En la anterior entrada Cuánto mide la Luna intentaba mostrar el carácter relativo de las categorías de mediato e inmediato. Nada es absolutamente inmediato, mediado como está por nuestra percepción y nuestra experiencia. La primera suele engañarnos, la segunda es necesariamente parcial e incompleta.
La única forma de aproximarse a la realidad es dinámica, cambiante, y se basa en mediaciones, conocimientos aprendidos de fuentes diversas, sintetizadas en una concepción del mundo, una ideología. Nadie carece de ella, pero los errores conceptuales que pueda contener deben depurarse a partir de los procedimientos críticos propios de las ciencias, en un proceso sin fin.
La realidad se manifiesta siempre en casos particulares, pero su conocimiento siempre se apoya en conceptos universales, abstracciones que solo existen encarnadas en aquellos. A esta dialéctica de lo particular y lo universal me he referido recientemente, comentando dos publicaciones de Francisco Umpiérrez que recogí en las anteriores entradas del blog, Atrapados en la particularidad inmediata y La expresión de lo particular mediante lo universal.
La indagación sobre las relaciones entre el saber vulgar y el conocimiento científico, nunca absolutamente separados, me ha llevado hasta una entrevista publicada en Rebelión en febrero del año pasado, en la que este autor se extiende sobre el tema, tratando de puntualizar qué permanece y qué cambia en la ideología y la ciencia del marxismo.
Πάντα ῥεῖ: "todo fluye, no nos bañamos dos veces en el mismo río". Pero en él hay un cauce que permanece. Es importante deslindar eso que permanece de lo que cambia, afinando continuamente nuestra concepción del mundo, conscientes de que cualquier conquista en la ciencia o desarrollo en las fuerzas productivas influirá en ella.
La continua revisión ideológica no debe llevarnos al frívolo relativismo moral de los posmodernos, porque "no todo vale". La propia conducta de los que esto afirman lo contradice: nadie es indiferente a lo que ve a su alrededor si le afecta.
Por eso mismo, cuando hablamos de relativizar no queremos dar por buena cualquier interpretación de la realidad. Si "todo es relativo" es solo porque hay que concebir las cosas como relaciones. Los conceptos universales expresan relaciones entre los objetos particulares que los comparten.
Volviendo al propósito expresado antes, hay que conceder su parte de razón a quienes, desconociendo los fundamentos mismos del pensamiento de Marx, dan "por superado" el marxismo. Tienen razón en la literalidad de lo que dicen, aunque no la tengan en lo que "quieren" decir.
La Historia es un continuo hacer y deshacer, pero en todo momento acumula de algún modo lo anterior. Ningún filósofo, científico o artista parte de la nada, sino que se apoya en lo aprendido de otros. Por eso, nunca podemos dar por "superado" a Platón, Ptolomeo o Newton, aunque avancemos apoyándonos en ellos y "superemos" lo que ya no es válido para nosotros.
¿Cómo juzgaremos la actualidad del marxismo?
La propia dinámica de esta filosofía de la praxis, con las sucesivas transformaciones sociales a las que ha contribuido, o que directamente provocó, ha alterado la situación existente en el tiempo en que se formulara por primera vez. Hoy todas las economías del mundo son economías mixtas. En ellas hay tensiones y luchas entre la economía estatal y la privada, que sin embargo se ven obligadas a colaborar en muchos campos. Como también hay lucha y colaboración entre sectores y empresas en el seno del capitalismo. Y esta compleja y contradictoria situación se da en su más alto grado grado en las relaciones interestatales, inextricablemente enredadas en las anteriores.
Seguramente, lo más controvertido de la teoría económica marxista es el concepto de valor. Dos expresiones del mismo se relacionan con la capacidad de los bienes y servicios para satisfacer necesidades ("valor de uso") o para el intercambio ("valor de cambio"). En ambos casos hay que rastrear la relación de esos valores con los precios que alcanzan en los mercados. Y no es tarea fácil.
