Clamorosa la ceguera de los que ven caer con satisfacción los derechos de otros, en lugar de reclamarlos para sí y para todos.
Exijamos para todos esos derechos elementales que, todavía, disfrutan los funcionarios. No son privilegios.
Pedro Pascual Paredes Rivas, aquí y en rebelión.org
El reproche, cuando no crítica feroz,
hacia lo trabajadores públicos proviene de dos lados – aunque mas bien
es uno solo que desarrolla su camino de arriba a abajo-; por una parte
están la banca y la patronal – Emilio Botín, Francisco Gonzalez, Rodrigo
Rato, Fernández Ordóñez, Juan Rosell – que una y otra vez, día a día,
sin descanso, proclaman los parabienes de lo privado, de la iniciativa privada, de su beneficiosa competitividad, de la libertad
que genera. Y por otro lado los asalariados que no son trabajadores
públicos – desempleados, becarios, personal temporal o indefinido (según
la RAE su significado es: Que no tiene término señalado o conocido).
Son los primeros los que a
través de sus medios de comunicación – los cuales tienen voz y boca por
medio de periodistas que aun careciendo de carnet de militancia son
fieles y leales al amo que les da de comer, importándoles poco el
significado o las consecuencias de las proclamas vertidas en la radio,
televisión, periódico o internet- generan una conciencia de reproche,
cuando no enfado e ira, hacia los funcionarios, pregonando por doquier
la perdida de dinero de lo público y su incapacidad de
gestionarlo de manera adecuada – que siempre es la realizada en lo
privado-, así como la vagancia de los trabajadores públicos, y todo
ello, “¡Con mi dinero!”
Veamos cuales son estas críticas hacia lo público,
porque molesta tanto al empresario como al desempleado, empezando
primero por las razones que puede esgrimir este último – y también el
primero-:
El funcionario tiene un trabajo estable,
“para todo la vida” – y yo soy un desempleado o un mísero becario con
un exiguo sueldo y muchas horas de trabajo, al igual que el temporal,
pero en este caso, una semana en un sitio, un mes en otro, dos meses en
el paro, tres días en otro trabajo y así gran parte de la juventud y de
la vida-, realiza un numero fijo de horas, que pueden ir desde las 35 horas semanales a las 38 – mientras yo trabajo 40 o 44 además de las horas extras que son voluntarias,
entendiendo por este termino si uno tiene voluntad de seguir trabajando
al día siguiente, sin olvidar que sin ese dinero extra, gracias a
trabajar mas de 48 horas semanales, no podría sobrevivir-, no dependen
de la producción – no les despiden si un enfermo se
muere, sin en una clase la mayoría de alumnos suspenden, si un incendio
tarda en apagarse, mientras que a mí, si no consigo hacer mi trabajo en
el tiempo estimado me despiden, si no consigo colocar los tornillos que
llegan de la cadena en sus cajas en el tiempo calculado me despiden-,
si están enfermos no tiene problema en coger la baja – y
yo si lo hago me despiden, lo cual hace que vaya al tajo con 39º de
temperatura y si me rompo la pierna o me corto un brazo haré como los
deportistas de élite, lograr una recuperación “milagrosa”, sin olvidar
que nunca gano el 100%, no como los funcionarios, que sin trabajar, por
estar enfermos o incluso por estar embarazas o tener un hijo, ¡ganan lo
mismo desde el primer día!-, tienen unas vacaciones de 30 o 60 días- mientras el indefinido solo puede disfrutar de 15 días y los otros 15 son pagados y el temporal no las disfruta pues apenas consigue trabajar nunca un año en una misma empresa-. Incluso los feroces reproches se dirigen a aspectos mas mundanos
– hecho por el cual la empresa privada las prohíbe y les parece
inadmisible-, el trabajador público puede fumar varias veces a lo largo
de su jornada o tomar café tranquilamente un par de veces o charlar
tranquilamente unos minutos con sus compañeros o ir al baño siempre que
tenga necesidad o llamar a su casa o la guardería varias veces porque su
hijo o marido está enfermo o incluso llamar a este para decir, “Te
quiero.”
