Desde Nuestro Flamenco traigo aquí a Antonio Núñez Montoya, Chocolate, atraído por la extraordinaria perfección con que manejaba los tiempos y las notas, hasta lograr lo que constituye un verdadero canon del cante más clásico.
En los duros años en que le tocó crecer y abrirse camino, el cante estaba sometido al mecenazgo de unas clases altas para las que el cantaor era, como en otros lugares el cantor de jazz, un criado más, precariamente contratado para sus fiestas, al que más tarde, cuando le llegaba la fama, un público menos pudiente iba a escuchar a los teatros. Pero aún en ese contexto de cantar para vivir, el arte nunca ha sido ajeno al sentir profundo.
Chocolate vocaliza de forma muy abierta. Otros cantaores, como Antonio Mairena, cantan más para adentro. Son formas diferentes de transmitir la emoción. En ambos, lo más notable es la fijación, casi definitiva a mi modo de ver, de las formas tradicionales.
Comenzaba el programa con tres solos de guitarra de Melchor de Marchena y Niño Ricardo, que acompañaron su cante en numerosas ocasiones:
02:56, Melchor de Marchena, soleares
06:35, Niño Ricardo, zapateado en do mayor
10:37, Niño Ricardo y Melchor de Marchena, bulerías "aires de Triana"
Seguían luego estas interpretaciones, en las que indico los guitarristas que las apoyan:
14:00, seguiriyas, con Melchor de Marchena
19:45, serranas, con Melchor de Marchena
25:27, la caña, con Niño Ricardo
29:44, tientos, con Niño Ricardo
34:32, tarantos, con Manolo Franco
40:54, soleares, con Manolo Franco
46:12, fandangos, con Manolo Franco
50:42, seguiriya cabal, con Antonio Carrión
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