En el primer caso (satisfacción de necesidades), es difícil deslindar las auténticas de las imaginarias. Las necesidades cambian con la estructura social. Hoy el automóvil o el teléfono móvil son imprescindibles para la actividad de mucha gente. Para ellos su posesión no es cuestión de status o capricho. Claro que también la publicidad, la cultura de la imagen y la sobrevaloración del prestigio basado en la posesión de lo "exclusivo" se ocupan de "crear" necesidades de clase mucho menos objetivas...
En el caso del valor cambiario, la expectativa de beneficios basados en la pura especulación es determinante. Aunque siempre los inversionistas pusieron sus esperanzas en resultados aún por llegar, el capital financiero hoy hegemónico especula con el futuro para crear nuevas formas de valor, más imaginadas que probadas, pero con efectos económicos peligrosamente performativos. Precisamente cuando el porvenir es más incierto surgen los derivados financieros y los mercados de futuros, como un asidero al que recurrir para aplazar así los problemas del presente.
Pero estas nuevas formas pueden ser analizadas con las herramientas conceptuales que Marx consignó en El Capital, porque las principales formas del valor siguen siendo las mismas: capital constante, variable, fijo, circulante... y salario, plusvalor, interés, renta del suelo, acciones... Nadie como Marx las analizó ni las conceptualizó.
La relación entre el trabajo necesario y el plustrabajo, entre el salario y el plusvalor, y la propiedad sobre este último la expresa la cuota de explotación. Pero no es lo único a tener en cuenta, porque, especialmente en este tiempo de grandes empresas trasnacionales y oligopolios, la situación es muy diferente en las pequeñas empresas y en las grandes corporaciones. Estas últimas, con una cuota de explotación relativamente baja, se apropian de una gran masa de plusvalor, mientras las pequeñas empresas, con una cuota de explotación más alta, se apropian de una masa de plusvalor muy baja. Hay evidentes contradicciones entre la gran empresa y la pequeña, dependiendo del número de empleados y el volumen de ventas.
Aunque también en otros tiempos la explotación se daba no solo en el proceso de la producción sino también a través del consumo, en los actuales la universalización de las ventas a crédito delata la hegemonía absoluta del capital financiero. Otra muestra de explotación mediante el consumo es la capacidad de las corporaciones para imponer precios de monopolio. Pensemos en los bancos y en las eléctricas.
Con todas esas matizaciones y actualizaciones, las principales afirmaciones contenidas en El Capital están vigentes:
La contradicción entre trabajo necesario y plustrabajo:
¿Es necesario que el trabajador produzca más de lo estrictamente necesario para su propio sustento? Parece que sí, porque sus necesidades no se reducen a las inmediatas que satisface directamente. Son muchas las que se canalizan a través de la sociedad. El problema es la apropiación privada del plusvalor. Priva a la sociedad de su disfrute y hurta lo que debió ser producido para todos.
Habrá que intervenir el mercado si se busca
poner límites a la apropiación privada de trabajo ajeno
reducir las diferencias entre valores y precios
Aunque el liberalismo ve en el Estado el principal interventor en el mercado y lo presenta como desnaturalizador de sus leyes inmanentes, lo cierto es que son las grandes corporaciones, y el mercado global está en sus manos, las que más desnaturalizan las leyes de un mercado libre.
La contradicción entre el carácter cada vez más social de todas las actividades económicas y el carácter privado de la apropiación de sus beneficios:
Deportistas de élite, grandes figuras del cine y de la comunicación son expresión clara de esa contradicción.
El problema de la enajenación:
Falla el control consciente sobre las relaciones sociales. La mayoría piensa que no se pueden cambiar. Aunque no lo expliciten tan claramente como Pangloss, creen que vivimos en el mejor de los mundos posibles, sencillamente porque cualquier otro es una utopía, y utópico es sinónimo de imposible.
Pero lo ciertamente imposible es el futuro a que nos lleva la deriva capitalista. El marxismo, como filosofía de la praxis, sigue siendo la herramienta más poderosa para interpretar la realidad, sobre todo porque esa interpretación conduce a la necesidad de cambiarla.
