Frente a las imprecisiones terminológicas de Podemos, y a propósito de su uso de la expresión "la gente" como categoría política, se reivindica aquí un uso más riguroso de los conceptos. Las categorías de personificación, máscara y portador sirven para situar a cada persona en su lugar y situación concreta, en su relación, y el ambiguo término "gente" prescinde de todo ello. Por eso no aclara el mensaje que pretende transmitir y más bien confunde.
Es muy claro el ejemplo final:
No hagamos como Lope de Vega, que, preso de la ideología del momento, pudo decir estas palabras tan contrarias al gran valor de su propia obra, en su "Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo":
Es muy claro el ejemplo final:
Como he dicho en otro lugar, así no se trabaja sobre terreno firme, si no es en un plazo muy corto y una coyuntura muy concreta. Reunir voluntades contra esta insoportable situación está muy bien, pero podría aprovecharse mejor cuidando un poco la claridad de los conceptos."El término “gente” es un nombre de significado indeterminado que puede ser usado por los vendedores, porque para ellos la condición de trabajador, capitalista o ciudadano carece de valor en su actividad comercial. Sin embargo, en el ámbito de la actividad política los términos “capitalista”, “trabajador” y “ciudadano” son portadores del máximo valor".
No hagamos como Lope de Vega, que, preso de la ideología del momento, pudo decir estas palabras tan contrarias al gran valor de su propia obra, en su "Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo":
"Porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto"
Debo pensar que Podemos no quiere hacer comedias en este tiempo.
"Cada cual en su lugar" |
Rebelión
En la sección de El Capital dedicada al proceso de intercambio,
Marx se expresa en los siguientes términos: “Las personas existen una
para otra solamente como representantes de mercancías y, por tanto, como
propietarios de mercancías. En general, a lo largo de nuestra
exposición veremos que las distintas máscaras de las personas no son más
que personificaciones de las relaciones económicas, encontrándose unas
ante las otras en calidad de portadoras de ellas”.
El punto de
partida son las relaciones económicas. Dada una determinada relación
económica, los dos agentes que participan en esa relación personificarán
dicha relación. Dada la relación de compra venta de un bien o servicio,
uno de los agentes será la personificación de la venta y el otro será
la personificación de la compra. Nadie es vendedor ni comprador sino por
medio de la relación de compra venta. Cada agente de la relación es
fuera y antes de la relación económica una persona en general. Mientras
que dentro de la relación cada agente es la personificación de dicha
relación.
Marx también afirma que esas personificaciones son las
máscaras que adoptan las personas en esas relaciones. Así un obrero en
relación con la empresa en la que trabaja tiene la máscara de comprador,
en relación con los dividendos que cobra en su calidad de propietario
de una determinada empresa tiene la máscara de accionista, en su
relación con el banco al que solicitó un crédito tiene la máscara de
prestatario, en su relación con el supermercado donde compra los
alimentos tiene la máscara de comprador, y así con el resto de las
relaciones económicas en las que participe. Como puede observarse, en
las sociedades capitalistas actuales cualquier persona cambia
continuamente de máscara. El concepto de máscara es importante en lo que
llevamos estudiando no por su papel ocultador, sino porque señala las
relaciones económicas en las que participan las personas.
También
es importante un tercer concepto manejado por Marx: las personas son
portadores de las relaciones económicas en las que intervienen. Nadie
escapa entonces al embrujo y la determinación de las relaciones
económicas capitalistas. Cuando un trabajador pone sus pequeños ahorros
en una cuenta a plazo y cobra periódicamente intereses, es portador de
la relación económica consignada bajo la categoría capital productor de
interés. Cuando un trabajador que con su esfuerzo y el de su familia ha
podido comprar una segunda vivienda y pone la primera en régimen de
alquiler, es portador de la relación arrendaticia. Por eso, no solo los
capitalistas en su sentido pleno, sino muchos trabajadores están bajo el
poder de la maraña de las relaciones económico capitalistas. Conforme
el capitalismo se ha vuelto más social –piénsese solamente que el número
de accionistas del Banco de Santander es muy superior al número de
empleados–, la mentalidad burguesa se ha extendido a todas las clases,
grupos y capas de la sociedad. Esto hace pensar en la disolución de las
clases sociales, pero no es así: lo que en verdad indica es que vivimos
en una época de transición. El hecho de que muchos trabajadores en la
actualidad cobren intereses, solo es un acto de justa redistribución:
recuperan una parte del plusvalor creados por ellos y que en siglos
pasados era apropiado al completo por los capitalistas.
Así que
tenemos tres categorías para explicar las relaciones económicas:
personificación, máscara y portador. Pero esto que hemos afirmado para
las relaciones económicas, también lo podemos afirmar para las
relaciones sociales en general. Ser padre o ser profesor es una
personificación de una relación social. También ser juez o ser policía.
Así que en general todas las personas como participan de muchísimas
relaciones sociales, tienen muchísimas máscaras. También podemos afirmar
que son portadores de múltiples relaciones sociales. Esta diversidad de
las relaciones sociales, esta multiplicidad de máscaras, hace que las
personas tengan un grado alto de complejidad. De ahí la variedad y el
cambio de sus opiniones. De ahí también que personas diferentes no
tengan el mismo concepto de un tercero, por participar cada una de ellas
con este tercero de una relación social distinta.
El hecho de
que la mayoría de las personas sean portadoras de múltiples relaciones
sociales y sus máscaras sean por consiguiente diversas, no se deduce de
ahí que las diferencias de clases hayan desaparecido. De ahí que debamos
hablar de una personificación preferente. Así Ana Botín, por ejemplo,
aunque realice funciones de trabajo, es preferentemente una capitalista.
