jueves, 28 de junio de 2018

Kafka y el espacio-tiempo pegajoso

Una de las obsesiones de Kafka era el espacio-tiempo. En él estamos todos atrapados. Cada uno es hijo de su espacio y de su momento histórico. El suyo fue de grandes cambios en la cosmovisión, porque también hubo entonces grandes cambios en la sociedad y en la conciencia. La teoría de la relatividad, que también se produce en ese entorno espacial y temporal, no sería concebible en otra circunstancia.

No solamente se pusieron en cuestión anteriores certezas sobre el tiempo físico, sino que también se alteró el tiempo psicológico. El surrealismo y el psicoanálisis son hijos de esa alteración. Buscan con desazón en los sueños una realidad alternativa. También Kafka busca, atrapado en la existencia, la vía de escape.

El sueño construye una realidad trastocada que distorsiona los sucesos y mezcla de forma extraña tiempos y lugares, pero las situaciones absurdas que en él nos asaltan reflejan a su modo, transfiguradas, las inquietudes del día. Al contar un sueño se desdibuja y transforma de nuevo, y la recreación no es más que un pálido reflejo de aquel extraño mundo onírico. Un viaje de ida y vuelta.

El tiempo histórico que le tocó a Kafka vivir fue, como el nuestro, kafkiano, plagado de incertidumbres. El mundo se tambaleaba y las certezas se fundían. Es probable que esos monstruos que surgen, al decir de Gramsci, cuando lo viejo no acaba de morir ni lo nuevo de alumbrarse, sean, más que la excepción, la regla de cualquier tiempo. La conciencia, al hacernos lúcidos, nos hace responsables. Por eso nos sentimos muchas veces culpables. La razón no es capaz de destruir esa culpa que anida en lo subconsciente.

Interpreto a Kafka, a partir de mis propias vivencias. En ocasiones, después del último sueño, un brusco despertar nos sobresalta, queda la incerteza como resultado no deseado de lo que prometía ser un descanso plácido. La página que cerramos la noche anterior se abre otra vez, llena de cansancio e indecisión. Esperamos alarmados la posible llegada de un accidente que alteraría la cómoda rutina previsible. Además, no sabemos de qué lado puede llegar.

Es característica del sueño la disparatada distorsión del tiempo y el espacio, distorsión que es a la vez es reflejo y fuente de nuestra percepción del mundo. Incapaces de representarnos lo infinito como un más allá que está fuera de nuestro recorrido espacio temporal, queremos movernos y permanecer, que  el tiempo pase y que no pase, que el acontecimiento llegue y que no llegue.

La responsabilidad de llevar el inmenso mundo a cuestas nos abruma. La esperanza de dominarlo se nos desgasta y nos invade la flojedad y la desesperanza. La muralla china es un ejemplo claro de esa sensación melancólica de no poder abarcar lo inabarcable, como nos exige un propósito prometeico que nada más desechado vuelve a importunarnos. Lo infinito nos abruma.



Compárese la infinitud desesperanzada del relato de Kafka con la estoicamente aceptada de Borges en La biblioteca de Babel o El jardín de senderos que se bifurcan. Mientras el primero espera angustiado, porque no sabe, el segundo se siente invulnerable, porque sabe. Pero ambos son seres melancólicos.

Sobre el universo de Borges publiqué hace tiempo estos comentarios:
Los cuatro ciclos, el eterno retorno.
A quien está leyéndome, la eternidad, presente absoluto.
Las cosas, lo fugaz enfrentado a lo perdurable.
La lluvia, persistencia de lo efímero.
En este enlace está esa biblioteca que es el infinito:
Entre otros cuentos:
http://doctorpolitico.com/wp-content/uploads/2012/12/Textos-de-Borges.pdf


Volvamos a Kafka.

Leer a este autor es leernos el alma. El relato vuela de forma arbitraria de lo cercano a lo lejano, de lo vertiginoso a la parálisis. Pessoa escribió un libro del desasosiego. Kafka vivió el desasosiego en sus libros, hasta el punto de haber deseado destruirlos ¿por inútiles?

Kafka es por eso intemporalmente actual. Sus relatos se mueven en un molesto espacio-tiempo pegajoso, del que no podemos desprendernos porque lo llevamos puesto, pero que no dominamos.

Sobre la obsesión temporal de Kafka, este enlace.