El marxismo y la actualidad
Francisco Umpiérrez Sánchez
-Me gustaría, señor Umpiérrez, que respondiera a algunas de mis preguntas. No creo que vaya a superar todas mis dudas, pero espero al final de esta entrevista tener más ideas claras que de las que ahora dispongo. Ruego que me disculpe si le interrumpo y si no soy ordenado. Me llamo Eduardo. Así que ahí va mi primera pregunta: ¿Qué es el marxismo?
-Umpiérrez: El marxismo es un sistema teórico que incluye una filosofía y una crítica a la economía política.
-Eduardo: Sabe que todas estas respuestas tan concisas me generan dudas. ¿Cuando habla de filosofía es lo mismo que ideología?
-Umpiérrez: No es exactamente lo mismo. La ideología es más que la filosofía o desempeña una función distinta. Una de ellas es la identidad, sea de género, de nacionalidad, de cultura o de clase. También es un rasgo esencial de la ideología contener una concepción del mundo, tanto del pasado, como del presente como del futuro. Solo le adelanto que la ideología dominante en el feudalismo era la religión; y en el capitalismo, la economía política; mientras que en el socialismo debería ser la crítica y superación de la economía política. Esto no quita que en el capitalismo la religión siga siendo un componente importante de la ideología. La ciencia y el arte también forma parte de la ideología. Sé que puede resultarle un poco complejo. Pero le doy otra idea: cualquier conquista en la ciencia o desarrollo en las fuerzas productivas modifica la concepción que tenemos del mundo. Así que la ideología es más que la filosofía. Sabemos que la tecnología 5 G y el internet de las cosas cambiarán nuestra vida en muchos sentidos y esto afectará también a nuestra concepción del mundo. Los marxistas deberían estar más cerca de los cambios que se producen en el desarrollo de las fuerzas productivas porque modifican de manera sustancial las relaciones de producción.
-Eduardo: ¿Cómo participa la economía en la ideología?
-Umpiérrez: Siempre es conveniente partir de lo existente. Hay ideólogos –y todos los teóricos hacen una labor ideológica– que cuando exponen sus ideas no separan con claridad los hechos de sus concepciones. Todas las economías del mundo son economías mixtas. Así que en el seno de todas las economías del mundo hay lucha y colaboración entre la economía estatal y la economía privada. Recientemente el gobierno chino ha dado más facilidades a la economía privada en materia de financiación, en materia de importaciones y exportaciones, y en sectores claves como el energético. Esto fortalecerá y desarrollará aún más el sector privado en la economía china. No obstante, sabemos que la economía estatal china es muy fuerte y realiza una labor hegemónica en muchos ámbitos. Aquí también, tanto en la colaboración como en la lucha, la lucha ideológica será muy importante. De momento las autoridades chinas hacen más hincapié en la colaboración que en la lucha. Pero cada país o nación tiene que seguir su propia senda. La economía global, por una parte, hace que el desarrollo de las fuerzas productivas se acelere aún más, y por otra parte, hace que nuestro mundo se vuelva más complejo e interdependiente. La economía global provoca que los problemas de siempre se manifiesten de modo distinto.
-Eduardo: ¿Qué papel desempeña el marxismo en todo esto?
-Umpiérrez: El marxismo en la economía global sigue desempeñando un papel marginal.
-Eduardo: Pero algunos teóricos marxistas dicen que el marxismo tiene mucha actualidad en el mundo de hoy.
-Umpiérrez: Yo creo que es más un deseo que una realidad.
-Eduardo: ¿Me podría ampliar esta idea?
-Umpiérrez: Dígame usted en qué sentido quiere que lo haga.
-Eduardo: ¿Es usted marxista?
