“China, aunque suene fuerte, es de los países mejor gobernados del mundo”
Entrevista a Rafael Poch-de-Feliu, corresponsal internacional de La Vanguardia
Jot Down
El título que el entrevistador elige para esta conversación, atento seguramente a su impacto, auténtico puñetazo a la visión maniquea y altamente indocumentada de nuestros medios, es sólo una parte de su importante contenido.
Porque es la historia de las últimas décadas la que recorre esta memoria, con impresiones de primera mano, alejada de la cultureta política habitual.
La historia es más compleja que las simplificaciones que nos suelen ofrecer los "dueños del adjetivo", como los llamaba, bien que desde el otro lado del campo ideológico, otro periodista, aunque falangista (¿o se dice al revés?) Agustín de Foxá, nada menos que en ABC ("Los cráneos deformados", 10 de marzo de 1948).
Un distanciamiento crítico siempre es conveniente, especialmente si va unido a un distanciamiento temporal, tras el que los acontecimientos acaban por no encajar en el relato que nos presentaron. Los hechos son tozudos, y ya no es creíble el mundo de buenos y malos del western (nunca mejor traído el término).
El complejo trenzado geopolítico puede y suele convertir en malos malísimos a los aliados de ayer mismo. Y al revés. Claro que siempre quedan malos eternos, irredimibles.
Entender esto bien es más fácil ahora. Siempre estamos inmersos en relaciones de dominio, pero hoy, además, somos víctimas directas.
Pero no haberlo comprendido antes, los pueblos prefirieron Disneylandia a la triste grisura del socialismo real, ciegos a la labor de zapa que esconde siempre la publicitación de ese decorado, en un marco inevitable de lucha de clases. La interdependencia entre todo lo que ocurre en el sistema mundo nos ha hecho retroceder en la historia, no sabemos aún bien si cincuenta o cien años.
El primer plano, la moviola y la cámara lenta ayudan a interpretar las jugadas, y no sólo en el fútbol.
La información internacional sufre dos grandes
males. El más de lo mismo y el a ver quién la dice más gorda. Durante
muchos años, Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956), corresponsal internacional de La Vanguardia,
ha destacado por trabajar en una línea opuesta a estos dos vicios. En
sus crónicas, al menos, siempre hemos encontrado otro punto de vista. No
el contrario a la propaganda, sencillamente una visión singular,
distinta. Poch considera que el periodista no debe leer solo periódicos,
sino que tiene que seguir publicaciones más académicas y libros. Se
queja de que cada vez conoce más periodistas jóvenes que no leen. Él
apuesta por complementar la información con fuentes alternativas de
calidad, como profesores de universidad o sociólogos, dada la tendencia a
la mentira y el engaño de las fuentes institucionales. El resultado de
esta forma de trabajar está en las hemerotecas, pero también en sus
libros sobre la URSS (Tres días de agosto, Tres preguntas sobre Rusia y La gran transición, que ha sido traducido al ruso y al chino), China (La actualidad de China, un mundo en crisis, una sociedad en gestación) y Alemania (La quinta Alemania,
que aparecerá en mayo editado por Icaria). Obras didácticas, llenas de
matices. Versiones de los hechos históricos, de la sociedad de estos
países, nutridas con fuentes diversas que pueden ir del político al
campesino, del periodista al activista. Ha sido corresponsal en Europa
del Este, Moscú, Pekín y Berlín. En todos estos destinos fue y es
testigo de las grandes transformaciones del mundo contemporáneo.
Repasamos con él su trayectoria para que ofrezca una explicación de todo
lo que ha investigado y narrado para sus lectores.
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