Sus cuentos completos, en la misma línea:
http://www.cronopios.com.gt/javier/europeaii/cuentos
Siguen cuatro relatos cortos, en la misma línea:



Cuando por la noche uno parece haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata; después de la cena se ha sentado a la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel trabajo o a jugar aquel juego luego de terminado el cual habitualmente uno se va a dormir; cuando afuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que irse provocaría el asombro de todos; cuando ya la escalera está oscura y la puerta de calle trancada; y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de una repentina desazón, se cambia la bata; aparece enseguida vestido de calle; explica que tiene que salir, y, además, lo hace después de despedirse rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender mayor o menor disgusto de acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio que necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por las largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura. Todo esto se intensifica aún más si a estas altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va.

Un problema cotidiano, del que resulta una confusión cotidiana. A tiene que concretar un negocio importante con B en H, se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y en su hogar se enorgullece de esa velocidad. Al día siguiente vuelve a H, esa vez para cerrar el negocio. Ya que probablemente eso le insumirá muchas horas. A sale temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opinión de A) son precisamente las de la víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Lo hace al atardecer, rendido. Le comunicaron que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado por el camino. Le aconsejan que aguarde. A, sin embargo, impaciente por la concreción del negocio, se va inmediatamente y retorna a su casa. 
Esta vez, sin prestar mayor atención, hace el viaje en un rato. En su casa le dicen que B llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de A, y que hasta se cruzó con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondió que no tenía tiempo y que debía salir enseguida. 
Pese a esa incomprensible conducta, B entró en la casa a esperar su vuelta. Ya había preguntado muchas veces si no había regresado todavía, pero continuaba aguardando aún en el cuarto de A. Contento de poder encontrarse con B y explicarle lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar, tropieza, se tuerce un tobillo y a punto de perder el conocimiento, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B -tal vez ya muy lejos, tal vez a su lado- que baja la escalera furioso y desaparece para siempre.

Al comienzo no faltó el orden en los preparativos para construir la Torre de Babel; orden en exceso quizá. Se preocuparon demasiado de los guías e intérpretes, de los alojamientos para obreros, y de vías de comunicación, como si para la tarea hubieran dispuesto de siglos. En aquella época todo el mundo pensaba que se podía construir con mucha calma; un poco más y habrían desistido de todo, hasta de echar los cimientos. La gente se decía: lo más importante de la obra es la intención de construir una torre que llegue al cielo. Lo otro, es deseo, grandeza, lo inolvidable; mientras existan hombres en la tierra, existirá también el ferviente deseo de terminar la torre. Por lo cual no tiene que inquietarnos el porvenir. Por lo contrario, pensemos en el mayor conocimiento de las próximas generaciones; la arquitectura ha progresado y continuará haciéndolo; de aquí a cien años el trabajo que ahora nos tarda un año se podrá hacer seguramente en unos meses, más durable y mejor. Entonces ¿Para qué agotarnos ahora? El empeño se justificaría si cupiera la posibilidad de que en el transcurso de una generación se pudiera terminar la torre. Cosa totalmente imposible; lo más probable será que la nueva generación, con sus conocimientos más perfeccionados, condene el trabajo de la generación anterior y destruya todo lo construido, para comenzar de nuevo. Esas lucubraciones restaron energías, y se pensó ya menos en construir la torre que en levantar una ciudad para obreros. Mas cada nacionalidad deseaba el mejor barrio, lo que originó disputas que terminaban en peleas sangrientas. Esas peleas no tenían ningún objeto; algunos dirigentes estimaban que demoraría muchísimo la construcción de la torre, y otros, que más convenía aguardar a que se restableciera la paz. Pero no solo ocupaban el tiempo en pelear; en las treguas embellecían la ciudad, lo que a su vez daba motivo a nuevas envidias y nuevas polémicas. Así transcurrió el tiempo de la primera generación, pero ninguna de las otras siguientes tampoco varió; solo desarrollaron más la habilidad técnica, y unido a eso, la belicosidad. A pesar de que la segunda o tercera generación comprendió lo insensato de construir una torre que llegara al cielo, ya estaban todos demasiado comprometidos para dejar abandonados los trabajos y la ciudad. 
En todas sus leyendas y cantos, esa ciudad tiene la esperanza de que llegue un día, especialmente vaticinado, en el cual cinco golpes asestados en forma sucesiva por el puño de una mano gigantesca, destruirán la mencionada ciudad. Y es por eso que el puño aparece en su escudo de armas.