-Umpiérrez: Creo que los partidos comunistas de todos los tiempos, todos aquellos que se inspiraron en la ideología marxista, entendieron el marxismo como una ideología absoluta que lo cubre todo. Y esto es un error. Si usted lee los textos de Marx, podrá apreciar que en el pensamiento de Marx están presentes Adam Smith, David Ricardo, Proudhon, Aristóteles, Hegel, Lutero, Goethe e incluso el propio Cervantes. Pero no solo estos pensadores, en el pensamiento de Marx están presentes muchos pequeños pensadores y un sinfín de conquistas científicas y culturales. Luego, si le respondo a su pregunta, le diré que yo además de marxista soy espiritualmente todo lo que a lo largo de mi vida he estudiado y experimentado. Soy un lector y estudioso de clásicos. Así que también en mi pensamiento rector están presentes el pensamiento de Husserl, Pavlov, Einstein, Gottlob Frege, Vygotsky, Wölfflin, Cervantes, Walt Whitman, Borges, Goethe, Pushkin, y un sinfín de teóricos del arte, de la ciencia y de la cultura en general.
-Eduardo: Me llena usted de confusión.
-Umpiérrez: Le corrijo: Le muestro que la realidad y el pensamiento son complejos y que el pensamiento de Marx es uno en el gran río de la cultura y de la ciencia, y no una ideología que lo tiñe todo de su propio color. Creo que Marx es uno de los grandes pensadores de todos los tiempos y aprecio con más rigor su grandeza cuando leo al resto de los grandes en todos los campos del saber y del arte. Cuando leo a Homero o a Tito Livio, aprecio mejor la grandeza de Marx. Creo que muchos de los llamados marxistas descuidan el conocimiento del resto de las grandes figuras del pensamiento y del arte. Y la universalidad en el saber en el mundo global es decisiva en la lucha ideológica.
-Eduardo: ¿Dónde está entonces el lugar de Marx?
-Umpiérrez: En la cultura europea. He dicho en varias ocasiones que Marx se entendería mejor y se apreciaría mucho más su grandeza si el pensamiento de Hegel desempeñara en la filosofía europea un papel estelar. También se entendería mejor si los clásicos de la economía política estuvieran más presentes en la ideología económica del capitalismo actual, como son Adam Smith y David Ricardo. Pero el empirismo en todas sus modalidades, con Jevons a la cabeza, ha enterrado y marginado a los grandes pensadores que buscan encontrar las conexiones internas entre los hechos económicos. Le añado otra idea: No debemos esperar de la experiencia socialista en China ni de los movimientos sociales de Latinoamérica la recuperación del pensamiento de Marx.
-Eduardo: ¿Entonces, me está diciendo que un teórico marxista latinoamericano no puede entender ni engrandecer el pensamiento de Marx?
-Umpiérrez: No le estoy diciendo eso. Desde que se creó el mercado mundial, que se inició con el descubrimiento de América, todos podemos llevar una vida muy universal. Mi formación teórica se la debo a muchos pensadores y literatos que no son españoles. Luego cualquier intelectual latinoamericano puede tener una formación ideológica más universal que cualquier intelectual europeo. No se trata de dónde has nacido, sino cuál es el grado de la universalidad de tu pensamiento.
-Eduardo: Lo complejiza y lo relativiza todo. Conforme avanza la entrevista aumentan mis dudas.
-Umpiérrez: Las dudas no son malas, siempre que afecten al modo en que conocemos el mundo y no al objeto del conocimiento. Desde Descartes, la duda metódica es uno de los grandes inventos para el pensamiento. Con respecto a lo de relativizar le aclaro que “relativo” no significa que nada es seguro y que cada cual puede pensar lo que quiere, sino que hay que concebir las cosas como relaciones. Así lo hizo Einstein en su concepción sobre el espacio y el tiempo. Así también lo hicieron Hegel con el ser y el pensamiento y Marx con el valor de uso y el valor.
-Eduardo: Aprovecho la ocasión. Los conceptos de valor de uso y de valor son los conceptos por antonomasia de El Capital de Karl Marx. ¿Han quedado obsoletos esos conceptos o siguen teniendo actualidad?