Sucede lo mismo con la mayoría de los trabajadores, aunque perciban
dividendos, son preferentemente trabajadores. En este ámbito es
necesario indicar que ciertas máscaras no solo expresan la
personificación de determinadas relaciones económicas, sino que además
cumplen el papel de una verdadera máscara social: encubrir la clase
social a la que pertenece la persona en cuestión. Hablamos de ciertos
cocineros, ciertos deportistas o ciertos directivos que perciben en
concepto de salario tales cantidades de dinero que una buena parte de
ese dinero representa plusvalor, valor creado por otros y apropiado por
ellos. Este tipo de personas, que realizan funciones de trabajo
individuales, no necesita contratar a trabajadores para apropiarse de
más valor del que crea. Hoy día hay un sistema complejo de distribución
del valor. Ya Marx distinguió que el primer capitalista que se apropia
del valor no es el único que lo hace. Después lo reparte entre muchos
otros. Las apariencias engañan. Y en el mundo económico los engaños
aparenciales se producen más que en el resto de los ámbitos de la vida
social.
Las personificaciones más dominantes en la sociedad
capitalista son las de político y las de ciudadano. El primero
representa al segundo. Es como si en la realidad hubiera varios planos y
el primero fuera el de la política. La política es la esfera del
gobierno de la sociedad y donde las personas son efectivamente iguales.
El hecho de que una persona sea efectivamente igual a otra no implica
que esa efectividad se realice. Un hecho decisivo y donde esa igualdad
se manifiesta es en el voto. Nadie vale más que un voto. Sin duda que la
igualdad en el ámbito de la política también depende, entre otras
cosas, del dinero. De ahí que la efectividad de la igualdad tenga
distintos grados de realización y distintos grados de dificultad para
realizarse.
En el ámbito de la política es donde mayores
enmascaramientos, en el sentido de encubrimiento, se producen. Los
partidos de la izquierda radical son en este sentido los más verdaderos.
IU no oculta a la clase social que preferente representa, a los
trabajadores, ni lo que estratégicamente quiere: el socialismo. Esta
preferencia no implica que niegue los derechos a los pequeños
capitalistas y al capitalista individual ni que se niegue a colaborar
con ellos. Tampoco implica que sus dirigentes no sepan que el
cumplimiento de su objetivo estratégico necesita de un largo proceso de
desarrollo y de múltiples alianzas. Lo cierto es que en los discursos de
los dirigentes de IU la referencia a los trabajadores como el sujeto de
la acción de la historia que ellos quieren dirigir es absolutamente
clara. Esa referencia desaparece en el caso del PP y del PSOE. Estos
prefieren el término ciudadano. De ahí que ambas formaciones políticas
deban catalogarse como partidos burgueses, aunque el primero represente a
la derecha burguesa y el segundo a la izquierda burguesa.
Podemos busca
crear un mundo nuevo en el ámbito de la política y su primera batalla
la enmarca en el mundo del lenguaje. Con la categoría “casta” busca
definir al enemigo a abatir, y con la catalogación de régimen al Estado
social y democrático de Derecho creado en 1978 quiere encasillar en la
antigüedad y en la perversión a todas las fuerzas democráticas que la
crearon, donde entre otras hay que destacar al PSOE, al PCE,
organizaciones de extrema izquierda, UGT, CCOO, y otros sindicatos y
fuerzas sociales. En este mismo ámbito de lucha está empleando el
término “gente” como la categoría que define al grupo social que Podemos
quiere representar. No creo que este término como el de casta o régimen
del 78 sobreviva durante mucho tiempo. Ciudadano es una categoría que
define con precisión la conquista que supuso la revolución burguesa
frente al régimen feudal: todas las personas se han liberado
políticamente de la religión y del señorío y deciden por sí misma dónde
estar, con quién trabajar y a quién votar. De hecho los siervos carecían
del derecho a votar. Luego el concepto de ciudadano está cargado de
historia y de significado político. También la burguesía y los
trabajadores son dos conceptos que están cargados de historia y de
profundos significados económicos, políticos y sociales. Renunciar al
uso de los términos “capitalista”, “trabajador” y “ciudadano” en favor
del término “gente” no supone ningún avance ni sirve para reflejar la
realidad de manera más certera.
El otro día vi por televisión un
programa sobre el Mercado de la Boquería, y los vendedores que estaban
al frente de sus negocios decían que la gente no tenía dinero, que se lo
había gastado todo en las vacaciones, que había que esperar a que
volviera a tener más dinero. Quien vende fruta, verdura, pescado o carne
puede llamar “gente” a sus clientes porque no necesitan más
determinación. El término “gente” es un nombre de significado
indeterminado que puede ser usado por los vendedores, porque para ellos
la condición de trabajador, capitalista o ciudadano carece de valor en
su actividad comercial. Sin embargo, en el ámbito de la actividad
política los términos “capitalista”, “trabajador” y “ciudadano” son
portadores del máximo valor. De ahí que los intentos de Podemos por
convertir el término “gente” en una categoría política sean
infructuosos. En determinadas coyunturas dramáticas ciertas corrientes
pueden ganar una fuerza aparente y pueden tener incluso un éxito
electoral. Pero todo eso será pasajero, las corrientes profundas de la
historia, donde sin duda las dos clases sociales más decisivas serán los
capitalistas y los trabajadores, terminarán por volver a predominar.
Blog del autor: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com.es/
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