En la anterior entrada, la prueba del algodón, se mostraba, a partir del ejemplo del trabajo esclavo en las plantaciones de algodón, el proceso productivo como aplicación de trabajo humano a la naturaleza. El delicado equilibrio entre recursos disponibles y trabajo aplicado podía romperse por dos lados. Si se plantaba una extensión que no podía cosecharse luego, se estaban desperdiciando recursos naturales, pero si se plantaba una extensión reducida habría mano de obra ociosa. Recursos humanos, en el lenguaje de los economistas. Había que aprovechar a tope todos los recursos para optimizar la producción e incrementar el capital.
En términos contables, los únicos que "cuentan" en los balances, no hay diferencia entre recursos materiales y humanos, y todos deben aprovecharse al máximo. La optimización requiere utilizar los primeros en la mayor medida posible y disciplinar los segundos. Dos son las formas de hacerlo: la aplicación de incentivos y la coacción.
La primera se utiliza en aquellos casos en que el beneficio será mayor que el gasto que supone, y siempre que el trabajador esté en condiciones de negociarlo. En general se alternan, en proporción coyunturalmente variable, incentivo y coacción. Como suele decirse, el palo y la zanahoria.
La coacción puede ejercerse directamente por medio de castigos, en el caso del trabajo esclavo, o indirectamente, por medio de las necesidades insatisfechas. Históricamente se han utilizado ambas formas.
Una diferencia importante: el esclavo es una propiedad del amo, un recurso a conservar, mientras prescindir del asalariado no supone al empleador una pérdida de capital fijo, siempre que pueda sustituirlo sin problema. Las pérdidas por accidente, enfermedad profesional o condiciones laborales inhumanas son exteriores a la empresa y "no cuentan", sobre todo en ausencia de legislaciones que penalicen las causas.
El capital, por consiguiente, utilizó la esclavitud cuando le era rentable, pero acabó sustituyéndola por otro trabajo forzado, el forzado por la necesidad. En esta moderna esclavitud, trabajadores "libres" arriesgan su vida más que los esclavos de plantación.
Por eso no pienso ver este sangriento campeonato mundial de fútbol.
Los muertos del Mundial de Qatar 2022
Temperaturas de hasta 50º. Jornadas interminables. Escasas medidas de seguridad. Apenas días de descanso. Amenazas de expulsión del país si no se aceptan las condiciones. Imposibilidad real de cambiar de empresa. Avances en la legislación que no se cumplen. Condiciones insalubres en las viviendas. Ese es el caldo de cultivo que explica algo que puede parecer increíble: miles de trabajadores migrantes han perdido la vida en las diferentes construcciones de Qatar desde que en 2010 la FIFA le designara como sede del Mundial de fútbol de 2022.
Razones para el boicot al Mundial de Qatar: la kafala y 101 muertos por partido
En febrero del año pasado el periódico The Guardian publicó una investigación que concluía que 6500 trabajadores habían muerto en Qatar desde que comenzaran las obras para el mundial de fútbol. No era el primer estudio ni la primera denuncia sobre esta atrocidad, pero sí la que cuantificaba de forma incuestionable (con datos de los gobiernos de los países de origen de los trabajadores fallecidos) que 6500 personas han perdido la vida en la construcción de infraestructuras en el desierto qatarí.
El mismo día en que se anunció que Qatar albergaría el mundial, la Confederación Internacional Sindical le pidió a la FIFA que repitiera la votación y que no le cediera la organización del evento a un país sin derechos laborales. Ni caso. Igual es que estaban entretenidos con el Qatargate, el pago de sobornos a la FIFA para conseguir el mundial y que ha hecho que 16 de los 22 miembros electores de la FIFA que adjudicaron el mundial a Qatar, tengan asuntos pendientes con la justicia. Una gente ejemplar.
Ya en 2015, Amnistía Internacional publicó un demoledor estudio que bajo el título Qatar, el mundial de futbol de la vergüenza demostraba que "los trabajadores migrantes que construyen los estadios sufren abusos y explotación mientras la FIFA obtiene enormes beneficios". La evidencia de que algo iba mal, muy mal, en Qatar, se vio claramente en el gráfico que el Washington Post publicó comparando los trabajadores muertos en la construcción de infraestructuras de los últimos grandes eventos deportivos, y eso que el gráfico es de 2015 cuando se pensaba que "solo" habían muerto 1500 trabajadores:
No es el petróleo el que mueve la voraz trituradora capitalista, es la sangre.
ResponderEliminar