-Umpiérrez: Todos los conceptos expresan esencias y tienen cierto carácter intemporal. Pero no hay que perder nunca de vista la particularidad histórica nacional de los cuales esos conceptos son la expresión general. El Capital siempre lo he entendido como el estudio de las formas del valor. Si comparamos la época de Marx, 1860, con la época actual, 2020, las principales formas del valor siguen siendo las mismas: capital constante, capital variable, capital fijo, capital circulante, salario, plusvalor, interés, renta del suelo, acciones y algunas más. No obstante, han surgido algunas nuevas formas del valor como los derivados y futuros que no existían en tiempos de Marx. Pero estas nuevas formas de valor pueden ser analizadas con las propias herramientas conceptuales que nos legó Marx en El Capital. Si bajo el punto de vista de las formas del valor y atendiendo a la particularidad no aprecio cambios importantes, bajo el punto de vista del valor de uso los cambios si son colosales.
-Eduardo: Pero no se quede ahí. Ahonde más o detalle esto último que dice.
-Umpiérrez: Dado que El Capital es en lo fundamental el análisis de las formas del valor mercantil y capitalista, los seguidores de Marx han descuidado la importancia de los valores de uso en la economía. Le recuerdo que Marx en El Capital afirmó dos cosas muy importantes: una, los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, y dos, los valores de uso proporcionan el material de una disciplina propia, la mercología. Creo que en la asignatura de mercología la mayoría de los teóricos marxistas tienen de nota un cero. Pero sigo: atendiendo al valor de uso en tanto contenido material de la riqueza, la diferencia de vida material entre un trabajador de 1860 y uno actual es abismal. Piense o imagine la vida material de un trabajador francés de 1860, piense en su vivienda, en los valores de uso que hacían posible la vida de su hogar, en sus medios de transporte, en su ocio, en la seguridad social de la que disfrutaban, en las coberturas sociales proporcionadas por el Estado, en el sistema de pensiones, en el sistema educativo, en su vestimenta y calzado. Y piense ahora en la vida de un trabajador francés de 2020 y en relación con todos esos aspectos que le he mencionado. La diferencia es abrumadora. Le doy un dato que siempre me impresionó: una señora pensionista residente en un barrio de Las Palmas me dijo una vez que había estado como turista en EEUU cuatro veces; pero es que además había estado bajo la misma condición en las principales capitales europeas. Sorprendente.
-Eduardo: si me atengo a sus palabras pareciera que las trabajadoras de hoy día viven en el paraíso y que ya no existe la explotación.
-Umpiérrez: no desfigure mis palabras. Hablo en términos absolutos. Comparo la vida material de las trabajadoras y trabajadores de hace 160 años con la de hoy día. Y es una evidencia que la diferencia es abismal. ¿Esto implica que en términos relativos la cuota de explotación de hoy día sea inferior a la de hace 160 años? Pues no. De todos modos la explotación de la fuerza de trabajo en tanto concepto de Marx ha sido tradicionalmente interpretada por la derecha como un concepto moral. También hace una interpretación equivalente una buena parte de la izquierda radical. La cuota de explotación expresa la relación entre el trabajo necesario y el plustrabajo, entre el salario y el plusvalor, y la propiedad sobre este último. A este respecto hay que tener en cuenta varias cosas. Hay empresas que con una cuota de explotación relativamente baja, esto sucede con las grandes corporaciones, se apropian de una gran masa de plusvalor; y hay empresas que con una cuota de explotación más alta, esto sucede con las pequeñas empresas, se apropian de una masa de plusvalor muy baja. La masa de plusvalor de las que se apropian las empresas, dada una determinada cuota de explotación, depende del número de empleados que tenga y del volumen de sus ventas. Así que no solo hay que fijarse en la cuota de explotación.
También hay que tener en cuenta que en todos los regímenes económicos es necesario que los trabajadores produzcan más valor de lo que cuestan. Una parte del plusvalor creado por los trabajadores va a parar a manos del Estado para que este pueda cubrir todos los gastos sociales y obras de infraestructura. Y puede suceder, como así ocurría en el régimen económico soviético, que en un régimen socialista la cuota de explotación sea más alta que en un régimen capitalista. Aquí, como en todo, hay que indagar más.
Eduardo: Aclárame ahora desde la filosofía o teoría del conocimiento toda esta reflexión suya sobre el concepto de valor de uso.
