Empezaré este comentario con una cita que apea de su pedestal las pretensiones y los humos de los creyentes en destinos manifiestos, los haya dispuesto "Dios" o lo haga "Naturaleza"; dicho esto en recuerdo de Spinoza y su identificación panteísta, (o tal vez prudentemente atea).
El paleontólogo Francesc Gascó Lluna es autor del libro Paleontología pop, lecciones desde el pasado. Leo en la página 124:
La realidad es aterradora: no nos hemos ganado estar aquí, ni hemos sido una tendencia del mundo natural. Somos el resultado de una carambola tras otra. Pero llevamos siglos reconfortándonos en la idea de que éramos especiales: primero, seres cuasi divinos, creados a imagen de seres superiores; después, la culminación y perfección última de la evolución. Pero lo cierto es que no somos más que unos simios viviendo en nuestro instante del tiempo geológico, como otras tantas especies. Y como todas las especies, nuestros días están contados. No hay más que echar un vistazo al registro fósil para aprender que nada es para siempre, que la vida se acaba.
Si la ciencia echa por tierra cualquier orgullosa predestinación y nos recuerda la finitud de nuestra estancia por aquí, lo que no deberíamos hacer es acelerar esa extinción que sabemos inevitable. Nuestra vida particular procuramos que dure, aunque haya quien acelere su final más o menos voluntariamente. ¿Por qué no preservamos igualmente nuestra presencia colectiva?
Son los marcos en que estamos situados los que dirigen casi siempre nuestra conducta. Nos adaptamos a ellos y es muy difícil salir de su dominio. Por algo hay actualmente tanta obesidad mórbida y tantas adicciones, aunque casi todos sepamos lo que nos hace daño.
Se trata ante todo de marcos mentales. Son la horma que altera nuestra percepción de la realidad y nos aferra a permanecer en ellos.
Los experimentos mentales de Albert Einstein superaron y reformularon los marcos de la física clásica. Aprendamos de él. Este es uno de sus consejos, hallado aquí:
Uno de los dichos más recordados del científico fue "no podemos resolver un problema si razonamos de la misma manera en la que razonamos para crearlo", por lo que el físico siempre buscaba nuevas perspectivas para agilizar sus capacidades de resolución.
Razonamos dentro de marcos dados. Las religiones y las ideologías tienen una sólida base social, apoyada en los intereses de quienes las han impuesto y aceptada sin más por la mayoría. Otras ideas se abren paso penosamente, más o menos reprimidas según el peligro que las clases dominantes perciban en ellas, el consenso que logren para combatirlas o la fuerza real de que dispongan para hacerlo.
Los marcos falsos son difíciles de mover. Lo expresa a la perfección la Ley de Brandolini:
«La cantidad de energía necesaria para refutar tonterías es un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirlas»
Es más fácil engañar a la gente que desengañarla. No es agradable reconocer que se ha pecado de crédulo; equivale un poco a sentirse tonto. Además, el proceso de refutar las falacias y los bulos es arduo y difícil:
La desfachatez y la ignorancia pueden hacer una pregunta en tres líneas, cuya respuesta costará saber e ingenio, treinta páginas. Cuando esto se haya hecho, la misma pregunta se volverá a hacer triunfalmente al año siguiente, como si nunca se hubiera escrito nada sobre el tema. Y como a la gente en general, por una u otra razón, le gustan más las objeciones cortas que las respuestas largas, en este modo de disputa (si se le puede llamar así) las probabilidades deben estar siempre en nuestra contra; y debemos contentarnos con aquellos para nuestros amigos que tienen honestidad y erudición, candor y paciencia, para estudiar ambos lados de la cuestión.
Si falacias y bulos, además, nos alivian de preocupaciones ofreciendo soluciones falsas a problemas verdaderos, el desengaño se hace aún más difícil.
En la ardua tarea de escapar de estos marcos engañosos hay que abandonar las fantasías y prestar, una vez más, oídos a la ciencia.