“El Emperador, tal va una parábola, os ha mandado, humilde sujeto, quien sois la insignificante sombra arrinconándose en la más recóndita distancia del sol imperial, un mensaje; El Emperador desde su lecho de muerte os ha mandado un mensaje para vos únicamente. Ha comandado al mensajero a arrodillarse junto a la cama, y ha susurrado el mensaje; ha puesto tanta importancia al mensaje, que ha ordenado al mensajero se lo repita en el oído. Luego, con un movimiento de cabeza, ha confirmado estar correcto. Sí, ante los congregados espectadores de su muerte –toda pared obstructora ha sido tumbada, y en las espaciosas y colosalmente altas escaleras están en un círculo los grandes príncipes del Imperio– ante todos ellos, él ha mandado su mensaje. El mensajero inmediatamente embarca su viaje; un poderoso, infatigable hombre; ahora empujando con su brazo diestro, ahora con el siniestro, taja un camino a través de la multitud; si encuentra resistencia, apunta a su pecho, donde el símbolo del sol repica de luz; al contrario de otro hombre cualquiera, su camino así se le facilita. Mas las multitudes son tan vastas; sus números no tienen fin. Si tan sólo pudiera alcanzar los amplios campos, cuán rápido él volaría, y pronto, sin duda alguna, escucharías el bienvenido martilleo de sus puños en tu puerta. Pero, en vez, cómo vanamente gasta sus fuerzas; aún todavía traza su camino tras las cámaras del profundo interior del palacio; nunca llegará al final de ellas; y si lo lograra, nada se lograría en ello; él debe, tras aquello, luchar durante su camino hacia abajo por las escaleras; y si lo lograra, nada se lograría en ello; todavía tiene que cruzar las cortes; y tras las cortes, el segundo palacio externo; y una vez más, más escaleras y cortes; y de nuevo otro palacio; y así por miles de años; y por si al fin llegara a lanzarse afuera, tras la última puerta del último palacio –pero nunca, nunca podría llegar eso a suceder–, la capital imperial, centro del mundo, caería ante él, apretada a explotar con sus propios sedimentos. Nadie podría luchar y salir de ahí, ni siquiera con el mensaje de un hombre muerto. Mas os sentáis tras la ventana, al caer la noche, y os lo imagináis, en sueños.”

jueves, 21 de junio de 2018

La práctica política y la teoría de conjuntos

¿Qué tiene que ver una abstracción matemática con la práctica política y en definitiva con la realidad social? Detengámonos un momento a precisar los conceptos de dicha teoría que pueden ser aplicables, porque son aplicables a toda la realidad.

El lenguaje matemático, y en este caso su representación gráfica, funciona, como todos los lenguajes, a base de conceptos que son abstracciones. Dentro de esas abstracciones son fundamentales las oposiciones. Los pares de opuestos y su interacción dialéctica están en la base del pensamiento. Toda la realidad la interpretamos a través de conceptos más o menos adecuados a ella. La práctica es la que va modulando y corrigiendo esa adecuación.

El concepto básico de la teoría de conjuntos es la pertenencia. Un elemento puede estar o no incluido en un conjunto. Puede pertenecer a varios conjuntos o a ninguno de los considerados. Las múltiples relaciones que la pertenencia compartida establece se corresponden, en el lenguaje hablado, con el uso de las conjunciones y, o, ni. Con tan simples elementos se conjuga una enorme complejidad.

A su vez, los conjuntos también pueden estar total o parcialmente incluidos en otros conjuntos. Estas posibilidades se recogen en los diagramas que siguen.

En ellos se ha considerado un conjunto de conjuntos, incluidos todos en otro más amplio, que consideramos universal. Algunos de ellos (A y B) comparten elementos, aunque tienen otros no compartidos. En otro (C) todos sus elementos lo son también de B, mientras que este último tiene otros que no son de C. Hay también un conjunto (D) que no comparte elementos con ningún otro; salvo, naturalmente, con el conjunto universal.

El planeta como gran ecosistema y todas las sociedades que lo componen, incluida la humana, están constituidas por individuos y conjuntos de individuos. Un inmenso conjunto de conjuntos, y en ellos se dan uniones, intersecciones... y diferencias.

Los individuos se agrupan, de grado o por fuerza, en comunidades que no eligen (como los Estados y hasta cierto punto las religiones) o por afinidades electivas (ideologías, partidos políticos, equipos de fútbol...). Es muy difícil distinguir las pertenencias voluntarias de las coactivas. Muchas de estas son asumidas voluntariamente.

