Doy por sentado que existe un mundo exterior; tengo la evidencia de él porque a través de los sentidos entra en mi mundo interior en forma de conocimientos. A través de unos sentidos que las experiencias particulares han ido educando, creando códigos de empleo universal.
Sobre los primarios, visual, táctil o auditivo, se construyen los aprendidos (oral, escrito...), ambas categorías basadas en la memorización de situaciones repetidas y el criterio práctico de una relación invertida con el mundo: conocimientos puestos a prueba con la acción.
Los códigos lingüísticos que apoyan el pensamiento y la comunicación emplean conceptos universales que aplican a lo particular. Mi percepción del mundo y la comunicación con otros se basa en dos modos de conocimiento que de modo esquemático podemos llamar inmediato y mediato. Ejemplos de lo primero, mi visión directa, un paseo por la ciudad, un concierto. De lo segundo, un relato escrito o lo que me cuenta alguien que "estuvo allí".
Esto no deja de ser un esquema para entendernos, porque todos están mediados por los sentidos, y en todos los casos empleo categorías universales que aplico a entidades particulares.
En todo caso, entre una supuesta inmediatez y la lejana referencia hay una gradación, porque ningún conocimiento se libra de mediaciones, mediaciones en las que lo particular solo puede ser aprehendido y transmitido mediante esas abstracciones lingüísticas, los universales.
Francisco Umpiérrez aclara estas relaciones mediante un ejemplo. (Hay que ver lo que da de sí un sofá...).
¿Cómo puede lo universal expresar lo particular?
Algunos lectores de mi trabajo anterior titulado Atrapados en la particularidad inmediata, me dicen que no entienden mi afirmación de que lo universal expresa lo particular, cuando anteriormente he afirmado que el lenguaje solo puedo expresar lo universal.
Estoy en el salón de mi casa y le digo a mi amigo allí presente: ¿Te gusta mi sofá? Él mira el sofá y me responde: sí, me gusta. Yo percibo el sofá y mi amigo percibe el sofá. Ambos tenemos conocimiento del sofá de un modo particular. ¿Por qué tenemos un conocimiento particular del sofá? Porque es objeto de nuestra percepción visual. Pero aquí yo introduzco un matiz: Hablo de particularidad dada al conocimiento de forma inmediata. Puesto que podemos tener conocimientos de hechos particulares mediante fotografías, y en este caso hablo de tener conocimientos de hechos u objetos particulares de forma mediata. Pero ¿es absolutamente inmediata mi percepción visual del sofá y la de mi amigo? Pues no. Esa percepción está mediada por la categorización: desde que hablo, desde que empleo una categoría para nombrar un objeto, la percepción de ese objeto está mediada por la nominación. Pero el hecho de que el nombre medie la percepción no le resta a la percepción su esencia: darnos objetos que están presentes. La mediatez y la inmediatez están presentes en todo, según he aprendido de Hegel, y en la percepción también. Lo que sucede es que en la percepción la inmediatez es el lado dominante.
Sigamos. Yo estoy en mi casa y mi amigo en la suya. Hablo con él por teléfono y le digo: acabo de comprar un sofá muy bonito y cómodo, le hablo de su tamaño, de la calidad de su asiento y respaldo, de su color y de su precio. Yo le hablo a mi amigo de un hecho particular, pero a mi amigo solo le doy palabras y no imágenes. Como solo le doy palabras, solo expreso algo universal. Así que en principio parece que mi amigo solo tiene un conocimiento universal de mi sofá. Pero ¿su conocimiento del sofá es absolutamente universal? Pues no. Él tiene también un sofá y ha visto a lo largo de su vida muchos sofás. Podríamos afirmar que su cabeza está llena de muchos sofás particulares que están guardados en su memoria. Hay otra cosa: las palabras no desenvuelven su significado plenamente apoyadas solo en sus significantes, las palabras necesitan de quien las escuchas actos de representación que ponen los objetos o situaciones objetivas a las que apuntan las palabras. Pero las representaciones como las percepciones dan objetos existiendo en su particularidad. Del mismo modo que yo, partiendo de la percepción de mi sofá que me viene dado en su particularidad, le doy expresión mediante el lenguaje, que es el reino de lo universal; mi amigo responde a mi intención significativa mediante actos de representación, conectando de ese modo mi intención significativa con sus representaciones, entrando así en el reino de la particularidad.
Pero como hoy los dispositivos móviles nos permiten superar el reino de la universalidad del lenguaje, mi amigo me propone lo siguiente: mándame algunas fotografías del sofá. Yo le hago algunas fotografías y se las envío a mi amigo. Ahora mi amigo tiene una percepción visual de fotografías de mi sofá. Ha accedido a tener un conocimiento particular de mi sofá, pero de forma mediata, por medio de imágenes fotográficas. Por eso he hablado en el trabajo anterior de tener conocimientos mediatos sensibles de particularidades. Así que resuelto el asunto: aunque el lenguaje solo expresa lo universal, yo puedo por medio del lenguaje darle expresión a un hecho u objeto particular: mi sofá. Y quien me escucha al otro lado del teléfono puede representarse el sofá que he comprado, y de ese modo superar el reino universal en el que quedan atrapados los hechos y los objetos mediante el lenguaje. Y sí además le mando fotografías de mi sofá, la superación de esa universalidad queda alcanzada de modo totalmente satisfactorio.
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