Harvey, como geógrafo y urbanista, ha prestado atención a aspectos geográficos del materialismo histórico descuidados por otros. Fueron claramente entendidos por Marx, aunque no los desarrollara in extenso.
Desarrollar una visión materialista del tiempo histórico sin prestar la debida atención al espacio geográfico en que se desenvuelven los hechos produce una visión abstracta de los fenómenos, que ocurren necesariamente en territorios concretos. El desarrollo desigual tiene un inportantísimo condicionante en las condiciones geográficas. El capital se mueve ahora más que nunca, pero siempre lo ha hecho, desde que comenzó su despliegue mundial hace siglos, motivado por la búsqueda de nuevos espacios para su permanente expansión.
La obra entera de 
David Harvey es una de las mayores contribuciones a la revitalización 
del marxismo de las últimas décadas. Una revitalización que, 
precisamente, por ser en buena parte de orden analítico ha devuelto al 
marxismo a su función como herramienta política práctica. Dos 
dimensiones que en el proyecto original de Marx eran inseparables. En 
realidad, el movimiento de desplazamiento original que opera Harvey con 
respecto al marxismo de anteriores décadas es tan sencillo cómo radical:
 se trata de asumir que la dinámica del capital y la de sus resistencias tienen lugar en el espacio.
 Los conceptos abstractos con los que los marxistas han analizado el 
mundo no se sitúan en algún punto intangible de eso que se llama la 
teoría sino que se despliegan en la geografía realmente existente y 
tienden a recomponerla a su imagen y semejanza, en la medida en que el 
conflicto social, la lucha de clases, lo permite. Desde luego, Harvey no
 ha sido el primer marxista en hablar del espacio y la geografía del 
capital, más bien ha recuperado y actualizado una tradición que viene 
desde el propio Marx y que llega hasta los años veinte o treinta del 
siglo XX, en la que la geografía del capital y de las luchas eran 
centrales. Una tradición que cerró el estalinismo decretando la 
renacionalización de las luchas obreras y que las corrientes marxistas 
de los cincuenta y sesenta enterraron entre toneladas de estructuralismo
 y de teoría; tan sólo las versiones poscoloniales del marxismo 
mantenían vivo, por motivos obvios, el estudio de los procesos 
geográficos desiguales en aquellos años.
El gran concepto marco que Harvey ha desarrollado para el análisis del capital es el de arreglo espacial (en inglés spatial fix), un concepto que enunciado en su forma más sencilla viene a decir que la acumulación de capital construye una geografía a la medida de sus necesidades y que, en los momentos de crisis sistémica,
 el capital desplaza, nunca resuelve, sus contradicciones mediante este 
proceso de construcción del espacio. Eso que llamamos la globalización, 
financiera y neoliberal, sería el último gran arreglo espacial que 
habría tenido lugar. Ante la agudización de las contradicciones del 
capital que provocó la fuerza de las luchas de clases durante los años 
posteriores a 1968, el capital recompuso las cadenas de valor, la 
organización de la producción, generando una nueva serie de vínculos 
entre las distintas partes del mundo y, en definitiva, una nueva división internacional del trabajo
 en la que los distintos territorios se especializan en el control de 
recursos diferenciales y jerarquizados; obviamente no es la misma 
posición de poder la de un país o una ciudad que se especialice en el 
control de los flujos financieros que gobiernan este arreglo espacial 
que un territorio que queda relegado al papel de proveedor de de 
recursos naturales y de fuerza de trabajo excedente.
El enfoque 
territorial, además, permitió a Harvey considerar formas y dimensiones 
de los procesos de acumulación que tienen lugar en el territorio y que 
no funcionan exactamente a través de la extracción de plusvalor canónica
 que describió Marx como central en el capitalismo--en la que capital 
fijo y variable se mezclan en distintas proporciones, sometidos al 
cambio tecnológico, para producir una mercancía que llega al mercado, 
donde se realiza a través de un sistema de precios sometido a distintos 
grados de monopolización y competencia--. Frente al gran entramado 
manufacturero fordista, Harvey describe otro tipo de estrategias 
económicas que se superponen a las anteriores y están en relación con 
ellas, pero funcionan a partir de la creación de entornos territoriales 
en los que se realiza el arreglo espacial. El sistema de transportes, 
las grandes obras de ingeniería o la construcción de viviendas o de 
infraestructuras de consumo colectivo crean una constelación relacional 
en la que los precios se forman de manera diferente, especulativamente o
 por descuento de sus valores futuros, porque en ultima instancia son 
formas transformadas de una figura tan arcaica como la renta del suelo. 
En este modelo, son las grandes inversiones y la amortización lenta de 
las estructuras territoriales las que se imponen, mediante la 
movilización de grandes masas de crédito, frente a la tendencia a la 
sobreproducción en las líneas capitalistas convencionales. Por eso, 
según Harvey, cuando aparecen problemas de sobreproducción de realización en las primeras, el capital se concentra en las segundas. Es lo que Harvey denomina el Circuito Secundario del capital.
