Recordemos una vez más la última de las once tesis sobre Feuerbach: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Es toda una declaración de intenciones. De ahí arranca el propósito de construir una filosofía de la praxis. Este es el postulado fundacional. Como todos los axiomas, es un punto de partida sobre el que edificar la teoría y someterla incesantemente a la prueba de la práctica que ha de confirmarla, refutarla o modificarla.
Este postulado no es demostrable para quien no quiera aceptarlo y prefiera "dejar las cosas como están". Su propio comportamiento ante problemas reales demostrará que no es sincero. Pero los proyectos solamente se demuestran en el proceso de su construcción, a través de la puesta en práctica.
El primer paso práctico para este proyecto fue analizar lo existente, resultado de todo el proceso histórico, dinámico y contradictorio, que culmina en el capitalismo. Su motor ha sido y es la práctica económica. Por eso, el paso fundamental para construir tal filosofía era un análisis crítico de la economía política.
Toda esta evolución se ha traducido en sucesivas etapas expansivas, en que las crisis grandes o pequeñas se tradujeron en nuevos desarrollos. Por eso, la superación del capitalismo se planteó como una liberación de fuerzas productivas que conducirían a una sociedad más justa, que sería al mismo tiempo una sociedad de la abundancia.
Claro que se tenía en cuenta que el proceso expansivo implicaba la explotación del trabajo humano, pero también de la naturaleza, y que en ambos casos existían unos límites impuestos, en el primer caso, por la duración no extensible indefinidamente de la jornada laboral, en el segundo, por los límites planetarios.
Pero siempre se confió en la ciencia y la tecnología como elementos multiplicadores de la productividad, sin precisar demasiado si ambas podrían acompasar siempre sus avances con los de ese proceso productivo-destructivo.
Varias circunstancias hacen inédita la situación actual. Todas confluyen en la imposibilidad de continuar indefinidamente por el camino expansivo. Lo más inquietante es que varios límites se han sobrepasado ya, lo que lleva a la necesidad, no ya de frenar este proceso desbocado, sino de dar marcha atrás en muchas de las variables concurrentes. El capitalismo no puede hacerlo, porque no hay capitalismo posible sin tendencias crecentistas, pero tampoco los modelos alternativos diseñados hasta ahora están adaptados a esta situación.
La dinámica propia del capital lo impulsa a adaptarse, llevando la explotación de la fuerza de trabajo hasta sus límites absolutos, y también la de la naturaleza hasta su agotamiento. El tiempo juega en su contra, pero carece de mecanismos para hacer otra cosa.
Es muy preocupante la sobrepoblación, porque acechan soluciones de puro exterminio, por activa o por pasiva. La disminución hasta los límites sostenibles por vías no traumáticas llevará un tiempo. Y el tiempo disponible no coincide para las distintas variables.
Llevará tiempo cambiar las mentalidades, llevará tiempo reconvertir las necesidades creadas para centrarse en satisfacer las vitales, y reconstruir los procesos productivos correspondientes. Las reivindicaciones obreras no pueden ya centrarse en simples mejoras salariales o de las condiciones de trabajo. Ni siquiera en hacerse con los medios de producción.
Más tiempo aún costaría regenerar el medio ambiente, o la hipotética reversión del cambio climático. Sustituir los recursos minerales escasos, lograr energías renovables con una tasa satisfactoria de retorno energético...
Se confía en el desarrollo de nuevas tecnologías para conjurar estos peligros, pero también el desarrollo tecnológico requiere un tiempo. Difícil hacerlo coincidir con el de los otros procesos citados.
No es un problema de inversión económica. Sabemos que inyectar dinero en un sector no siempre es solución. Lo único que puede hacer, si se planifica adecuadamente, es desarrollar algunos sectores. Siempre contando con el tiempo necesario. Siempre a costa de otros. Sabemos que inyectar dinero en el consumo, si no aumenta igualmente la producción, genera un proceso inflacionario: con más dinero compraremos los mismos bienes y servicios.
Las actuales disfunciones en los suministros se achacan al crecimiento rápido de la demanda tras los peores momentos de la pandemia, pero que la oferta no pueda seguirla dice mucho sobre lo que ocurre cuando esta última encuentra sus límites.
