Acaba de publicar su último libro, La encrucijada mundial. El plan del libro y sus primeras páginas los podéis descargar aquí.
El coronel Pedro Baños es un personaje incómodo. Su independencia de criterio respecto a la línea oficial a la que estamos encadenados impidió a Pedro Sánchez nombrarlo en 2018 director del Departamento de Seguridad Nacional. La polémica sobre su presunta rusofilia ocupa en Wikipedia una sorprendente extensión, demostrativa de que también ahí se libra la "guerra en las mentes" de que hablaba este militar en la extensa charla que mantuvo en San Roque. Sobre esta guerra (des)informativa es buena prueba la denuncia que en 2008 sufrió Rebelión, la página de información alternativa en español más leída del mundo, con lectores en más de cincuenta países, al ser incluida en la lista negra de spam de Wikipedia, acusándola de antisemitismo.
A veces puede ganarse una guerra sin disparar un tiro. La propaganda es decisiva en las democracias liberales e inclina a la manipulación. Pero no se puede abusar de burdas noticias falsas y mentiras "de piernas cortas". Aunque en ocasiones les dé tiempo a ganar las elecciones, eso no siempre funciona, como se pudo comprobar el 15M.
Hay técnicas más eficaces. La primera es la insistencia, aquello de que "una mentira mil veces repetida se convierte en verdad"; para eso se necesita monopolizar la información. Es más sutil enseñar sólo parte de la verdad, ocultando lo que no interesa que se sepa, sin mentir abiertamente. Otra técnica es la sobreinformación, que lanza oleadas de "mosquitos estériles" para frenar la infección indeseada. En general, recurren a una mezcla hábil de todas ellas.
Por eso la charla comenzaba avisando sobre estas formas de ganar los corazones y las mentes. Lo primero es ganarse los sentimientos, que condicionan seriamente a la razón, porque somos esclavos de las emociones, sean buenas o malas. Poned en cuarentena lo que os emocione mucho. Las grandes agencias, que no llegan a media docena, son la fuente de casi todas las noticias que llegan a los únicos medios a que accede la mayoría.
Estamos en guerra, somos un país beligerante. Aunque no tengamos soldados en los frentes, nuestro armamento está allí, y las tropas no muy lejos. Es lógico que esta guerra se libre de lleno en el terreno de la información, convertida de lleno en propaganda de guerra.
Fijaos bien y notaréis que no hay escenas de combate, pero sí de destrucción, todas a un solo lado de los frentes. Parece que al otro no lo bombardean. Muchas veces queda la duda de quién ha causado el destrozo. Abundan escenas "de interés humano", con protagonistas que vemos de cerca y que parecen formar parte de un guión cinematográfico, y no cabe duda de que el montaje juega un papel importante en la presentación de la noticia.
No es únicamente en la información oficial donde se libra esta lucha. Las redes sociales juegan ahora un papel fundamental, porque dan un toque de espontaneidad a los mensajes. Sin duda presentan opiniones ampliamente compartidas. Sin embargo, hay técnicas de diseminación de opiniones que logran dar la sensación de ser mayoritarias, y finalmente pueden llegar a serlo. Tendemos a interiorizar y transmitir lo que creemos que cree mucha gente.
Muchos desconocen la existencia de la NAFO, "Organización de Colegas del Atlántico Norte", grupo dedicado a "contrarrestar la propaganda rusa y la desinformación sobre la guerra de Ucrania". Es casi seguro que al otro lado de los frentes se emplearán técnicas semejantes, pero nosotros estamos en este.
Es fácil notar que la interacción en las redes sociales adquiere con facilidad el carácter de una lucha visceral cuerpo a cuerpo. La dopamina se libera a raudales. Se une este rasgo propio del combate al conocimiento que tienen del perfil de cada uno de nosotros quienes las controlan. Así nos reconducen a relacionarnos en grupos cerrados, que si no son relevantes permanecen como guetos aislados. En otro caso, se "infectan" con mensajes masivos en contra de la línea del grupo. Es una dinámica de la que cuesta salir.
En efecto, estamos en guerra, pero ¿por qué?
El coronel Baños lo explicaba, alejado de planteamientos partidarios, describiendo sin pasión los condicionantes que llevan a las potencias a situaciones abiertamente bélicas cuando la "guerra en las mentes" no basta para lograr los objetivos deseados, aunque nunca, nunca, se deja a un lado esta lucha psicológica: es básico en toda estrategia no descuidar ninguno de los flancos.
¿Y cuál es hoy el objetivo? Más que nunca, el control de los recursos naturales. Este es, y lo ha sido siempre, el motivo principal de los conflictos. La situación actual explica todas las guerras en curso. Todas, que no son pocas; no únicamente esta que nos muestran continuamente los medios. Hay razones para esta insistencia mediática, porque esta guerra es en muchos aspectos decisiva.
La mecánica del modo de producción capitalista que, repitámoslo una y otra vez, es apabullantemente mayoritario en todo el planeta, trata de ocupar todos los espacios para extraer de ellos todos los recursos disponibles, y hoy su agotamiento progresivo es inocultable.
Dentro de este sistema la concentración de la riqueza se dispara. Cuatro empresas, que permanecen discretamente en la sombra, controlan el mercado mundial de materias primas, evitando que los gobiernos las regulen. Hay dos familias, ahora fusionadas en una, cuyos veinte miembros clave, todos milmillonarios, dirigen las mayores empresas. Países de baja fiscalidad, o zonas especiales de los mismos que no cuentan como paraísos fiscales, unidos a la imparable circulación de capitales, propician el dumping fiscal que lleva a otros territorios a bajar impuestos, depauperando así los servicios públicos, al tiempo que tal deterioro se convierte en oportunidad para los negocios privados. En una huida hacia adelante, la deuda pública crece y crece, pero fórmulas de renegociación y aplazamiento eterno la convierten en un proceso sin final.
