miércoles, 1 de mayo de 2024

El espíritu y el tiempo

La conferencia así titulada clausuró la XL Semana de Filosofía de Pontevedra, estando a cargo del profesor Arturo Leyte, un estudioso del idealismo alemán.

Si después de la "historia de la filosofía", la filosofía pudiera decir algo sobre el tiempo, solo podría ser que no hay de él un significado natural; ni siquiera neutral: lo que sea el tiempo presupone en cada caso una comprensión previa y hasta una decisión sobre como entenderlo. Así las sucesivas concepciones del tiempo no dejaron de ser equivocaciones, aunque algunas resultaran tan magníficas y decisivas que sin ellas sería imposible interpretarnos. Hablar, en consecuencia, de la "verdad sobre el tiempo", lejos de acercarnos a él, se vuelve una figura reflexiva más, incluso cuando pretende no serlo.

La conferencia quiso mostrar la relación y el simultáneo conflicto entre dos concepciones extremas: la idealista de Hegel en su Fenomenología del espíritu y la de Heiddeger en Ser y Tiempo.

Abundando en su huidizo carácter, dice George Kubler en La configuración del tiempo:

El tiempo, como la mente, no es cognoscible como tal. Solamente conocemos el tiempo indirectamente por lo que sucede en él, por la observación del cambio y lo que permanece, por la señalización de la sucesión de acontecimientos entre marcos estables e indicando el contraste de varias clases de cambios. (...) En su mayoría el conocimiento de los tiempos antiguos se basa en la evidencia de la duración física y biológica. Las series tecnológicas de todas clases y las secuencias de obras de arte en cualquier grado de distinción proporcionan una escala temporal más precisa que la del testimonio escrito. (...) Así, pues, nuestra prueba operacional de la existencia de casi todos los pueblos antiguos se da en el orden visual, y existe en la materia y en el espacio más que en el tiempo y en el sonido.

Por eso la música del pasado, como arte en el tiempo, nos es inalcanzable si pretendemos ir más allá del momento en se la pudo fijar, más o menos perfectamente, en el espacio de la partitura. Y de aquellas viejas músicas solo podemos hacer conjeturas, comparando las influencias recíprocas de las melodías populares que conocemos ahora mismo. Es lo que intentaron los hermanos Pedro y Carlos Caba en su evocador libro Andalucía.

Esto me trae a la memoria aquellos nostálgicos versos de García Lorca en su Poema del Cante Jondo, evocando a Silverio Franconetti, una de las últimas leyendas del flamenco de que no hay registros sonoros:

Entre italiano
y flamenco,
¿cómo cantaría
aquel Silverio?
La densa miel de Italia
con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto
del siguiriyero.
Su grito fue terrible.
Los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos,
y se abría el azogue
de los espejos.
Pasaba por los tonos
sin romperlos.
Y fue un creador
y un jardinero.
Un creador de glorietas
para el silencio.
Ahora su melodía
duerme con los ecos.
Definitiva y pura
¡Con los últimos ecos!

Imposible saberlo, en un tiempo sin espacio. Por algo también la Historia comienza con la escritura.

Con esta última conferencia, que como remate no fue seguida de coloquio, culminaba una apasionante semana, de la que he dejado mis impresiones sobre otras dos conferencias.

La primera fue La noción de Tiempo en la Historia de la Filosofía. En ella, tras unas consideraciones sobre diferentes ciclos temporales, entre ellos ciclos vitales, se distinguía el tiempo ideal, continuo, uniforme e independiente de los fenómenos, y el tiempo finito de los procesos, el tiempo real que llena el tiempo de los sujetos que lo experimentan.

La segunda, Tiempo, muerte, abstracción, basándose en aquella finitud que atañe tanto a los procesos como a los sujetos que los experimentan o conocen, destruía la noción de futuro de la modernidad en este cibercapitalismo desbocado, cuando un ciberespacio sin límites choca con un limitado cibertiempo que acaba colapsando las capacidades mentales para abarcarlo.

Finalmente, esta conferencia de clausura, El espíritu y el tiempo, reafirmaba muchas de estas ideas, contrastando la visión idealista y esencialista de Hegel y la existencialista de Heiddeger, para quien un Ente, determinado por su existencia, solamente en su actuar y comportamiento nos lleva a la comprensión de su Ser. Es la que yo llamaría Filosofía del Estar, frente a la Filosofía del Ser:

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