Todas estas cosas obligan a repensar el proyecto. Las categorías conceptuales y la interpretación marxista de la economía siguen siendo válidas, más que nunca. La transformación social es ineludible, pero nuevos problemas obligan a nuevos enfoques.
Nunca ha sido tan necesaria y urgente esa transformación del mundo.
Marxismo y Colapso: La última frontera teórica y política de la Revolución
¿Pero es cierto que el peligro de un colapso civilizatorio inminente como efecto de la combinación catastrófica de las contradicciones económicas, sociales y políticas tradicionales del sistema capitalista actual y el avance (ya imparable) de la crisis ecológica, energética y los futuros escenarios de sobrepoblación mundial y escasez planetaria de recursos, puede ser conjurado, esto ya sea mediante el desarrollo tecnológico, la implementación de un sistema económico planificado, el eco-socialismo o el impulso de “modelos alternativos” de sociedad basados en el “decrecimiento”?
La Revolución ha muerto. El Socialismo moderno ha fracasado… y el comienzo de una era post-moderna de colapso civilizatorio y derrumbe social planetario es inevitable. Tal como en el caso de una enfermedad mortal imposible de detener, nada puede impedir este pronto desenlace. Ni la globalización económica, ni la tecnología o la planificación socialista de la economía pueden ya evitar lo que, si se tiene en cuenta la real gravedad que poseen las actuales crisis ecológica y energética, se presenta hoy como ineludible: el pronto colapso de la sociedad contemporánea.
¡Patrañas!, responderá ante esta afirmación el defensor de la libre competencia. ¡Solamente necesitamos invertir en nuevas tecnologías!
¡Derrotismo!, increpará desde la otra vereda el militante marxista. ¡Esto lo solucionamos con la conquista del poder por los trabajadores!
¡Determinismo! ¡Un eco-suicidio planetario es ciertamente posible, dirá el eco-socialista, pero asumir su inevitabilidad es puro pesimismo!
¡Falta de enfoque!, replicará a su vez el defensor del “decrecimiento”. ¡Un colapso no tiene porque ser algo negativo, sino que aquel puede ser “administrado” en pos de un modelo alternativo de sociedad, constituyendo entonces una “oportunidad”!
¿Pero es cierto que el peligro de un colapso civilizatorio inminente como efecto de la combinación catastrófica de las contradicciones económicas, sociales y políticas tradicionales del sistema capitalista actual y el avance (ya imparable) de la crisis ecológica, energética y los futuros escenarios de sobrepoblación mundial y escasez planetaria de recursos, puede ser conjurado, esto ya sea mediante el desarrollo tecnológico, la implementación de un sistema económico planificado, el eco-socialismo o el impulso de “modelos alternativos” de sociedad basados en el “decrecimiento”?
Es precisamente para el desarrollo de estas y otras discusiones que nace el sitio web Marxismo y Colapso, teniendo como uno de sus objetivos principales constituir un espacio de información y debate con relación a los problemas existenciales (inmediatos) a los cuales se enfrenta actualmente nuestra especie y la civilización. Una de las tareas de este sitio será así, en primer lugar, informar respecto al estado de la discusión científica alrededor de estas amenazas y sus posibles proyecciones durante el presente siglo, aquello a partir de la difusión de algunos de los más avanzados estudios científicos en torno a las mismas.
Marxismo y Colapso defiende además la necesidad de un nuevo marco estratégico marxista ante el inevitable fenómeno de colapso civilizatorio y extinción humana que ya ha comenzado a avizorarse en el horizonte histórico. Teniendo en cuenta la casi nula elaboración marxista respecto a este peligro, así como también los propios límites del eco-socialismo y los demás referentes de la actual ecología política marxista (muchos de los cuales, si bien comprenden la posibilidad de un colapso civilizatorio inminente, se niegan a aceptarlo como un horizonte histórico-práctico cercano), Marxismo y Colapso se plantea como un espacio para el desarrollo de los jalones teórico-programáticos necesarios para el impulso de un marxismo nuevo: es decir, dotado de un nuevo programa, una nueva teoría y una nueva practica política para la revolución, adaptada para la nueva era histórica (salvaje) que está comenzando a configurarse ante nosotros: esto es, el derrumbe de la civilización, la extinción humana y el mismo “apocalipsis”.
