica dentro de la URSS (en especial en zonas de especial importancia económica, o muy remotas), dirá el Che: “Todo esto se produce porque han fallado los estímulos morales; es una derrota del socialismo” (ACEP, p. 154); y cuando el Manual aconseja ‘elevar el papel de las primas para estimular la introducción de la nueva técnica, la elevación de la productividad del trabajo y la reducción del precio de costo de los productos’, el Che replica: “Sostengo que esta es una de las graves fallas del sistema soviético pues los estímulos morales son olvidados o relegados” (ACEP, p. 155).
No hay comentarios:
Publicar un comentario