viernes, 15 de abril de 2011

La batalla de Chernóbil

La noche temática, 9  de abril de 2011

Este vídeo da que pensar.

En primer lugar, ¿por qué quisieron los ingenieros de la central hacer la temeraria prueba que tan mal salió? Sin duda, temían las consecuencias de que, por algún accidente imprevisto (¿(im)previsible?), la central pudiera quedar sin suministro eléctrico externo y por lo tanto fuera de control. ¿Y no es esto precisamente lo que ha ocurrido luego en Fukushima, por algo también (im)previsible?

En segundo lugar, la experiencia de los accidentes habidos hasta hoy demuestra que no hay dos iguales. La incertidumbre sobre cómo se produciría un posible accidente es muy grande, y por eso todo cálculo del "coste generalizado" es una manipulación interesada de los que se lucran con el negocio.

¿Qué es eso del "coste generalizado"? Esto lo aprendí en la Escuela de Arquitectura, cuando me explicaron cómo se establecen los coeficientes de seguridad en las estructuras. Para que se entienda mejor, pondré un ejemplo.

Cuando se calcula cualquier elemento de una estructura, como una viga, se parte de la comprobación experimental de su comportamiento en el momento del colapso, esto es, se calcula a partir de un ensayo "en rotura".

Evidentemente, la rotura es lo que se trata de evitar. Para eso se calcula como si la resistencia del material fuese menor de la real, y la carga mayor que la prevista. Es decir, para el cálculo se mayoran las cargas y se minora la resistencia.

Si por ejemplo la resistencia real es 1,2 veces la del ensayo en el peor caso a considerar y la carga real en el ensayo 1,5 veces mayor que la previsible, encontramos que el coeficiente de seguridad sería el producto de ambas cifras, esto es 1,8 veces la situación en que se produciría el colapso.

Siempre existe cierta probabilidad de que se produzca la rotura. Nunca es nula, pero disminuye rápidamente al aumentar los coeficientes de seguridad.

Ahora bien, esa disminución del riesgo se produce a expensas de aumentar el coste de la estructura.

Simplificando, diríamos que para llegar a un riesgo cero habría que llegar a un coste infinito.

¿Qué se hace entonces? Se consideran dos costes:
  • El coste de la estructura, en función de su solidez
  • El coste del accidente, en función de los daños que pueda causar
Esto es grave, e incluye factores difíciles de evaluar. ¿Qué valor dar a la vida humana, a los daños a las personas, a los daños que se causa en sus vidas, en caso de accidente?

Sin embargo, las compañías de seguros valoran todas estas cosas, y hasta el valor económico de un ojo, o del dedo gordo del pie.

Pues bien, el coste generalizado se obtiene sumando al coste de la estructura la valoración de daños en caso de accidente multiplicada por la probabilidad de que se produzca.

Con el coste de la estructura aumenta la seguridad, la valoración de daños permanece constante y la probabilidad de accidente disminuye. Existe un punto de equilibrio en que el coste generalizado es mínimo.

Ese equilibrio se ha establecido según la experiencia. Recuerdo como algunos trágicos accidentes en obras hicieron aumentar los coeficientes en la normativa española, hace ya muchos años, porque las probabilidades calculadas se demostraron falsas.

Es doloroso constatar cómo los valores económicos pasan por encima de la vida de las personas.

¿Y qué pasa con los accidentes nucleares?

El coste generalizado de las centrales nucleares se calcula, por así decirlo, "a capón".

En primer lugar, no se suelen considerar suficientemente los costes demorados, como el de los daños ecológicos de los posibles vertidos o los de la perpetua vigilancia, incluido su enfriamento durante muchos años, del combustible gastado. Como mucho, se consideran los veinte o treinta años próximos...

Por otra parte, se ha subestimado gravemente la probabilidad de accidente, como demuestra la historia reciente. Como en el caso de las estructuras, intereses puramente económicos cortoplacistas pasan por encima de cualquiera otra consideración. "Tente mientras cobro".

Si repasamos cuáles pueden ser esos riesgos subestimados, se nos ponen los pelos como escarpias: terremotos, tsunamis, alteraciones radioeléctricas por tormentas solares (las hay cada once años, mayores o menores), imprudencias (como la de Chernóbil, seguramente bienintencionada, pero que fue un "experimento con champagne" para evaluar un riesgo real), atentados, guerras...

¿Para qué seguir? Lo único seguro es que los poderes económicos interesados van a procurar por todos los medios seguir con su chiringuito. Y engañan, ¡pero que muy bien! (lo llaman tranquilizar).

Por cierto, Felipe González y Aznar, entre otros próceres ¿"a qué dedican el tiempo libre", como diría Perales?
 Juan José Guirado

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