Pero lo que motiva mi interés es el final del artículo. Yo formularía como dilema la pregunta clave: ¿es mejor ser feliz en la ignorancia que ser desdichado al conocer la verdad de las cosas?
Desde luego, para un enfermo terminal sin posibilidad de curación no dudo en recetarle mentiras piadosas. Ojo: junto a muchos cuidados paliativos, cantidades razonables de analgésicos y psicofármacos adecuados.
Pero si hay esperanza de curación ¿qué médico con algo de humanidad prescribiría el mismo tratamiento?
Es totalmente cierto que el dilema es hoy más que nunca "socialismo o barbarie", pero no ganaremos nada engañando al enfermo que no quiere saber lo que le pasa si se le ofrece un socialismo de muchos y ricos, para sustituir al capitalismo de pocos y millonarios. Porque el dilema es un socialismo frugal y austero o un no-futuro.
El cuerpo del artículo, muy razonado, está en los enlaces. Publico aquí el comienzo y la reflexión final.
Durante el siglo XX tuvo lugar un acontecimiento decisivo, cuyas 
consecuencias estamos aún lejos de haber asimilado. La humanidad, que 
durante milenios vivió dentro de lo que en términos ecológicos puede 
describirse como un "mundo vacío", ha pasado a vivir en un "mundo lleno".
 Habitamos hoy un planeta dominado por el ser humano, en una escala que 
no admite parangón con ningún momento anterior del pasado. La humanidad 
extrae recursos de las fuentes de la biosfera y deposita residuos y contaminación en sus sumideros, además de depender de las funciones vitales básicas
 más generales que proporciona la biosfera. Pero el crecimiento en el 
uso de recursos naturales y funciones de los ecosistemas está alterando 
la Tierra globalmente, hasta llegar incluso a trastocar los grandes 
ciclos biogeoquímicos del planeta: la circulación del nitrógeno o el 
almacenamiento del carbono en la atmósfera, por ejemplo. Por eso hemos 
comenzado a hablar de Antropoceno.
(...)
Déjame creer lo que quiera
“Déjame creer lo que quiera, incluso que las arañas bajarán a tierra 
por un hilo nuevo”, le dice Colombina a Pierrot en un hermoso texto de 
Joan Brossa [33] “Dime que me quieres aunque sea mentira”, le pedía Sterling Hayden a Joan Crawford en aquella gran película que es Johnny Guitar… “El hombre no puede soportar demasiada realidad”, reza el conocido verso de los Cuatro cuartetos de Eliot (quien parece responder a la intimación de Nietzsche: ¿cuánta verdad es capaz de soportar el ser humano?)
.
Hay en alemán una expresión interesante: Lebenslüge, mentira
 existencial. Literalmente se traduciría por “mentira vital”: una clase 
de autoengaño que necesitamos para seguir adelante, para sobrellevar una
 existencia que si no se haría insoportable. (El concepto, parece, fue 
acuñado por Ibsen a finales del siglo XIX: “Quítele a una persona su 
mentira existencial, y con ello la privará al mismo tiempo de su 
felicidad”, escribía el dramaturgo noruego en su otra teatral de 1884 El pato silvestre).
 “Sin la ficción, sin el autoengaño, nuestra vida sería peor de lo que 
es ahora”, postula con rotundidad el profesor de estética Fernando 
Castro Flórez. [34] Pero ¿bajo qué condiciones una “mentira vital” se convierte en mentira mortal?
Puede que el positive thinking, como sostienen los gurús de 
la autoayuda, alargue nuestra vida y nos ayude a lograr nuestras metas; 
pero también infantiliza a nuestras sociedades hasta tal punto que hace 
difícil la continuidad de la vida civilizada en el planeta Tierra. Una 
cosa es impedir que la verdad nos agríe el carácter, y otra distinta 
autoengañarnos, ¿verdad? Lo segundo no es condición necesaria para lo 
primero.
La Lebenslüge
 de nuestras sociedades es que podrán continuar su senda de expansión 
industrial sin trabas. Ahora bien, en el Siglo de la Gran Prueba que es 
el nuestro, ¿cabrá contar con un abastecimiento creciente de energía y 
un clima estable? Las expectativas de progreso social y crecimiento 
económico que hoy prevalecen dan por sentado que sí; pero un análisis 
realista y racional de nuestra situación —dónde estamos en el segundo 
decenio del siglo XXI— indica que no. Las expectativas que prevalecen 
indican, por ejemplo, que sobrará petróleo por todas partes cuando se 
generalice el coche eléctrico; [35]
 una reflexión mejor informada sabe que más bien deberíamos estar 
preguntándonos si, en diversos ámbitos, no estaremos regresando a la 
tracción animal más pronto que tarde. Nos prometen el internet de las 
cosas, la producción robotizada y la digitalización total… pero en el 
mejor de los casos tendremos quizá una buena Edad Media. [36]
Por favor, ¡no seamos tan crédulos! La cuestión no estriba en ser 
optimistas o pesimistas: se trata, antes que nada, de analizar la 
realidad sin hacernos trampas en el solitario. La cultura dominante se 
ha situado —y nos ha situado a todas y a todos— fuera de la realidad. 
Basta con reflexionar un rato sobre clima y energía para darse cuenta de
 ello… Nuestras sociedades petrodependientes y biocidas no deberían 
reprimir esta reflexión, a comienzos del Siglo de la Gran Prueba.

"...el dilema es un socialismo frugal y austero o un no-futuro." A poco que se aten cabos y se reflexione sobre la situación actual del mundo, esa es la conclusión a la que algunos (hace tiempo) hemos llegado. En la vida cotidiana, ya se pueden observar peligrosos signos del disgregador "sálvese quien pueda", aunque la rapiña y el generalizado "aquí te pillo, aquí te mato" de los mercachifles varios aún está dentro de un "orden legal". Y eso que "todo va bien" y mañana irá mejor, según nos dicen los mayordomos del capital. Hay quienes se quejan de que enterramos la cabeza como el avestruz. ¡Ojala!, al menos la avestruz lo hace para propinar un patadón a su enemigo.
ResponderEliminarAhora voy a leer el artículo que nos propones.