Largo, documentado, razonado e ilustrado artículo de Pedro Prieto en Tlaxcala. Debe analizarse completo. Reproduzco parte del artículo. Tiene más razón que un santo.
Pero no creo que los economistas de izquierda aludidos en él desconozcan estas realidades. Más bien adoptan un discurso-puente hacia propuestas concretas y prácticas (como las que propone Izquierda Unida) que permitan saltar desde la economía actual hacia otra. Sin que esta nueva etapa sea estable y eterna.
Porque una escalera con peldaños de tres metros de altura desanima mucho. Lo deseable sería poder contar con una masa de gente dispuesta al gran salto. Preparémosla con saltos menores pero bien dirigidos contra el gran causante. Una democracia económica, aún lejana, se plantearía necesariamente el problema en otros términos. Pero el decrecimiento en manos de los que siguen creciendo porque "está en su naturaleza" sería un sarcasmo, que los pueblos no pueden aceptar.
Yo creo que este es el decrecimiento que ya está en marcha por parte de los poderosos: eliminar a los sobrantes "por abajo" para seguir en su opulencia "por arriba".
Sólo una lucha (de clases, naturalmente) del "99 %" será el motor de los cambios. En un sistema que no atienda al beneficio sino a las verdaderas necesidades, será mucho más sencillo definir racional y colectivamente cúales son estas.
Es muy habitual que los economistas –y no sólo
los denominados neoclásicos– asuman, supongan o crean que la economía
mundial se mueve con dinero en vez de con energía, lo cual hace que
algunos científicos consideren que han perdido el contacto con la
realidad.
Si la energía de que dispongo es exclusivamente la que tenía el homo sapiens-sapiens,
es decir, la que podía ingresar de la ingesta de alimentos, mi
capacidad de transformación de la Naturaleza y de creación de bienes y
prestación de servicios se reduce a la de mi aparato musculoesquelético,
es decir, a la de una máquina de apenas unos 100 vatios de potencia.
Si además utilizo la energía exosomática del fuego, podré realizar
transformaciones algo mayores y aumentar la actividad. Si sobre ella
añado la domesticación de animales puestos a mi servicio y la obtención
de alimentos de forma más fácil mediante el cultivo, alcanzaré mayor
capacidad de transformación de la Naturaleza en lo tocante a la
producción de bienes o prestación de servicios.
Hoy consumimos unas 20 veces más energía que a principios del siglo
XX. La población humana se ha multiplicado desde entonces por un factor
algo superior a 6, lo cual quiere decir que los 7.000 millones de seres
humanos actuales consumimos, en promedio, unas 3 veces más energía per
cápita que el ser humano de principios del siglo XX.
Esta ingente capacidad de movilización humana es posible porque el
82% de la energía se extrae de fuentes no renovables de la tercera
dimensión, de la litosfera. No es por factores monetarios o financieros.
Se trata de fuentes de energía que están sujetas al agotamiento.
Incluso la parte correspondiente al 10% de la energía primaria mundial,
que proviene de la biomasa y se supone renovable, tiene también un
elevado porcentaje de agotamiento y no renovabilidad, porque se explota a
mayor ritmo que el de reposición natural. Por ejemplo, si un bosque se
poda a una velocidad inferior a la del crecimiento de sus ramas, el
recurso es renovable; si en cambio se expolia a una velocidad superior,
el bosque desaparece y deja de ser un recurso renovable. Podría decirse
que es cosa de Perogrullo, pero algunos economistas no parecen
entenderlo.
Por si fuera poco, las últimas mediciones indican que ese consumo
de energía que propicia una transformación tan brutal de los recursos
naturales para la obtención de bienes y para la prestación de servicios
ya sobrepasa entre un 40 y un 50% lo que se ha dado en llamar la
capacidad de carga del planeta; esto es, la capacidad que tiene la
biosfera de regenerarse a su ritmo natural de reemplazo para seguir
manteniendo la base de recursos vitales que dan vida a este mundo. Por
su parte la litosfera, si es que se regenera, lo hace a ritmos
geológicos, que quedan fuera de nuestra escala.
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