El canto, incompatible con el trabajo intelectual, es sin embargo un auxiliar poderoso para sobrellevar trabajos monótonos. Si una labor colectiva requiere aunar rítmicamente esfuerzos, como es el caso de remar, izar o arriar aparejos, el canto tiene también un carácter práctico al tiempo que ayuda a soportar la dura faena. Sería el caso del canto de los bateleros (más probablemente sirgadores) del Volga.
Los cantes camperos de Andalucía, (con algunas buenas muestras en el enlace) tienen otro carácter. Acompañan un trabajo en el que, sea o no colectivo, un único intérprete sortea la monotonía. En algunas labores únicamente lo acompañan las bestias, y con ellas habla de vez en cuando.
De origen folclórico, con formas semejantes en el campo castellano, la capacidad integradora del flamenco los ha diferenciado de sus fuentes, con melismas mucho más elaborados, que les confieren un sentimiento bien justificado. El tiempo es lento, poblado de silencios que reflejan admirablemente el tedio y la fatiga.
Un cante de trilla de El Rufo de Bujalance, tomado del programa Flamenco en Canal Sur:
Otro ejemplo, de El Cabrero: el mulo que me lleva, cantes de trilla. La métrica es de la seguidilla castellana, distinta de la seguiriya:
Canta mi paisano Jesús Heredia. La mula como confidente, el ojo del amo como guardián, del campo, del que canta y de su propia hija, inalcanzable:
Para terminar, un clásico, Bernardo "el de los lobitos". Complicidad frente al amo y amor a los animales:
A El Rufo de Bujalance no lo conocía.
ResponderEliminarGracias por traernos estos cantes llenos de 'jondura' e historia no escrita.