Antonio Turiel es un científico. No es un político que parta de posiciones preconcebidas. Sus conclusiones se basan en un conocimiento avalado por el de miles y miles de otros científicos. Frente a los negacionismos, algunos expresos y la mayoría tácitos, que buscan soluciones técnicas y casi siempre fantásticas a problemas sistémicos.
Y esas conclusiones son claras:
Hay que repetir y profundizar una y otra vez en la explicación de qué es lo que pasa, por culpa de la abrumadora sordina mediática sobre la verdadera dimensión de la crisis biofísica de nuestra civilización.
Todo el trabajo previo, todo el trabajo que he hecho en estos 14 años de divulgación, se resume en que no hay ninguna manera técnica de mantener el capitalismo. No es posible, físicamente, seguir con el mismo sistema socioeconómico. Faltarán recursos, faltará energía, y los problemas ambientales y el Cambio Climático en particular ya están causando desastres en cascada que afectan a la "normal" ejecución del sistema económico. Solo cabe esperar fallos y más fallos, cada vez más concatenados y al final en cascada, hasta que en la práctica el capitalismo, tal y como lo entendemos hoy en día, haya desaparecido de una manera u otra, bien porque haya evolucionado hacia un sistema democrático o –más probablemente– autoritario que sí que nos mantenga dentro de los límites biofísicos del planeta, bien porque la civilización colapse (y en el caso extremo la especie humana se extinga).
"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"
No hay solución posible dentro del capitalismo. Simplemente, no la hay. El cambio que necesitamos es cultural, es social, es económico, es político y es radical, ya que se necesita ir a la raíz del problema. Necesitamos salir del marco mental del enemigo, y empezar a pensar por nosotros mismos, a ser libres, a respirar.
Durante estos meses yo sigo hablando con representantes de muchas empresas muy diferentes, todas ellas en el sector productivo. Todas ellas son conscientes de la gravedad del momento. De hecho, para todas ellas (dicho por los propios directivos con los que he conversado) la clave ahora mismo no está en el crecimiento, sino en la supervivencia. No tienen claro si podrán sobrevivir, están buscando desesperadamente métodos y maneras, de todo tipo, para sobrevivir.
Entonces, si la industria tiene claro que la batalla es otra, ¿a quién le interesa este solucionismo impuesto a grito pelado de los industrialistas, el mismo que nos está arrastrando al foso?
El solucionismo solo le interesa al poder financiero, puesto que en un mundo postcapitalista no tiene futuro. El sector financiero es el único que no acepta ni aceptará nunca que el mundo ha cambiado, porque aceptarlo significa aceptar que su negocio se ha terminado.
Los industrialistas, con su solucionismo machacón, están hablando solo en representación del poder financiero. Es al único al cual realmente representan.
Esto lo ha publicado en su blog el pasado miércoles. Os dejo con él:
miércoles, 10 de abril de 2024
Queridos lectores:
"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"
Ésta es la pregunta frecuente que oigo al finalizar cualquier acto en el que participo.
Una pregunta muy lógica en el marco mental que nos movemos, y que por tanto es muy repetida. En cualquiera de estos actos empleamos, aún, una cantidad increíble de tiempo en hacer el diagnóstico de la situación, y queda siempre poco margen de tiempo para hablar sobre el qué hacer. Pero no hay remedio: hay que repetir y profundizar una y otra vez en la explicación de qué es lo que pasa, por culpa de la abrumadora sordina mediática sobre la verdadera dimensión de la crisis biofísica de nuestra civilización (la policrisis como a veces se dice, fruto del choque repetido y obstinado contra los límites biofísicos del planeta). Porque la gente no sabe lo que está pasando en realidad. Ven que las cosas no funcionan, que no van bien, pero no entienden. Más aún: hay tal cantidad de basura comunicativa, de cachivaches (des)informativos, que resulta tan difícil avanzar en la discusión como lo es moverse en medio del desván de la abuela: a cada paso, alguien te saca una "noticia" que leyó o escuchó (a veces hace ya años, pero nunca fueron desmentidas), cáscaras vacías que siempre envejecen muy mal pero que continúan ocupando espacio en la discusión: que si grafeno, que si fusión, que si torio, que si combustibles sintéticos, que si hidrógeno verde, que si metanol, que si baterías de sodio, que si litio-fosfato, que si geotermia, que si undimotriz... Y en medio de ese espeso follaje de medias verdades y clamorosas mentiras, yo me encomiendo a nuestro patrono, San Brandolini, y voy paciente pero penosamente abriéndome camino con el machete de los datos y el análisis técnico. Y así, cuando por fin y ya sin tiempo llegamos a la claridad de comprender la situación, es cuando llega la pregunta de marras.