Ahora bien, comprendiendo que la adopción de un nuevo marco teórico-programático marxista, adaptado para las condiciones del próximo colapso civilizatorio, no “caerá del cielo” ni se presentará al modo de ningún “viaje intelectual”, Marxismo y Colapso busca establecer contacto con las bases militantes y los cuadros dirigentes medios de todas las organizaciones anti-capitalistas existentes en la arena internacional, esto para discutir con aquellas la necesidad imperiosa de imponer el debate colapsista en sus respectivas organizaciones.
Sostenemos aquí que un colapso civilizatorio durante este siglo sería ya inevitable como resultado, como dijimos, de la combinación catastrófica del avance (imparable) de la crisis ecológica, energética y las contradicciones económicas, políticas y sociales tradicionales del modo de producción capitalista en su fase de decadencia absoluta. De acuerdo a esta perspectiva, coherente con la información científica disponible, se habría alcanzado ya un punto de no retorno en el actual proceso de degradación planetaria, la cual habría comenzado a corroer los principales pilares ecológicos de existencia del capitalismo: por ejemplo aquellos que hacen posible el actual nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.
Paralelamente a esta situación de aguda degradación de la “infraestructura eco-social” del modo de producción capitalista, se estaría produciendo asimismo un desarrollo “en tijeras” (irreversible) entre la creciente degeneración socio-ambiental, por un lado, y el avance de un “déficit tecnológico” cada vez más grave para hacerle frente, por otro. Un ejemplo de esto puede encontrarse en la ya marcada incapacidad de los sistemas tecnológicos actuales para limitar los efectos del aumento de las concentraciones de CO2 atmosférico, las cuales habrían alcanzado niveles cercanos a los 410 ppm (una cifra no vista en la Tierra en millones de años), siendo dichos niveles suficientes para asegurar durante las próximas décadas un calentamiento global entre 2 y 3 grados centígrados por sobre la línea de base del siglo XIX.
Cabe recordar aquí que, tal como señalan las Naciones Unidas, un calentamiento global superior a los 1.5 grados centígrados se asociaría a una dislocación y derrumbe eco-sistémico planetario generalizado capaz no solamente de empeorar la ya gravísima situación ecológica mundial (caracterizada hoy, entre otras cosas, por la desaparición de más del 60% de las especies salvajes), sino que además gatillar una crisis de recursos básicos y agrícola sin precedentes a nivel internacional. Una muestra de lo anterior es que un calentamiento global entre 2 y 3 grados centígrados bastaría para producir la transformación del Amazonas y muchos otros centros neurálgicos de la biodiversidad terrestre en sabanas o posiblemente desiertos, generando con ello una expansión a gran escala de las áreas inhabitables en todos los continentes.
Otra de las características de la ya mencionada “dinámica en tijeras” entre el agravamiento de la crisis ecológica y el estado de los sistemas tecnológicos radicaría en la progresiva insuficiencia que presentarían los modelos de sociedad alternativos al capitalismo para resolver no sólo el problema de las actuales concentraciones atmosféricas de CO2, sino que además para contener (o revertir) la degeneración de las bases eco-sociales del desarrollo histórico contemporáneo. En el caso del modelo socialista moderno, una muestra de lo anterior sería la ineficacia creciente que tendría la implementación de un sistema económico basado en la planificación y la gestión obrera como vías para satisfacer las necesidades del conjunto de la población mundial, esto por ejemplo ante un escenario de derrumbe agrícola planetario.
Respecto a las posibles “soluciones tecnológicas” a largo plazo ante el problema de las concentraciones atmosféricas de CO2, pueden destacarse aquí las afirmaciones de Hugh Hunt del departamento de ingeniería de la Universidad de Cambridge quien sostiene, entre otras cosas, que serían necesarias todavía muchas décadas antes del desarrollo de tecnologías mínimamente eficaces para la “remoción” (o captura) de concentraciones significativas de CO2 desde la atmósfera. Un ejemplo de lo anterior es que las actuales “plantas procesadoras” de dióxido de carbono no han sido capaces ni siquiera de alcanzar niveles de captura cercanos al millón de toneladas, es decir una cifra muy por debajo de las 35 billones de toneladas emitidas anualmente. Todo esto en momentos en que no dispondríamos de algo más de una década antes de que se alcance el límite catastrófico de los 1.5 grados de calentamiento global fijado por la ONU.
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