domingo, 31 de octubre de 2021

De chimpancés y bonobos

La base cromosómica de la diferenciación sexual da que pensar. En efecto, el cromosoma X contiene una información genética muy superior a la del Y, cuya función primordial parece ser meramente reproductiva. El caso extremo se da en un pequeño pez pescador abisal, el Neoceratias spinifer, del orden Lophiiformes al que pertenece el rape. El macho pigmeo de este rape de aguas profundas, mucho menor que la hembra, tiene un aparato digestivo rudimentario que degenera al madurar. Para alimentarse busca una hembra, le muerde y se fusiona con ella, convirtiéndose en un parásito que apenas conserva más órganos que las gónadas.

La gran ventaja de la reproducción sexual es la combinatoria de cromosomas que produce inmediatamente individuos únicos y prácticamente irrepetibles, con un efecto de continua remezcla en cada generación que facilita la evolución selectiva. El par XY define al macho, y el cromosoma distintivo suele ser atrófico, hasta el punto de que en algunas especies ni existe: al par XY lo sustituye el "par X0", es decir, el macho posee un solo cromosoma X.

Sobre esta base genética, las especies animales han conformado sociedades muy diferentes. En algunas los adultos son solitarios, y solo existen en ellas la efímera relación del apareamiento y la algo más persistente de la madre con su descendencia. Mientras los machos solo tienen una función reproductiva, unida a una rivalidad selectiva, las hembras cuidan la progenie. Sociedades más complejas diversifican las funciones, pero con frecuencia permanece un sustrato que mantiene la agresividad como cualidad masculina y la protección y conservación como rasgos femeninos.

Pero las sociedades complejas evolucionan también, y producen diferentes culturas, que tienen sus propias vías de transmisión y evolución. Este comentario en el blog de Jorge Riechmann analiza los modelos de organización social de las dos especies animales más cercanas a la nuestra. La preponderancia de rasgos masculinos en el comportamiento social que nos ha  traído hasta aquí nos está llevando ahora a un callejón sin salida. La propuesta es una feminización de las sociedades humanas.

Volvamos la vista a la Pachamama, frente al Dios masculinizado de las religiones del libro.

un comportamiento esclarecedor

Melvin Konner y la «bonobización» de la especie humana

El neurocientífico Melvin Konner, inspirándose en uno de los trabajos de antropología más populares de la historia, La superioridad natural de las mujeres de Ashley Montagu (Libros Básicos, Buenos Aires 1962), ha escrito Mujeres ante todo (Almuzara, Córdoba 2021). Muestra que las mujeres viven más tiempo que los hombres, con una mortalidad más baja en todas las edades, pueden crear una nueva vida en sus cuerpos y, debido a que disponen de dos cromosomas X, tienen tasas mucho más bajas de problemas genéticos como la hemofilia, el daltonismo y el síndrome del cromosoma X frágil (los varones son más frágiles: tienen una X desprotegida que, a veces, lleva genes “malos”). A estos hechos biológicos fundamentales se añaden ciertos aspectos conductuales básicos: en todos los países y culturas los hombres cometen el 90% de la violencia y el 95% de las agresiones sexuales.

“Les pido a mis alumnos que piensen, brevemente, en la masculinidad como una deficiencia cromosómica. Nuestro cromosoma Y se ve bastante insignificante junto al X (…). [Ellas] están más protegidas frente a las enfermedades ligadas al cromosoma X. El gen Y nos priva de la capacidad de desarrollar nueva vida dentro de nuestros cuerpos; y al darnos andrógenos, también promueve los malos rasgos, de los que tenemos mucho más. A veces llevo la broma, que no es sólo una broma, aún más lejos, y les pregunto a los estudiantes: ¿es un hombre como un virus? Respuesta: ninguno de los dos puede hacer nueva vida sin tomar prestada la maquinaria reproductiva de otro organismo…” En la misma entrevista aboga por la bonobización de la especie humana:

“Creo que el mundo será un lugar más seguro [también para los varones] si las mujeres ganan más influencia. Puede haber menos guerras. Esto no podría suceder bajo una sola reina Isabel o Catalina. Pero si imaginamos un mundo en el que las mujeres estén bastante representadas en posiciones altas, creo que será menos probable que un choque de egos conduzca a la violencia (…). [El papel de los varones será el de] socios. Colaboradores. A veces líderes, a veces seguidores. Aportarán ideas y soluciones que son diferentes de las que las mujeres pueden encontrar, no porque tengan mejores mentes, sino porque hombres y mujeres, por muchas razones, piensan de manera algo diferente. Mi fuerte perspectiva evolutiva me lleva a mencionar dos especies que están estrechamente relacionadas con nosotros: los chimpancés y los bonobos. Si no se siente cómodo con la evolución, tómelo como una parábola basada en la historia natural. Los machos de chimpancé son fuertemente dominantes sobre las hembras, tienen relaciones sexuales rápidas y superficiales y son muy violentos entre sí. Los bonobos, exactamente igual de relacionados con nosotros, tienen coaliciones femeninas que prácticamente controlan sus comunidades. Éstas se basan, en parte, en el sexo entre las hembras. Las coaliciones mantienen el control sobre la conflictividad masculina. ¿Y los machos? Tienen una gran vida. Disfrutan de mucho sexo lento y pausado con las hembras, a veces cara a cara. Tienen poco que temer de otros machos, porque el nivel de violencia es muy bajo. Hacen lo posible para llevarse bien. Tenemos ambas especies en nosotros, pero durante demasiado tiempo hemos expresado principalmente el lado de los chimpancés de nuestra naturaleza. Creo que podríamos avanzar hacia una bonobización de la especie humana, un mundo en el que todos estarían más seguros porque las clásicas ‘virtudes’ masculinas del pasado, basadas en tener que enfrentarse a otros hombres, serían menos necesarias y tendrían menos sentido. Hubo un superventas llamado Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus. Mi respuesta a eso fue: los hombres son de Marte y las mujeres son de la Tierra. Las mujeres serán mejores protectoras de la Tierra, pero también creo que mejores guardianas de la humanidad. Y sí, sin desplazarnos ni dominarnos, pueden ayudarnos a crear colaboraciones de hombres y mujeres que incluso podrían, al final, protegernos a los hombres de los peores aspectos de nosotros mismos”.[1]


[1] Melvin Konner, “Estamos al comienzo del fin de la supremacía masculina” (entrevista), El País, 17 de octubre de 2021;
https://elpais.com/ciencia/2021-10-17/melvin-konner-neurocientifico-ha-comenzado-el-final-de-la-supremacia-masculina.html

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