viernes, 15 de junio de 2018

¿Qué cosa es el post-marxismo? (VI)


El sastre de Ulm

-¡Obispo, puedo volar!-
le dijo el sastre al obispo.
-¡Fíjate, voy a probar!-
Y con algo como alas
el sastre subió al lugar
más alto de la catedral.
Pero el obispo no quiso mirar.
-Como el hombre no es un ave,
eso es pura falsedad-
dijo el obispo del sastre
-Nadie volará jamás.-
-El sastre ha muerto- la gente
al obispo fue a informar.
Fue una locura. Sus alas
se tenían que desarmar.
Y ahora yace destrozado
sobre la plaza de la catedral.
-¡Que repiquen las campanas!
Era pura falsedad
Como el hombre no es un ave
-dijo el obispo a la gente-
¡nunca el hombre volará!

Bertolt Brecht



Pero el hombre voló. Desde luego que no del modo rudimentario que había soñado el sastre, sino a partir de conocimientos que estaban fuera de su alcance.

No son pocos los que echan a volar las campanas por la muerte de las revoluciones. Las tentativas fallidas son mucho más abundantes que las exitosas. Pero como las causas que las motivan no cesan, esas tentativas se repiten y se repetirán una y otra vez. La manipulación de las conciencias nunca es definitiva.

Cuando las contradicciones se acentúan, y es el caso evidente de las sociedades actuales, acaban saltando los muros de contención y se desborda lo que a duras penas (durísimas, desde luego, cada vez que hace falta) se contiene.

Sigo a partir de aquí la argumentación post-marxista y la contraargumentación de James Petras. El comienzo, en este otro lugar.



La tesis post-marxista:
6. Las revoluciones siempre terminan mal o son imposibles: las transformaciones sociales amenazan con provocar reacciones autoritarias. La alternativa es luchar para/y consolidar transiciones democráticas para salvaguardar los procesos electorales.
Los argumentos de Petras:

Las Revoluciones Siempre Terminan Mal: El Posibilismo del Post-Marxismo

Hay una variante pesimista al post-marxismo que habla menos de los fallos de la revolución que de la imposibilidad del socialismo. Ellos citan el declinar de la izquierda revolucionaria, el triunfo del capitalismo en el Este, la “crisis del marxismo”, la pérdida de alternativas, la fuerza de los EE.UU., los golpes y la represión de los militares — todos estos argumentos se movilizan para conminar a la izquierda a que apoye el “posibilismo”: la necesidad de trabajar dentro de los nichos del mercado libre impuesto por el Banco Mundial y la agenda de ajuste estructural, y confinar la política a los parámetros electorales impuestos por los militares. Esto se llama “pragmatismo” o incrementalismo. Los post-marxistas juegan un papel ideológico principal promoviendo y defendiendo la llamada transición electoral del gobierno militar en la que los cambios sociales estaban subordinados a la reintroducción de un sistema electoral.

La mayoría de los argumentos de los post-marxistas están basados en observaciones estáticas y selectivas de la realidad contemporánea y están atados a conclusiones predeterminadas. Habiendo decidido que las revoluciones están pasadas de moda, los post-marxistas se concentran en las victorias electorales neo-liberales y no en las protestas masivas post-electorales y las huelgas generales que movilizan grandes cantidades de personas en actividades extra-parlamentarias. Ellos ven la desaparición del comunismo al final de la década de los ochenta y no su reaparición en la mitad de los años noventa. Ellos describen las restricciones de los militares a los políticos electorales sin mirar  los retos a los militares por parte de la guerrilla zapatista, las rebeliones urbanas en Caracas, las huelgas generales en Bolivia. En una palabra, los posibilistas pasan por alto la dinámica de las luchas que comienzan en el nivel sectorial o local dentro de los parámetros electorales de los militares y después son propulsadas por encima y más allá de los límites por los fallos y la impotencia de los posibilistas electorales para satisfacer las demandas y necesidades elementales de la población. Los posibilistas han fracasado en terminar con la impunidad de los militares, pagar los salarios atrasados de los empleados públicos (las provincias de Argentina), terminar la destrucción de las cosechas de los cultivadores de coca (en Bolivia), etc.

Los posibilistas post-marxistas se convierten en parte del problema en vez de ser parte de la solución. Ya ha pasado una década y media desde que comenzaron las transiciones negociadas y en cada instancia los post-marxistas se han adaptado al neo-liberalismo y han profundizado las políticas del libre mercado. Los posibilistas son incapaces de oponerse con efectividad a los efectos sociales negativos del libre mercado en el pueblo, pero son presionados por los neo-liberales para imponer nuevas y mayores medidas de austeridad para poder continuar en el gobierno. Los post-marxistas se han movido gradualmente siendo unos críticos pragmáticos para los neo-liberales y promoviéndose a sí mismos como unos dirigentes eficientes y honestos del neoliberalismo, capaces de asegurar confianza a los inversionistas y calmar los disturbios sociales.

Mientras tanto, lo pragmático del post-marxismo es alcanzado por el extremismo de los neo-liberales: la década de 1990 ha sido testigo de una radicalización de las políticas neo-liberales, diseñadas para prevenir las crisis entregando inversiones aún más lucrativas y oportunidades especulativas a bancos y transnacionales extranjeros.

Petróleo en Brasil, Argentina, México y Venezuela… y en el resto menores salarios y menores pagos de la seguridad social, mayor exención de impuestos y menos restricciones de la legislación anterior del trabajo. Los neo-liberales están creando una estructura de clases polarizada, mucho más cercana al paradigma marxista de la sociedad que la visión post-marxista. La estructura de clases de la América Latina contemporánea es más rígida, más determinista, más vinculada a la clase política o el Estado, que en el pasado. En estas circunstancias las políticas revolucionarias son mucho más importantes, que la propuesta pragmática de los post-marxistas.


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