¿Pero por qué estas
críticas de unos- y también de los otros? Pues sencillamente porque jode
el no disponer de… y en la palabra a usar viene el problema y la
equivocación. Todo aquello por lo que el trabajador de la entidad
privada se queja al no poder disfrutar y sí el trabajador de lo
público no son Privilegios sino Derechos, derechos obtenidos por la
lucha obrera – y sindical. El grave problema es que esos derechos que
debían de ser para todos los trabajadores solo recaen en los que
trabajan para el Estado. ¿Pero entonces no será que la gran gestión de
lo privado es debido a no cumplir los derechos que debían ser básicos
para los trabajadores? ¿Qué responderá un trabajador al que se le
pregunte “¿Usted que prefiere: trabajar para lo público o lo privado?” Y
responderá que en lo publico y la razón es porque en lo publico es
donde aún se mantiene la obligación de cumplir los derechos laborales,
donde aún se ve al trabajador como persona y no como mercancía, donde no
todo es producir cuanto mas rápido y en menos tiempo, donde el sueldo
no depende de la productividad y da para vivir.
Por su parte, la banca y la patronal critican al sector público
– además de por las anteriores razones- por ser poco competitivas y
eficientes, así como ser demasiadas rígidas y derrochadoras. Para ellos
el sector público es poco competitivo a causa de que los trabajadores
mantienen unos derechos del siglo pasado que no tienen cabida en el
nuevo siglo, pues ellos ocasionan que se pierda dinero y tiempo en
producir, lo cual influye en el crecimiento económico- ¿En el
crecimiento económico de quién, del Estado o de las multinacionales?- Y
es qué – según su opinión- el sector público no sabe producir ni ahorrar
– debemos de ser conscientes de que la patronal ha realizado un nuevo
descubrimiento: sacar dinero de la educación y de la sanidad, el libre
comercio ha empezado a instalarse en los colegios y universidades públicas y en los hospitales públicos.
Si la salud y la enseñanza puede proporcionar beneficios económicos,
los otros beneficios poco importan ya. Es claro y meridiano que si el
sector público trabajase igual que el sector privado la rentabilidad
económica sería mejor pero todo ello gracias a perder los derechos
obtenidos y en este caso ya no hablo solo de los laborales, sino del
derecho a la educación y sanidad gratuita, universal y equitativa.
Es por todo ello por lo que debemos preguntarnos a quién beneficia que lo público se privatice. ¿A caso los beneficios económicos de una mejor gestión regresarán
al Estado? ¿Acaso eso ha ocurrido con los millonarios beneficios de las
empresas antes públicas y ahora – compradas a precio de coste, como
ahora ocurre con las cajas- privadas? El beneficio obtenido de lo privado solo
recaé en lo privado, en las pocas manos que poseen la tela de araña de
lo privado, en fin, en : Emilio Botín, Francisco Gonzalez, Rodrigo Rato,
Fernández Ordóñez, Juan Rosell y sus secuaces -incluyendo los políticos
jubilados de lo público que los acompañan y piden su recompensa. El
beneficio de la Economía privada esta reñida con la Economía pública.
En la década pasada el
gobierno de Bush en EE.UU desmontó los servicios públicos en manos
privadas bajo el siguiente concepto: “El gobierno no está obligado a dar
servicios, sino a garantizar que los servicios se den.”, y este
pensamiento ya se ha empezado a escuchar en distintas voces en Europa y
en el reino de españa y es el camino que preparan la patronal y la
banca, pue la externalización de los servicios dará confianza a los mercados
y la famosa deuda bajará, lo cual como se ha proclamado con la reforma
constitucional es lo primero, lo mas importante. Pero con ello, con la
desaparición de lo publico, a la vez que baja la deuda – y aumenta la
Economía de lo privado- también bajá el bienestar de lo público, del
ciudadano, pues los ejemplos donde la educación y la sanidad son
privados lo demuestran – mayores de tasas de analfabetismo y de
mortalidad de enfermedades prevenibles. Además con la desaparición de lo
público desaparecerán los derechos laborales que ahora solo retiene el
sector público. Es vital que la educación y la sanidad sean públicas –
con trabajadores públicos- pero también la recuperación para lo público de otros sectores pues solo el trabajador público dispone de derechos y no es tratado como una mercancía.
Los reproches no son
gratuitos, pues unos – la banca y la patronal- lo hacen para aumentar su
campo de acción y con ello sus beneficios y los otros – los
trabajadores- por confundir privilegios con derechos, puesto que así han
de ser si ellos no los poseen. Por todo ello se ha de impedir que se
comercialice lo público así como recuperar aquellos sectores que nunca
debieron de ser privados, los cuales han logrado grandes beneficios
económicos a costa de merma en el servicio hacia el ciudadano como en
los derechos de los trabajadores. Y por otro lado, todos los
trabajadores han de tener los mismos derechos, incluso el de la pereza.
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