La deuda creciente viene salvando el presente a costa del futuro. Conviene saber quién la compra y cómo puede manipular la economía de un país. Advirtamos de que en España el 80 % está en manos extranjeras.
Nada sucede por casualidad. Una potencia hegemónica se resiste siempre a dejar de serlo, sin que importe el precio. Repasando la Historia comprobamos que todas han acabado sus días en guerras abiertas. Este orden internacional se acaba. La potencia hegemónica que surgió tras el largo pulso de la guerra fría impuso un "orden internacional basado en reglas" (las suyas), y ahora otros amenazan con desbancarla. Su poder indiscutible hasta hace poco está siendo cuestionado. Todavía le permite imponer sanciones de hasta 9.000 millones, que se pagan, sin discusión en el mundo entero. Logró implantar una moneda de papel que no controla nadie más. En frase de Marx, el oro circula porque tiene valor; el papel moneda tiene valor porque circula. Grave peligro para el dólar es que otros puedan desplazarlo de los intercambios energéticos. Cuestionar la circulación omnipresente de esta moneda costó la vida a Sadam Hussein y Gadafi, pero no resulta tan fácil acabar con dirigentes de países más poderosos. Como el último recurso para acabar con un enemigo es la guerra, el mayor empleador del mundo es el Pentágono.
Desde que aquel fantasma recorría Europa (en realidad desde mucho antes), la imagen del enemigo feroz e implacable ha sido un recurso poderosos de la propaganda. Cuando el peligro comunista dejó de asustar, el nuevo espantajo fue el terrorismo. Ahora, el enemigo, bien real, es China.
En muy pocas décadas hemos dejado atrás aquella hucha del Domund con la que se recaudaba dinero "para los chinitos". Aún habrá alguna en tiendas de antigüedades. De este método de fabricación han pasado rapidísimamente a la tecnología puntera. Hoy se establecen en China las grandes marcas, y no solamente para fabricar, sino para el consumo de lujo en el país. Ahora, la mayor cantidad de citas en artículos científicos corresponde a universidades chinas, y allí radica casi la mitad de todas las patentes mundiales. Por algo se ha producido un boicot a los sistemas 5G y castigado a empresas como Huawei. No saben cómo frenar a un país que ya tiene más barcos que EEUU, que construye a toda prisa portaaviones con tecnología avanzada. Todo ello también es posible porque existe en su mundo laboral la doctrina 9-9-6 (de nueve a nueve, seis días a la semana). Los chinos trabajan mucho y bien. Y más barato.
Explotación que produce una plusvalía enorme, dirigida, y esa es la clave, no caóticamente por el capital, sino por un poder estatal que planifica a largo plazo. Esto es lo que ha permitido a un Estado con 23 siglos de antigüedad y con una civilización de cinco mil años salir del siglo de la humillación, aquella época aciaga que va de mediados del XIX a la mitad del XX. China tiene ahora el 75% de la red ferroviaria de alta velocidad. Hoy dispone de 40.000 km, habiendo inaugurado la primera línea en 2008...
Esta nueva gran potencia aglutina a su alrededor a la mayor parte de Asia. Muchos países están basculando hacia este polo de atracción, y eso no puede permitirlo sin resistencia el Imperio Americano. Están muy preocupados por la alianza ruso-china que une a la ya primera potencia económica con una potencia militar comparable a la suya.
Considerando a Rusia la parte políticamente más débil, han comenzado activando los frentes de la guerra fría, con el resultado previsible. El mundo entero sufre este enfrentamiento, pero Europa es, entre dos fuegos, el principal perjudicado.
La terrible carrera por la primacía mundial está acelerando la por otro lado imparable ruta hacia el agotamiento de los recursos, la contaminación insoportable y el cambio climático. El enfrentamiento entre potencias es ya una carrera desesperada por no hundirse, más bien por ser el último en hundirse. La economía, con toda lógica, se está ralentizando, y esa carrera se reproduce en todas las escalas y a todos los niveles.
Hemos llegado a una situación que rompe los esquemas con los que hemos venido funcionando hasta hace poco. Es dramática la situación de los jóvenes, cuando estudiar un grado no sirve de nada, un máster de poco más, si no se cursa en un centro prestigioso y se dispone luego de buenos padrinos. Por eso, la ilusión de cualquier joven es ser funcionario, cosa que antes se consideraba una aspiración algo pobre. Bajos ingresos, ocupaciones inestables y alquileres desorbitados impiden que las nuevas generaciones accedan a la vivienda y a formar una familia.
Seguramente por las mismas razones, China, por primera vez en muchos años, ve descender su población. Lo que el capitalismo considera un desastre es una buena noticia. Ellos ya lo previeron con su política del hijo único. Ahora no necesitan imponerla, porque lo hace la propia dinámica del desarrollo económico.
¿Se rebelarán las poblaciones para dar la vuelta a la situación? ¿Volverá el "no a la guerra"? Recuerda el conferenciante que "se sale a las calles cuando no se come", y se pregunta ¿qué pasará cuando haga frío? No es tan extrema la situación europea, pero ya estamos viendo protestas. Es imprescindible que los fascistas no tomen la delantera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario