viernes, 8 de junio de 2018

Un poema de Curros Enríquez

En la celebración del pasado Día das Letras Galegas recordaba Xesús Alonso Montero que los pioneros que reivindicaron la dignificación de la lengua proletaria de su pueblo eran burgueses acomodados que no hablaban precisamente gallego en la intimidad (recordemos que así presumía de usar el catalán el ínclito José María Aznar).

Por eso no me sorprendió demasiado encontrar que Manuel Curros Enríquez tenía también, como Rosalía, una importante obra en castellano.

Pero es en gallego donde mejor aflora el sentimiento de estos poetas, que, tanto como María Victoria Moreno, fueron sobre todo gallegos por amor.

Volviendo a Curros, quiero traer aquí un poema lleno de piedad hacia los desamparados, los sin techo. Ahora que tantos desahuciados, desplazados (a los que llaman refugiados, pero muchas veces sin refugio) y otros muchos sufren cada noche el pavor de no tener donde guarecerse. Lo rutinario y abundante de este sufrimiento nos hace con frecuencia indiferentes.

La poesía, como el cine, tienen la virtud de permitirnos entrar por un momento en la piel del otro. Son momentos, no más. Porque, como dijo Maiakovski, la barca del amor se rompe contra la vida cotidiana, y entonces voy de mi corazón a mis asuntos.


Merece una glosa este poema.

El lugar y la hora. Anochece lejos de una aldea de cuya pobreza da muestra el humo de los hogares sin chimenea que se filtra por entre las tejas. Se recogen los rebaños. Las campanas tocan las ánimas. En esta soledad el viejo, abandonado de todo y de todos, se sienta en una piedra y comienza su triste monólogo.

Recuerda sus desgracias. El incendio de la casa en que lo perdió todo: su mujer, la yunta, la bestia; la mala cosecha y la ruina agravada por su endeudamiento con el fisco, que le arrebató la viña... y el tiempo. Su situación menesterosa lo hermana con un sapo, cuyo croar llama su atención.

Vidas paralelas. O no tanto. Mientras a él le cierran las puertas y le azuzan los perros, el sapo encuentra un agujero en que guarecerse de los vientos de la sierra que a él le roen las entrañas. El sapo, nacido en los montes, espera en ellos, cantando, su final; el viejo, nacido entre los hombres, duerme entre las fieras, y ni siquiera puede morir aunque lo desee.

Oyendo dar las ánimas, reza, por si hay Dios. El sapo le contesta cantando...
Cierra la noche. La luna aparece sobre las cumbres. Un viento frío que entumece brama en las ramas de los árboles; aúlla el lobo a lo lejos. El viejo cargado de años se levanta de la piedra, recoge su báculo, levanta al cielo el puño cerrado y marcha refunfuñando hacia la maleza.

El sapo lo sigue con los ojos, mientras se pierde en la sombra, y prosigue su eterna canción.


Luis Emilio Batallán le puso música y lo cantó maravillosamente.





Manuel Curros Enríquez 


Da aldea lexana fumegan as tellas;
detrás dos petoutos vai póndose o sol;
retornan prós eidos coa noite as ovellas
tiscando nas beiras o céspede mol.
 
Un vello, arrimado nun pau de sanguiño,
o monte atravesa de cara ó piñar.
Vai canso; unha pedra topou no camiño
e nela sentouse pra folgos tomar.
 
-¡Ai! –dixo-, ¡que triste!
¡que triste eu estou!
I on sapo, que oía,
repuxo: -¡Cro, cro!
 
¡As ánemas tocan!... Tal noite como esta
queimóuseme a casa, morreume a muller;
ardeume a xugada na corte, i a besta,
na terra a semente botouse a perder.
 
Vendín prós trabucos bacelos e horas
e vou polo mundo de entón a pedir;
mais cando non topo pechadas as portas
os cans sáienme a elas e fanme fuxir.
 
-Canta, sapo, canta;
ti i eu ¡somos dous!...
I o sapo, choroso,
cantaba: -¡Cro, cro!
 
Soliños estamos entrambos na terra,
mais nela un buraco ti alcontras i eu non;
a ti non te morden os ventos da serra,
i a min as entranas i os ósos me ron.
 
Ti, nado nos montes, nos montes esperas,
decote cantando, teu térmeno ver;
eu, nado entre os homes, dormendo entre as feras,
e morte non acho, si quero morrer.
 
-Xa tocan… Recemos

que dicen q' hay Dios!...
El reza y-o sapo
cantaba:—¡Cró, cró!


A noite cerraba, y-o rayo d'a lua
n'as lívidas cumes comenza á brilar;
curisco que tolle n 'os álbores brua
y-escóitase ó lexos o lobo ouvear.
   
O probe d'o vello, c'os anos cangado,
erguéuse d'a pedra y-o pau recadou;
viróu par'os ceos o puño pechado
e car' ós touzáles rosmando marchóu...
            
C'os ollos seguíndo-o
n'a escura extensión,
o sapo quedóuse

cantando:—¡Cró, cró!

6 comentarios:

  1. Maravillosa interpretación de Luis Emilio, efectivamente.
    Lástima que se preste tan escasa atención a la poesía y a esta excelente manera musical de hacérnosla llegar.
    También nos quieren 'hamburguerizar' el oído.

    ResponderEliminar
  2. No es de Batallans. El respecto a los autores es vital, más que la hamburguerización

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues ¿de quién es? Quien acusa ha de aportar las pruebas, ¿no te parece?

      Eliminar
  3. De Curros Enriquez. O bó é a poesia,
    Poñerlle música é o máis sinxelo.
    Ademáis de Batallán, ai moitas máis.

    ResponderEliminar
  4. Pucho Boedo e mais Os Tamara fixeron o meu entender a mellor versión musical de este fermoso poema de Curros. Saudos

    ResponderEliminar
  5. Cómo tamen fixeron recordar "Unha noite na eira do trigo

    ResponderEliminar