lunes, 18 de abril de 2011

Adiós a la energía nuclear

Sobre el concepto nada nuevo pero muy olvidado de coste generalizado, véase mi entrada La batalla de Chernóbil

Desde luego, este concepto choca con la visión economicista y cortoplacista que acepta como válidas la externalización de costes, la minoración sistemática del valor actual de daños futuros, y, en definitiva, la tarjeta de crédito.

Carpe diem ¿eudemonista o hedonista?

Final de un artículo de Paco Puche:


El porvenir de una ilusión

De la energía prometida en los años cincuenta, que no necesitaría ni de contador por su abundancia, hemos pasado a una energía inconmensurablemente cara, peligrosa y militarista. En lo relativo a la energía nuclear todo es descomunal, incluido el miedo que suscita.

Sobre la seguridad de las centrales ha pasado lo mismo que con el mito de la abundancia, que no para de haber situaciones imprevistas que dan lugar a accidentes, que afectan a millones de personas, por decenas de años. Otro mito increíble.

Si antes de Fukushima, solo el 12 % de los europeos eran partidarios de esta clase de energía, a partir de ahora “el público recelará para siempre de la energía nuclear”. 

La pregunta que hay que hacerse ahora es cuánto tiempo se tardará en desmantelar los 450 rectores nucleares que hay dispersos en 31 países, antes de que sea demasiado tarde.

La lucha que se avecina será la relativa a acortar la vida de las centrales aún existentes.

Más complicado va a resultar la desnuclearización militar tal como preveía el Tratado de Proliferación de Armas Nucleares, de 12 de junio de 1968, de la Asamblea General de NNUU, que en su artículo VI establecía que “cada Parte en el Tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y el desarme nuclear y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto control internacional”. Para eso hemos de retomar la vía del pacifismo radical.

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