En todo caso, podemos establecer un enorme conjunto de conjuntos a los que pertenece cada individuo. No entraré a considerar las consecuencias prácticas (que las hay) que tiene la compatibilidad o no entre los miembros de estos conjuntos. Lo cierto es que algunos individuos de un conjunto consideran incompatible la pertenencia a otro, mientras que otros lo compatibilizan perfectamente.

Presento a continuación algunos diagramas que ejemplifican las situaciones diversas que estudia la teoría. Seguramente, sobre la marcha, se os ocurrirán ejemplos políticos y sociales de aplicación.

La diferencia AB de la primera imagen es un conjunto que incluye a todos los elementos del conjunto A, exceptuando a los que también pertenecen a B. En la siguiente imagen, la unión AUB incluye a todos los elementos de uno y otro conjunto, también a los que pertenecen a ambos a la vez, y sin excluir a los del subconjunto C. Tercera imagen: B' es el conjunto complementario de B; todos los elementos del universo considerado pertenecen a él salvo los del conjunto excluido.

En la fila inferior, DC es la intersección de ambos conjuntos. Contiene a los que pertenecen a la vez a los dos, pero como no existen elementos comunes esa intersección no tiene elementos y decimos que se trata del conjunto vacío, porque pertenecer a uno es incompatible con participar del otro. Otro caso de diferencia es el que sigue, BC. Aquí los miembros de un conjunto expulsan de su seno a todo un conjunto perteneciente a él. Por último, AD es otro caso de diferencia que no tiene consecuencia alguna, porque D es un conjunto totalmente ajeno a A, y no hay nadie a quien expulsar.






















Observamos que la unión es inclusiva, la intersección exigente y la diferencia excluyente. El complementario, realmente, no es más que una exclusión universal.

En las agrupaciones humanas (hablaré de grupos sin dar al término el estricto sentido matemático) sean estas forzadas o elegidas, pueden darse las tres situaciones. Cuando las pertenencias se articulan en torno a sentimientos, pueden ser los individuos y los grupos más o menos inclusivos, excluyentes o exigentes.

Las encuestas que tratan de clasificar a los habitantes de Cataluña (podría escribir Catalunya, pero espero que no me excluyáis por una cosa o la otra), según se sienten sólo españoles ("y mucho españoles", perdón por el chiste si os ofende y me excluís nuevamente), se consideran sólo catalanes, ambas cosas por igual o más una que otra, muestran como de hecho un individuo puede constituirse en miembro de un grupo más o menos inclusivo o excluyente. Y hay casos en que lo fructífero es la intersección "exigente", cuando podemos exigir que se cumplan todos los requisitos para pertenecer al grupo. Así, un grupo humanista, que exija el cumplimiento de los derechos de las personas, solamente debería incluir a quien sea respetuoso con todos a la vez.

Ejemplos no faltan en otros casos, como la articulación del feminismo en torno a ideas como la identificación (o no) del género gramatical con el género en el moderno sentido sexual. ¿Se puede batallar por convertir el femenino en género no marcado, como ese nosotras que incluye a varones? Pues ya es un modo de establecer diferencias.

Las diferencias existen. Lo importante es manejarlas con criterio inclusivo y no excluyente. Y sobre todo jerarquizarlas para ver cuáles son las importantes, las que marcan el territorio en que queremos movernos y aquel que no deberíamos pisar.

Este artículo de Pascual Serrano, aparecido en el número 317 de Mundo Obrero, del presente mes de junio, me ha parecido relevante para evitar caer en la trampa de la diferencia excluyente, sin obviar la unión inclusiva y la intersección exigente.


Parece que más que buscar tus iguales para sumar fuerzas, intentamos buscar nuestra diferencia para afirmarnos.