-Umpiérrez: El concepto de valor de uso queda definido en El Capital de dos modos: cosa que por sus propiedades puede satisfacer necesidades humanas y cosa que por sus propiedades puede ser útil en diversos aspectos. El concepto de valor de uso puedo aplicarlo a una máquina quitanieves moderna como a un zapato, un vestido o un teléfono móvil. El concepto de valor de uso borra las diferencias entre esos objetos. Pero no solo es eso, sino que puedo aplicarlo a todos los medios de consumo que empleaba una trabajadora de hace un siglo como a una trabajadora del año 2020. De manera que el concepto de valor de uso también borra las diferencias históricas. Como dije antes, los conceptos expresan esencias y tienen cierto carácter intemporal. Pero los conceptos deben estar unidos y alimentarse de percepciones y representaciones, esto es, la universalidad del concepto necesita de la particularidad. Es más: el punto de partida en el conocimiento debe ser la particularidad. Y hay un problema ideológico relacionado con esta contradicción: la existente entre la particularidad y la universalidad del concepto.
-Eduardo: Eso me interesa. Explíquese.
-Umpiérrez: Cuando muchos teóricos marxistas hablan de las trabajadoras y los trabajadores lo hacen solo desde la universalidad de los conceptos y se hacen con una representación errónea de sus vidas. Por eso les resulta tan difícil llegar a sus conciencias. Como señalé antes, hay muchos marxistas que hablan de la explotación de los trabajadores en términos morales y presentan la contradicción entre capital y trabajo como si viviéramos en el siglo XIX. Ese es el problema ideológico del que le hablo: La universalidad del concepto borra por completo la particularidad, que es tanto como decir que el concepto, bajo el predominio absoluto de su universalidad, rompe sus lazos con la particularidad. Creo que sobre estos aspectos deberían reflexionar más los líderes teóricos marxistas. Y por el contrario, lo que observo en el desarrollo ideológico de los marxistas chinos es que la particularidad de su desarrollo económico, el llamado socialismo con características chinas, hace que la universalidad de los conceptos de El Capital no desempeñe un papel decisivo en sus conciencias. Por eso insisto tanto en que la recuperación del pensamiento de Marx en toda su envergadura solo puede producirse en el marco de la cultura de Europa occidental. Todo esto por supuesto necesita más desarrollo teórico y más indagación analítica.
-Eduardo: Hablemos ahora del valor. Recientemente un teórico marxista decía que el capitalismo actual se acomodaba más a los conceptos expuestos por Marx.
-Umpiérrez: No creo que eso sea así. Lo que expresaba Marx es que los conceptos deben ser expuestos en su pureza sin que los aspectos accidentales afecten a la representación científica.
-Eduardo: De acuerdo. Pues siga con su exposición.
-Umpiérrez: en lo que afecta al valor debemos plantear varias cuestiones: una, cómo se genera el valor; dos, las diferencias cualitativas y cuantitativas entre valor y precio; y tres, la división de la jornada laboral en trabajo necesario y plustrabajo. Todos estos aspectos han experimentado grandes modificaciones respecto a la situación económica en el siglo XIX. Lenin tenía razón cuando decía que el capitalismo sobrevenido a principios del siglo XX tenía carácter monopolista. Por monopolio entiendo el predominio en el mercado de grandes empresas que les permite hacer dos cosas: una, apropiarse de una parte del valor de las pequeñas empresas debido a su enorme poder de compra, y dos, establecer precios muy alejados del valor. La era monopolista del capital, y repito que todas las empresas que dominan el mercado global son monopolistas, significa la infracción continua de la ley del valor.
También tenía razón Lenin cuando hablaba del poder gigantesco de los bancos o del poder financiero en general. El poder financiero se ha hecho dueño de todo. Se ha hecho dueño del consumo. Una gran parte de las compras realizadas por los trabajadores y trabajadoras está mediada por los créditos. Esto implica que el interés pagado por los trabajadores y trabajadoras no es una parte del plusvalor obtenido por los capitalistas en funciones, sino que es una parte de los salarios. Otro cambio importante es el predominio de los grandes fondos de inversión que permiten que los dueños del capital monetario compren empresas y enormes parques de vivienda, de manera que en el corto plazo pueden ganar en concepto de interés cifras colosales.