"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"
Esta frase es, en realidad, una falacia más, pero de un tipo diferente a las anteriores. Y es que si bien las anteriores se pueden refutar desde un punto de vista técnico, con argumentos científicos y datos contrastados, en este caso el problema es conceptual. Es una pregunta mal formulada porque parte de un marco conceptual erróneo.
El marco conceptual del enemigo.
Porque, después de una farragosa discusión técnica, sobre cuestiones técnicas, contrastando datos del mundo real, se plantea el "¿y entonces qué?" como si la respuesta debiera darse en el mismo plano conceptual, es decir, en el técnico.
Pero eso es una falacia.
Todo el trabajo previo, todo el trabajo que he hecho en estos 14 años de divulgación, se resume en que no hay ninguna manera técnica de mantener el capitalismo. No es posible, físicamente, seguir con el mismo sistema socioeconómico. Faltarán recursos, faltará energía, y los problemas ambientales y el Cambio Climático en particular ya están causando desastres en cascada que afectan a la "normal" ejecución del sistema económico. Solo cabe esperar fallos y más fallos, cada vez más concatenados y al final en cascada, hasta que en la práctica el capitalismo, tal y como lo entendemos hoy en día, haya desaparecido de una manera u otra, bien porque haya evolucionado hacia un sistema democrático o –más probablemente–autoritario que sí que nos mantenga dentro de los límites biofísicos del planeta, bien porque la civilización colapse (y en el caso extremo la especie humana se extinga).
"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"
Esa pregunta contiene, implícita, la idea de que se den soluciones técnicas para mantener el sistema tal cual. Al formular esa pregunta de esta manera, se da por hecho que hay que mantener el capitalismo y solo se acepta escuchar sobre desarrollos científicos y tecnológicos.
Llevamos atascados en este punto literalmente décadas. Hace 50 años que sabemos que no hay soluciones científico-técnicas que permitan mantener el capitalismo, pero llevamos 50 años poniendo todo el peso de la discusión en las soluciones científico-técnicas. Es la doctrina del solucionismo.
Es el marco mental del enemigo.
Pensamos con el marco mental del enemigo, lo cual imposibilita encontrar ninguna solución. Los industrialistas (de los que ya hablamos hace unas semanas), esas personas que piensan que el único modelo de transición energética posible es uno basado en instalaciones de energía renovable a escala industrial para producir energía a escala industrial con el objetivo único y declarado de mantener la actual civilización industrial a la misma escala de hoy en día, no aceptan que pueda haber ningún otro marco de discusión. Continuamente vociferan y porfían que éste es el único marco de discusión, y que quienes se salen de él son catastrofistas, colapsistas o, en el mejor de los casos, políticamente ingenuos. Mientras tanto, como ya comentamos, avanzamos con paso firme hacia otro shock de precios en el petróleo y posiblemente en el gas natural, mientras que la repetición de curtailments y precios cero o negativos no solo en España sino en toda Europa evidencian que el modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI) está fracasando, con el lógico nerviosismo generalizado, ataques mutuos entre diversos generadores de electricidad, y larguísimas y aburridísimas (aparte de técnicamente endebles) explicaciones por parte de presuntos gurús energéticos sobre por qué esto no es un problema y que hay un futuro brillante para el REI (y no será porque no se hubiese avisado, yo mismo en el Parlament de Catalunya en septiembre de 2022 en un rato que las honorables personas que me oían pudieron dejar de mirar sus móviles).