Cuando los independentistas catalanes convocaron una butifarrada festiva para reivindicar su lucha, un sector independentista vegano protestó al tratarse de una comida con carne que no contemplaba su dieta. Cuando la actriz Leticia Dolera calificó de “campo de nabos muy feminista” la gala de los Goya por la abrumadora presencia masculina, las mujeres transgénero protestaron al sentirse aludidas porque ellas tienen pene. Cuando el periodista Antonio Maestre usó el titular “Mierda animal sobre los restos de las víctimas” para denunciar que en un pueblo de Granada habían instalado un establo de ganado sobre las fosas que podrían albergar más de 2.000 represaliados por el franquismo, algunos lectores le acusaron de “especista”, es decir, de discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores. 
No se trata de no respetar a todos esos grupos, pero iba siendo hora de que alguien plantease si, quizás, la diversidad se está convirtiendo en una competición de protagonismo en detrimento de luchas y causas que deberían ser más unitarias. Y la persona lúcida y valiente que lo ha hecho es Daniel Bernabé en su libro recién publicado La trampa de la diversidad (Akal). 
En inglés, unequal quiere decir desigual. Los hombres y mujeres que luchaban por una sociedad más justa combatían la desigualdad. El nuevo giro que denuncia Daniel Bernabé, es que unequal también significa diferente. Ahora se reafirma y reivindica la diferencia sin percibir que, tras ella, podemos estar defendiendo lo que siempre combatimos: la desigualdad, unequal. 
El neoliberalismo ha estado décadas reivindicando el derecho a la diferencia y a la individualidad, frente a lo que ellos llamaban la uniformidad colectivista y socialista, que tanto rechazaban. En cambio, la izquierda entendía que frente a la individualidad, la desigualdad, la diferencia, había que esgrimir la lucha colectiva (o nos salvamos todos o no se salva ni Dios), que la unidad nos hace fuertes, que nadie se debe quedar atrás, que queremos derechos para todos, que los convenios laborales son colectivos y no contratos individuales. 
Pero en los tiempos actuales parece que más que buscar tus iguales para sumar fuerzas, intentamos buscar nuestra diferencia para afirmarnos según lo que comemos, lo que deseamos sexualmente, a quien rezamos, con lo que nos divertimos, cómo nos vestimos. Somos veganos, budistas, pansexuales, naturistas, friganos, antinatalistas... No se trata de no respetar esos estilos de vida, bien claro lo deja Bernabé, sino de advertir de la simbiosis entre esas competencias en el mercado de la diversidad y el neoliberalismo. Todo ello a costa de abandonar nuestro sentimiento de clase y, por tanto, las luchas colectivas que pasan a un segundo plano para ser absorbidas por esas identidades. 
Hoy, la clase media, en realidad la mayoría de las clases, ansía por diferenciarse del resto, reafirmándose en su identidad. Nada mejor para ello que una oportuna oferta de diversidades, inocuas para el capitalismo, individualistas y competitivas entre ellas buscando la presencia en los medios, el reconocimiento de los políticos y la significación social. Como señala Bernabé, los ciudadanos reniegan de participar en organizaciones de masas donde su exquisita especificidad se funde con miles para luchar por un programa electoral global, “temen perder su preciada identidad específica, que creen única”. El mercado de la diversidad y su aparato ideológico les ha hecho creer que son tan exclusivos, tan singulares que no pueden soportar la uniformidad de una disciplina unitaria de lucha social por un objetivo global. 
Vale la pena pararse a pensar si la diversidad es una trampa que tiene como objeto desmovilizarnos, o mejor dicho, movilizarnos con humo, a la izquierda y la clase trabajadora. Mejor lean a Daniel Bernabé, él lo explica mejor que yo.

¿Y cómo se siembra esta uniforme plétora de diversidades que fomentan la exclusión de los que quedan fuera de las exclusivas capillas en que nos sentimos divinos? Las "redes sociales" son un poderoso instrumento. Nos comunican, pero nos atrapan. Los algoritmos que nos "facilitan" en ellas el contacto con nuestros semejantes, entre los que nos encontramos muy a gusto, nos segmentan en grupos más o menos homogéneos, pero que tienden a aislarse entre sí. Reforzamos nuestro modo de pensar, sin reparar en que convierte la sociedad en un conjunto de grumos inoperantes.

Lo explica muy bien Manuel Castells en estos apuntes que hallo en este otro blog. La red comunica, pero atrapa.

