No es un disparate sino una estrategia esa grosera reinvención del pasado. Y no es solo algo de andar por casa; ¿por qué, precisamente ahora, una ola antiislámica recorre toda Europa?
La Historia deformada y falsificada se ha utilizado siempre para dar a las naciones en formación unos mitos fundacionales que galvanicen la fidelidad de las clases subalternas. Aunque finalmente también sean creídos por los mismos que los inventaron.
Nada une más que un enemigo compartido. Cuando no lo hay, se inventa.
'La batalla de Poitiers', óleo pintado en 1837 por Charles de Steuben. ANN RONAN (PRINT COLLECTOR / GETTY IMAGES) |
La ultraderecha busca en el pasado remoto justificación para sus políticas actuales
GUILLERMO ALTARES
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Tras esa visión nacionalista del medievo se esconden varios presupuestos contradictorios con la investigación científica contemporánea.
Primero, que los habitantes de Europa en el siglo XXI somos los herederos de quienes habitaron este mismo lugar hace siglos. Esta afirmación ignora que las unidades políticas son completamente diferentes, por no hablar de las migraciones y mezclas que marcan la historia.
Segundo, que pueden establecerse paralelismos entre sociedades de hace siglos y las actuales, soslayando las abismales diferencias que las separan en multitud de asuntos, desde la esclavitud hasta la tecnología.
Y, por último, que, incluso si se admite esa herencia, esta no tiene por qué condicionar el presente.
“Esa movilización reivindicando el pasado está siempre vinculada a pulsiones del presente, a la necesidad de ciertas comunidades, ideologías o proyectos políticos de encontrar su justificación”, explica Eduardo Manzano Moreno, investigador del CSIC, experto en Al Andalus, que acaba de publicar La corte del Califa. “La simple regla de mayor o menor cercanía respecto de ese pasado no siempre funciona: los romanos o los mongoles pudieron hacer todo tipo de masacres y a nadie le importa, pero en el caso de los musulmanes, el discurso conservador intenta plantar la idea de una similitud exacta entre lo ocurrido en la Edad Media y el presente, algo que también alimentan los propios radicales islámicos”.
El historiador Jean-Paul Demoule ha estudiado el asunto en su libro Les dix millénaires oubliés qui ont fait l’histoire (Los diez milenios olvidados que hicieron la historia), y explica cómo los nacionalismos que estallan después de la I Guerra Mundial explotan la idea de un pueblo que se conserva inmutable a lo largo de los siglos, sumergiéndose incluso en la prehistoria. “Hubo que garantizar a cada uno de esos Estados un pasado glorioso, que se remonta al confín de los tiempos y que garantiza la existencia de la nación a lo largo de la eternidad”, escribe el profesor de la Sorbona. Su ensayo acaba con una pregunta: “¿No es mucho más interesante la historia cuando los seres humanos la escogen que cuando la padecen?”.
La retirada del busto de Abderraman III no es sólo una desafortunada equivocación de índole oportunista, sino que, además, constata la ignorancia supina, cuando no la mala fe de los responsables de tamaña insensatez.
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