 Un concepto sin el que, por poner un ejemplo cercano, simplemente 
hubiéramos sido incapaces de dar una expresión sistémica a las burbujas 
inmobiliarias de los últimos años, entre ellas la española, y hubiéramos
 tenido problemas para analizar en toda su profundidad la hegemonía del 
capital financiero, el proceso de financiarización del capital.
Las
 ciudades son las configuraciones sociales más complejas y más decisivas
 políticamente de la forma de pensar el territorio capitalista de David 
Harvey. De hecho, fue a partir de los estudios urbanos, en concreto 
desde los estudios sobre las desigualdades constitutivas de la ciudad 
capitalista, desde donde Harvey saltó a la reflexión más amplia sobre el
 territorio. La ciudad de Harvey es, desde luego, el lugar 
preferencial para la reorganización de los arreglos espaciales 
capitalistas y para el crecimiento de los circuitos secundarios, 
pero también el espacio preferencial para las resistencias y la 
reorganización política en torno al derecho a la ciudad. Especialemente 
importante en este terreno ha sido el concepto de empresarialidad urbana
 con el que Harvey esboza la posición de las ciudades en el arreglo 
espacial de la globalización financiera. Las ciudades a partir de los 
años setenta abandonan su función política como meras gestoras del 
modelo fordista-keynesiano que privilegiaba el Estado-nación, y se 
"independizan" como entidades políticas con capacidad de establecer 
una interlocución directa con la masa de capitales financieros 
desterritorializados que emerge del proceso de concentración de 
capital-dinero de los años setenta y ochenta. Este cambio de posición 
relativa implica que las ciudades, a la manera de las empresas, compiten
 por captar flujos financieros transnacionales mediante la 
reorganización de su espacio físico y su estructura social conforme a 
los principios de la hegemonia financiera neoliberal como proyecto de 
clase de los propietarios de dinero. Esto, a su vez, implica que las 
coaliciones de élites locales se encostren en los aparatos estatales 
locales y, a través de ellos, lancen amplios programas de desarrollo de 
burbujas inmobiliarias, reorganización del espacio público, captación de
 rentas de todo tipo, privatizaciones de activos públicos y 
disciplinamiento de la fuerza de trabajo. La llamada ciudad marca Barcelona
 sería nuestro ejemplo más cercano, una de las estrategias más 
generalizadas de ciudad-marca que no es más que una proyección simbólica
 de las especificidades del territorio destinada a posicionar a la 
ciudad en este esquema.
Toda esta focalización de Harvey en los 
procesos espaciales de acumulación tiene una consecuencia política 
especialmente importante. Estas líneas de análisis conducen a lo que 
Harvey denomina acumulación por desposesión, es decir, a las 
formas de captar la riqueza social que no pasan tanto por la sustracción
 del plusvalor como valor nuevo que surge de un proceso de producción, 
como a la captación de la riqueza ya producida o de la riqueza no 
producida por medios capitalistas --los activos naturales serían el 
mejor ejemplo de esta segunda forma--. Harvey, siguiendo también una 
línea de interpretación marxista, que no ha sido mayoritaria en las 
décadas anteriores pero siempre ha seguido viva, recupera el concepto de acumulación primitiva que Marx situaba como la génesis violenta del capitalismo,
 en la que la clase capitalista se constituyó mediante el robo y la 
apropiación de los bienes comunales que sostenían las formas 
comunitarias precapitalistas, y lo amplía temporalmente para sostener su
 vigencia permanente en todas las formas de capitalismo posteriores. El 
crédito inmobiliario, la pérdida de activos públicos por la 
privatización o la apropiación masiva de recursos naturales, en nuestro 
caso mediante medios financieros, son estrategias de acumulación 
centrales para el capitalismo actual. Los programas de austeridad, punta
 de lanza de la gestión neoliberal de la crisis, que en la actualidad 
sufre medio mundo y muy en especial España, no serían más que una forma 
coordinada de este tipo de acumulación. En términos políticos, este 
análisis de Harvey acaba con un cierto tipo de marxismo que privilegiaba de manera excesiva las luchas en el lugar de trabajo,
 y más en concreto del obrero industrial, como lugar donde se jugaba la 
derrota del capitalismo. Un entorno de acumulación por desposesión 
generalizada nos devuelve a un escenario en el que las luchas por la 
vivienda como valor de uso, los impagos de la deuda, las luchas por los 
servicios públicos y por los bienes comunes, por el espacio público o 
por la titularidad social del conocimiento y la tecnología, tienen tanta
 importancia como las luchas en el lugar de trabajo y en torno al 
mercado laboral. De hecho, las complementan y amplifican. 
Isidro López es integrante del Observatorio Metropolitano

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