Manuel Castells
“Aunque sus efectos sobre las opciones políticas es muy diverso, en las sociedades avanzadas, la política y los políticos que no aparecen en televisión no tienen ninguna posibilidad de obtener el apoyo público, ya que las mentes de la gente se informan sobre todo por los medios de comunicación, y el más importante de ellos es la televisión.” 
“Su impacto social funciona en el modo binario: ser o no ser. Una vez que un mensaje sale en la televisión, puede ser cambiado, transformado o incluso trastrocado. Pero en una sociedad organizada en torno a los medios de comunicación de masas, la existencia de mensajes que están fuera de ellos se restringe a las redes interpersonales, con lo que desaparecen de la mente colectiva. Sin embargo, el precio que se paga porque un mensaje salga en televisión no es dinero o poder solamente. Es aceptar mezclarse en un texto multisemántico, cuya sintaxis es tremendamente laxa. Así pues, información y entretenimiento, educación y propaganda, relajación e hipnosis se mezclan en el lenguaje televisivo.” 
“Esta normalización de los mensajes (recepcionados en los hogares familiares), donde las imágenes atroces de la guerra real pueden ser casi absorbidas como parte de las películas de acción, sí tiene un impacto fundamental: la nivelación de todo contenido dentro del marco de imágenes de cada persona. Así pues, como son el tejido simbólico de nuestra vida, los medios de comunicación tienden a funcionar sobre la conciencia y la conducta, como la experiencia real obra sobre los sueños, proporcionando la materia prima con la que funciona nuestro cerebro.” 
“Según la UNESCO, en 1992 había más de 1.000 millones de aparatos de televisión en el mundo (el 35% de los cuales estaban en Europa; el 32%, en Asia; el 20%, en Norteamérica; el 8%, en América Latina; el 4%, en Oriente Medio, y un 1%, en Africa).” 
Youichi Ito, al analizar la evolución de los medios de comunicación en Japón, también ha llegado a la conclusión de que hay una evolución de una sociedad de masas a una «sociedad segmentada», como resultado de las nuevas tecnologías de la comunicación que se centran en la información diversificada y especializada, de tal modo que la audiencia se fragmenta cada vez más por las ideologías, los valores, los gustos y los estilos de vida ”
(…)

lunes, 18 de junio de 2018

¿Qué cosa es el post-marxismo? (VII)

Recordaré que el desglose del artículo de James Petras que estoy comentando empieza aquí, y que esto ha sido lo último publicado.

Petras señala dos puntos flacos del concepto de solidaridad que manejan las ONGs (aunque siempre entre estas las hay mejores y peores; y mucho peores...).

Por una parte, estas organizaciones, como los sindicatos y partidos que reciben beneficios de los Estados y las empresas, están lastrados por esa hipoteca: no pueden denunciar abiertamente a sus donantes, y su discurso es necesariamente incompleto. Deben limitarse a objetivos muy concretos, lo que no es en sí mismo mala cosa, pero son incapaces de enmarcarlos, más allá de vagas abstracciones universalistas, en algo muy real y también muy concreto: la lucha de clases a escala mundial.

Por otro lado, la solidaridad como ayuda a los desfavorecidos no es solución a los problemas de fondo que los ha llevado a la precariedad. En todas las sociedades, hasta en las más injustas, se ha practicado constantemente la caridad, y eso no ha eliminado la injusticia, más bien ha servido como válvula de escape que ha rebajado la presión sin eliminar la opresión.

¿Y qué decir de aquellos casos en que la buena intención del voluntariado se encarga de trabajos socialmente necesarios, sustituyendo a trabajadores a los que se podría emplear para estos menesteres? Entonces el trabajo gratuito sustituye al remunerado.

Voluntarios son quienes están atendiendo ahora mismo a los náufragos recogidos por el barco Aquarius. Denunciar el hecho no es condenar su encomiable actuación.

La duda me asalta, como a Bertolt Brecht. Pero concluyo que no por eso dejaré de ayudar (reconozco que poquito) al desvalido. Y de apoyar a alguna que otra ONG, procurando que no sea de las peores...


Argumento post-marxista:
7. La solidaridad de clases es parte de las ideologías pasadas, que reflejan políticas y realidades anteriores. Ya no existen las clases. Lo que hay son lugares fragmentados donde grupos específicos (identidades) y localidades se vinculan en una ayuda mutua y relación recíproca para “sobrevivir” basada en la cooperación con ayuda externa. La solidaridad es un fenómeno de clases-cruzadas, un gesto humanitario.
Puntualizaciones de Petras:

La Solidaridad de Clases y la “Solidaridad” de los Donantes Extranjeros

Se ha abusado de la palabra “solidaridad” hasta el punto que en muchos contextos ha perdido su significado. El término “solidaridad” para los post-marxistas incluye la ayuda extranjera canalizada a cualquier grupo “empobrecido” designado. La mera “investigación” o educación popular de los pobres por los profesionales se ha designado como “solidaridad”. De muchas maneras las estructuras jerárquicas y las formas de transmisión de la “ayuda” y el “entrenamiento” se parecen a la caridad del siglo diecinueve y los promotores no son muy diferentes de los misioneros cristianos.

