Sea o no cierta la historia en el que la NASA invirtió miles de millones en un bolígrafo que funcionara en gravedad cero, mientras que los “maléficos” soviéticos solucionaron el problema utilizando un simple lápiz, nos va a servir para dar nueva luz a la cita de Winston Churchill en la que aseguraba que “El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria”.
En las palabras de Churchill se nos cuela que el capitalismo se las tiene que ver con la abundancia, mientras que socialismo con la escasez. En otras palabras, es como si el capitalismo solo gestionara abundancia, mientras que el socialismo solo gestiona miseria, lo cual, a bote pronto, hace preferible la desigualdad en la distribución de la abundancia a la igual distribución de la escasez.
Ahora bien, el bolígrafo de la NASA ilustra que esa distribución desigual de bienes acaba muchas veces en derroche, en tanto que se da solución exagerada a lo que en realidad no es sino un problema inventado. Sea o no cierta la historia, ejemplos de derroche los hay en todas partes, ya sea como inauguración de unos juegos olímpicos o como coger el coche para ir a comprar el pan, etc. Él más reciente es la invención de una nube artificial patrocinada por el gobierno qatarí para cubrir los estadios de fútbol durante el próximo mundial y así aliviar el calor del desierto.
Puede pensarse que dado que hay abundancia y a todos toca una parte, ya sea grande o pequeña, el derroche no supone en realidad ningún inconveniente, es más, puede incluso contribuir en forma de espectáculo en la medida en que es visionado por un telespectador, cuyo porcentaje de derroche correspondería, por ejemplo, a una pantalla de plasma pagada a plazos. Y esto pudiera ser cierto solo si el capitalismo gestionara abundancia. Pero quiere la vía de los hechos poner entre paréntesis ese “solo sí” a la luz de las crisis que se generan dentro del mismo; de modo que Churchill oculta hábilmente que el capitalismo también se las tiene que ver con la escasez, lo cual, trasforma el sentido del “desigual reparto”.
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Con el capitalismo gestionando escasez, el derroche no desaparece, sino que su ámbito se estrecha, de tal modo que áreas que antes estaban dentro del derroche cuando había abundancia, con las crisis se quedan fuera. El rescate bancario y los posteriores e inmediatos recortes no son sino claros ejemplos de cómo, en Europa principalmente, el espectro del derroche se ha estrechado, ya que una vez rescatada, la Banca no se ha recatado y vuela de nuevo hacia el despilfarro especulativo, a cambio, eso sí, de resentir a la clase media, que espoleada por el crédito fácil y un trabajo que creía seguro en los tiempos de abundancia, se ha visto de golpe fuera de la posibilidad del derroche, presionada por una banca que exige el cobro de sus deudas y abandonada por un Estado secuestrado a todas luces por el capital, de tal modo que no es difícil imaginar a un contable firmando con el bolígrafo burocrático el último mes de prestación por desempleo, mientras le embargan el sofá de cuero y las gafas 3-D.
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