-Eduardo: Ilustre esto último que dice.
-Umpiérrez: Durante el boom inmobiliario muchas personas compraron viviendas; y después de haber pagado el 20 o el 30 por ciento de su valor, por dificultades de pago los bancos se quedaron con ellas. Sucedió después que estas viviendas bajaron de precio y los bancos entraron en crisis por la disminución del valor de sus activos, y el Estado tuvo que ir en su socorro. Después llegaron los fondos de inversión y compraron estas viviendas a bajos precios apropiándose así de decenas de miles de viviendas. Dicho en forma resumida: los fondos de inversión se apropiaron con la compra de viviendas de dos cosas: de la parte del salario pagado por los trabajadores y trabajadoras en la compra de sus viviendas y de la pérdida del valor de los activos bancarios que asumió el Estado. Después vuelve a subir el precio de las viviendas y los fondos de inversión sin apenas actividad industrial se apropian de enormes cantidades de plusvalor.
-Eduardo: espero que haya más cosas que comentar. Le ruego que siga.
-Umpiérrez: En tiempos de Marx el sector industrial era el centro sobre el que gravitaba la economía. Hoy día no es así. El sector comercial y el consumo de masas se han vuelto muy poderosos. Los medios de comunicación con la televisión e internet a la cabeza han ganado un enorme poderío, donde hay que incluir el comercio electrónico. Las actividades deportivas se han transformado en un inmenso negocio desempeñando un papel ideológico de primera línea en la conformación de la conciencia de las grandes masas sociales, y con ellas la publicidad que nos invade por todas partes. No hay que olvidarse tampoco del sector cinematográfico y del sector musical. Y, por último, el papel tan nocivo que desempeña la publicidad en el reparto de la riqueza. De manera que la apropiación de trabajo ajeno se produce por todos los medios, incluso por medio de los precios y en el mercado donde aparentemente debería predominar “la igualdad”. Solo hay que observar el enriquecimiento desproporcionado de “las estrellas” del deporte, del cine y de la música comercial. Si bien Marx decía que los precios gravitaban en torno al valor, hoy día la distancia que hay entre los valores y los precios ha llegado a niveles de manifiesta irracionalidad.
-Eduardo: Parece entonces que Marx ha quedado ya desfasado, que los hechos lo contradicen.
-Umpiérrez: Se equivoca. La contradicción entre trabajo necesario y plustrabajo sigue en pie. La clave consiste en intervenir el mercado para ponerle límites a la apropiación de trabajo ajeno. También se trata de intervenir el mercado para reducir las diferencias entre los valores y los precios. Piense que todavía el liberalismo ve en el Estado el principal interventor en el mercado y lo presenta como desnaturalizador de sus leyes inmanentes, pero lo cierto es que todas las grandes corporaciones, y el mercado global está en manos de ellas, son las que más desnaturalizan las leyes de un mercado libre. También sigue en pie la contradicción entre el carácter cada vez más social de todas las actividades económicas y el carácter privado de la apropiación de sus beneficios. Los deportistas de élite, las grandes figuras del cine y de la comunicación es una expresión clara de esa contradicción. También queda en pie el problema de la enajenación: la falta de control consciente sobre las relaciones sociales que contraen las personas. Y, como dije antes, siguen en pie las formas del valor que como Marx nadie las analizó ni las conceptualizó.
-Eduardo: Creo que podemos dar por terminada la entrevista. Ha sido un placer. Hasta la próxima y gracias.
-Umpiérrez: Hasta la próxima.
(Eduardo: Solo quería decirle, ahora que nadie nos escucha, que no sé si se ha dado cuenta que yo soy usted. Umpiérrez: Lo sé. Pero como nadie me entrevista y en las sedes universitarias no me dejan entrar, no me ha quedado más remedio que desdoblarme. Le ruego que quede entre nosotros).