El post-marxismo enfatiza la “autoayuda” al atacar el “paternalismo y la dependencia” del Estado. En esta competencia entre las ONGs para capturar a las víctimas de los neo-liberales, los post-marxistas reciben importantes subsidios de sus contrapartes en Europa y en los E.U.A. La ideología de autoayuda enfatiza la substitución de empleados públicos por voluntarios y profesionales capaces contratados sobre una base temporal. La filosofía básica de la visión post-marxista es transformar la “solidaridad” en colaboración y subordinación a la macro-economía del neo-liberalismo enfocando la atención de las clases ricas hacia los recursos del Estado hacia la auto-explotación de los pobres. Los pobres no necesitan que los post-marxistas los hagan virtuosos por lo que el Estado les obliga a hacer.

El concepto marxista de solidaridad, contrariamente, enfatiza la solidaridad de clases y dentro de la clase, solidaridad de los grupos oprimidos (mujeres y gente de color) contra sus explotadores nacionales y extranjeros. El mayor enfoque no está en las donaciones que dividen a las clases y pacifican a pequeños grupos durante limitados períodos de tiempo. El enfoque del concepto marxista de solidaridad está en la acción común de los mismos miembros de la clase que comparten el aprieto económico común para el mejoramiento colectivo.

Éste involucra a los intelectuales que escriben y hablan por los movimientos sociales que luchan, comprometidos a compartir las mismas consecuencias políticas. El concepto de solidaridad está vinculado a intelectuales “orgánicos” que son básicamente parte del movimiento: la gente con recursos  que brindan análisis y educación para la lucha de clases. Por el contrario, los post-marxistas están sumergidos en el mundo de las instituciones, los seminarios académicos, las fundaciones extranjeras, las conferencias internacionales y los informes burocráticos. Ellos escriben en una jerga post-moderna esotérica comprensible sólo por estos “iniciados” en el culto subjetivista de identidades esencialistas. Los marxistas ven la solidaridad como el compartir los riesgos de los movimientos, sin ser los comentadores de afuera que lo cuestionan todo y no defienden nada. Para los post-marxistas el objetivo principal es “obtener” el financiamiento extranjero para el “proyecto”. La cuestión principal para el marxista es el proceso de lucha política y educación para garantizar el mejoramiento social. El movimiento era todo, el objetivo era importante para elevar la conciencia para el cambio social: construir el poder político para transformar la condición general de la gran mayoría. La “solidaridad” para los post-marxistas está divorciada del objetivo general de liberación, es meramente una forma de reunir a las personas para asistir a un seminario de recalificación del trabajo o construir una letrina. Para los marxistas la solidaridad de una lucha colectiva contiene las semillas de la sociedad colectivista y democrática del futuro. Una  mayor visión o su ausencia es lo que le da a las diferentes concepciones  de solidaridad su diferente significado.

viernes, 15 de junio de 2018

¿Qué cosa es el post-marxismo? (VI)


El sastre de Ulm

-¡Obispo, puedo volar!-
le dijo el sastre al obispo.
-¡Fíjate, voy a probar!-
Y con algo como alas
el sastre subió al lugar
más alto de la catedral.
Pero el obispo no quiso mirar.
-Como el hombre no es un ave,
eso es pura falsedad-
dijo el obispo del sastre
-Nadie volará jamás.-
-El sastre ha muerto- la gente
al obispo fue a informar.
Fue una locura. Sus alas
se tenían que desarmar.
Y ahora yace destrozado
sobre la plaza de la catedral.
-¡Que repiquen las campanas!
Era pura falsedad
Como el hombre no es un ave
-dijo el obispo a la gente-
¡nunca el hombre volará!

Bertolt Brecht



Pero el hombre voló. Desde luego que no del modo rudimentario que había soñado el sastre, sino a partir de conocimientos que estaban fuera de su alcance.

No son pocos los que echan a volar las campanas por la muerte de las revoluciones. Las tentativas fallidas son mucho más abundantes que las exitosas. Pero como las causas que las motivan no cesan, esas tentativas se repiten y se repetirán una y otra vez. La manipulación de las conciencias nunca es definitiva.

Cuando las contradicciones se acentúan, y es el caso evidente de las sociedades actuales, acaban saltando los muros de contención y se desborda lo que a duras penas (durísimas, desde luego, cada vez que hace falta) se contiene.

