Malos tiempos para la lírica, escribió Bertolt Brecht, y lo repetía luego cantando el grupo vigués Golpes Bajos. Los malos tiempos es también el título de un reciente artículo de Baltasar Garzón. Impera en nuestro tiempo un nihilismo que duda sobre la existencia misma del bien y el mal. ¿Podemos luchar los que no nos da todo lo mismo para dejar atrás esos malos tiempos? Los pesimistas lo ven muy difícil, los optimistas se aferran a la posibilidad.
Pero, ¿qué es preferible, un optimismo tranquilizador que conduzca a la inacción o un pesimismo lo suficientemente activo que trabaje para mejorar este mundo? Quienes creen, como un Leibniz optimista (y con él los apologetas del capitalismo), que este es el mejor de los mundos posibles, porque un Dios bondadoso, que no puede desear el mal, así lo ha elegido, deducen que cualquier intento de mejorarlo alterará su equilibrio y llevará a otro peor. De este argumento contrarrevolucionario se sirven los defensores del actual y suicida statu quo. Si este optimismo de pocas luces en la mollera y muchas en las calles se impone, solamente los pesimistas activos podrán salvar a la humanidad.
La argumentación leibniziana no libra de la distinción entre el bien y el mal. Ni los más acérrimos nihilistas la niegan en la práctica, siendo ellos capaces de sentir placer y dolor, alegría y tristeza. Otra cosa es que prefieran no ver según qué cosas.
A nadie le es posible el solipsismo. La convivencia entre semejantes hace necesaria la idea de bondad.
Los valores, tan ensalzados retóricamente como obviados en muchas situaciones, precisan, como su propio nombre indica, una valoración que establezca prioridades entre ellos. Garzón reflexiona así sobre esta valoración:
...entre los valores más necesarios para nuestra convivencia feliz se encuentran la justicia, la bondad y alguna dosis de caridad para engrasar las costuras de lo indigno. Para Saramago este era un asunto claro y así lo dejó escrito en Los cuadernos de Lanzarote:
“Si a mí me mandasen disponer por orden de precedencia la caridad, la justicia y la bondad, el primer lugar se lo daría a la bondad, el segundo a la justicia y el tercero a la caridad. Porque la bondad, por sí sola, ya dispensa la justicia y la caridad; porque la justicia justa ya contiene en sí caridad suficiente. La caridad es lo que resta cuando no hay bondad ni justicia”.
Desde estos tiempos malos para la lírica me vuelvo a la lírica. No como anestesia, sino como compendio y germen de sentimientos; de buenos sentimientos.
Doce Poetas en sus Voces fue un precioso disco, disponible en Internet. Son los autores quienes recitan. Nadie podría expresar mejor lo que transmiten.
Vivía en una casacon dos ventanas de verdad y las otras dos pintadasen la fachada.
Aquellas ventanas pintadas fueron mi primer dolor.
Palpaba las paredes del pasillo,
intentando encontrar las ventanas por dentro.
Toda mi infancia la pasé con el deseo
de asomarme para ver lo que se veía
desde aquellas ventanas que no existieron.
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