Por si esto fuera poco, la crisis ambiental sigue su curso. El desbalance radiativo del planeta llega a los 2 vatios por metro cuadrado, un valor extraordinariamente elevado (la última glaciación terminó por un desbalance, temporal, cuatro veces menor). La AMOC podría colapsar. Innumerables ecosistemas en todo el mundo podrían desaparecer. Los plásticos y otras sustancias tóxicas entran en nuestro torrente sanguíneo. El agua dulce escasea. La sequía es un fenómeno global que pone en peligro alimentario a millones de personas. Problemas todos ellos que el REI no solo no ayuda a resolver, sino que los agrava (incluyendo la presunta reducción de emisiones de CO2). Problemas que no admiten ningún tipo de aplazamiento
"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"
Solo hay una.
Salir del marco mental del enemigo.
No hay solución posible dentro del capitalismo. Simplemente, no la hay.
El crecimiento económico es incompatible con la preservación ambiental. Lo dice la propia Agencia Europea del Medio Ambiente, que es un organismo dependiente de la Comisión Europea.
No hay ninguna negociación posible con el capitalismo. Lo único que podemos discutir es su finalización, si es que queremos tener un futuro.
Hay soluciones, pero no son de carácter técnico. Eso no quiere decir que la ciencia, la técnica y el desarrollo tecnológico no sean útiles. Lo son; más aún, son parte imprescindible de la solución. Pero fuera de un marco capitalista.
Los industrialistas continúan haciendo ruido una y otra vez para evitar que nos paremos y nos demos cuenta de que el problema está mal planteado. Que el problema no se podrá resolver con más tecnología, sino con más cultura, más sociedad, más personas verdaderamente humanas. El solucionismo nos distrae de la discusión real.
Durante estos meses yo sigo hablando con representantes de muchas empresas muy diferentes, todas ellas en el sector productivo. Todas ellas son conscientes de la gravedad del momento. De hecho, para todas ellas (dicho por los propios directivos con los que he conversado) la clave ahora mismo no está en el crecimiento, sino en la supervivencia. No tienen claro si podrán sobrevivir, están buscando desesperadamente métodos y maneras, de todo tipo, para sobrevivir.
Entonces, si la industria tiene claro que la batalla es otra, ¿a quién le interesa este solucionismo impuesto a grito pelado de los industrialistas, el mismo que nos está arrastrando al foso?
El solucionismo solo le interesa al poder financiero, puesto que en un mundo postcapitalista no tiene futuro. El sector financiero es el único que no acepta ni aceptará nunca que el mundo ha cambiado, porque aceptarlo significa aceptar que su negocio se ha terminado.
Los industrialistas, con su solucionismo machacón, están hablando solo en representación del poder financiero. Es al único al cual realmente representan.
Mientras, en el mundo real, el cambio que más desesperadamente necesitamos es social y es cultural. Da vergüenza ajena ver personas que dicen venir del ámbito de las ciencias sociales claudicando a las exigencias del industrialismo, aceptando que el momento no está "políticamente maduro" para abandonar el capitalismo (en una muestra más de insultante y condescendiente paternalismo).
Pues no. El cambio que necesitamos es cultural, es social, es económico, es político y es radical, ya que se necesita ir a la raíz del problema. Necesitamos salir del marco mental del enemigo, y empezar a pensar por nosotros mismos, a ser libres, a respirar.
Y a éstos que no se ven capaces de abandonar el marco mental del enemigo les diría que si no van a ayudar, que se aparten y no estorben –si es que su ego se lo permite.
Salu2. AMT
P.Data: Quizá habrán notado que, a pesar de mi promesa de escribir más durante este 2024, el ritmo de publicación de posts continua siendo bastante ralo. Pero en realidad sí que estoy cumpliendo mi promesa, solo que no estoy escribiendo aquí: continúo preparando mi próximo libro, de título provisional "El futuro de Europa", que debería entregar en un par de meses (por cierto, el libro intenta dar respuesta al solucionismo que se plantea en este post, centrándome sobre todo en la cuestión técnica). Así que discúlpenme que me prodigue menos por aquí y permanezcan en sintonía.
¿Cuando crees publicar tu libro?
ResponderEliminarAunque publiqué tres de carácter técnico, mi frágil libro es ahora este.
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