Sigo a partir de aquí la argumentación post-marxista y la contraargumentación de James Petras. El comienzo, en este otro lugar.



La tesis post-marxista:
6. Las revoluciones siempre terminan mal o son imposibles: las transformaciones sociales amenazan con provocar reacciones autoritarias. La alternativa es luchar para/y consolidar transiciones democráticas para salvaguardar los procesos electorales.
Los argumentos de Petras:

Las Revoluciones Siempre Terminan Mal: El Posibilismo del Post-Marxismo

Hay una variante pesimista al post-marxismo que habla menos de los fallos de la revolución que de la imposibilidad del socialismo. Ellos citan el declinar de la izquierda revolucionaria, el triunfo del capitalismo en el Este, la “crisis del marxismo”, la pérdida de alternativas, la fuerza de los EE.UU., los golpes y la represión de los militares — todos estos argumentos se movilizan para conminar a la izquierda a que apoye el “posibilismo”: la necesidad de trabajar dentro de los nichos del mercado libre impuesto por el Banco Mundial y la agenda de ajuste estructural, y confinar la política a los parámetros electorales impuestos por los militares. Esto se llama “pragmatismo” o incrementalismo. Los post-marxistas juegan un papel ideológico principal promoviendo y defendiendo la llamada transición electoral del gobierno militar en la que los cambios sociales estaban subordinados a la reintroducción de un sistema electoral.

La mayoría de los argumentos de los post-marxistas están basados en observaciones estáticas y selectivas de la realidad contemporánea y están atados a conclusiones predeterminadas. Habiendo decidido que las revoluciones están pasadas de moda, los post-marxistas se concentran en las victorias electorales neo-liberales y no en las protestas masivas post-electorales y las huelgas generales que movilizan grandes cantidades de personas en actividades extra-parlamentarias. Ellos ven la desaparición del comunismo al final de la década de los ochenta y no su reaparición en la mitad de los años noventa. Ellos describen las restricciones de los militares a los políticos electorales sin mirar  los retos a los militares por parte de la guerrilla zapatista, las rebeliones urbanas en Caracas, las huelgas generales en Bolivia. En una palabra, los posibilistas pasan por alto la dinámica de las luchas que comienzan en el nivel sectorial o local dentro de los parámetros electorales de los militares y después son propulsadas por encima y más allá de los límites por los fallos y la impotencia de los posibilistas electorales para satisfacer las demandas y necesidades elementales de la población. Los posibilistas han fracasado en terminar con la impunidad de los militares, pagar los salarios atrasados de los empleados públicos (las provincias de Argentina), terminar la destrucción de las cosechas de los cultivadores de coca (en Bolivia), etc.

Los posibilistas post-marxistas se convierten en parte del problema en vez de ser parte de la solución. Ya ha pasado una década y media desde que comenzaron las transiciones negociadas y en cada instancia los post-marxistas se han adaptado al neo-liberalismo y han profundizado las políticas del libre mercado. Los posibilistas son incapaces de oponerse con efectividad a los efectos sociales negativos del libre mercado en el pueblo, pero son presionados por los neo-liberales para imponer nuevas y mayores medidas de austeridad para poder continuar en el gobierno. Los post-marxistas se han movido gradualmente siendo unos críticos pragmáticos para los neo-liberales y promoviéndose a sí mismos como unos dirigentes eficientes y honestos del neoliberalismo, capaces de asegurar confianza a los inversionistas y calmar los disturbios sociales.

Mientras tanto, lo pragmático del post-marxismo es alcanzado por el extremismo de los neo-liberales: la década de 1990 ha sido testigo de una radicalización de las políticas neo-liberales, diseñadas para prevenir las crisis entregando inversiones aún más lucrativas y oportunidades especulativas a bancos y transnacionales extranjeros.

Petróleo en Brasil, Argentina, México y Venezuela… y en el resto menores salarios y menores pagos de la seguridad social, mayor exención de impuestos y menos restricciones de la legislación anterior del trabajo. Los neo-liberales están creando una estructura de clases polarizada, mucho más cercana al paradigma marxista de la sociedad que la visión post-marxista. La estructura de clases de la América Latina contemporánea es más rígida, más determinista, más vinculada a la clase política o el Estado, que en el pasado. En estas circunstancias las políticas revolucionarias son mucho más importantes, que la propuesta pragmática de los post-marxistas.